Roberto El Burro Herrera, entonces presidente de la Asociación Feria Ganadera Santa Ana, saluda al diputado del PDC, Rodolfo Parker, el 17 de julio de 2010, día del ganadero. Foto: cortesía PNC.
Herrera lograba mantener un perfil de hombre de sociedad, a pesar de que tenía siete antecedentes criminales en Estados Unidos –entre ellos intento de robo, posesión de vehículo robado y asalto agravado con arma de fuego-, a pesar de que en febrero de 2010 fue detenido durante unas horas por una difusión urgente de la Interpol, que terminó en un mal recuerdo para la Policía salvadoreña, pues nunca llegó el requerimiento de ninguna de las dos agencias federales estadounidenses que supuestamente lo pedían, y tuvieron que liberarlo y disculparse.
El informante que llegó a la DAN confirma, según se lee en el expediente fiscal, que El Burro era capaz de un día cabalgar junto a un diputado en la Feria Ganadera y otro conspirar con pandilleros para traer droga. “(Herrera) tiene quien lo abastezca de droga en Honduras, la cual ingresa con el apoyo de cuatro pandilleros… Los pandilleros trasladan la droga en unos carretones conocidos como push carro o piss carro , los cuales son empujados manualmente sobre las líneas férreas que existen desde el cantón Guarnecia hacia el caserío la Y Griega, del cantón Cujucuyo, ambos de Texistepeque, luego la pasan por los puntos ciegos de (San Antonio) Pajonal hacia Guatemala. Y ese traslado lo realizan por lo general en el transcurso de la madrugada, los sábados cada 15 días”, declaró aquel hombre.
Lo que el informante relató en la DAN de Santa Ana no tendría que haber sido nuevo para los agentes. Los informes sobre la ruta de El Caminito, el recorrido salvadoreño entre Honduras y Guatemala para transportar cocaína, indicaban desde hacía años que una de las rutas venía desde el pueblito de San Fernando, frontera con Honduras, hacia el municipio de Nueva Concepción y su cantón Peñamalapa, en Chalatenango; que luego atravesaba el cantón Guarnecia y el caserío El Aguacate, hasta la ciudad de Texistepeque, ya en Santa Ana. Desde Texistepeque, por caminos de tierra, se puede transitar hasta llegar al gran enclave de puntos ciegos, el municipio de San Antonio Pajonal, frontera con Asunción Mita, Guatemala.
Por último, el informante aseguró que, para despistar, El Burro tenía una venta de productos lácteos en la avenida Independencia de Santa Ana. Luego lanzó lo que parecía un reto para los agentes de la DAN: “Por último, manifestó el informante que para poder observar los movimientos ilícitos del señor Herrera era necesario ingresar a sus viviendas, específicamente al rancho El Rosario, y ganarse su confianza”. Aquí es donde entran en la trama los cuatro agentes encubiertos que develaron a los otros actores de la red.
El lanchero les muestra el camino
La mañana del 3 de enero de 2011, dos policías llegaron a Texistepeque. Preguntaron a unos vecinos dónde podían encontrar al señor Roberto Herrera. La respuesta coincidió con la que ya había dado aquel “hombre sospechoso” en la DAN: en la hacienda El Rosario. Con disimulo, los policías merodearon la propiedad, donde resaltaban los muros perimetrales y el circuito cerrado de vigilancia. También fueron al restaurante Los Arcos, sobre la carretera hacia Metapán, otro de los lugares que, según sus vecinos, frecuentaba El Burro. El 23 de enero de 2012, dos agentes encubiertos, apoyados por varias decenas de policías, detuvieron en Los Arcos, luego de una balacera, a siete personas que habían sido enviadas a entregar cinco kilogramos de cocaína que dos agentes encubiertos de la Policía habían negociado con el concejal de la Alcaldía de Metapán, Jesús Sanabria , que ahora enfrenta cargos de narcotráfico.
