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¿Qué está matando a los agricultores?

En 2012 las autoridades encontraron varios casos de Enfermedad Renal Crónica en una comunidad de Chalatenango, lo que puso en entredicho la hipótesis de que este padecimiento afectaba a agricultores en las zonas costeras del país. Hasta ahora, las autoridades solo han encontrado un elemento en común entre ambas comunidades: la cercanía de las víctimas con el uso de pesticidas. 

Domingo, 5 de enero de 2014
Patricia Carías / Fotos de Fred Ramos

Campesinos del cantón Las Pilas, en las montañas de Chalatenango, retornan a sus casas después de hacer aspersiones en los cultivos. Foto: Fred Ramos.
Campesinos del cantón Las Pilas, en las montañas de Chalatenango, retornan a sus casas después de hacer aspersiones en los cultivos. Foto: Fred Ramos.

En junio de 2012, Delmy de Guillén y otras cuatro amas de casa de la Comunidad Buena Vista en Las Pilas, Chalatenango, fueron diagnosticadas con el mismo tipo de Enfermedad Renal Crónica (ERC) que ha afectado en los últimos años a agricultores de la zona costera del país. Ese diagnóstico inició un nuevo debate sobre las causas del padecimiento y demostró que este no era exclusivo ni de hombres ni de agricultores de caña de azúcar o algodón ni de campesinos expuestos a temperaturas altas que producen una deshidratación severa o jornadas largas de trabajo como se ha creido. El único factor en el que coincidían las amas de casa con los agricultores enfermos es que ambos grupos viven en comunidades agrícolas donde se cultiva con agroquímicos.

En 2013, la ERC –daño estructural o de funcionamiento de los riñones de una persona, ocasionado durante un largo tiempo y de progresión lenta– que padecen las comunidades agrícolas en El Salvador colocó al país a la cabeza en las tasas de ERC a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el país se registran 51.8 muertes por cada 100 mil habitantes a causa de ERC (esta tasa, que data de 2008, incluye a víctimas mortales de todos los padecimientos renales, como la diabetes y la insuficiencia provocada por la hipertensión; a estas se suma la insuficiencia renal llamada No Tradicional, cuyas causas, aun en investigación, apuntan al uso de agroquímicos). En total unos 3,500 salvadoreños están en tratamiento actualmente por esta enfermedad, según los datos del ministerio de  Salud.

“Aquí nos vinieron a hacer unos exámenes. Nos sacaron sangre y nos dijeron que salimos mal de los riñones”, cuenta Delmy, de 37 años de edad, incapaz de explicar en qué consiste su padecimiento. Al igual que esta campesina de ojos color miel y mejillas chapadas, muchos otros enfermos ignoran qué sucede con sus riñones y qué causó su enfermedad. Los investigadores médicos y las autoridades de salud tampoco saben exactamente cuáles son las causas, pero ya tienen algunos indicios.

La ERC que le diagnosticaron a Delmy y a las demás amas de casa de su comunidad se mantenía en los primeros dos estadios de los cinco que tiene la enfermedad. En esas primeras dos etapas, los riñones ejercen su función por encima de 60%. Cuando la función renal baja de ese 60% se considera que el paciente padece de insuficiencia renal crónica. Es muy difìcil diagnosticar la enfermedad en las primeras etapas, ya que entonces no presenta ningún síntoma y en la mayoría de casos es progresiva.

En 2009, los habitantes del Bajo Lempa en el Municipio de Jiquilisco en Usulután y San Luis Talpa en La Paz se convirtieron en noticia a raíz del aumento súbito del número de muertes por insuficiencia renal, que es la etapa en la que una máquina hace el trabajo de purificar la sangre –procesos conocido como diálisis y hemodiálisis– Solo en San Luis Talpa en los últimos dos años se han registrado 60 muertes, entre adultos, jóvenes y niños.

