Opinión /

Reloj de arena


Lunes, 3 de febrero de 2014
Ricardo Ribera

Cuando el tiempo político se acelera, se necesita un reloj acorde con el apremio. Hay quienes han actualizado sus relojes y se han puesto en marcha al ritmo de los tiempos. Pero Arena pareciera encadenada a su viejo reloj de arena. Lentamente desgrana sus rencores y fobias, lloros y lamentos, odios y enojos, como lentamente se deslizan los granos de fina arena en el anticuado reloj, haciendo una montañita a la base de sus desventuras. Vieja derecha vieja.

Quiere recuperar el país, pero ni siquiera logra recuperar el tiempo perdido. Anclada al suspiro nostálgico del “cualquier tiempo pasado fue mejor” sueña futuro mirando hacia atrás y confunde entonces la ruta con el recuerdo de lo andado. “No hay camino, sólo estelas en la mar” – le susurra el poeta pero, falta de imaginación, quiere leer el libro al revés, regresar a la hoja anterior. El país es joven, la derecha vieja. Hay un desencuentro fatal.

¿De dónde le nació la idea de recurrir a un asesor como ese timonel del siglo pasado, que extravió la travesía e hizo encallar la nave? ¿De quién la tonta idea de mantenerlo en el equipo, no importa que sea prófugo de la historia? ¿De quién la idea de contratar al venezolano violador de la pureza política, acosador del sentido común, abusador de la verdad? Ese “gurú” de la política la entiende como una suerte de artes marciales mixtas, donde se vale todo, incluso las mordidas.

Sólo son inventos y artimañas, tretas y más inventos. Ha querido convertir la campaña en película de horror. Pero la majada ya ni se asusta, ni se divierte, con este tipo de cine: para una de “zombies” ya se tiene una galería entera de personajes siniestros, amnistiados pero no perdonados, muertos vivientes que ignoran su condición de cadáver político. Ya no hay miedo, el fantasma salió a la luz y dejó de asustar. Era simple sábana agitada por el viento. Ya nadie cree en fantasmas en este país y por eso la campaña del miedo ya no buscó un diablo foráneo y prefirió enseñar los demonios de casa: el viejo lin y el tatuado cara de niño.

La izquierda merece ganar porque hizo campaña limpia y optimista, luminosa, lo que se agradece en un país ya harto de oscuridades y de mal pálpito. Su menú ha sido más digerible: de plato principal las mismas viandas que han venido cocinándose desde el 2009 y a las que el público acostumbró el paladar. Su postre incluye lo que no se ha podido degustar porque el actual chef no conoce la receta, o los ingredientes, o no ha sabido adquirirlos en la despensa de la región.

Surrealista ha sido ver a empresarios quejándose de la competencia que otra empresa, con nombre de alborada y prácticas de amanecida ha venido a hacerles a sus avariciosos y egoístas manejos. Defienden el libre mercado en la medida que éste no se libere efectivamente. Al mismo tiempo critican al Estado por hacer propaganda de lo que el Estado hace, cuando antes publicitaba hasta lo que no hacía, sin que aparecieran esas voces críticas.

Una recua de analistas, otrora dizque “independientes”, se suma al grupo asesor del candidato oficioso, con poca vergüenza y menos sentido del pudor: Sandra de Barraza, Roberto Rivera Campos, Claudia Umaña, Luis Membreño, Joaquín Samayoa y Facundo Guardado. Hay que dar sus nombres para volverlos inmortales y que no caigan en el olvido. “Al fin salieron del closet” dijo alguien y lo dijo bien dicho. Se trata de pornografía política, ejercicio lúbrico y morboso: mirar a distinguidos intelectuales en juegos sensuales con el poder y a antiguos izquierdistas masturbándose la ideología, para goce de los mirones que estamos al otro lado de la vitrina. Y todo eso: ¡de gratis! Por lo menos, no han dicho lo que nos cobrarán por el espectáculo. De gratis, también ellos, porque aquí nadie se vende. Y es que, en realidad, nadie compra. Por eso, a lo más, se alquilan. Si hay en nuestro mundo moderno “vientres de alquiler”, ¿por qué no podría haber “cerebros de alquiler”?

Queda una última duda flotando en el ambiente: si tras su primera derrota su reacción fue culpar y expulsar a un ex-presidente, ¿cuánto tardarán en expulsar a otro ex-presidente después del 9 de marzo? Si el resultado para ellos es aciago, como se calcula, ¿cuánto tardarán en echarse las culpas unos a otros? ¿Cuánto en buscar un salvador a fin de que salve a El Salvador?, ¿Cuánto en que alguien se plantee que la mejor forma de renovar a la derecha es fundar una nueva?

La película se acerca al final. El reloj, mientras, sigue amontonando arena en su base. La escena transcurre en un decorado desfasado, clásico. La cámara se aproxima al artilugio de anticuario. Al fondo se escucha una vieja canción: “Reloj no marques las horas, que me siento enloquecer y tu tic-tac me recuerda, mi irremediable dolor. Reloj detén tu camino, haz esta noche, perpetua…”

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