'Bendecido'. Esa es la palabra con la que Jorge Galán expresa cómo se siente por el camino que se está abriendo en las letras regionales e internacionales. En 2006, cuando se planteó más allá del anhelo que quería ser escritor, dejó los tenis y la cancha de básquetbol en barrio San Jacinto y se postuló al Premio Adonais de Poesía. Lo ganó. Si bien el Adonais, en especias, no significó más que cien ejemplares del poemario y una pieza del escultor español Venancio Blanco, sin ceremonia siquiera que le permitiera hacerse de contactos en España, sí le abrió las puerta en algunas editoriales. 'Al menos ya estaban dispuestas a leerte', explica.
Ahora, casi 10 años después y ya establecido gracias a las antologías en que ha sido incluido y a su poemario publicado por Visor, la única gran editorial en español dedicada a la poesía, ha vuelto a España para publicar su tercera novela, la primera publicada en ese país, auspiciada por el sello Valparaíso Ediciones. Durante un mes, Galán visitó 12 ciudades en las que realizó alrededor de 20 presentaciones. Un trabajo cansado, explica, pero que le compensaba cada vez que se enfrentaba a un nuevo salón repleto de personas que habían leído su libro. Al influjo revitalizador de esas jornadas de trabajo se suma la satisfacción del escritor por haber recibido un gesto de generosidad de parte de Almudena Grandes, una de las escritoras a las que más admira por su trayectoria. 'Escribió el prólogo, nadie se lo pidió. Fue conmovedoramente generosa. A mí me impactó muchísimo'.
Galán se confiesa un hombre tímido. Pese al éxito de sus libros en el exterior, le suena ostentoso que se le llame el más reconocido autor de su generación fuera de las fronteras, y prefiere decir que 'gracias a Dios' su curiosidad e ingenuidad le ha permitido llegar hasta donde está hoy. Cree, eso sí, que apenas ha empezado a avanzar. De las críticas, de las posibles envidias, trata de abstraerse. Se inclina más en invertir sus energías en escribir. Lo demás, dice, son cosas que pasan.
Incómodo ante cámaras y entrevistas, suele pedir que se le anticipen las preguntas y negarse a posar. Pero de España ha vuelto relajado, menos a la defensiva, y poco a poco la conversación se va volviendo más fluida. Incluso es él quien introduce el tema de cómo vivió desde la Dirección de Letras en la Secretaría de Cultura la superficialidad con que se mira a las artes, sobre todo a la literatura, en los pasillos del poder político. Una concesión poco habitual en alguien que, al hablar, trata de protegerse en el caparazón del optimismo.
La habitación al fondo de la casa es su primera novela publicada en España y aparte de la primera edición agotada en cuestión de dos meses, ha recibido una de las mejores críticas de parte de Almudena Grandes.
Yo estaba muy nervioso con Almudena. La admiro mucho, la había leído desde hace tiempo y cuando me enteré de que le habían dado la novela pasé dos o tres semanas muy nervioso. Porque imagínese que esa mujer hubiera dicho algo… Aunque la novela se hubiera publicado y vendido, para mí hubiera sido un golpe terrible. Y por suerte le gustó y escribió un prólogo. Nadie se lo pidió. Presentó la novela en La Central, en Madrid. Fue muy generosa. Totalmente generosa. Conmovedoramente generosa. A mí me impactó muchísimo. Todas las críticas fueron muy positivas.
Con una crítica como la de ella usted dijo: ahora puedo morir tranquilo.
Me dio mucha tranquilidad. Porque estaba muy inseguro. No tenés idea de lo inseguro que estaba porque era mi primer libro en España. Y, luego, el libro está escrito de una manera que tampoco sabía cómo lo iba a tomar la gente. Podían pensar que era una tontería o algo así. El editor pensaba que Almudena podía decir una frase y la podíamos poner en la contraportada. Recuerdo perfectamente, una mañana aquí en San Salvador, cuando el editor, eufórico, me escribe: “Almudena no escribió una frase, escribió un prólogo”. El tipo estaba felicísimo. Y ya cuando leí el prólogo no solo me traquilicé, sino que me sentí como si hubiera ganado un premio. Una felicidad así o más grande. Porque era la aceptación de alguien a quien he admirado bastante. Fue muy grande. Muy bonito.
