Al Gran Debate Presidencial 2014, patrocinado por el Tribunal Supremo Electoral a un costo de 120 mil dólares y celebrado este domingo, le faltó debate, y la exigencia mínima que requeriría un examen a aquellos cinco personajes que piden la confianza de los salvadoreños para elegirlos presidente de la República 2014-2019. A un formato en que la regla principal era que los políticos se sintieran cómodos y en el que incluso se dispuso que las cámaras evitarían mostrar a un candidato mientras otro estuviera hablando, se agregó un moderador que parecía lejano de los problemas precisos de El Salvador y que trató a los candidatos como si ninguno tuviera un pasado sobre el cual hablar.
En este último punto, el foro favoreció a los tres candidatos a la presidencia que aparecen cotidianamente en los medios de comunicación y en las encuestas: el vicepresidente y exministro de Educación Salvador Sánchez Cerén, del FMLN; el alcalde capitalino y exdiputado Norman Quijano, por Arena, y el expresidente Antonio Saca, candidato del movimiento Unidad. Con esta comodidad aprovecharon para repetir lo que ya dicen en sus spots publicitarios, con todo y sus generalizaciones, y sin que nadie los condujera a aclarar y precisar. Sin embargo, para los dos candidatos menos conocidos, más ignorados por los medios e invisibles en los sondeos de intención de voto -René Rodríguez Hurtado y Óscar Lemus-, esa fue su noche. Y no porque ellos sí precisaran o explicaran al detalle cómo atenderían el problema de pandillas o cómo levantarían la postrada economía de El Salvador, sino porque al menos tuvieron la oportunidad de que el votante los viera en igualdad de condiciones por las estaciones de televisión y los escuchara en las radios comerciales pertenecientes a la Asociación de Radiodifusores de El Salvador.
El 'debate' de este domingo 12 de enero duró poco más de dos horas y empezó con el moderador, el periodista mexicano Armando Guzmán, con un saludo en que cometió un error de 10 años. Y luego explicó las reglas del debate, que en realidad fueron las reglas de un foro. Guzmán pareció siempre desconectado de la realidad salvadoreña, aunque al final de los 130 minutos, la audiencia había podido escuchar propuestas como militarizar la seguridad pública -a pesar de una sentencia de mayo de 2013 de la Sala de lo Constitucional-, imponer el estado de excepción y promover el cultivo de algas marinas y de perlas. Además, la audiencia pudo captar cómo los cinco soslayaron hablar del financiamiento de sus ofertas en el área de educación.
Guzmán hizo su ingreso al debate con un deslizón. 'Bienvenidos al debate presidencial 2004', dijo. Las redes sociales registraron el patinón. Poco después, Guzmán explicó que una regla acordada era que las cámaras no enfocarían a ningún candidato que no fuera quien estuviera haciendo uso de la palabra, de tal manera que los televidentes no podrían observar gestos o reacciones de los candidatos ante lo que estuviera diciendo uno de sus contrincantes. Ningún candidato podía responder directamente a una intervención de otro candidato, mucho menos aludirlo por su nombre. Otra regla era no interrumpir la intervención de ningún aspirante ni al moderador.
Cada aspirante a la presidencia tuvo 16 minutos para hablar de cuatro temas generales: educación, salud, seguridad ciudadana (no seguridad pública) y economía. Cuatro minutos por tema. Y los candidatos nunca fueron llevados a terreno incómodo. “Se pensó más en la equidad”, explicó René Figueroa, quien se sentó en las sillas de los directivos de la Asociación Salvadoreña de Radiodifusores (Asder) y no a la mesa de dirigentes del Movimiento Unidad, donde estaban los principales socios políticos del expresidente Antonio Saca.
La Real Academia de la Lengua Española dice que un debate significa controversia, discusión, contienda, lucha, combate. Esto no fue lo que ocurrió en el Centro de Ferias y Convenciones (Cifco). 'Quizá es mitad debate y mitad foro', comentó Lorena Peña, una de las dirigentes del FMLN que estuvo a la mesa de dirigentes del FMLN que llegaron al salón dónde estaban dirigentes de todos los colores partidarios.
En términos de forma, el expresidente Saca fue quien mejor jugó con los tiempos y con las cámaras: cada intervención suya era resuelta con precisión de segundos. No desperdiciaba tiempo, mientras que a los otros candidatos, especialmente al efemelenista Sánchez Cerén y a René Rodríguez Hurtado, del PSP, y a Óscar Lemus, del FPS, a menudo les sobraban segundos o les hacían falta. Sánchez Cerén con frecuencia parecía pensar demasiado cada palabra antes de pronunciarla, y bajaba la vista a los papeles que tenía entre sus manos, como para guiarse. Quijano parecía un poco más suelto, aunque no tanto como Saca, y tanto Lemus como Rodríguez Hurtado se tropezaban o enredaban en la explicación de sus ideas.