En aquel enero, los policías, luego de merodear por Los Arcos y El Rosario, dibujaron dos croquis, y así inició el seguimiento a El Burro, para quien las sospechas de narcotráfico eran como su sombra. Un mes después, el 9 de febrero de 2011, los investigadores regresaron a la que se había perfilado como la principal residencia de El Burro. Se apostaron cerca de la hacienda y, después de unas horas de vigilancia, vieron que una Toyota Land Crusier, color ocre, ingresó al lugar. Un hombre se bajó de la camioneta y le entregó un paquete “como de dinero” a El Burro. Cuando la camioneta salió del lugar, los policías le dieron seguimiento, pero al llegar a San Antonio Pajonal, un lugar preciado por el crimen organizado por sus múltiples puntos ciegos con Guatemala, los policías terminaron el seguimiento para no poner en riesgo la naciente investigación.
La Policía y la Fiscalía sabían que para confirmar los negocios ilícitos debían aceptar el reto que aquel informante les había hecho tres meses antes: era necesario ganar la confianza de El Burro. Por eso, el 22 de marzo de 2011, la Fiscalía, entonces dirigida por Romeo Barahona, autorizó el nombramiento de cuatro agentes encubiertos que en los siguientes siete meses buscaron la forma de infiltrar a esa organización. Luego de muchas conversaciones con personas relacionadas con el crimen organizado, los investigadores intuyeron que el boleto de entrada a la hacienda El Rosario no estaba en Texistepeque, sino que en un recóndito caserío de Metapán que, entre casas mixtas con techos de teja, tiene un rústico atracadero a la orilla del lago de Güija, el lago que El Salvador comparte con Guatemala.
El atracadero está en un caserío que se llama Belén Güijat, cantón Guajoyo, en Metapán. “A la orilla de la carretera, a medio kilómetro de la entrada a (el balneario) Apuzunga hay dos accesos. Por el lago podés llegar a Guatemala bien fácil en lancha. Es un buen punto para contrabandear”, cuenta un lugareño. A ese lugar, al sur del lago, llegaron dos policías encubiertos el 10 de octubre de 2011 con un buen anzuelo: dólares para quien les llevara dos kilogramos de cocaína hacia Guatemala. Un lanchero cayó en la trampa y comenzaron a negociar. La plática revela que el trasiego de cocaína no es un negocio extraño en ese lugar: el lanchero dijo a los policías encubiertos que dos kilogramos de cocaína era una cantidad muy pequeña para arriesgarse a cruzar el lago hacia Guatemala.
La insatisfacción del lanchero sirvió a los investigadores para escalar un peldaño más en la investigación. Los policías le dijeron que se habían quedado sin proveedor y que necesitaban un contacto para comprar más droga. Según un acta policial, el lanchero les recomendó a El Paisa, un hombre que podía abastecerlos con cocaína, un hombre que es cercano a El Burro Herrera, un hombre que entre sus contactos también contaba con el exdiputado Horacio Ríos.
Horacio Ríos es un político de larga data y ha dejado su huella en la historia del transfuguismo salvadoreño. A inicios de la década de los noventa fue electo diputado por el partido Arena, pero junto con un grupo de areneros conocido como “Los Maneques” renunció a ese partido y se afilió al PCN el 5 de enero de 1997. Dos años después dejó el PCN y fundó el Partido de Acción Nacional (PAN), del cual fue expulsado. En el PAN, Ríos fue diputado suplente y compañero de bancada de William Eliú Martínez, el diputado que fue condenado a 29 años de prisión en Estados Unidos por colaborar con el Cártel del Golfo.
Hay documentos que revelan más que una relación política entre Eliú y Horacio. En 2007, La Prensa Gráfica publicó un extraño negocio entre los dos políticos: Eliú le vendió un inmueble en San Antonio Abad a Horacio y, en cuestión de horas, la propiedad regresó a manos de Eliú. El mismo rotativo publicó que Eliú hipotecó varias de sus propiedades que había obtenido con dinero del narcotráfico a cambio de manejar el dinero que el Estado dio al PAN para las elecciones municipales y legislativas del año 2000.