Eso a nivel literario. Pero ¿y con el público español, cómo ha sido el recibimiento? Ya en España se le conoce por los libros de poesía que ha publicado con Visor.
Buenísimo. De verdad, nunca me había enfrentado… Bueno, con Alfaguara por los niños, pero los libros de poesía muy poquito, y más con mi renuencia a leer. Pero en la presentación de los libros nunca me había enfrentado a tanta gente. Fue entrañable porque la gente hablaba de tu libro, te decía cosas muy cariñosas y luego también otros escritores. Fue una cosa muy entrañable, era una cosa muy cansada porque tenías que ir de Madrid a Valencia, de Valencia a Málaga, de Málaga a Sevilla, de Sevilla a Granada… Era muy cansado ir de un sitio a otro y había muchas entrevistas y cosas así. Lo normal si estás presentando un libro. Pero era revitalizante. Llegabas con la gente, que era gente normal, no tenían por qué ser literarios, alguno había, alguna crítica recibí, pero era gente que había leído tu novela, que les había gustado, que te decían un montón de cosas conmovedoras y eso fue muy bonito. De verdad, una cosa impresionante. También que la primera edición se acabó en dos meses y era como una ilusión permanente. Vamos a ver qué pasa ahora…
Bueno, hay que tomar en cuenta que también se trata de un público que tiene más acceso a libros, un país más desarrollado y con mayor aprecio por la cultura…
Es gente como mi madre, que lee un libro y le gusta. Solo que, bueno, se acostumbra más la lectura, es un país del primer mundo, hay más dinero para comprar libros, hay muchas más librerías, y la gente habitualmente suele leer un poco más, es la verdad. Pero eran gente normal. Gente a la que le gusta leer. A veces gentes de clubes de lectura que habían leído la novela… No era nada del otro mundo, nada que no hubiera acá, incluso. Y luego, bueno sí, contacto con otros escritores, pero eso ya es otra cosa.
Ahora que ha tenido la oportunidad de viajar por España presentando su nueva novela, me imagino que en más de alguna ciudad le deben de haber preguntado por la situación en su país. ¿Qué se sabe allá de El Salvador?
Creo que no hubo una sola presentación en la que no me preguntaran sobre las maras. En todas, en todas. De la migración se sabe mucho menos. Siempre me preguntaban si era verdad que era tan peligroso. Se tienen imágenes muy sombrías de lo que sucede. Aunque también son ciertas. Pasan muchas cosas terribles acá.
¿Y literariamente, a quiénes conocen aparte de Jorge Galán?
A Roxana Méndez la conocen porque ganó un premio hace dos años ahí y publicó en España. Entonces en ciertos ámbitos de poesía sí la conocen, pero muy poquito. Horacio Castellanos Moya se conoce más. No es una cuestión de tener o no talento, sino de estar en el sitio y de publicar en esas editoriales. Entonces cuando pasa eso sí los autores se van conociendo. Lo que pasa es que nosotros tenemos autores de talento, pero si no están ahí es muy difícil que se conozcan. Me imagino que la antología que sacó Visor de poesía salvadoreña ha llevado el conocimiento de la poesía por lo menos al ámbito académico. Hay gente interesada, curiosa, pero es muy difícil medirlo. Pero, eso sí, la antología la vi muchísimo. Pero era de Visor, pues, era lógico que anduviera por ahí.
De esta gira que recién terminó en España se han resaltado además situaciones un tanto ajenas a la novela. Como que tuvo la oportunidad de conocer a distintos íconos, entre ellos a Joaquín Sabina, con quien compartió mesa.
