Opinión /

El desafío de Saca


Lunes, 4 de marzo de 2013
El Faro

Hasta hoy el sistema electoral salvadoreño ha girado entre dos fuerzas políticas que se han disputado los principales cargos de representación popular. Hasta los años ochentas esos partidos eran Conciliación Nacional y la Democracia Cristiana; y a partir de los Acuerdos de Paz la presidencia se ha disputado siempre entre Arena y el FMLN.

Para las elecciones presidenciales de 2014, a los candidatos respectivos de esos partidos, el alcalde de San Salvador Norman Quijano y el vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, se une el ex presidente Antonio Saca, una figura que sigue conservando respetables índices de popularidad y que se mueve con mucha más confianza y comodidad en los medios masivos de comunicación que sus rivales.

Saca presenta un serio desafío para los dos grandes partidos políticos, pero principalmente para el que lo llevó a su primer gobierno, Arena, del que salió expulsado y acusado de corrupción poco después de que su partido perdiera las elecciones presidenciales de 2009.

Arena, un partido que no ha podido reponerse de la crisis de 2009 y de la pérdida del Ejecutivo, enfrenta hoy el principal reto de su historia: a su propia crisis se agregan ahora una ofensiva en su contra del presidente Funes más la amenaza del ex presidente Saca; un reto que enfrenta con un candidato poco afortunado para dar declaraciones y con menos carisma que Saca. Si Arena pasó veinte y cinco años definiendo su estrategia con respecto al FMLN, ahora tiene que reinventarse para posicionarse frente a dos enemigos.

El discurso simplista que gobernaba las campañas electorales, entre la extrema derecha y la extrema izquierda, deberá necesariamente transformarse para esta nueva etapa. Los argumentos utilizados por las dos principales fuerzas políticas durante dos décadas ya no tienen utilidad, porque la izquierda ya llegó al poder demostrando que eran falsas las advertencias lanzadas por Arena; pero también demostrando que los ataques que solía a hacer a Arena se convirtieron en similares ejercicios del poder en el Ejecutivo y en el legislativo.

La candidatura de Saca obliga aún más a los otros dos partidos a renovar discurso y replantearse sus estrategias electorales; pero también, y sobre todo, demanda a la sociedad hacer memoria y a buscar, también en el pasado, luces y sombras que le permitan decidir su futuro.

Más a la luz de las amenazas que de las esperanzas, es posible que por fin los poderes políticos, sociales y económicos salvadoreños comiencen a entender que una democracia funcional requiere de ciudadanos debidamente informados y con cultura política. Capaces de advertir los riesgos de votar de una forma o de otra. Capaces de transformar una elección en un debate abierto sobre nuestros principales problemas, y no en un concurso de popularidad y de gastos de campaña. Pero para ello es necesario que los ciudadanos, los electores, tengan satisfechas sus necesidades básicas.

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