Francisco Mena Sandoval, nervioso, trata de colocar la insignia del FMLN a Kitxu, emocionado casi hasta el llanto. La insignia cae al suelo. Mena Sandoval y Kitxu amagan una búsqueda, pero optan por fundirse en un abrazo. Las 200 personas presentes en auditorio aplauden la torpeza entrañable. “Las emociones siempre han unido al pueblo vasco y al pueblo salvadoreño”, ha dicho Mena Sandoval hace apenas unos minutos, como si presintiera lo que iba a ocurrir.
Francisco Mena Sandoval es el excapitán Mena Sandoval, el comandante Manolo, un histórico del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), el miembro de más alta graduación de la Fuerza Armada que, seducido por Joaquín Villalobos y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), desertó y se integró en la guerrilla para la Ofensiva Final, la de enero de 1981, que no finalizó nada pese a la sonoridad del nombre. Desde hace una década Mena Sandoval reside en Barcelona y, junto a Jorge Palencia, ha sido y es uno de los interlocutores del Frente en Europa. También es el cónsul del Gobierno de El Salvador en la capital catalana.
Kitxu es Iñaki Gonzalo Casal, hasta hace dos meses encarcelado por integrar la banda armada independentista Euskadi Ta Askatasuna (ETA). En octubre de 1994 fue detenido bajo acusación de ser el líder del Comando Lambroa, juzgado, y condenado a 67 años de prisión, de los que ha cumplido más de 19. Periodista en ejercicio hasta la detención, a Kitxu en la cárcel se le encendió una pasión por la lucha del pueblo salvadoreño contra la dictadura militar, canalizada a través del FMLN. Kitxu nunca ha estado en El Salvador, pero ha escrito un par de libros sobre el país, con la guerra con telón de fondo. “Te felicito de todo corazón; eres más salvadoreño que cualquiera de nosotros”, le ha dicho Mena Sandoval.
El incidente de la insignia ha tenido su preámbulo, sus frases significativas.
—Ahora quisiera entregar algo que para cada de uno de nosotros es un símbolo de lucha, como son las letras, Farabundo Martí para la Liberación Nacional, y quisiera llamar a Kitxu –ha dicho Mena Sandoval.
El público -vascos en su inmensa mayoría y un puñado de salvadoreños- ha correspondido con un sonoro aplauso el improvisado gesto hacia el etakidea (miembro de ETA). Kitxu ha subido al escenario.
—Le quiero entregar estas letras, FMLN, que para El Salvador y para el País Vasco sé que son muy significativas, y quiero agradecer todas las palabras, y todos los deseos, y todos los espíritus de lucha que nos han unido en este acto. Muchas gracias nuevamente por invitarme, porque estoy contento de estar aquí con ustedes. Y ahora quiero colocar el pin del FMLN al compañero.
Ahí es cuando se le ha caído una parte de la insignia a Mena Sandoval y, como en una primera y rápida mirada al suelo no ha aparecido, se han fundido en un abrazo.
El militante de ETA desciende ahora las escaleras. Mena Sandoval identifica sobre el tablado la piecita rebelde, la recoge con delicadeza, y cuando desciende se la entrega a Kitxu, ya en su butaca.
Después de este homenaje, sin duda el momento estelar de lo que se promocionó como el “acto político” de una jornada solidaria, dos niños –niño y niña– bailan una danza vasca muy ceremoniosa llamada aurresku, depositan luego flores frente a las fotografías de tres vascos que murieron en El Salvador incorporados en la guerrilla, y más luego se canta la Internacional en euskera, con la letra en una pantalla gigante como si fuera karaoke.
Las últimas palabras que se escuchan por el micrófono, sobre el retumbo de aplausos, son: “Gora El Salvador!”, que significan ¡Viva El Salvador!
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Hoy es domingo 26 de enero de 2014. Es mediodía y en la fachada principal del Centro Cultural Iortia hay una pancarta que dice: “El Salvador bihotzean. Aurrera El salvadoreko (sic) gendea (sic)” (El Salvador en el corazón, ¡Adelante pueblo salvadoreño!). A un costado de la pancarta, el dibujo de una sombra humana ondea una bandera roja con las letras FMLN en blanco. En la cabeza de la figura sombreada se reconoce una txapela, el gorro tradicional del País Vasco.
El Centro Cultural Iortia está en el centro de Altsasu, un pueblo de unos 7,000 habitantes, a mitad de camino entre Vitoria-Gasteiz y Pamplona. Es un pueblo coqueto y ordenado, muy vasco, y en él se respira la tranquilidad propia del ruralismo primermundista. Aquí hoy hay un acto de solidaridad hacia El Salvador y el FMLN, organizado por distintos colectivos abertzales, la izquierda independentista vasca. Han levantado un castillo hinchable para niños, y manos salvadoreñas tortean pupusas que poco tienen que envidiar a las de Olocuilta.