Horacio siempre negó cualquier vínculo con Eliú. Después de su expulsión del PAN, fundó el Partido Republicano Democrático (PRD), en 2003. Una de sus últimas apariciones políticas fue hace tres años con el Partido Popular, que dirigía el expecenista Orlando Arévalo. A Horacio Ríos también se le conocía por ser un ganadero y por ser un fanático de la compra y crianza de caballos de alta escuela. Es por eso que, en el mundillo del crimen, en su círculo de confianza, según las investigaciones de la Fiscalía y la Policía, le llamaban El Señor de Los Caballos, y también le llamaban Lacho.
Entre octubre y noviembre de 2011, después de dos visitas al caserío Belén Güijat, los policías encubiertos habían dado un paso importante para acercarse al círculo de confianza de El Burro y de El Señor de Los Caballos. El 18 de noviembre de 2011 conversaron con uno de los dos contactos que les proporcionó el lanchero del lago de Güija.
—Tengo unas llamadas perdidas de ayer de este número. ¿Quién es y qué desea? -preguntó.
—¿Es usted Noé? -dijo el policía encubierto.
—Sí.
El agente encubierto le explicó a Noé que un lanchero le facilitó su número porque buscaba un proveedor. Las investigaciones posteriores revelaron que ese hombre que estaba al otro lado del teléfono se llama Santos Noé Romero Portillo y que vivía en la colonia Bosques del Río, en Soyapango. Ese hombre fue el que dijo a los agentes encubiertos que se reunieran al siguiente día en Unicentro, Soyapango. El camino hacia el Cártel de Texis estaba a punto de ser desvelado.
“Chepe Diablo me ha dado la espalda”
Noé era un intermediario que ganaba comisiones cada vez que la organización conseguía nuevos compradores de cocaína. A la media mañana de aquel 19 de noviembre de 2011, antes de salir de Soyapango hacia Texistepeque, Noé pidió a “los clientes” que no le quedaran mal con el negocio porque el hombre al que conocerían castigaba los timos hasta con la muerte.
Después de la advertencia, los tres hombres abordaron un vehículo y se dirigieron hacia el centro turístico Piscinas de Texis, lugar donde se reunirían con El Burro Herrera. Llegaron al lugar como a la 1 de la tarde, y pronto decidieron cambiar el punto de encuentro porque ahí había mucha gente. La nueva cita se pactó en el restaurante Los Arcos, ubicado en el kilómetro 85 de la carretera que conduce hacia Metapán. Pocos minutos después llegaron dos hombres: el primero era uno fornido que vestía un pantalón de lona celeste y una camisa manga corta verde, sobre la que brillaba una cadena como de oro y en su dedo meñique derecho relucía un anillo con una semilla en forma de ojo; el segundo vestía una camisa café con franjas azules y un pantalón de lona celeste.
—Ya vienen estos cabrones -dijo Noé.
El primero era Roberto El Burro y el segundo era Juan Antonio Ascencio Oliva, Toño, un exdiputado del PCN que luego fue reclutado por Arena, en la década de los noventa. El exlegislador aprobó, entre otras cosas, la Ley Penitenciaria, esa que regula la vida en los centros penales, lugar donde hoy está recluido.
Después de que Noé presentó a los agentes encubiertos, Noé y Toño se retiraron de la mesa. Fue entonces cuando El Burro y uno de los agentes encubiertos comenzaron a hablar de la razón que los tenía reunidos alrededor de aquella mesa de madera: la compra inicial de un kilogramo de cocaína, cantidad que podría aumentar en un futuro cercano, según la calidad de la droga, hasta 10 kilogramos por semana. Fue entonces cuando, según las actas policiales, El Burro soltó una lluvia de preguntas:
—¿Cuál es el producto que estás agarrando?
—De 93 a 95 (porcentaje de pureza) -respondió el encubierto.
—¿Qué marca estás agarrando?
