Opinión /

Un Papa del fin del mundo


Domingo, 24 de marzo de 2013
Luis Fernando Valero

No andábamos muy desencaminados quienes señalamos que era momento de un Papa latinoamericano, la alegría vino cuando el Papa Francisco dijo: “Han ido a buscarme al fin del mundo”. Un fin del mundo que en estos momentos es toda una confirmación de que el centro deja de ser tal y parece que las periferias ocupan una centralidad manifiesta.

No es un dato menor que en estos momentos el 42% de los fieles católicos del mundo están en Iberoamérica, siendo esta zona la segunda en aportar cardenales al cónclave y dada la “rapidez” con que se ha conseguido los mínimos 77 votos demuestra que en el colegio cardenalicio creyeron que no podía ser un Papa europeo, por más que los vaticanólogos lo anunciaran.

El Papa Francisco tiene unas características sui generis: es argentino, de padres italianos (es decir en él se unen Europa y Latinoamérica) y todos sus gestos son una sencillez extrema abogando desde el primer momento por una iglesia de los pobres, haciéndose eco de una bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres, por que de ellos es el reino de Dios”.

Otro detalle interesante de este Papa es que es el primer Papa jesuita de la historia de la Iglesia. Conocido es que al General de los jesuitas se le llama el Papa negro, por lo de la sotana negra y que el Papa va de blanco, y es también sabido que es la única orden religiosa que tiene un cuarto voto, la obediencia al Sumo Pontífice.

En su acción pastoral como arzobispo de Buenos Aires ha sido un sacerdote muy preocupado por los pobres y ha sido considerado por ellos, los de “las villas miseria” un religioso muy cercano, es altamente significativo que aunque se le califica de conservador, estricto ortodoxo en algunos aspectos tradicionales de la pastoral, es muy sensible al significado que los pobres tiene en la pastoral de la iglesia y lo que es más interesante predica con el ejemplo, que es la mejor pedagogía; es sencillo, cercano, está alejado de algunos gestos de otros prelados; recogió él mismo su, maleta, pagó su cuenta, va en bus, en Buenos Aires usaba el metro. Fue todo un detalle en los primeros momentos en el balcón del Vaticano su silencio, sus manos cruzadas y sus primeras palabras de humildad y sencillez pidiendo que recen por él y pidiendo su bendición al pueblo de Roma, del que es hoy obispo.

Son gestos que apuntan a que algo está cambiando en la jerarquía, o por lo menos que los cardenales han sido inspirados a elegir una persona de un talante diferente a lo conocido.

Hay otro detalle que merece la pena destacar: su nombre, por San Francisco de Asís, el poverello, el “pobrecito”, él mismo lo ha recalcado, el que dejó todo y se convirtió en servidor de los más necesitados y también por San Francisco Javier, jesuita, el paladín de la misión evangélica, el que llevó la Buena Nueva, que se recalca que debe ser una tarea esencial de la iglesia en los tiempos actuales en donde la sangría en sus fieles es manifiesta.

No hace falta ser un vaticanólogo para ver en todo ello los signos nuevos que se apuntan, subyace otro detalle: por el nombre se unen en su persona dos grandes órdenes religiosas: la de los franciscanos, una manera de hacer iglesia y la de los jesuitas otra forma de estar en el mundo, que en ciertos momentos de la evangelización concretamente en Iberoamérica estuvieron enfrentados y por si ello fuera poco es un retorno a las órdenes clásicas, después del boom de ciertos movimientos que ha habido en los últimos tiempos de hacer la evangelización grupos como Camino neocatecumenal o los Legionarios de Cisto de Marcial Maciel que han tenido mucha presencia pero que no eran órdenes en el estricto sentido del término y que algunos han tenido serios problemas por el actuar de sus fundadores, a pesar del apoyo que hayan podido tener y tienen, en los que se llama el gobierno de la iglesia en el Vaticano.

Son demasiados signos, caminos y sendas que se abren en la persona del Papa Francisco y por ahora debe aceptarse que aunque los designios de Dios son inescrutables por lo menos el Paráclito ha abierto la ventana y se observa un aire nuevo.

Para algunos será interesante ver si este Papa reabre el proceso de beatificación de Monseñor Arnulfo Romero, será una buena piedra de toque en donde en el santo mártir del pueblo latinoamericano, es más celebrado por la iglesia oficial, como ha sido en años anteriores beatos y santos de otras actitudes eclesiales, si ello es así puede decirse que la iglesia ha empezado a caminar con pasos nuevos en este mundo global, en crisis y en permanente cambio pero aferrada a la esencia de lo que es permanente.

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