Jorge Velado, presidente del partido Arena, bajó de la tarima después de proclamar a Norman Quijano como presidente “electo y legítimo” de El Salvador, y cedió el control del discurso a un hombre misterioso, ataviado con un gorro navarone y gafas de sol. Un encapuchado. Un hombre sin nombre ni rostro que le hablaba a más de 2 mil manifestantes que marcharon hasta la sede del Tribunal Supremo Electoral (TSE). A una cuadra de las oficinas nadie criticó ni temió a aquella enigmática y misteriosa figura, que les contó de un supuesto nuevo fraude cometido por las autoridades de Centros Penales. “Sacaron reos a votar”, dijo el encapuchado, y todos los manifestantes de Arena, incluida la fórmula presidencial, lo escucharon atentos. Le creyeron.
El partido de derechas Alianza Republicana Nacionalista (Arena) no es un partido acostumbrado a marchas de calle, como sí lo fue la oposición salvadoreña del siglo pasado; o como lo han sido las organizaciones sindicales o gremiales más ligadas a la izquierda política salvadoreña; o como los manifestantes del FMLN, su principal adversario político. De hecho, en el pasado, han sido los manifestantes del FMLN los que han llevado a sus marchas a un sinfín de encapuchados. Pero esta vez es diferente y Arena es ahora la que lleva uno para conseguir sus fines. Debemos aclarar, sin embargo, que entre unos y otros hay una diferencia: a su encapuchado -del que se desconoce su data, “para protegerlo”, según Velado- los de Arena lo llevaron en versión video y no en carne y hueso. Era el encapuchado una imagen agrandada en una como las del cine, que hablaba para una cámara que lo grabó quién sabe en qué lugar. “Un hombre valiente”, dijo Velado cuando lo presentó.
El encapuchado es un supuesto custodio de la Dirección de Centros Penales que asegura haber sido testigo de un supuesto fraude. Una nueva versión del partido sobre el robo que aseguran ha sido permitido en las urnas para robarles el triunfo electoral. La quinta versión del fraude, desde que el domingo 9 de marzo, el candidato Norman Quijano y varios dirigentes hablaron de unas actas que habían sido alteradas. Ahora, según el encapuchado, del Centro Penitenciario de Apanteos, en Santa Ana, salieron 40 reos que fueron a votar en las elecciones. Dice que lo sabe porque vio a esos reos que llegaron con sus dedos entintados, jactándose de que habían votado por el FMLN. Dice que sabe que prácticas similares se cometieron en otros centros penales, y que las autoridades también permitieron las salidas de muchos reos en fase de confianza. Dice que los reos que salieron a votar eran pandilleros de la nueva generación de pandilleros: “Sin tatuajes”.
En su tercera marcha en los cinco primeros años de un gobierno de izquierda, en su tercera marcha tras la elecciones del 9 de marzo, Arena sigue arengando contra los resultados electorales del 9 de marzo, que según el escrutinio final, oficializado a la 1:50 de la madrugada del jueves 13, dio un triunfo al FMLN con el 50.11 % contra el 49.89 % de Arena.
Es curiosa y novedosa la forma de protestar de un partido político de derechas. Mueve cantidades considerables de gente pero no es consistente en sus proporciones ni en su aguante. El domingo 9, por ejemplo, al hotel llegaron unas 300 personas, pero solo aguantaron dos horas. Les llevaron gaseosa, pan dulce y agua. Se sentaron a comer y ya luego se marcharon, cansados, agotados por una jornada extenuante.
Al día siguiente no marcharon, pero un nutrido grupo se concentró frente a las instalaciones de la Fiscalía General de la República. En la concentración había familias con la suficiente capacidad económica para protestar bajo los atentos ojos de sus guardaespaldas.
Escenas como esa se repitieron el martes 11, cuando Arena organizó su primera marcha. Norman Quijano dice que ellos no la organizaron, que fue una manifestación espontánea de sus bases. Difícil creer, sobre todo cuando son dirigentes del partido los que coordinan la logística del recorrido. Ese día era el diputado David Reyes quien, montado en su silla de ruedas, a la cabeza de la manifestación, ponía los altos y ordenaba el avance, que protagonizaba no él, sino que el presidente del partido, Jorge Velado. Ese día marcharon alrededor de 6 mil personas, que se congregaron en el redondel de la Plaza Uruguay y bajaron sobre la calle del Mirador para protestar contra el “fraude” y para anunciar que quieren una conteo “voto por voto” en el escrutinio final, una petición fuera de la ley según el Código Electoral. Arrancaron a las 8 a.m. pero a las 11:40 la mayoría de los marchantes ya se había esfumado.
