Algunos probaron el oscuro brebaje de sus semillas desde cuando sus madres se los pusieron en el biberón. El café ha dirigido el rumbo de historias personales y de un país hacia la bonanza, por un lado, y hacia la injusticia, por el otro. La competencia mundial desplomó los precios de antaño y obligó a El Salvador a crear nuevas formas de consumo. Hace 20 años era impensable que un salvadoreño pagara los 17 colones que hoy miles pagan por una buena taza de café, sin imaginar el camino que recorrió el producto desde la finca hasta su mesa.