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El “acto político” inició con un bertsolari, alguien que improvisa versos en euskera sobre cualquier tema, una de las señas de identidad de la cultura popular vasca: “Euskal Herria ta El Salvador / bi herri txiki, eder bezain jator / borroka egitera behartuak / eta elkartasunak elkartuak...” (Euskadi y El Salvador / dos pueblos pequeños, tan auténticos como lindos / obligados a pelear / pero unidos por la solidaridad...).
Después han proyectado un emotivo video con imágenes de El Salvador, cerrado con un mensaje ad hoc de una diputada salvadoreña. Ella misma se ha presentado: “Compañeras y compañeros, soy Lourdes Palacios, diputada del FMLN por el departamento San Salvador e integrante de la jefatura de nuestro grupo parlamentario. Quiero agradecerles porque se han tomado ustedes la tarea de organizar esta actividad, 'Con El Salvador en el corazón, ¡Adelante pueblo salvadoreño!', y quiero agradecerles porque El Salvador y el País Vasco son pueblos hermanos, con procesos con sus similitudes, procesos que nos llevan a continuar con esta lucha por nuestros pueblos”. Acto seguido, ha enunciado una sucesión de clichés propios de un mitin de plaza de pueblo, tipo “vamos a ganar las elecciones presidenciales en primera vuelta” o “nuestro programa de gobierno ha sido elaborado desde el corazón del pueblo”.
Los discursos presenciales los han inaugurado primero Vilma, una salvadoreña casada con Juan Ramón Karasatorre, histórico militante de ETA; y después Kitxu, de largo la intervención más genuina: “Muchas veces me han preguntado si es posible querer a un pueblo sin conocerlo, y yo creo que sí es posible, porque a mí me ha pasado”. También: “Cuando el FMLN ganó las elecciones, yo lloré como un niño”. Sin saber que volvería a subir poco más tarde, ha bajado del escenario con un Gora El Salvador!, el puño en alto.
Después, el turno de las autoridades. Belén Arrondo Aldaroso, diputada de la izquierda independentista en el Parlamento vasco: “Sin duda, durante estos cinco años en El Salvador se ha avanzado en el camino de la equidad y de la justicia social”. Y Garazi Urrestarazu, la alcaldesa de Altsasu, de similares credenciales políticas: “Cuando llevas dentro la lucha por la liberación de los pueblos y la justicia social, se te hace muy fácil respetar y amar la lucha de tus iguales, haciéndola tuya”.
Las siglas FMLN conservan el brillo de hace 30 años. No es solo por lo que se ha dicho hoy aquí, y tampoco se circunscribe al independentismo vasco, ni mucho menos. Dos décadas después de los Acuerdos de Paz, el FMLN goza en Euskadi y en España de un crédito notable entre aquellos que en los 80 siguieron con simpatía la lucha desatada contra el gobierno sostenido como marioneta por Estados Unidos.
En el País Vasco y en España pocos saben –y si lo saben, no parece importar– que en cinco años de gobierno del FMLN ni siquiera se ha planteado el debate sobre el aborto, siendo uno de los países más restrictivos del mundo; que de los 13 ministerios, solo uno lo ocupa una mujer; que San Salvador no se ha atrevido a restablecer relaciones diplomáticas con Pekín; que la corrupción y el oscurantismo siguen guiando la política; que la Ley de Amnistía sigue vigente; que la mayoría de los dirigentes efemelenistas viajan perfumados en Toyota Prado y visten corbatas de seda; que este gobierno protegió al Estado Mayor que asesinó a Ignacio Ellacuría cuando la Interpol giró una orden de búsqueda; que el FMLN gobierna y pacta con sectores de la derecha de pasado y presente dudosos; que quisieron cercenar la independencia de la Sala de lo Constitucional...
Pero nada de eso se ha dicho hoy aquí. En la secuencia de fotografías que se proyectó al inicio se han visto campesinos con la honestidad tatuada en el rostro, abnegadas madres de familia, niños descamisados sonrientes... pueblo salvadoreño del de verdad.
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La decoración del escenario del auditorio es parca pero efectiva. La iluminación es escasa, pero de tonos cálidos y bien dirigida a los espacios en los que se quiere que el público centre sus miradas: el atril, coronado con un pañuelo escarlata del FMLN; el espacio en el que se arrancará el bertsolari y cantará el cantautor, con sendos micros adornados también con vinchas efemelenistas; y al lado derecho, una estructura de la que cuelgan tres banderas y tres fotografías. Las banderas son la de Euskadi, la del FMLN y la de Navarra. Las fotos son de tres difuntos: Marta González, Begoña García y Pakito Arriaran.
Marta González (a) Begoña murió el 24 de diciembre de 1990 en una emboscada que la Fuerza Armada tendió a un grupo de guerrilleros que había bajado a celebrar la Navidad en el cantón El Salitre, de Nejapa. Marta era vasca, tenía 29 años, era médico, y apoyaba al ERP en sus posiciones en torno al cerro Guazapa. En el mismo operativo murió el chileno Orlando Contreras (a) capitán Gabriel.