En términos de contenido hubo escasas novedades. Una de ellas, la de Quijano, al anunciar que militarizaría la seguridad pública. Esta idea contraría la Constitución de la República, que establece que la seguridad pública es administrada por civiles y está separada de la Defensa. Además, tras una sentencia de la Sala de lo Constitucional emitida en mayo de 2013, los militares no pueden dirigir la seguridad pública. Otras ideas novedosas fueron las que expresó Lemus, del FPS, quien en seguridad pública ofreció impulsar el régimen de suspensión de garantías constitucionales focalizado en los lugares con mayor incidencia delincuencial, y habló del toque de queda para restringir la circulación ciudadana en la vía pública. Asimismo, en materia de reactivación económica, propuso el cultivo y explotación de algas marinas y de perlas.
Transcurrió el tiempo y el foro parecía no entrar en materia, pues después de la pregunta inicial de Guzmán, de qué proponen los candidatos en educación, llegaron las áreas de salud, seguridad ciudadana y economía, y aquí fue más notoria la necesidad de alguien que tratara a los políticos como si tuvieran que ver con los últimos gobiernos de El Salvador: nunca preguntó sobre las cifras de homicidios de los últimos 10 o 15 años o 25 años, nunca preguntó cómo si dos de los candidatos ya gobernaron el país (Saca y el vicepresidente Sánchez Cerén) pretenden que ahora sí tienen soluciones a los problemas nacionales, ni cómo si sus partidos ya gobernaron (Arena, de Quijano, con 20 años, y Sánchez Cerén, con el FMLN, con casi 5 años) ahora ofrecen lo que no pudieron hacer mientras tuvieron oportunidad.
A Guzmán, por ejemplo, se le fue la oportunidad de preguntar a Saca cómo ofrece soluciones en materia de salud pública si su gobierno quedó marcado por señales de corrupción tanto en el programa de reconstrucción de hospitales dañados por los terremotos de 2001, como por las actuaciones de quien fuera su ministro de Salud, Guillermo Maza.
En la boca de Guzmán tampoco apareció la palabra tregua, y pareció ignorar el problema de pandillas. Así que los candidatos se pasaron casi toda la presentación en su área de comodidad. Quijano y Saca deberían agradecer que Guzmán no les recordó que su partido (Arena), y Saca durante su gobierno, con sus políticas de mano dura lo único que lograron fue convertir a El Salvador en el país más violento de América. Y Sánchez Cerén debería agradecer que, ya que el gobierno del que es parte diseñó la estrategia de la tregua entre pandillas, no le preguntara si se compromete a mantenerla y si la transparentaría, dado que el actual presidente sigue apostando porque todas las negociaciones se mantengan en secreto.
Saca pudo decir que él era el único que ya había gobernando y que esa es una ventaja que debería redituarle votos. Y Guzmán no pudo recordarle que en su gobierno aumentó la pobreza, los homicidios alcanzaron cifras récord y las finanzas públicas quedaron virtualmente en números rojos.
El último año de Saca, 2009, compartido con los primeros meses de junio, registró 4 mil 365 homicidios, el más sangriento de la última década, con un promedio diario de 12 homicidios. La tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes se elevó de 55 a 71, es decir, siete veces el nivel que la Organización Mundial para la Salud (OMS) considera epidemia (más de 10 por 100 mil).
Norman Quijano, con un partido Arena que ha intentado a lo largo de los últimos 15 años impulsar normativas de origen franquista para combatir la inseguridad, pudo exponer que militarizaría la seguridad pública y que aplicaría el código militar a jóvenes en riesgo de afiliarse a pandillas. La política de mano dura, de endurecimiento del Código Penal desde finales de los 90, no fue la solución prometida, pero Guzmán no hizo alusión a eso.
Sin embargo, quizás una de sus intervenciones que más resonaron en las redes sociales, fue cuando dijo algo que muchos entendieron como un desprecio a ciertas profesiones. “En un mundo globalizado no se necesitan abogados, ingenieros ni arquitectos”, dijo, en referencia a la necesidad de diversificar el mercado de carreras. 'El mercado laboral necesita técnicos en computación, recurso marítimo, pesca y turismo, entre otras', comentó. Y Guzmán no le cuestionó este punto, que pareció contradecir algunos estudios sobre las claves entre los países que dieron el salto hacia el desarrollo y los que siguen retrasados.
Y en estos días del debate aún está fresco el revelador testimonio que el expresidente Francisco Flores, principal asesor de Quijano, dio a la Asamblea Legislativa la semana pasada, cuando no solo dijo que repetidas veces recibió de manera directa millones de dólares de Taiwán en concepto de donativos, sino que hizo uso discrecional de esos fondos, pues nadie fiscalizó que fueran al destino para el que estaban previstos. Ni el moderador ni ningún candidato tuvo la posibilidad de cuestionar a Quijano sobre este punto.