Y aunque parezca que se generó un brote de la enfermedad en estas zonas, el Ministerio de Salud Pública asegura que este es un mal que ha estado en las comunidades agrícolas por mucho tiempo pero que ya sea por la falta de atención de salud o por negligencia en el diagnóstico no había sido detectado.

Los datos del Ministerio de Salud muestran que la ERC es la primera causa de muerte hospitalaria. Entre 2005 y 2012 en El Salvador se incrementaron un 50% las hospitalizaciones por esta enfermedad. En 2012, se registraron un total de 40 mil hospitalizaciones.

La ERC es la quinta enfermedad de las primeras cinco que conforman el 60% de padecimientos a nivel mundial y las que tienen mayores tasas de mortalidad, las primeras cuatro son: el cáncer, las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, la diabetes mellitus y las enfermedades cardiovasculares.

Este misma enfermedad también se replica en toda Centroamérica donde las cifras de enfermos y fallecidos son igual de alarmantes. Según datos de las distintas autoridades de Salud en Centroamérica, solo en El Salvador hay cerca de tres mil 100 pacientes en tratamiento de hemodiálisis y diálisis peritoneal, más de tres mil en Guatemala, mil 800 en Panamá y mil en Nicaragua. Y esta no es una enfermedad que excluya a los niños. En 2012, El Faro publicó un reportaje sobre 25 niños que padecían insuficiencia renal crónica y esperaban trasplantes de riñón en el Hospital Pediátrico Benjamín Bloom.

En El Salvador, las investigaciones científicas del Instituto Nacional de Salud (INS) del Ministerio de Salud determinaron que la ERC que sufre Delmy y muchos otros pacientes de las zonas agrícolas es además un “nuevo” tipo de enfermedad renal crónica de causas no tradicionales (ERCnT). Es decir, que no es el resultado de otras enfermedades como la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, padecimientos que como consecuencia de un mal tratamiento terminan dañando las funciones renales.  

Aunque parece que se trata del descubrimiento de una nueva enfermedad, el Dr. Carlos Orantes, Coordinador Nacional de Investigaciones Renales del INS, explica que ya se han registrado casos similares en otros países. Sin embargo, explica que lo que hace distinta a esta enfermedad son las causas que la originan.

De acuerdo con los estudios realizados por el INS en aquellos que padecen ERCnT la estructura y/o el funcionamiento de los riñones tiene un daño relacionado con una intoxicación crónica. Hay una parte de los riñones llamadas túbulos que son unos conductos que reciben la orina formada que viene de los riñones y la conducen hasta la uretra, la vejiga y al exterior. Estos descansan sobre otra estructura que se llama intersticio. Este último es el que se daña en el caso de la ERCnT.

En el país, el daño mortal de la ERCnT no es conocido. Hasta hoy, la tasa de mortalidad que manejan las autoridades de Salud surge de un conteo generalizado de todas las muertes por ERC que se registran. La distinción entre el tipo de ERC de causas tradicionales y la de no tradicionales es una tarea que le costarìa al paìs, que aún no termina de diagnosticar a muchos de los enfermos, miles de dólares. Cada uno de los pacientes tendría que someterse a un biopsia para conocer qué parte de sus riñones ha sido afectada y de qué forma.  

Ante la posibilidad de una enfermedad muy característica de la zona agrícola costera del país que se replica en México y toda Centroamérica, el pasado 26 de abril del 2013, la Ministra de Salud, la Dra. María Isabel Rodríguez abogó ante el Consejo de Ministros de Salud de Centroamérica (COMISCA) para que se reconociera la existencia de la “Enfermedad Renal Túbulo Intersticial Crónica de Centroamérica”, logrando que se firmara la Declaración de San Salvador en la que los países reconocieron el problema de salud y acordaron fortalecer la respuesta a la epidemia en toda la región.

Pero los científicos nacionales e internacionales aún no logran ponerse de acuerdo en qué es lo que causa la ERCnT en las comunidades agrícolas de El Salvador. Hay dos hipótesis:

Un grupo de científicos plantean que se trata de un problema de nefrotoxicidad –daño tóxico directo a los riñones-. “La enfermedad es causada por los tóxicos que se encuentran en el ambiente, aunque yo no he probado de cuál sustancia se trata”, explica el doctor Carlos Orantes.