Para la editorial era importante ponerlo todo porque entendían que eso era publicidad. A mí es que me daba un poco de no se qué, pero ellos lo ponían todo. Les doy la razón, hay noticias que impactan. Lo que pasa es que yo a él lo conocía de antes, pero no es mi amigo. Él es muy amigo de Luis García Montero y de Benjamín Prado, con quienes hicieron un disco. No es que sea amigo mío. Yo lo he conocido en ese contexto y ha sido muy muy amable. También Miguel Ríos y gente así. En el marco de esta gira, pues como vas pasando por muchos sitios vas encontrándote con mucha gente y se dio así. No sé qué decirte. La gente ha sido muy amable, estas personas que sí son íconos y personalidades pero en el trato no te lo hacen notar. Están sentados en una mesa, diciendo tonterías, riéndose, diciendo alguna cosa, cantando, hablando de su visita. Yo entiendo que esto es un negocio y entiendo que la publicidad también significa que la gente se entere de qué estás haciendo. Y lo acepto porque es parte del profesionalismo con el que tengo que aceptar las reglas del juego. Que sean personas notables y que yo admiro, pero para qué nos vamos a mentir, su trabajo creativo me parece admirable.
¿Y con Almudena fue lo mismo? ¿O se conocieron a partir de que ella terminó escribiendo el prólogo?
Pasa que Almudena es la esposa de Luis. Yo la conocía pero ahora he estado mucho más cerca de ellos. Pero antes que la veía así me impresionaba un montón porque la había leído desde los años 90, y ahora mismo Almudena es una institución en España. Las últimas novelas son tremendas, está emulando lo que hizo Galdós hace un siglo. Y, claro, me impresionaba. Lo que pasa es que es tan normal. Una persona que ha vendido millones de libros, que la conocen en todos sitios pero vos llegás a su casa y te hace la cena y se pone a platicar con vos como cualquier persona. A mí me parece que es una de las personas con las que no solo aprendes literariamente, sino humanamente también, personas con tanto éxito pero que son tan dadivosos, tan cariñosos, tan normales. A mí me impresionó mucho que quisiera presentar la novela en Madrid, porque recomendó la novela en un programa a final de año, diciendo que era una de las mejores novelas del año, una generosidad tremenda, de verdad, y te sentís en deuda, no hallás ni de qué manera decirle gracias.
¿Cuáles son los planes para La habitación al fondo de la casa en El Salvador?
La novela está a la venta en las librerías. Yo creo que sí podría presentarse. El Salvador es difícil en esos temas. Ahora se ha dado una cosa muy peculiar para mí, van a publicar una novela con la que he ganado los Juegos Florales. Tengo 15 años de participar en los Juegos Florales y es la primera vez que me publican un libro. Así que me sorprendió muchísimo y casualmente es una novela, así que la vamos a presentar en marzo. Pero hablando de esta novela, no se tiene nada previsto aún. A lo mejor terminamos presentándola en algo, pero no lo sé.
Usted ganó sus primeros Juegos Florales en 1996 y si no hubiera ganado los premios internacionales, probablemente hasta en 2014 estaría viendo su primer libro publicado. ¿Qué significa ser escritor en El Salvador?
Significa muchas cosas. Todos sabemos que en el país es muy difícil porque en El Salvador hay muy poquitas editoriales y todos los autores que se publican en estas editoriales, casi, rarísimo, pero la mayoría se queda en el mercado local. Ahora, con esta cosa de que se puede vender por Amazon y todo eso podría irse más allá, pero a mí me llama mucho la atención cómo hay tanta gente que escribe muy temprano, ves que hay tantos escritores de 20 a 25 y 30, pero muy poquitos de 50 a 60. Así que por un lado es complicado y por otro, vivimos en un país en donde siempre está pasando algo, siempre hay algo dramático… La cotidianidad nuestra es un hervidero de temas. La migración, los problemas con las maras, el drama cotidiano… Siempre hay algo que podés explorar, hay un tema que te puede impactar… siempre hay algo. Entonces yo creo que eso es enriquecedor. A mí me han preguntado más de alguna vez en España o en otros países y yo siempre les digo lo mismo: que si bien es cierto que por un lado es muy complicado, por otro es un hervidero auténtico.
