La renuncia del Papa Benedicto XVI es un acto de responsabilidad, estimó este lunes la comunidad jesuita de El Salvador, aunque lamentó que no haya concretado la esperada beatificación del arzobispo mártir salvadoreño Óscar Arnulfo Romero y Galdámez durante su pontificado.
El retiro es “un acto de responsabilidad” por parte del Papa, quien deja varios legados, como el hábito de reflexionar sobre los grandes temas, con lo cual impulsó “un mayor valor a lo intelectual en la iglesia”, afirmó el sacerdote José María Tojeira, director pastoral en la jesuita Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), en Antiguo Cuscatlán.
Además, Benedicto XVI contribuyó a corregir algunos problemas tradicionales de la Iglesia católica, como el secretismo, manifestó Tojeira, ex rector de la UCA, quien desafió el poder militar salvadoreño tras el asesinato por parte del ejército de seis sacerdotes y dos mujeres en noviembre 1989, en el marco de la guerra civil en este país centroamericano.
Por su parte, el profesor de la asignatura “Teología de la Liberación” en la escuela de maestrías de la UCA, Carlos Ayala, comentó que el Papa Benedicto XVI queda en deuda con los salvadoreños por no haber beatificado a Romero, símbolo de la iglesia popular salvadoreña.
El arzobispo Óscar Arnulfo Romero, decidido defensor de los derechos de los pobres, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un escuadrón de la muerte de la ultraderecha, mientras oficiaba misa en una iglesia capitalina. Concluida la guerra, el Informe de la Comisión de la Verdad –apadrinado por Naciones Unidas– estableció que el autor intelectual del magnicidio fue Roberto D’Aubuisson, fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
En 1996, el Vaticano inició el proceso de beatificación del prelado salvadoreño, considerado por su feligresía como un santo y mártir católico.
Tojeira dijo que tiene la esperanza de que el sucesor de Benedicto XVI complete el proceso, de manera que “en tres o cuatro años podamos tener beatificado a monseñor Romero”.
Para Tojeira, quien sea designado como nuevo Papa debe estar “muy comprometido” con la paz y alentar “la solidaridad” por los más pobres en medio de la “crisis de sentido” que prevalece en el mundo.
“En el mundo sigue habiendo mucha injusticia social, hambre, y creo que esos son los desafíos para la Iglesia católica en un mundo muy centrado en la tecnología y en el ‘cómo vivir’ más que en el ‘para qué vivir’”, destacó.
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