El gran reto para probar esta hipótesis es encontrar cuál es la molécula o las moléculas específicas que dañan los riñones de los agricultores y las amas de casa en estas zonas agrícolas. Linda Birnbaum –toxicóloga a cargo del Instituto Nacional de Servicios de Salud Ambiental (NIEHS, por sus siglas en inglés) y el Programa Nacional de Toxicología (NTP, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos– explica este proceso de vinculación entre la exposición ambiental con algún químico o molécula y las consecuencias de salud como “una gran sopa de químicos”. “Nadie está expuesto a un producto químico a la vez, ¿verdad? Quiero decir que vivimos en una sopa de químicos y vivimos en una sopa de las exposiciones, pero cuando probamos los productos químicos en el laboratorio tenemos que probarlos uno a la vez”, explica.

Uno de los principales problemas de la intoxicación por exposición crónica a agroquímicos es que ninguno de los agroquímicos que salen al mercado ha pasado un proceso de 30 años probado a bajas dosis en un animal, para saber cuáles son los efectos crónicos del mismo antes de que sea legalizado. “Los campesinos durante su vida se exponen a una cantidad inmensa de moléculas (de agroquímicos) en altas y bajas dosis y es bien difícil probar”, explica Orantes. Las pruebas se hacen en un tiempo determinado, en dosis específicas y sometidas a una sola molécula. Por lo que probar la intoxicación crónica tardaría años.

Según Orantes, el próximo paso en sus investigaciones son los estudios de genotoxicidad –estudios del ADN (Molécula que constituye el material genético de las células de una persona) en los que se pueden identificar el daño en el material genético que ocasionan los agroquímicos y sus efectos biológicos adversos–. “En ellos sí están claras las evidencias”, indica Orantes.

El experto en genotoxicidad causada por agroquímicos y encargado del Laboratorio de Genética Molecular y Citogenética Humana de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, el Dr. César Paz y Mino explica que las personas expuestas a contaminación por químicos tienen un 30% de probabilidades de contraer cáncer, un 20% de sufrir abortos y un 10% de tener hijos con malformaciones.

Solo en la cuadra donde vive Delmy y su familia, existen otras cuatro mujeres que padecen ERC, un ama de casa con dos hijos con problemas de discapacidad intelectual y problemas psicomotrices de nacimiento y al menos tres familiares de residentes de la misma cuadra han muerto de cáncer.

El último caso es el de Don Noé Vásquez, un hombre de 52 años de edad que hace dos años también fue diagnosticado en etapas tempranas de ERC. Este año, Don Noé murió en el Hospital Rosales después de que le diagnosticaran Leucemia en fase terminal. Según explicaron sus hijas, Don Noé cultivó gran parte de su vida utilizando agroquímicos como Paraquat (Gramoxone), vinculado con cáncer según el Instituto Nacional de Sustancias Tóxicas (IRET) de la Universidad Nacional de Costa Rica) y Glifosato (Roundup) pesticida clasificado por la OMS como Clase III, es decir, “Extremadamente Peligroso” por ser genotóxico.

Según Paz y Miño la receta sobre regulación de agroquímicos en cada país depende de las necesidades del mismo. Sin embargo, el experto señala que debe existir un equilibrio entre salud y seguridad alimentaria y que este debe ser un compromiso del gobierno. “El gobierno debe buscar respuestas a las necesidades propias de la región, buscando pesticidas de mejor calidad”, explica. “Eso requiere inversión en investigación”.

Si de pesticidas se trata, el experto tiene una regla: “Todos son tóxicos y todo lo que está prohibido a nivel mundial no se debería comprar y punto”, dice, refiriéndose a los 11 de 53 pesticidas que la Asamblea Legislativa prohibió el año pasado y que el presidente Mauricio Funes pidió que no se suspendieran dado que se generaba un riesgo para las cosechas y la seguridad alimentaria.