El miércoles 12 repitieron la concentración, por la mañana, pero la cantidad de gente era mucho menor a la del martes. El jueves descansaron, luego de conocidos los resultados del escrutinio final, y este viernes volvieron a salir, pero la cantidad de personas fue menor a la del martes. Unas 3 mil personas llegaron a inmediaciones del TSE para escuchar a Norman Quijano, a Jorge Velado y a un encapuchado.
Arena tiene el mecanismo de la protesta un tanto oxidado. Nacido en 1981, Arena sí fue un partido que supo protestar cuando aún gateaba. Allá por los inicios de la guerra civil salvadoreña, líderes fundadores como la expresidenta de la Asamblea Legislativa y expresidente del partido, Gloria Salguero Gross, incluso protestaron –incluso con cacerolas- frente a la embajada de los Estados Unidos por la injerencia del país norteamericano en la política salvadoreña (o en realidad por el papel que jugó Estados Unidos en la persecución de la Junta Revolucionaria de Gobierno contra el máximo líder y fundador del partido, el mayor Roberto d’Aubuisson). De eso, sin embargo, han pasado muchos años. En 1989 Arena llegó al poder y pasó 20 años en el poder. Por eso quizá ahora le cuesta coordinarse. Por eso quizá gatea de nuevo.
Este viernes, mientras bajaba por la calle del Mirador, la gente no entendía cómo tenía que marchar. ¿Tomando toda la calle, como el martes, o cómo? En cada uno de los tramos tenían que andar gritando orientadores para pedirle a sus correligionarios que por favor despejaran el carril de subida, para que los automovilistas pudieran continuar su camino.
En las marchas de Arena, los contrastes saltan a la vista y hacen de estas todo un menú que sería muy bien auscultado por los sociólogos, etnógrafos, economistas, sicólogos y antropólogos. Así, una mujer con gafas de sol estrella con sus manos las culatas de dos cacerolas que brillan porque son nuevas. Casi a la par, Miriam Martínez, una mujer desempleada, 34 años, aspecto humilde, chancletas y jeans gastados, estrella dos cacerolas que de tanto uso han perdido su capa de teflón. Otra: tres motociclistas avanzan, detrás de la cola de la marcha, montados sobre sus motos que bajan apagadas. Todos llevan una capa tricolor en la espalda. Una de las motos es una Honda que costó alrededor de 2 mil dólares. Las otras dos están tan gastadas que hasta el logotipo de la marca han perdido. “Hay que ahorrar la gasolina”, dice el de la Honda. De repente se escucha un ¡rum, rum, rum! que los alcanza. Es un joven que viene abrazado por una rubia modelo que también lleva capa tricolor. Bajan montados sobre una oda a la ingeniería en dos ruedas. El rum, rum, rum no se apaga, y cinco minutos se queda en rum, rum, rum hasta que se esfuma a toda velocidad: ¡rum, rum, ruuuuum! “Púchica, era una BMW. ¿Cuándo yo?”, dice el de la Honda, que ríe con cara de buena onda.
En las marchas de Arena, los dirigentes se preocupan por ir pidiendo calma, no a la confrontación, por calmar los ánimos de sus manifestantes. Así, el martes, en la primera marcha, Jorge Velado incluso calmó él a un manifestante que zarandeaba, furioso, la valla con la cual la Policía frenó el avance de los manifestantes. Era René Rendón Silva, otrora seguidor del desaparecido dirigente de Arena y director departamental del partido, Adolfo Tórrez. “¡Sáquenlo!”, gritaba la gente.
Este viernes, en su tercera marcha, los manifestantes de Arena probablemente hayan cometido el primar acto vandálico en su historia. Habrá que comprobarlo con los archivos periodísticos de los 80 y 90, pero lo cierto es que el viernes el cristal del parabrisas de un vehículo sufrió la ira de los tricolor. '¡Lo peor de todo es que yo también soy arenero!', gritaba indignado el dueño del vehículo.
Este viernes, Norman Quijano marchó, pero no desde el arranque, sino que se sumó a una marcha que ya había recorrido un kilómetro. Llegó, entonces, al centro de la marcha, y ahí fue arropado por aplausos y simpatizantes que se tomaban fotos, se tomaban fotos, se tomaban fotos. Con él y con René Portillo Cuadra, su acompañante en este viaje en el que todos gritan “¡fraude!” pero nadie es capaz de presentar una prueba contundente de ese supuesto hecho.
Este viernes, además, aparecieron más caras con poder que las que han estado apareciendo desde que terminaron los comicios. Este viernes, Milagro Navas, la alcaldesa de Antiguo Cuscatlán, la funcionaria tricolor con más años consecutivos en el poder (el de su municipio) llegó repartiendo sonrisas al redondel de la Plaza Uruguay. Ella sí hizo todo el recorrido con sus seguidores, que esta vez también fueron movidos desde lugares tan lejanos como el municipio de La Libertad a bordo de autobuses particulares.