—Toyota. No hay como el japonés.
—¿Ya has probado el delfín?
—Sí, pero no le tengo confianza.
—¿Cuánto iba agarrar?
—Primero un kilo, luego diez kilos por semana.
El Burro Herrera dijo que tenía que hablar con su gente, que “lo despacharía” por medio de alguien de confianza como Toño porque él “no tocaba ni dinero ni droga”. La conversación duró unos 15 minutos. Luego, Toño y Noé regresaron a la mesa, ordenaron comida y pidieron unos baldes de cervezas. Ya al calor de la bebida, la plática se extendió hasta otros entresijos de la organización.
El Burro Herrera le confesó a Noé que Toño, su acompañante, el ex diputado de derecha, “estaba enculado” de Patricia Costa, exdiputada por Arena y exregidora de la alcaldía de Santa Ana por el FMLN. En el momento de la conversación, en noviembre de 2011, Costa era candidata a alcaldesa por el partido Arena, y El Burro aseguró en aquella conversación que si ella ganaba la comuna, ya estaba arreglado para que Toño reparara los carros de la Alcaldía y ganara más dinero. Toño era dueño del taller Car Isma, ubicado en las cercanías del estadio Óscar Quiteño y en el que, según otros informes policiales, desmantelaba vehículos robados en Guatemala, en asocio con el líder pandillero de la Mara Salvatrucha, José Antonio Terán, conocido como Chepe Furia , y condenado este año a 22 años de prisión por asesinato.
En aquella plática, El Burro Herrera también se quejó de que había perdido algunos contactos por culpa de una publicación periodística. En mayo de 2011, El Faro publicó un reportaje sobre unos empresarios que, en alianza con alcaldes, policías y pandilleros, traficaban cocaína por la ruta conocida como El Caminito. Tres informes de inteligencia del Estado señalaban a José Adán Salazar Umaña, conocido como Chepe Diablo, como uno de los líderes de El Cártel de Texis.
Los agentes encubiertos aseguran que El Burro Herrera dijo:
—El cabrón de Chepe Diablo me ha dado la espalda, no me quiere dar más carga por la bulla mierda de El Faro.
El distanciamiento con Chepe Diablo no era su único problema. Al menos, eso se deduce de la siguiente pregunta que soltó Noé:
—Puta, Burro cabrón, y el desvergue que tuviste en Hacienda, ¿qué ondas?
Herrera respondió con una solicitud:
—No me digas Burro, sólo decime “R”.
Sin entrar en mayores detalles, aquel empresario reveló la forma en que burló la persecución de las autoridades.
—Mira, si no me avisa el comisionado Peraza, habría estado cabrón, porque me quieren trabar los de la DEA y los juras de aquí, pero se joden porque yo ando ojo al Cristo.
En la publicación de El Cártel de Texis se menciona que diferentes informes de instituciones del Estado aseguran que el entonces jefe de la Policía en Santa Ana, el comisionado Víctor Manuel Rodríguez Peraza, era uno de los principales informantes de El Burro. Esos documentos describen una reunión el 14 de julio de 2010, en el restaurante Lover´s Steack House, de Santa Ana, entre El Burro, la exdiputada Costa, Peraza y una subinspectora de la Policía también destacada en Santa Ana y de nombre Nataly Cecilia Pérez Rodríguez. En esa reunión, según el informe de 45 páginas, los policías que hicieron el seguimiento escriben que se discutió la necesidad de apartar de la zona al entonces jefe regional de occidente, el comisionado Mauricio Arriaza Chicas, pues según dijo El Burro, “se está poniendo pendejo”.
Antes de concluir la conversación con los encubiertos en Los Arcos, El Burro se quejó de unos traslados en la Policía que sucedieron después de que El Faro publicara el reportaje sobre el Cártel de Texis, y con ese comentario dejó al descubierto otro de sus contactos que ya aparecía en el mapa criminal.