Funes pidió que se documentara las razones de la prohibición con investigaciones científicas. De los 11 productos que podrían sobrevivir, cuatro son dañinos para los riñones y tres provocan cáncer. “No es necesario repetir investigaciones porque ya hay suficientes. Hay que hacer investigaciones de productos que no sean tóxicos como los pesticidas de origen biológico”, recomienda Paz y MIño.

En La Asamblea la discusión sobre la prohibición de agroquímicos no es nueva. La primera solicitud al respecto llegó a la Comisión de Salud en 1995. A esa solicitud le siguieron otras 13 piezas de correspondencia a lo largo de 14 años. Fue hasta 2009 que la Comisión de Medio Ambiente y Cambio Climático retomó el tema, gracias a la visita del alcalde de Jiquilisco en Usulután. En ese momento, el edil alertó a los diputados sobre el aumento de muertes en su municipio. En 2013 el alcalde de San Luis Talpa se sumó a las presiones en la Asamblea.

Al finalizar el año, la Asamblea continuaba sin tomar un decisión respecto a las observaciones del presidente al decreto que prohibía 53 pesticidas. Los partidos Gana y Concertación Nacional, que en un principio votaron a favor de la prohibición, incluso habían cambiado ya su postura, apoyando la defensa de los 11 pesticidas que hizo Funes.

La segunda hipótesis sobre las posibles causas de la ERCnT califica el tema del uso de agroquímicos en actividades agrícolas como una variable improbable y vincula el padecimiento a la higiene laboral, la deshidratación y las intensas jornadas de trabajo con actividad física intensa y jornadas extremas que se realizan sobre todo en comunidades agrícolas costeras, con temperaturas altas. Con la aparición de ERCnT en la Comunidad Buena Vista en Las Pilas, Chalatenango se puso en tela de juicio esta teoría dado que se registraron casos de ERCnT en lugares elevados con temperaturas más bajas, entre dos y 20 grados centígrados, donde se cultivan repollares y hortalizas.

Pero el factor común entre las comunidades con diferente tipo de clima es el uso de agroquímicos en cantidades inadecuadas, en combinaciones, sin el uso correcto del equipo de protección. Además, las formas de lesión en los riñones resultaron ser las mismas en ambas comunidades, aunque en el área de Chalatenango son más afectadas las mujeres que los hombres.

El estudio de prevalencia de enfermedad renal crónica y factores de riesgo en la población de 15 años en adelante de la Comunidad Buena Vista en Las Pilas, Chalatenango –realizado en junio 2012– comprobó que existía una prevalencia de ERC con una elevada exposición laboral al uso de los agroquímicos. Y que estos no estaban relacionados específicamente con los agricultores que se dedicaban a hacer las aspersiones en los campos sino que también afectaba a las amas de casa que habitaban en la comunidad.

Respecto a la regulación de los pesticidas en El Salvador, las autoridades en materia de Salud tanto nacionales como internacionales abogan por la implementación del principio precautorio. “Nosotros hemos dicho que mientras la evidencia científica se construye es necesario tener un plan precautorio, porque ante la duda lo mejor es prevenir”, plantea Eduardo Ortíz, Asesor de Desarrollo Sostenible y Salud Ambiental de OMS Y OPS en El Salvador. Orantes coincide con Ortíz. “Nosotros tenemos evidencia y no estamos exonerados a no actuar, nuestro deber social es actuar por principio precautorio. No necesitamos investigar para prevenir”.

Jaime Guillén es uno de los cientos de agricultores que cultivan utilizando agroquímicos. Su esposa Delmy de Guillén fue diagnosticada con Enfermedad Renal Crónica en junio de 2012.
Jaime Guillén es uno de los cientos de agricultores que cultivan utilizando agroquímicos. Su esposa Delmy de Guillén fue diagnosticada con Enfermedad Renal Crónica en junio de 2012.

¿Cómo se utilizan los pesticidas?