El primer lugar en las encuestas, Salvador Sánchez Cerén, fue el más prudente y el más gris en sus exposiciones. Habló en términos generales de casi todo lo que prometió y defendió los programas de gobierno de Mauricio Funes y prometió continuarlos. Habló de paquetes escolares, de computadoras en los centros escolares, de formación tecnológica…
Una de las banderas históricas del FMLN ha sido la lucha contra la impunidad. Una pregunta lógica era, entonces, por qué el gobierno del que forma parte Sánchez Cerén dispuso que se refugiara en un cuartel del ejército a una decena de militares procesados en España por el asesinato de los sacerdotes jesuitas, cuando la Policía Nacional Civil se disponía a hacer efectivas las capturas solicitadas por Interpol.
Asimismo, Sánchez Cerén es el vicepresidente de un gobierno que al principió de su gestión decidió que toda la publicidad de la Presidencia se le concediera a una sola empresa, Polistepeque, creada por un amigo y asesor de la campaña electoral del presidente Funes, y que ahora ha clasificado como secreta la información sobre el gasto publicitario.
Para resolver uno de los temas más urgentes del país, el de la inseguridad y violencia, el candidato del FMLN prometió usar dos manos. “Voy a combatir la delincuencia con dos manos inteligentes, en primer lugar las familias, las comunidades, y en segundo lugar más y mejor educación”, dijo. Un área que ha marcado a este gobierno es la de la seguridad pública. Primero por el rol relevante que fueron adquiriendo los militares en este campo durante este período y luego por la tregua entre pandillas, que este gobierno trató de mantener en secreto. Sin embargo, Sánchez Cerén afirmó en el debate que 'los que acusan a nuestro Gobierno de pactar con las pandillas mienten, saben que no es verdad'.
Además, durante este gobierno el Ejecutivo ha dado luz verde a un decreto que amarró a la Sala de lo Constitucional, y las empresas de Miguel Menéndez (Mecafé), amigo y mecenas del presidente Funes, han ganado millones de dólares de dólares en contratos de seguridad privada en un país en que nadie se atreve a impulsar la despistolización y ni siquiera la portación de armas de fuego.
Los tres candidatos que aparecen en las encuestas tienen ellos mismos o sus partidos un pasado político y experiencia en el uso -o abuso- del poder delegado por el voto directo de los ciudadanos. A pesar de que todos coincidieron en la necesidad de reactivar la frágil economía del país, ninguno se preocupó por usar cifras ni metas concretas en esta área, y no hubo moderador que se los demandara.
En el espacio de disertación de este domingo también faltaron respuestas para todas las preguntas que despertaron en sus intervenciones. ¿Y cómo van a generar más empleo? ¿Cómo van a pagar más policías? ¿Cómo van a convertir a El Salvador en un país seguro? ¿Cómo van a mejorar la educación? Guzmán preguntó por las formas de financiamiento de los programas y ningún candidato se preocupó por responder de forma detallada, pero el moderador los dejó rehuir.
René Rodríguez Hurtado es un teniente coronel que en la guerra fue comandante del Batallón de Paracaidistas. Su nombre aparece en una Corte francesa acusado de “complicidad en asesinato precedido y acompañado de torturas y barbarie” en el caso de la enfermera francesa Madeleine Lagadec. Este militar está al frente del Partido Salvadoreño Progresista, dirigido por militares en retiro, y Guzmán nunca aludió a ese lunar en el historial del candidato. Prometió un programa especial de salud para veteranos de guerra y recuperar la deuda que tiene por cobrar al sector patronal el Instituto Salvadoreño del Seguro Social.
El quinto candidato, Óscar Lemus, es un abogado y empresario avícola que pide el voto para el partido Fraternidad Patriota Salvadoreña (FPS), una organización de derechas. Lemus llamó la atención por dos de sus propuestas. Habló de la necesidad de implementar toques de queda 'ante las graves perturbaciones en el orden público' que se viven en El Salvador, y del uso de 'planes muy enérgicos, muy definidos' en la represión del delito. En este punto se explicó: 'Ahí hay francotiradores'. De nuevo, Guzmán no pidió que detallara esas sus propuestas para combatir el crimen.
El foro terminó alrededor de las 9:10 p.m., y después de eso los canales de televisión se dedicaron a discutir la actividad. Uno de los 'analistas' que más llamó la atención fue el que presentó el Canal 21, quien tuvo en tal rol a una de las personas que más activas han estado en el último año en la campaña electoral, especialmente contra el partido Arena: el presidente Mauricio Funes. Funes se quejó de algunas imprecisiones en cifras que manejó el moderador Guzmán, e hizo ver que ningún candidato respondió preguntas como la fórmula para financiar sus promesas en el área de educación.
Así terminó la jornada por la que el TSE se había jactado en las semanas previas, debido a que El Salvador nunca ha tenido un debate entre candidatos presidenciales. Por eso la publicidad y la parafernalia de Asder subrayaba lo que llamaban 'el primer debate presidencial en la historia de El Salvador'. Ese que aún está pendiente de ocurrir.