El presidente de la República, Mauricio Funes, llamó 'afrenta' contra el arte la destrucción del mural de Fernando Llort que decoraba la fachada de la catedral de San Salvador, en un inusitado arranque de franqueza en que también reveló que debido al interés en preservar una buena relación con la Iglesia Católica el gobierno se abstuvo de proceder contra los responsables.
“Reconozco que no hicimos lo que debimos haber hecho [ante la destrucción del mural de Catedral]. Buscamos preservar una relación armónica con la Iglesia y no comprendimos la afrenta que se había hecho contra su arte”, dijo Funes la noche del martes 5 de noviembre en el discurso en honor de Llort, en el acto de entrega del Premio Nacional de Cultura 2013, casi 23 meses después de que el arzobispo José Luis Escobar Alas ordenara la destrucción del mural “La armonía de mi pueblo”.
Acompañado de su familia, compañeros artesanos de La Palma y amigos de la comunidad artística salvadoreña, Fernando Llort se convirtió este 5 de noviembre en el vigésimo quinto personaje en recibir el máximo galardón que le entrega el Estado a un artista.
Fue el mismo presidente quien eligió al ganador de este año, estrenando así un nuevo reglamento que le otorga al mandatario de turno esa potestad, quitándosela al jurado de especialistas que hasta ahora la tenía. De ahora en adelante, el cuerpo de delegados solo recomendará una terna y será el presidente quien emitirá el fallo.
Desde que se filtró a la prensa quién había sido el ganador de este año, la ironía barnizó las opiniones. El gobierno que optó por dejar impune la destrucción de una obra declarada patrimonio cultural y con un valor simbólico y cultural asentado, estaba esta vez dando el mayor reconocimiento que puede dar al artista agraviado por el arzobispado.
Hasta la fecha el tema se había vuelto incómodo tanto para las autoridades de la Secretaría de Cultura como para la familia Llort. La última respuesta de Secultura fue durante la conferencia de prensa en que se anunció que él había sido el escogido para la edición de este año, y fue en boca de la titular, Magdalena Granadino, quien dijo que la responsabilidad recaía sobre la Fiscalía General de la República, y cerró la discusión pidiendo a la prensa no opacar el momento trayendo a colación el suceso de diciembre de 2011. La familia Llort, ante la ausencia de respuestas e información, optó por decir que era momento de dejar las cosas en el pasado e incluso perdonar a los hechores y consentidores de la destrucción de la que el mismo artista consideraba su obra más importante.
Pero en esta ocasión el tema no se evitó. La secretaria de Cultura, en su discurso inaugural dijo a Llort: “Siempre llevaremos la imagen de Catedral con tu mural en nuestra mente”, luego de enumerar los méritos y virtudes del premiado de la noche. Y Funes entró en materia en los primeros párrafos de su discurso: 'La destrucción de aquel mosaico en catedral nos sigue interrogando hasta el día de hoy', y las palabras que siguieron indican que encontró una respuesta para ofrecer. Luego de reconocer la falla de su gobierno, calificó la destrucción del mural de Catedral por el arzobispado como una afrenta a la obra de Llort, a su persona y al arte nacional.
Los halagos de Funes al artista de La Palma incluso tendrán efecto oficial en el protocolo del gobierno. El presidente, que ya había instruido por decreto que el uniforme de gala oficial del gobierno será la guayabera, agregó a esta vestimenta los 'dibujos' de Llort, como sellando con ribete este acto de desagravio.
Funes entregó a Llort el diploma y la medalla que lo acreditan como el Premio Nacional de Cultural 2013 escoltado por Sigfrido Reyes, presidente de la Asamblea Legislativa, institución que a pesar de haber sido la que había declarado patrimonio cultural el Centro Histórico de San Salvador y sus inmuebles, también evadió toda acción y responsailidad para determinar si el arzobispo había violado las leyes.
“No me esperaba un discurso conciliador”, dijo Llort después de la ceremonia. Conmovido agregó que esperaría que la Iglesia también pidiera perdón, no a él, sino a los artesanos que trabajaron en las 2,700 piezas que componían el mural. “Hoy ya puedo pasar la página”, reconoció, aunque es lo que venía diciendo desde aquel enero de 2012 cuando la afrenta estaba recién consumada. En su discurso, Llort ofreció su premio, como lo ha hecho con otros honores, a los artesanos con los que ha trabajado. 'Yo soy un artesano artístico y creo que Dios nos ha dado nuestro talento para compartirlo con los demás”. Luego tuvo palabras para su esposa: 'Agradezco a mi esposa Estela, ella es la semilla y el árbol”, dijo.
El premiado también convocó e invocó a sus maestros, el escultor César Sermeño y el pintor Carlos Cañas, ambos también ganadores del Premio Nacional de Cultura en 1994 y 2012, respectivamente. Se manifestó honrado por haber sido elegido entre otros candidatos con enormes trayectoria.
La demolición de la fachada de Catedral estaba a flor de boca de los asistentes desde el inicio. Los periodistas presentes se mantenían expectantes a lo que pudiera sugerirse al respecto, e incluso bromeaban preguntando entre carcajadas sarcásticas si monseñor Escobar Alas estaba invitado a la ceremonia.
Como representante de la Iglesia, entre los invitados a la ceremonia se encontraba monseñor Ricardo Urioste, presidente de la Fundación Romero, quien declaró que respecto a este caso hay divisiones al interior de la Iglesia y que él nunca estuvo de acuerdo en la remoción del mural. 'Ni a mí me queda claro por qué se había retirado el mural de Catedral', dijo Urioste a los medios que lograron interceptarlo cuando intentaba retirarse al terminar la cerenomia.
Funes no aclaró si habrá medidas institucionales y legales que acompañen a este “mea culpa”. En diciembre de 2012, Ramón Rivas, el director nacional de patrimonio en el momento en que el mural fue destruido, reveló a El Faro que él y el entonces Secretario de Cultura, Héctor Samour, habían recibido la orden directa de Casa Presidencial de ya no hablar más del mural de Llort, ni dar el seguimiento legal que manda la ley. La presidencia nunca reaccionó a estas declaraciones, hasta este martes, cuando reconoció públicamente y frente al artista la versión de Rivas.
El Código Penal salvadoreño establece que el funcionario que ilegalmente omita o se rehúse a hacer algún acto propio de su función, incurre en el delito 'incumplimiento de deberes', que se castiga con hasta seis años de prisión.
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