Jaime Guillén, esposo de Delmy, está convencido de que no existe otra forma de cultivar que no sea con agroquímicos.

– Está bien que estén los venenos porque si no tenemos los venenos no se puede cultivar. No hay otra forma– me confiesa mientras conversamos en la sala improvisada que armó con las sillas del comedor de su casa.

–¿Y quién te enseñó cómo fumigar y qué venenos aplicar? –Le pregunto.

–A mí mi papá me enseñó a cosechar, pero a fumigar no. Uno se tira la bomba al lomo y comienza a rociar y después va viendo los resultados.

–Pero, ¿Cómo sabes qué rociar y la cantidades? –Insisto, quiero saber cuánto sabe Jaime sobre los venenos que rocía a las hortalizas que cosecha.

–Cuando uno no sabe qué veneno ponerle a la cosecha es el mediero el que le explica a uno.

El “mediero” es la persona que le vende a Jaime las plantas pequeñas para que él las trasplante en su terreno y coseche. Esta persona es el sujeto de crédito en los bancos y a su vez proporciona los agroquímicos para cada cosecha. Cuando se vende una cosecha, el mediero toma el dinero que invirtió y el resto de lo ganado se divide a la mitad para cada una de las partes.

–Uno lo que hace es agarrar el bote de veneno y agarrar una copadita. Eso se le echa a la bomba y así se saca una copadita de cada tipo y se le va poniendo a la bomba. Se le pueden echar hasta cuatro copaditas de diferentes venenos – explica.

Lo que para Jaime es una combinación normal de agroquímicos es quizá uno de los principales problemas en la agricultura salvadoreña, ya que muchos agricultores mezclan productos para abaratar el costo y ahorrarse el esfuerzo de tener que regar hasta cuatro veces una cosecha. Entonces una sola persona riega la mezcla de cuatro pesticidas, como en el caso de Jaime. Sin embargo, las recomendaciones en la mayoría de los casos es que se utilice una persona para cada tipo de pesticida que se riega, con el fin de evitar que una sola persona se exponga a diferentes químicos.

–¿Qué es una copadita?

–Son las tapitas del bote de un litro. Son como 25 cms.

–¿Y sabés leer y escribir? ¿Entendés lo que dicen las bolsitas de los venenos?

–No, no sé leer ni escribir. Yo saqué primero y segundo grado pero no aprendí nada.

Jaime tiene 27 años. Desde los 12 trabaja como agricultor de repollo, papa, tomate y chile. Esta es la primera vez que no trabaja para alguien más, sino que junto a uno de sus cuñados cosechan repollo. El terreno en el que trabaja como en muchos de los casos no le pertenece. Y el resultado de su esfuerzo es el único ingreso para la casa, donde viven Delmy y sus hijas de cinco y dos años de edad.

Las comunidades agrícolas de El Salvador están llenas de Jaimes, agricultores que desconocen los productos con los que trabajan y que nunca han recibido instrucción ni regulación apropiada ni de las autoridades competentes ni de los que comercializan los agroquímicos. “Hay un problema de comercialización, porque vendemos pesticidas como que estuviéramos vendiendo Coca Cola. El fin es comercial, pero no se debe entregar a granel ni aunque la toxicidad sea muy baja”, señala el doctor Ortiz. Por ejemplo, uno de los pesticidas más utilizados en el cultivo de caña, por ejemplo, es el Glifosato, un herbicida que además de eliminar las hierbas no deseadas permite que la caña de azúcar se madure rápidamente y sea de mejor calidad. Por lo que, en la actualidad se rocía para obtener mejores resultados.

Otro de los riesgos que enfrentan los agricultores es la falta de educación en cuanto a las medidas de protección que deben utilizar cuando realizan aspersiones. “Las personas deben entender que no pueden poner los pesticidas al lado del saco de arroz porque se contamina, o que no pueden dejar la ropa que usan para hacer las aspersiones en su misma casa porque contaminan a sus niños y a su familia”, explica Paz y Miño.