En una entrevista usted mencionaba, también, que siendo un país tan pequeño y con una tradición literaria no tan fuerte, también se puede convertir en una ventaja.
Cuando yo me refería a eso de que no había una tradición literaria fuerte es porque nuestra tradición es muy poquitita. Son muy poquitos autores. Hay muy poquitos novelistas, hay un poquito de todo. Somos un país pequeño que no publica mucho, un país que no le ha dado importancia a muchos de nuestros autores. Entonces es lógico que al haber tan poco hay una tendencia, y por eso a veces terminan influenciándonos autores de otras lenguas o de otras latitudes, pero eso es normal. A un español le puede influenciar el que sea y a un mexicano también, pero su tradición es tan fuerte que sus autores están ahí. Pero en El Salvador esos fenómenos no se dan. Entonces, no tenemos una tradición tan fuerte que nos arraigue tanto.
Usted que es uno de los escritores contemporáneos más conocidos sobre todo en España, cómo ha sentido a sus colegas acá en el país. ¿Es celoso el ámbito literario en El Salvador?
Primero, creo que eso que dice que soy uno de los escritores contemporáneos más conocidos quizá sea una exageración. Pero bueno, he publicado algunos libros y he ido avanzando. En el ámbito salvadoreño, es que no lo sé, por mi propia naturaleza, no me gusta tanto… Cuando tengo que ir a un evento es porque tengo que ir. No me gusta leer en público. Si tengo que hacerlo, porque una editorial me publicó, tengo que hacerlo, es mi obligación, pero si puedo evitarlo no lo hago. No por nada, sino porque prefiero ver un partido de fútbol, salir a comer, ver una película en el cine, que ir a una lectura. Me cuesta mucho. Entonces, no tengo mucho contacto de ir a recitales y demás. En por el poco contacto que he tenido que nunca he tenido una queja. Sobre todo cuando estaba en la DPI y conocí escritores… Tengo amigos que son escritores, como Roxana Méndez, Carlos Serpas, Herberth Galeano. Yo no he sentido el mayor conflicto. He conocido gente, por ejemplo a Castrorrivas, que me parece buenísima gente, a María Cristina Orantes, que me parece una persona magnífica... He estado hablando últimamente con Otoniel Guevara por un tema que le preguntaba sobre algo. No puedo decir que me he peleado con nadie. A lo mejor si estuviera mucho más en contacto podría sentir algo así, pero no lo he sentido. No he sentido especialmente nada. No digo que no exista, es solo que yo no lo he sentido. A lo mejor estoy un poco alejado para sentirlo. Puede ser. Si está pasando no me he dado cuenta y tampoco quisiera darme cuenta.
Le decía que era uno de los escritores contemporáneos más reconocidos por los premios que ha ganado y que en algunos casos le ha permitido publicar libros de poesía. Y que también de alguna u otra forma ha tenido mucho apoyo de Chus Visor, a quien no sabría si llamarle su padrino.
Ja, ja, ja. A ver. Yo había visto a Chus en Nicaragua porque había llegado al Festival (de poesía en Granada), pero no lo conocía, solo sabía quién era. Yo tenía la ilusión, porque Visor es Visor, de publicar un libro. Pero era muy complicado. Y en 2009 hay un concurso, el Premio Machado, en el que eran jurado Luis García Montero y Chus Visor. Entonces, se me ocurrió que podía participar con la ilusión de que si quedaba entre los finalistas o ganaba el premio podría conocerlo. Y se dio exactamente así. En noviembre 2009 yo viajo a España por primera vez, porque quedo finalista del Premio Machado, invitaban a los seis finalistas y estando ahí decían quién ganaba. Y en la ceremonia conozco a Chus, a García Montero, a Marco Antonio Campos, a Benjamín Prado por primera vez y me premian. Y así fue como los conocí, dándome un premio. Y, bueno, ya en ese contexto, un tiempo después tuve la oportunidad de darle un libro y de publicar en Visor. Y luego, pues, sacaron una antología en donde me incluyeron, luego sacaron Poesía ante la incertidumbre, que es de autores latinoamericanos jóvenes, que ha sido un apoyo formidable porque lleva 15 ediciones a lo largo de todo el continente. Entonces, siento que es muy difícil decir que Chus sea… Se ha convertido en mi editor. Ahora tengo un libro nuevo, veremos qué sucede. Pero es todo. Y es que, a ver, a veces lo que uno necesita también es una aceptación. Que alguien te diga que le gusta tu trabajo. Ese apoyo es fundamental y muy fuerte y yo he encontrado ese apoyo en ellos y ha sido importante para mí. Y Chus es un editor que es una leyenda. No puedo decir que sea mi amigo, pero ahora sí ha estado de alguna manera más cerca.