—Lástima –dijo El Burro-, porque quien me echaba la mano y me avisaba de todo era la subinspectora Nataly, y la trasladaron, dejando al mierda del comisionado Arriaza Chicas, y ese es un estorbo.
El comentario que los agentes encubiertos escucharon sobre Nataly coincide también con el informe de la inteligencia policial que data del 14 de julio de 2010. El documento consigna, además de la reunión en el Lover´s Steack House, que en otra ocasión El Burro se reunió en el restaurante El Ganadero, durante la Feria Ganadera, con el comisionado Peraza y la subinspectora Nataly, y que ese 25 de julio de 2010 le entregó a ambos “un rollo de billetes”.
Luego, la plática siguió por el rumbo de la política, pero los agentes encubiertos se disculparon y dijeron que debían retirarse porque tenían otros negocios que atender. Cuatro días después de la plática en el restaurante Los Arcos, el 22 de noviembre de 2011, la Policía entregó a los agentes encubiertos 10 mil dólares para la compra controlada de un kilogramo de cocaína.
Las reuniones entre los policías encubiertos y el exdiputado Toño continuaron en los siguientes siete meses. Todo iba por buen camino, pero el 25 de junio de 2012 la investigación se aceleró: ese día, la Fiscalía y un juzgado capitalino iniciaron las intervenciones telefónicas. Así, las autoridades descubrieron que El Burro tenía más personas de confianza. Por ejemplo, ese hombre que le decía al teléfono que “tenía gente brava por cualquier cosa”. Ese hombre era Edwar Alexander Ruiz Doratt.
Alexander y su hermano, Hernán Alberto Ruiz Doratt, son acusados de llevar hacia Panamá varios miles de dólares para importar hacia El Salvador y Guatemala varios kilogramos de cocaína. Los hermanos Ruiz Doratt son dueños de la hacienda El Sunza, en el cantón San Miguel Texis, la cual compraron por 2 mil 857 dólares, en el año 2001. No tienen más propiedades a su nombre, pero, según la Fiscalía, su negocio ilícito era tan grande que hasta tenían inmuebles para almacenar droga en El Progreso y en Asunción Mita, Jutiapa, Guatemala.
En el círculo de confianza también apareció José Arturo Simeón Magaña Acosta, entonces vicepresidente del ISTA (marzo-junio 2011). Al exfuncionario del gobierno de Mauricio Funes, El Burro le pedía un enlace con un contacto que está moviendo “novillos (kilogramos de cocaína)” en Olancho, Honduras.
Las intervenciones también volvieron a poner en primer plano un nombre que los investigadores ya habían escuchado a la orilla del lago de Güija: el del exdiputado Horacio Ríos.
Entre estos personajes no hay una jerarquía bien definida. Nadie es jefe de nadie. Unos son proveedores del otro. Todos importan, todos intercambian, todos tienen libertad de negociar con el mejor ofertante y todos hablan en lenguaje cifrado cuando se refieren a asuntos relacionados con el narcotráfico. Los investigadores creen que han descifrado ese lenguaje cifrado. Cada vez que escuchan las palabras “bolado”, “novillo”, “motores”, “ganado” y “ositos amarrados” saben que, en realidad, se está hablando de kilogramos de cocaína.
—¿Te han llegado los bolados aquellos? ¿Son iguales de fuertes? -preguntó Horacio Ríos a Simeón Magaña, el 25 de enero de 2013, mientras las autoridades escuchaban lo que decía.
—He pagado por ese producto la mitad por adelantado. Llegará a mediados del mes de enero o febrero. Son de mejor calidad –respondió el ex vicepresidente del ISTA.
Dos meses después de aquella conversación, el 3 de marzo de 2013, los investigadores volvieron a encontrar otra pista del trasiego de drogas. Esa vez, la comunicación fue entre Horacio Ríos y Alex Ruiz Doratt. Las conversaciones telefónicas se extienden durante casi dos semanas.
—Tengo droga con pureza de 90.7 -ofreció Horacio Ríos.