Un estudio del INS sobre uso de plaguicidas en las comunidades Nueva Esperanza, Ciudad Romero y Octavio Ortíz del Bajo Lempa de municipio de Jiquilisco en Usulután –realizado entre enero y julio del 2011– reveló que un 25% de los agricultores almacenaban los pesticidas en la cocina de sus hogares y otro 25% en la sala. Además, solo un 10% utilizaba guantes la momento de hacer las aspersiones, otro 10% utilizaba mascarilla y únicamente un 3% utilizaba gafas protectoras.

“Yo nunca he usado guates o mascarillas, mi papá nunca lo hacía y nunca me enseñó. Uno solo usa botas, un chalequito y ahí vamos con todo. He oído que la gente se envenena pero uno por eso no se puede detener”, dice Jaime.

En cuanto a los desechos de las soluciones sobrantes que dañan el medio ambiente y pueden contaminar los mantos acuíferos, un 50% los vertía en predios baldíos y otro 20% los almacenaba en su casa u otro lugar. Y sobre el abandono de los frascos en los que compran los productos, un 62% dijo abandonarlos en la misma parcela donde cultivan.

Pero no todos los agricultores actúan como Jaime. En Las Pilas también existe un grupo de agricultores, que desde hace un par de años se aliaron para producir hortalizas orgánicas. Hoy representan el 2% del total de agricultores de la zona, unos siete mil en total. “Ahorita estamos cultivando con un 60% orgánico y un 40% químico. Aquí la tierra está intoxicada y es un proceso que debemos seguir para comenzar a cultivar orgánico. Para que el suelo se equilibre necesitamos unos tres años. Uno comienza utilizando pesticidas más suaves, que uno sabe que no dañan el medio ambiente”, explica Daniel Posada, uno de los 25 agricultores orgánicos de la zona.

Según Posada la idea de cultivar de forma orgánica sí es posible ya que existen muchos sustitutos de agroquímicos que son elaborados de forma orgánica. “Nosotros preparamos fungicidas orgánicos a base de cal, carbón molido, microorganismos, miel, melaza, gallinaza, ceniza, jabón para lavar ropa y así otros tipos para reemplazar los químicos”, dice.

El objetivo de este grupo de agricultores es colocar sus productos orgánicos con un mejor precio en el mercado. Posada cree que la agricultura orgánica es de beneficio para él, para los trabajadores y para la gente que consume sus productos ya que existen estudios que han comprobado la presencia de agroquímicos en alimentos y en muchos el consumo durante un largo tiempo causa problemas de salud graves. “Se ha comprobado que los restos de pesticidas en los productos están relacionados con el aumento de cáncer gástrico, cáncer de vejiga e incluso cáncer de vesícula”, señala Paz y Miño.

Hoy en El Salvador se utilizan sustancias tóxicas que se han encontrado en el medio ambiente donde estas personas viven y trabajan. Se ha comprobado que hay agroquímicos que causan daño renal y que se utilizan indiscriminadamente y que los campesinos –no todos– los han usado por años sin regulación alguna.

La preocupación de Delmy, más que su propia salud, es la de sus hijas. “Me preocupa que se puedan enfermar”. Sus hijas han nacido en un ambiente de pobreza, donde existen problemas de desnutrición y en condiciones socioeconómicas inadecuadas que producen bajo peso al nacer y otros problemas de salud. Ya con eso, sus hijas tienen asegurado una disminución en su función renal. Un niño que nace en condiciones adecuadas tiene entre 800 a 1 millón 200 mil nefronas en cada riñón –unidades estructurales y de función básica del riñón– pero un niño que ni nace ni se cría en condiciones adecuadas, nace con menos nefronas y susceptible de no poder afrontar todos los retos que sus riñones encontrrán en toda su vida.

Delmy de Guillén, diagnosticada en estadio dos de la Enfermedad Renal Crónica en junio de 2012.
Delmy de Guillén, diagnosticada en estadio dos de la Enfermedad Renal Crónica en junio de 2012.

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