Agentes de la Secretaría Nacional Antidrogas paraguaya caminan entre uno de los incontables campos de marihuana ilegales desde los que se abastece el mercado uruguayo, red que se pretende golpear con la legalización del cannabis. Foto archivo El Faro.
Pedro Juan Caballero, PARAGUAY. Avionetas de Bolivia o de Colombia aterrizan en la infinidad de pistas clandestinas que hay en las grandes haciendas ubicadas el noreste de Paraguay, o simplemente lanzan su carga desde el cielo, aprovechando la falta de vigilancia aérea del Estado. Una vez en territorio paraguayo, la droga se transporta a Brasil en camiones, automóviles, en bicicleta o a pie. Y de Brasil al mundo.
Según el periodista paraguayo y experto en narcotráfico Cándido Figueredo, entre 5 y 25 personas son asesinadas cada mes por ajustes de cuentas en Pedro Juan Caballero, una ciudad a 550 kilómetros de Asunción, la capital de Amambay, un departamento fronterizo con Brasil y convertido en eje del negocio de la droga.
Basta cruzar la avenida Doctor Francia en Pedro Juan Caballero para estar en Ponta Pora, la ciudad gemela brasileña, que se extiende del otro lado de una frontera invisible y sin puestos de migración. En Ponta Pora, vive el capo paraguayo-brasileño Fahd Yamil, ahora libre tras una estancia en la cárcel en Brasil.
Yamil admitió recientemente ser cliente de un banco del multimillonario empresario Horacio Cartes, uno de los favoritos a ganar la presidencia de Paraguay el domingo 21 de abril, acusado por sus contrincantes de estar vinculado con el narcotráfico.
Fuentes de inteligencia paraguaya aseguran que Yamil trabaja con el Primer Comando Capital (PCC), la mafia de Sao Paulo. Pero señalaron que el rival del PCC, el Comando Vermelho (CV), principal grupo mafioso de Rio de Janeiro, liderado por Fernandinho Beira Mar, también opera en esa región.
Pequeña ciudad, grandes negocios
Pedro Juan Caballero, de unos 100,000 habitantes, es la ciudad más importante en los 400 kilómetros de frontera seca que se extienden en esa zona limítrofe entre Paraguay y el estado de Matto Grosso, en Brasil, fácilmente transitable por la ausencia de grandes ríos y la falta de control estatal. Por ello, son frecuentes los enfrentamientos entre las mafias brasileñas y sus socios paraguayos.
“Las muertes son al estilo mexicano. Hay cuerpos decapitados, brazos cortados, quemados vivos. Estamos en un proceso de mexicanización de la violencia”, dice el senador Robert Acevedo, del gobernante partido Liberal.
Acevedo teme que las “toneladas” de droga que circulan por la región no solo generen amenazas, atentados y violencia extrema, sino que también afecten los valores de la sociedad: “Hay padres que les dicen a sus hijos: ‘Dedicate al tráfico, vas a ganar mucho dinero’, y las niñas quieren casarse con narcos”.
Francisco de Vargas, director de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay (Senad), reconoce “una serie de muertes violentas”, pero rechaza que sean parecidas a las que suceden en México. “Sufrimos el factor Bolivia, hay un cultivo de coca ancestral allá, son muy laxos”, dice. Sin embargo, reconoce que la escasa presencia del Estado en todo el país y el “casi nulo control aéreo” facilitan el trabajo de los traficantes extranjeros y los productores paraguayos.
“El problema real de Paraguay es la impunidad y la corrupción, que favorecen al tráfico. El tráfico de drogas es una amenaza no convencional a la seguridad nacional”, dice, y admite que informes de inteligencia señalan que dinero del narcotráfico financia las campañas electorales.
Para luchar contra este flagelo, la Senad dispone de medios limitados, con 250 agentes en el terreno. No obstante, Vargas destaca que desde junio de 2012 se han incautado 3,750 kilos de cocaína.
La mejor marihuana del mundo
En su oficina en las afueras de Pedro Juan Caballero, el jefe del comando regional de la Senad, quien pide el anonimato, escudriña la pantalla de su computadora e identifica con Google Maps círculos verdes que representan claros en medio del monte virgen. Poco después, llega con su camioneta a un maizal a 10 km de la ciudad y se mete en sendero en medio de tupidas malezas. A los 15 minutos, llega a un claro en el bosque donde hay un sembrado de marihuana.
Plantas de uno a tres metros de altura están listas para ser cosechadas. Los agentes antinarcóticos cortan las plantas con machetes y queman el área.
Paraguay tiene de 10,000 a 15,000 hectáreas de cultivos de marihuana con un bajo costo de producción, de 30 dólares por kilo, y un rendimiento por hectárea de tres toneladas, en dos o incluso tres cosechas al año, ya que la tierra es fértil en el país.
Río de Janeiro y Sao Paulo reciben el 80% de la marihuana que se produce en Paraguay, y de la cocaína de Bolivia y Colombia que transita por Paraguay, un país donde históricamente se contrabandea todo tipo de artículos, desde armas y cigarrillos hasta automóviles y drogas. “Tenemos la mejor marihuana del mundo”, bromea Cándido Figueredo, corresponsal del diario ABC en Pedro Juan Caballero.
Amenazado por los narcotraficantes, el periodista está protegido en todo momento por cuatro policías, armados con ametralladoras israelíes FAMAE. El mes pasado, el director de una radio de la ciudad, también propietario de una discoteca, fue asesinado a tiros por dos motociclistas.
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