De inmediato, Doratt se mostró interesado y acordó que el alijo lo recibiría en El Progreso, Guatemala, con unos socios que tiene en ese país.
Esas son algunas de las conversaciones que involucran a Horacio Ríos en actividades de narcotráfico. Por eso la Fiscalía ordenó su captura y la de otras 40 personas. Por eso, la Policía llegó hasta la hacienda El Cortijo, ubicada sobre la carretera que conduce hacia Candelaria de la Frontera, en Santa Ana, para arrestarlo, pero el 12 de septiembre de 2013 las autoridades solo encontraron sus caballos de alta escuela y, en la pared, una foto suya donde aparece retratado junto al cantante mexicano Vicente Fernández.
El plan B de El Burro Herrera
Cuando la madrugada del pasado 12 de septiembre el operativo de captura de miembros del Cártel de Texis terminó, ningún periodista tenía claro quiénes eran los dueños de la hacienda allanada antes que la de El Burro Herrera: la de los hermanos Doratt.
Afuera de la hacienda El Rosario, el fiscal de narcotráfico, Jorge Cortez, explicó que tras la publicación que este medio hizo en mayo de 2011, titulada El Cártel de Texis, El Burro Herrera retrocedió en su intento de traficar cocaína, y heredó parte de sus funciones en ese rubro a los hermanos Doratt, los dueños de las 80 manzanas de la hacienda ganadera El Sunza, la que fue allanada ese día en el cantón San Miguel Texis.
Cortez explicó que desde entonces, y al menos durante seis meses, El Burro regresó a un delito que según las autoridades fiscales conocía muy bien: el robo de vehículos.
Hacienda El Rosario en Texistepeque, Santa Ana. Foto Mauro Arias
Las autoridades no tenían intenciones de dejar ir a El Burro Herrera. En mayo de este año, la Policía capturó a un hombre a quien ahora llaman Tauro, y es un testigo criteriado que acusa a El Burro Herrera de dirigir la red de robo de vehículos en la que él participó.
Tauro estuvo en las bartolinas de la delegación policial de Zacamil en 2007, por hurto. En la celda, coincidió con un hombre a quien llamaban Milo (César Vladimir Belloso Acevedo), que estaba detenido por falsificación de señas y marcas de auto. Ambos fueron enviados al penal de Mariona, pero Milo salió a los 27 días, mientras que Tauro estuvo un año recluido. Cuando Tauro salió, empezó a trabajar como vigilante privado de un local de comida rápida en Santa Tecla. Un día de 2010, un hombre llegó a comer al restaurante, lo llamó por su apodo en la vida carcelaria y le preguntó cuánto ganaba como vigilante. Tauro contestó que $200, y el hombre le dijo que se fuera a trabajar con él, que en un día ganaría tres veces más que eso. Tauro aceptó, pues en ese momento su precariedad era tal que incluso tenía los servicios básicos de la casa cortados por falta de pago. Milo había recomendado a su compañero de bartolina para el trabajo de robar carros.
Al principio, según la versión del propio Tauro, su trabajo consistía en mover los carros robados del lugar donde los estacionaban luego del crimen hacia otro. Luego, pasó a ser el encargado de registrar a las víctimas cuando las bajaban de los vehículos, y finalmente, cuando ya él se consideraba un mando medio de la estructura, era el encargado de encañonar al conductor del vehículo. Durante dos años y seis meses, Tauro robó vehículos en los lugares de operación de la banda: Mejicanos, Santa Tecla, Antiguo Cuscatlán y San Salvador.
En el relato hecho por Tauro para la Fiscalía, él explica que la banda salía a “ruletear” a bordo de un Jaguar verde de 2002, o de un Honda Civic negro del 2006, o una camioneta Prado azul del año 2005. Salían con armas cortas: Una pistola Glock .40, una Beretta 9 milímetros, y una Smith and Wesson .38.