Begoña García Arandigoyen (a) Alba, doctora y vasca también, fue asesinada el 10 de septiembre de 1990 por miembros de la Fuerza Armada. La versión del gobierno salvadoreño fue que murió en combate, pero la autopsia que realizaron tras la repatriación del cadáver confirmó la versión de la guerrilla. Fue capturada con vida y luego asesinada: uno de los seis disparos que presentaba el cuerpo era en la nuca y se hizo a dos centímetros de distancia. Su caso fue uno de los estudiados por la Comisión de la Verdad que creó la ONU, y que concluyó lo siguiente: “Existe plena evidencia de que Begoña García Arandigoyen fue ejecutada extrajudicialmente en contravención con el derecho internacional humanitario, ejecutada por miembros de la Segunda Brigada de Infantería, bajo el mando inmediato del teniente Salvador Hernández García, y el mando superior del teniente coronel del Ejército José Antonio Almendáriz Rivas”. Begoña tenía siete meses de embarazo.
Pakito Arriaran (a) Juancito nació en Arrasate (Euskal Herria) y murió en Chalatenango, cuando tenía 27 años de edad. Desde muy joven se había integrado en ETA para luchar contra el franquismo, y a su llegada a El Salvador se incorporó en las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). En la toma del municipio de La Laguna, en 1982, recibió un balazo en la pierna, se gangrenó y hubo que amputársela; sin embargo, pidió permanecer en primera línea de batalla. El 30 de septiembre de 1984, acorralado en un cerro en el municipio de Las Vueltas, prefirió detonar junto a su cuerpo una granada antes que ser capturado.
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El discurso más largo han sido los 13 minutos de Mena Sandoval.
Ha dicho: “Quiero presentar a todos ustedes un fraternal y revolucionario saludo en nombre del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional”.
Ha dicho: “El pueblo vasco y el salvadoreño siempre han hecho una sinergia muy positiva, y es que ambos nos hemos visto identificados en la lucha del otro”.
Ha dicho: “Nos queda mucho que hacer, pero estamos haciendo el camino con las nuevas generaciones, y lo seguiremos haciendo con ustedes porque el pueblo vasco y el salvadoreño siempre hemos estado juntos, hemos aprendido juntos. Gracias por seguir con nosotros, también nosotros estamos con ustedes”.
Ha dicho: “La solidaridad es la ternura de los pueblos”.
Y las últimas palabras, las pronunciadas justo antes de pedir a Kitxu que suba a recibir el pin del FMLN, han sido en euskera: “Besarkada haundi bat. Eskerrik asko” (Un gran abrazo y muchas gracias). La pronunciación ha sido tosca, pero se ha entendido, y el público ha correspondido el esfuerzo con una ovación.
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Vasco de nacimiento y salvadoreño por elección, nada de lo visto o escuchado hoy en Altsasu me ha sonado fuera de lugar. Pero como periodista intuyo que tanto en España como en El Salvador el sentido homenaje de Mena Sandoval a Kitxu –del FMLN a un preso de ETA– puede levantar pasiones encontradas. Por eso, apenas cesan los aplausos tras el cántico de la Internacional, me acerco al veterano efemelenista y le pido unos minutos, que me concede con amabilidad.
—Mucha gente en Madrid –comento– se escandalizaría con lo que ha hecho usted ahora, homenajear a un preso de ETA.
—Sí, sí.
—¿Cómo hace el FMLN para cuadrar todas esas sensibilidades? ¿Hay un discurso diferente cuando los invitan a actos en Madrid, Bilbao o Barcelona?
—Lo que pasa es que... la realidad es que aquí... nosotros hemos estado en un proceso muy complejo, en El Salvador, y creo yo que lo que siempre hemos recibido es la solidaridad de parte del pueblo vasco, y una solidaridad de mucha naturaleza. De aquí fue gente y cayó por nuestro país. Han dado su sangre, han dado su vida...
—¿Pero en Madrid entienden esa solidaridad?
—Es diferente, es diferente, naturalmente. Cataluña, el País Vasco... son partes diferentes.
—¿Y no les genera roces con las fuerzas sociales españolas, incluso las supuestamente progresistas, cuando el FMLN apoya a Sortu [partido político que aglutina a la llamada izquierda abertzale]?
—No... Hay elementos de la cooperación internacional, por ejemplo, que son con el Estado español, instituciones del Estado que ayudan a El Salvador. Y lo sé de primera mano porque yo antes trabajaba, y todavía, en la parte de la cooperación internacional, y sé que, en Madrid, El Salvador también está en los primeros lugares como destino de cooperación. En realidad, en todo el proceso nuestro el Estado español también ha sido muy solidario, aunque hay diferencias, naturalmente.
—Por ponerle nombre y apellidos, ¿no cree que el PSOE se escandalizaría con el homenaje de hace un rato?
—Sí, claro.
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Audio de la Internacional cantada en Altsasu en homenaje al FMLN (en euskera) > Pulsar aquí.
Audio de dos versos cantados en Altsasu con la relación entre El Salvador y Euskadi como tema de inspiración (en euskera) > Pulsar aquí.