Regresemos un poco en el tiempo. En 2006 ganó el Adonais en España. ¿Qué pasó a partir de ese premio? ¿A quiénes conoció?
Ahí no conocí a nadie. El Adonais tenía como costumbre premiar en el sitio en el que uno gana. Hubo una pequeña ceremonia en el Centro Cultural de España, pero al día de hoy no conozco a mis jurados. Como le acabo de decir, fui tres años después. Pero sí me sirvió en muchos otros sentidos: si eras premio Adonais tenías una carta de presentación, que ahora mismo todavía me sirve. Todavía se menciona. He ganado otros premios, pero el Adonais en España como que suena más.
Entonces sí le abrió puertas con alguna editorial...
Yo siento que sí, porque con tener un Adonais las editoriales estaban dispuestas a leerte. No todas, porque si yo quería enviar un libro a Visor, pues, ellos reciben 200 libros al mes, no lo iban a leer salvo por mucha suerte. Si ni abrían tu correo no te enterabas. Es muy difícil llegar a esas editoriales, muy muy difícil. A mí me han preguntado antes lo de los premios (que le han permitido publicar libros de poesía) pero lo que pasa es que a veces no tenés opción. Tu opción es intentar ganar un premio, que es muy, muy complicado. Porque tené en cuenta que sos de El Salvador. O sea, no es fácil. No podés hacer una gira para vender los libros. Ahora sí porque es una novela y es otro tipo de cosa, pero un libro de poesía es muy difícil. Yo llegué a las editoriales de poesía por eso.
¿Cómo llegó a Valparaíso ediciones?
Llegué porque los conocía por la poesía, también porque Roxana ganó un premio ahí y porque estaban vinculados al Festival de poesía de Granada. Es una editorial magnífica de poesía, tienen libros buenísimos. Es una editorial joven que pronto sacarán un libro de (Charles) Simic, a (Charles) Baudelarie, muchísimos autores de primer nivel y luego los combinan con autores más jóvenes o autores centroamericanos. Un año antes de que Roxana ganara el premio había conocido a Javier Bozalongo, que es el director, en una cosa de poesía. Ya en los últimos dos años él tenía la idea de publicar novelas. No quería que fuera la suya una editorial solo de poesía, sino lanzarse a publicar novelas. Y tuve la suerte de que le gustara y que comenzáramos con esta, que era un aventura mutua.
Y a usted, a pesar del reconocimiento internacional que tiene, ¿le cuesta ubicar sus libros en las librerías?
Se tiene el prejuicio de que no se va a vender. Yo no digo que no sea fundamentado, pero hay muy poquito. De los libros que he publicado en España es la primera vez que veo un libro en una librería de acá, los de poesía nunca estuvieron. La editorial se encargó. Me imagino que no debe de haber sido tan difícil. Cómo traten las librerías el libro, si le dan publicidad en sus páginas web, si ponen cosas de libro, que es lo normal que hacen las librerías, sinceramente no he me fijado, no he estado al pendiente. Tenía siempre la cabeza en otra parte y no me he fijado. Yo espero que lo hagan. Me enteré de que habían pedido 12 o 15 y una librería pidió un par más. No puedo decir que 12 o 15 que sea un éxito, pero vaya, por lo menos pidieron más.