Una vez seleccionada la víctima, Tauro relata que la banda procedía así: “Cuando reducía velocidad o cuando entraba a su residencia, Milo, Roxi (Alexandra Elizabeth Sibrián Vásquez) o Chito entregaban las armas a los cazadores para amenazar a las víctimas y dejarlas a metros de distancia, otros verificaban que no hubiera presencia policial. Escoltaban los vehículos robados hasta dejarlos en parqueos o colonias cercanas mientras se enfría la zona o pasan 24 horas en que puedan ser capturados, para después entregarlos a quien los ha encargado en Santa Ana o San Miguel”.
Tauro también explicó que la banda solía trabajar entre las 6 de la tarde y las 11 de la noche, que usaban “ropas viejitas y gorras para despistar a las víctimas”. Robaban laptop, joyas, celulares, efectivo y documentos, pitaban para indicar que ya llevaban el vehículo, para que los otros miembros de la banda que vigilaban las esquinas o rondaban las calles para alertar si había policía supieran que era hora de partir. El líder de la operación que iba adelante en un vehículo vigilando la ruta le indicaba en ese mismo momento al conductor del auto robado en qué parqueo dejar el carro.
Si se tienen en cuenta las capturas que ocurrieron la semana pasada en Guatemala, es posible comprender por qué estos robacarros salían a buscar vehículos de marcas y años determinados. En Guatemala, en un operativo en el que participaron 750 policías se capturó a 21 personas el pasado miércoles 25 de septiembre. Ocho de los capturados eran empleados públicos de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT). Según explicó el ministro de Gobernación guatemalteco, Mauricio López Bonilla, la banda liderada por el guatemalteco Salvador Ramírez Soto compraba a las aseguradoras de vehículos carros que habían sido declarados en destrucción total, robaban uno de similares características y, con la ayuda de los empleados del SAT, trasladaban la identidad del auto destruido a la del auto robado para así poder venderlo legalmente. Así, según Bonilla, 47 vehículos robados en El Salvador acabaron en Guatemala, y más de 150 robados en Guatemala circulan hoy en El Salvador.
El contacto entre la banda salvadoreña de la que participaba Tauro y los sofisticados guatemaltecos era, según la Fiscalía salvadoreña, según el ministro Bonilla y según el propio Tauro, Roberto “El Burro” Herrera Hernández.
Por eso, cuando el pasado domingo 21 de julio El Burro Herrera salía de la Feria Ganadera junto a su hijo, la Policía lo interceptó y lo capturó por liderar una banda de roba carros. Finalmente, El Burro fue detenido por el delito al que según la Fiscalía se dedicó para despistar de sus actividades como narcotraficante.
Tauro volvió a referirse a la hacienda El Rosario como centro importante de operaciones. “(El Burro) tiene una hacienda en Texistepeque que usa para transacciones ilícitas, reuniones y fiestas con miembros de bandas delincuenciales, además de poseer drogas como cocaína y armas largas, guarda vehículos robados que encarga a la banda”, dijo.
La declaración de Tauro es utilizada actualmente para el juicio en contra de 19 imputados, incluido El Burro Herrera, y seis prófugos.
Tauro explicó: “El Burro Herrera encarga los vehículos a Milo y Vaquero (Antonio Filiberto Vaquero, otro miembro de la banda), ya que tiene la conexión o contactos con sujetos de Guatemala y Honduras”. Tauro dijo también que el brazo derecho de El Burro Herrera era una de las capturadas, una treintañera. En la investigación por narcotráfico, a esa treintañera le apodan La Chele, La Rubia, Yessi James, La Patrona del Mal o La Reina del Sur. Su nombre es Karla Yessica Bolaños Aguirre. “Ella –dijo Tauro- recibe vehículos robados, los que ha encargado El Burro Herrera”.
El testimonio de Tauro ahonda en detalles. Relata los robos que cometía por encargo de El Burro, como la camioneta Mitsubishi Nativa de color beige que robaron en Santa Tecla, y cuya víctima ya declaró e interpuso la demanda.
