Ciudad de México, MÉXICO. Con su inseparable peluca rubia, Laura González (a) Tesoro, una prostituta transexual mexicana que padece VIH, lee en voz alta. Línea a línea, corrige la entrevista que realizó a una colega en su clase de periodismo para meretrices, con la esperanza de contar sus historias sin el amarillismo de la prensa.
Hastiadas de ver que las entrevistas hechas por periodistas a prostitutas “se quedan en la superficie”, desde hace cuatro años un puñado de trabajadoras sexuales –como prefieren que las llamen– aprende a redactar y editar entrevistas a sus compañeras, experiencia reporteril que incluso a ellas les “parte el corazón”.
Su objetivo es publicar un libro que revelará, por ejemplo, la forma en que proxenetas y traficantes de personas enganchan a las jovencitas.
El lector descubrirá también que “desde los (dueños y administradores de) hoteles están de acuerdo para meter allí a las niñas amordazadas para que los clientes las vean como pedazos de jamón”, espeta con rabia Beatriz, una prostituta retirada recientemente.
“¡No cabrón! hay cosas muy fuertes. Por dentro lloras, pero debes aguantar como buena reportera. Tienes que seguir dándole cauce a la entrevista”, comenta Beatriz sobre lo que considera más difícil en su nueva vocación.
“¿Le pongo punto en lugar de coma, verdad?”, pregunta Tesoro al leer de corrido una línea de su texto bajo la mirada cómplice de su maestra, la periodista Gloria Muñoz, directora del periódico en línea Desinformémonos y articulista del diario La Jornada.
Las prostitutas tienen la impresión de que los periodistas “no conocemos nada de su trabajo y que de cualquier manera no respetamos lo que ellas dicen”, cuenta Muñoz, quien tuvo la idea de crear este taller junto con la organización Brigada Callejera.
“Solamente nosotras nos entendemos... A mí me han hecho entrevistas pero me guardo muchas cosas. Yo he visto que solo nosotras sabemos lo que se sufre”, dice Tesoro, quien confiesa divertida que está maravillada con el hecho de que sus manos toquen “algo más que pito y chile (penes)” desde que está en el curso.
Como periodista novata, Tesoro quiere cambiar algunas percepciones equivocadas que hay sobre su oficio y revelar cifras que pocos se molestan en registrar: 27 prostitutas fueron asesinadas en México solo en el primer semestre de 2012, según Brigada Callejera.
“Dicen que es un trabajo fácil pero no, al contrario. Es un trabajo muy difícil. Te enfrentas a muchas cosas, hay veces que por no pagarte te golpean, te amenazan, te bajan a golpes del carro”, cuenta en su tocador, mientras se prepara para ir a trabajar.
En presencia de su pareja, Laura González dice que optó por vender su cuerpo desde que tenía 15 años, y reconoce que en alguna época pecó de lo mismo de lo que ahora acusa a sus clientes.
“A veces llegué a robarles a algunos cliente” que pagan actualmente como máximo 250 pesos (unos 20 dólares) por el rato, añade Tesoro mientras crea su look a la Gloria Trevi, una cantante mexicana caracterizada por su apariencia rebelde.
Tesoro consigue esa apariencia escondiendo con un apretado calzón sus genitales masculinos para ponerse después un escotado traje completo de licra color amarillo, zapatos con plataformas de 20 centímetros, su peluca rubia y un abrigo largo en imitación de mink.
Ya sobre una de las oscuras y solitarias esquinas de la avenida Tlalpán –donde trabajan unas 1,500 prostitutas de las cuales una tercera parte son transgénero, según Brigada Callejera–, Tesoro dice que como periodista espera transmitir el lado más humano de la prostitución.
“Tenemos un lado humano; que sepan que el talón (prostituirse) no es malo, que sepan que ser trabajadoras sexuales no es malo, que ser transgénero no es malo”, acota antes de subirse a un automóvil en el que desaparece en medio de la noche.
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