Después de estos años en los que ha ganado tantos premios siendo tan joven y tener libros publicados acá, en España, con F&G de Guatemala, con Alfaguara Centroamérica... ¿Es para usted un sueño hecho realidad? Hay muchos acá que aspiran a que por lo menos la DPI los publique.
Siempre te hace muchísima ilusión publicar un libro y a mí me costó mucho aprender o tratar de escribir historias porque no fue fácil para mí escribir historias. Y ahora verlas publicadas, pues sí, es un gusto muy grande. Y los poemas también. De pronto uno ve ciertas ediciones y dice “uhh, ojalá que algún día un libro mío se vea así”. Y que es natural desear eso. Yo veía a (Walt) Whitman o a (Francisco) Alexander o a (T.S) Elliot en Visor y pensaba “Ojalá un día mi libro pueda estar ahí” y eran ilusiones de un muchacho. Y sí, sería falso decirte que no estaba emocionado, que no me impresionó la primera vez que vi a Chus y decir “uh, este es el tipo de Visor”. Aún ahora, yo no soy muy sociable, aún ahora me cuesta relacionarme con la gente, me cuesta un montón. Y vaya, el otro día estaba contando que mis amigos más entrañables en España son con los que veo fútbol. Pueden ser escritores, como Luis o Benjamín, o Fernando Valverde, pero es porque tenemos esa cosa del fútbol y hablamos más de eso que de poemas o del libro. Y he ido al estadio con ellos. Y me he hecho más amigo de ellos por el fútbol que por otra cosa. En ese ámbito sí me siento mucho más cómodo. Pero luego hay cosas que todavía me cuestan un poquito. Pero sí, yo sueño. Todavía me hace muchísima ilusión. Tengo un nuevo libro de poemas y me haría mucha ilusión verlo vestido de negro otra vez.
¿A qué otros mercados le gustaría llegar?
A mí me preocupa mucho que los libros estén bien. Y cuando usted me pregunta adónde quisiera llegar, mi único pensamiento es que ojalá pueda escribir esta novela y que ojalá quede bien. Y es una preocupación real. ¿Que dónde me gustaría publicarla? Bueno, me encantaría ver mi libro es una edición de pasta dura, me parecería muy bonito verlo así o que el libro gustara y la gente lo leyera y me pasara lo que está pasando con esta novela. A mí me daría mucha ilusión eso. Pero principalmente lo que quisiera es escribirla lo mejor posible y pienso en eso todo los días y siempre me preocupa muchísimo cuando voy a escribir un libro nuevo. Porque puede preguntarse uno, bueno, ¿de verdad voy a ser capaz de escribir esta cosa? Y es una preocupación real. Ya luego, si usted me pregunta dónde, no lo sé. Siempre he pensado que al mercado de los hermanos lejanos sería bonito llegar ahí, porque hay millones de gente de El Salvador ahí y me parece que recibís muestras de cariño de tus compatriotas que están afuera, que todo lo sienten más grande. Esa sensación que ya la he pasado es muy bonito y nunca he podido compartir un libro con ellos. A mí sí me gustaría eso. Vamos a ver si se puede.
Me mencionaba anteriormente que El Salvador es un gran caudal de temas para escribir, pero probablemente hay países que por su historia, su cultura, su posición geográfica tengan mucho más caudal. ¿Alguna vez se ha planteado irse del país?
A mí me gusta mucho viajar. Me gustan mucho algunos países, Inglaterra me gusta muchísimo, el paisaje, las casitas… Pero no lo sé, El Salvador es un país difícil pero también es un país entrañable. A mí me lo parece así. Y yo me siento cómodo haciendo lo que hago de irme y volver, irme y volver… Y mientras pueda hacerlo lo seguiré haciendo. Me voy algunas temporadas y luego vuelvo. Yo preferiría eso. No lo sé, tal vez las circunstancias me llevan alguna vez a plantearme dejar el país, a lo mejor me caso con alguien de afuera… Pero por el momento no me lo planteo así.
¿Qué esperaría para el quehacer literario en el país, independientemente del partido que gane las elecciones?