Tauro iba cuando condujeron hacia Santa Ana junto con Milo y Vaquero (ambos prófugos) y, frente al hospital San Juan de Dios, entregaron la camioneta a La Rubia. Tauro dice que en esa ocasión no recibió pago, ya que a “El Burro le entregaron la camioneta en pago porque la banda perdió un pick up Mazda BT50”.
Epílogo
Desde este viernes 27 de septiembre por la tarde, El Faro intentó localizar a algunos de los personajes que han sido mencionados en la investigación policial y fiscal. No fue posible conversar con ninguno.
Se marcó al teléfono celular que en otras ocasiones había contestado el empresario hotelero José Adán Salazar, pero en repetidas ocasiones envió al buzón. Se marcó al Hotel Capital, donde el empresario tiene sus oficinas. El recepcionista indicó que Salazar no se encontraba. Se le preguntó si él podía hacerle llegar un mensaje, y la respuesta fue que sí. Se le dijo que El Faro estaba buscándolo para obtener su respuesta sobre una investigación en la que aparecía mencionado, y se dejó un número de celular para que él contactara a uno de los reporteros que firman la nota. No hubo tal respuesta.
La última vez que El Faro conversó con Salazar fue por vía telefónica en junio de 2012. Se le consultó sobre una investigación que, según las autoridades, había sido montada para llegar hasta él y el alcalde de Metapán. Salazar rechazó cualquier vinculación y dijo ser un hombre que “se siente orgullosamente honesto, y las cosas caen por su peso”.
Para obtener la respuesta de parte del comisionado Peraza y de la subinspectora Nataly, se marcó a la jefa de prensa de la Policía. Se le expuso el caso y ella contestó que consultaría con sus superiores y que ofrecería una respuesta al final del día. La respuesta nunca llegó.
El Faro logró hablar con el comisionado Peraza en mayo de 2011, un día antes de la publicación de El Cártel de Texis. Acerca de los señalamientos que lo involucraban como informante de El Burro, Peraza dijo: “Desconozco de qué me están hablando, porque nunca he conversado con el señor Herrera, es más, ni siquiera lo conozco”.
Se llamó al teléfono de vivienda que está registrado a nombre de Patricia Costa, pero nadie respondió la llamada. También se llamó al teléfono del abogado de Patricia Costa, Fernando Meneses, que el 22 de enero de 2013 envió una carta a este periódico en la que se identificaba como “apoderado” de Costa. Tampoco contestó. El Faro también pidió una reacción a Arena, el partido que propuso a Costa como candidata a alcaldesa en las elecciones del año pasado. Ernesto Muyshondt, vicepresidente de ideología de Arena, aclaró que Costa dejó el partido después de las elecciones. “No tengo ningún conocimiento sobre la relación de ella con el señor Herrera, no sé de ningún tipo de relación o amistad de ella o de alguien. No teníamos conocimiento de eso”, dijo el dirigente de Arena.
El Burro Herrera, por su parte, reitera que la acusación en su contra es resultado de una extorsión por parte de agentes de la inteligencia del Estado. El 21 de julio de 2013, después de ser capturado por robo de vehículos, dijo: “Eso empezó de una extorsión, nos empezaron a chantajear. Lo vi como unas personas sucias y unos abogados sucios que estaban de por medio, un tal Chino, otro de apellido Avendaño. Mi propiedad la heredé de mi padre, yo no soy millonario, simple y sencillamente, tal vez, mi pecado es haber sido muy notorio en la ganadería”. Cuando los medios de comunicación le cuestionaron sobre sus contactos en Guatemala, dijo: “Mire, yo tengo amigos en Estados Unidos, yo tengo amigos en México, yo tengo amigos en Guatemala, tengo amigos en Honduras, en Costa Rica… en todos lados. Eso no quiere decir nada'.
Fotografía del Burro Herrera encontrada en la hacienda El Rosario de Texistepeque durante una intimación a la propiedad. Septiembre de 2013. Foto de Mauro Arias. Archivo El Faro.