San José, COSTA RICA. La Centroamérica a la que llega el presidente Barack Obama el próximo viernes 3 de mayo es una región que mantiene múltiples vasos comunicantes con Estados Unidos, incluida una relación comercial creciente que en 2012 ascendió a 40,000 millones de dólares, aunque muy favorable a la potencia norteamericana, sobre todo desde la entrada en vigor en 2006 del Tratado de Libre comercio (TLC).
En Costa Rica, tras su visita a México, Obama abordará el tema comercial, además de los de seguridad y migración, con los presidentes de Centroamérica (incluido el presidente de El Salvador, Mauricio Funes), quienes han apostado a vigorizar las relaciones económicas en el marco del TLC.
El acuerdo comercial entre Estados Unidos y Centroamérica (CAFTA, por sus siglas en inglés) entró en vigencia en 2006 y parece haber marcado un punto de inflexión. A partir de entonces las cifras han crecido de manera sostenida, con una breve interrupción en 2009, en el pico de la crisis financiera mundial.
Mientras en 2005 la relación comercial entre Estados Unidos y el bloque formado por Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua (Panamá tiene convenio aparte) sumaba poco más de 25,000 millones de dólares, el año pasado los intercambios se incrementaron en casi un 60%, según datos oficiales.
Sin embargo, distintos analistas estiman que el verdadero ganador del acuerdo comercial ha sido Estados Unidos.
En 2005, un año antes de la entrada en vigencia del TLC, Centroamérica exportó a Estados Unidos productos por valor de 11,435 millones de dólares e importó bienes por 14,326 millones, lo que representó para el istmo un déficit comercial de 2,891 millones.
Pero en 2012, la brecha fue mucho más desigual: de los 40,653 millones que alcanzó el intercambio, 13,570 millones correspondieron a exportaciones centroamericanas y 27,146 millones a importaciones de productos estadounidenses. En cinco años el saldo comercial negativo para Centroamérica casi se quintuplicó.
“El TLC no ha significado una salida a los problemas de Centroamérica, como prometieron los impulsores. El déficit comercial es creciente en el marco de una relación económica cada vez más estrecha, lo cual es preocupante porque nos hacemos más dependientes del crecimiento de Estados Unidos”, dijo a la AFP el economista y ex ministro costarricense Helio Fallas.
Otra de las aristas del tratado es el flujo de inversión norteamericana a Centroamérica, que ha venido creciendo al amparo de las protecciones que el convenio otorga en términos de exenciones de impuestos y protecciones a la propiedad intelectual.
Sin embargo, el ritmo de crecimiento no se equipara con el del intercambio comercial. Según cifras de los bancos centrales centroamericanos, el flujo de inversiones estadounidenses pasó de 3,681 millones de dólares en 2007 (un año después de la puesta en vigor del TLC) a 4,541 millones en 2011.
Además, “mucha de la inversión norteamericana corresponde al sector de la maquila, una industria de poco valor agregado” y que poco contribuye a dinamizar las economías regionales, apuntó Fallas.
Un análisis reciente de la Red Centroamericana de Monitoreo del CAFTA, integrada por centros de investigación y conglomerados de la sociedad civil regional, va más allá y asegura que el TLC ha implicado un debilitamiento de la producción de granos básicos en el istmo, ante el empuje de las importaciones provenientes de Estados Unidos.
En contraste, hay “un crecimiento desmedido de la producción azucarera para la producción de agrocombustibles, principalmente en Guatemala, El Salvador y Nicaragua; crecimiento de la producción de palma aceitera en Honduras y Guatemala, y de la producción de piña en Costa Rica”, señala el informe.
“Los únicos ganadores con el CAFTA a nivel agrícola han sido las transnacionales importadoras, y los perdedores obviamente son los pequeños y medianos productores centroamericanos de granos básicos y los consumidores que enfrentan altos precios en los alimentos”, agregó.
En buena medida, el abultado déficit comercial se ve compensado por el peso determinante del flujo de remesas que unos 5 millones de centroamericanos residentes en Estados Unidos envían a sus países, especialmente Guatemala, El Salvador y Honduras (más de 12,600 millones de dólares en 2012).
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