Tuve la experiencia de estar en la Secretaría de Cultura y yo esperaría de que la gente en algún momento se diera cuenta de que si no dejamos de ver a los autores como vagos y no hacemos algo por desarrollar esos talentos, nos estamos perdiendo de mucho. La literatura no es un desperdicio. La literatura es algo propositivo. Que la Secretaría no tenga presupuesto para hacer proyectos de literatura y que lo único que hagamos sea organizar recitales me parece que es un desperdicio tremendo. Yo viví la experiencia de estar ahí y tener cero presupuesto. Y yo siempre he dicho lo mismo: un recital lo organiza cualquiera. Los Tacos de Paco tiene 500 lecturas y es un restaurante. Me parece que está muy bien, pero como Secretaría no podemos reducirnos a eso. Había que dar becas, que modificar los Juegos Florales para que se publicaran. Siempre estábamos haciendo proyectos y nunca podíamos llevar nada a cabo porque nunca teníamos un centavo. ¿Cuál es nuestra novelística, por ejemplo? Y por qué gente con talento no puede estar subsidiada para escribir un libro. ¿Por qué creés que el artista es un vago que va a desperdiciar el dinero del gobierno? Y esto pasa a nivel de país. ¿Qué es un salvadoreño? Nos conocemos cada vez menos. Pero claro, cómo podemos conocernos si solo vemos la superficialidad. Y el arte es profundidad. Y si no llegamos a eso, si creemos que un pintor es un vago, si creemos que un poeta es vago, si creemos que un novelista es un vago, si creemos que es desperdiciar el dinero. Pues vamos a quedarnos en esa superficialidad siempre. Aquí hay gente muy valiosa, Carmen González Huguet, Roberto Laínez, Mauricio Orellana, por ejemplo, que ha escrito un montón de novelas ya. Vladimir Amaya, Roxana Méndez. Claudia Hernández, que es talentosísima. Hay gente con talento, pero parece que no la hubiera. Porque parece que no sucede nada salvo algunas iniciativas personales de estos autores. Y yo creo que si esperaría algo para la literatura es eso, que se cambiara la mentalidad. Yo sé que es trillado decirlo, pero es que un autor lo que necesita es tiempo y si podés proveerle tiempo podés proveerle una beca para escribir… Es como que fuéramos un caparazón sin alma. Si el arte no va más allá, es básicamente eso.
A partir de las circunstancias que acaba de describir ¿se considera una persona con suerte? Poniéndonos desde la perspectiva de un país que no apoya a sus escritores, la escasa oferta editorial o incluso la dificultad de que una librería incluya su libro en los anaqueles para ponerlo a la venta.
Si vos querés lo podés llamar suerte, o bendición, el término que le querás dar. Lo que sí es cierto es que tampoco me he quedado en mi casa sentado. Es cuestión de trabajar todos los días. De leer todo lo que podás, de trabajar todo lo que podás y un poco también de ser bastante inconsciente, porque yo creo que en algún momento había una carga de ingenuidad en mí de creer que podía hacer las cosas. Irresponsabilidad e ingenuidad. Era el año 2006, no tenía un centavo en la bolsa, no tenía un trabajo, estaba en San Salvador, no conocía absolutamente a nadie. Era bastante ingenuo pensar que podía ganar un premio como el Adonais, quedar en esa lista a la par de Claudio Rodríguez y de Ángel González, era bastante ingenuo. Gracias a Dios la cosa funcionó. Yo preferiría llamarle bendición que suerte. Pero sí había un grado de inconsciencia muy muy grande. Yo me acuerdo que un día haciendo tiros en una cancha, en calzoneta, en San Jacinto, y pensé: ¿De verdad voy a ser escritor si estoy metido aquí donde no pasa nada? Más o menos me horroricé. Pero como también tenía esa cosa en la cabeza, esa facilidad para soñar y para inventarme cosas, que es un poco irresponsable, además, creía que podía hacer cosas. Yo no digo que he logrado algo. He comenzado a publicar. Es un comienzo, pero por lo menos creo que he avanzado un poco.