El primer problema del documento de los doce es su inoportunidad. No se dan cuenta de que en este momento lo más importante en la historia de Guatemala es el juicio penal a dos altos jefes militares a quienes se acusa de genocidio.
El hecho es gravísimo por la naturaleza del delito: el genocidio es la expresión mayúscula de la muerte planificada, es la maldad humana a quien la razón lleva de la mano; el acto genocida es una descarga emocional de odio, es una tradición de desprecio y antipatía que justifica la destrucción del otro. En el ámbito de las responsabilidades criminales en Guatemala nunca se había juzgado a ningún militar de alto rango; hay decenas de soldados sentenciados como si las masacres hubiesen sido planificadas y autorizadas por ellos mismos. El documento de los ex-funcionarios de Arzú no ve bien la realidad, o tal vez por ser doce, tienen un Judas que les redactó un texto breve pero con errores y equivocaciones.
Los Acuerdos de Paz no fueron un pacto entre militares y guerrilleros, sino entre éstos y el Estado. La firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera no buscó reconciliar a militares con guerrilleros, sino avenir a todos los guatemaltecos, ¿por qué olvida esta necesidad tan importante el documento “Traicionar la Paz…?” El Acuerdo tuvo el propósito de proclamar el fin del conflicto y en el ambiente de paz no abrir las heridas sino restañarlas. Unos días antes, para no ser juzgados por sus múltiples actos criminales, militares y guerrilleros, en un acomodo vituperable, acordaron proponer al Congreso una amplísima amnistía. Así se reconciliaron. Solo el genocidio quedó afuera. Confundir amnistía con reconciliación es ignorancia o maldad.
La conciencia civil del ciudadano medio se ha conmovido en estos días, tratando de comprender por qué se juzga a dos generales y se escuchan los testimonios de gente humilde en su contra. Este es el inicio de un proceso que debe terminar con los odios y los rencores que nos dividen; esto toma tiempo en la medida que las culpas se castigan. Fue mucha la ferocidad con la que fueron tratadas miles de mujeres y niños; los militares cometieron o autorizaron excesos insoportables en el cumplimiento de sus funciones. El camino de la reconciliación no es el silencio, sino conocer la verdad para perdonar u olvidar.
Esto lo saben todos, y si no todos, al menos la gente culta y bien informada, como la docena de ciudadanos que firman el documento de nombre marrullero: Traicionar la paz y dividir a Guatemala. Les recordamos que la Fundación contra el Terrorismo (los veteranos) repartió el domingo 14 un documento de veinte páginas cargadas de mentiras en párrafos y en fotos. En el último tiempo no ha habido reacción de la derecha tan llena de odio, tan amenazante como este texto contra la reconciliación y contra la paz, ignorado por los doce ciudadanos que suscriben “Traicionar la paz y dividir a Guatemala”. No queda claro frente a quienes se reclama con ese titular tan artificioso. La izquierda está siendo amenazada por los veteranos, la violencia política viene por allí, las doce figuras ¿del centro político? no se dan cuenta.
El debate ha sido intenso pero mal encaminado. ¿En Guatemala hubo genocidio? No lo hubo, dice la derecha, sin aportar ni una sola prueba hasta ahora. ¿Cómo explican los veteranos de la guerra los 280 cadáveres que hasta ahora han sido desenterrados de antiguas bases militares? Afirmamos que si no se puede probar el genocidio, quedará el testimonio de miles de asesinados, torturados, desaparecidos. Las fuerzas de izquierda dicen que si lo hubo, confundiendo a veces la crueldad de los militares contra los civiles; la ferocidad no califica al genocidio sino la racionalidad del odio o el rencor contra grupos humanos raciales, religiosos, étnicos. En ese sentido, hubo actos de genocidio en las zonas de Ixcán y e Ixil. ¿Por qué los doce exfuncionarios no toman posición frente a estos hechos? ¿Creen que el debate sobre el genocidio traiciona la paz y divide a Guatemala? Si como parece así lo creen, los doce apóstoles estarán pronto en las filas de la derecha, de la mano ensangrentada de los veteranos.
*Este artículo fue publicado originalmente en Plaza Pública de Guatemala.