La alcaldesa Milagro Navas no solo caminó, sino que hubo instantes en los que bajó corriendo, desesperada, hacia el centro de la marcha. Ahí se estaban congregando los nuevos rostros que apoyan la cruzada de Quijano, Portillo Cuadra, Jorge Velado, Ernesto Muyshondt, Ana Vilma de Escobar, Roberto d’Aubuisson, César Reyes y Enrique Valdés. Todos ellos han sido las caras de las protestas de estos últimos días, apoyados hasta hoy, al menos en las marchas, por uno de los fundadores del partido, Roberto Ávila. Hoy, Ávila también se encontró con otros dos fundadores: Hugo Barrera y Gloria Salguero Gross, que quizá habrá recordado cuando marchó por primera vez a inicios de los años 80.
Milagro Navas llegó corriendo hasta donde estaba Quijano y el resto, y ahí se encontró con todos, y también con la diputada y excanciller Margarita Escobar. Hasta hoy, no todos los diputados de Arena ni todos los pesos pesados de Arena han acuerpado las protestas, al menos no públicamente.
“Si no ayuda, no mallugue” , le dijo en broma y entre risas la diputada Escobar a la alcaldesa Navas, cuando ambas chocaron por encontrar un puesto más cerca de la fórmula presidencial. Todos bajaron, y mientras bajaban hubo un momento de confusión.
A un costado del hotel Crowne Plaza, todos se detuvieron y al parecer nadie sabía hacia dónde se debían dirigir. En las calles de acceso al hotel había autobuses desde donde descendían personas que se iban incorporando a la manifestación. Una mujer de avanzada edad, que caminaba en la acera, decía que uno de esos buses provenía del Puerto de La Libertad, y que la había traído a ella y a más personas.
Parecía que los presentes querían meterse al Crowne Plaza, pero siguieron su camino una cuadra abajo. Ahí se detuvieron y quienes dirigían la marcha pidieron a todos que regresaran otra vez a la altura de Torre Futura.
-¡Puya! Los que van adelante, ¿para dónde nos llevan? ¿para catedral? -decía desconcertado uno de los manifestantes.
Los organizadores habían armado una tarima al final de la 81a. Calle Poniente, pero Roberto d’Aubuisson no tenía certezas de cómo llegar hasta ahí. Él gritaba a sus correligionarios que cruzaran a la izquierda, sobre el pasaje Sagrado Corazón de Jesús. Cuando D’Aubuisson sentía que no lo escuchaban, alzaba un pequeño megáfono adornado con la bandera tricolor que cargaba en su mano derecha. “Crucemos a la izquierda, hermanos”, decía, con su voz aguda. Hasta que habló por el micrófono le hicieron caso, y unas 150 personas avanzaron media cuadra hasta que fueron detenidas por una mujer que habló más fuerte que el diputado. Desde unos parlantes instalados en un microbús, la voz de la mujer dijo: “¡Regresen. Es por la 81. Por la 81!”
-¿¡Y cuál es la 81, pues!? -gritó d’Abuisson, sin megáfono, y nadie lo escuchó. Así que, resignado, siguió caminando, con rumbo indefinido, hacia abajo, hacia donde se dirigían los microbuses.
Cuando la marcha llegó hasta el punto de destino, un animador invitó a subir a la tarima solo a tres personas: a la fórmula presidencial -Norman Quijano y René Portillo Cuadra- y al presidente del partido. Pero pegados a ellos iban todos los que se encontraron cerca del centro de negocios Torre Futura. Quijano, Cuadra y Velado subieron a la tarima, y cuando Hugo Barrera, Roberto Ávila y Margarita Escobar comenzaron a subir las gradas, sonrientes, emocionados, una de los asistentes de Quijano los detuvo. “No se puede”, les dijo. Tuvieron la mala suerte de que la madera en el centro de la tarima estaba desnivelada, y corría el riesgo de sucumbir con demasiado peso. Barrera se quedó resignado, pero decidió no bajarse de la cima de las gradas.
Entonces habló Quijano, insistió en que ellos ganaron las elecciones, y anunció que estas marchas no han acabado. “Este domingo invitamos a todos nuestros hermanos a que a las 10 de la mañana salgamos a las 14 cabeceras del país”, dijo. De todos los protagonistas en las marchas, Quijano también aprovechó para agradecer a uno en particular. A Ernesto Muyshondt, vicepresidente de Ideología, quien este día presentó una nueva denuncia de fraude ante la Fiscalía. La denuncia que también hace el hombre encapuchado. Quijano cerró su discurso con un anuncio claro: el partido “se está preparando desde ahora para las elecciones de 2015”.
Después habló Velado, y lanzó un mensaje triunfalista por los resultados obtenidos pese a la confirmación del escrutinio definitivo. “Arena está en uno de sus mejores momentos”, dijo. Velado, quien ha pedido la nulidad de las elecciones, el que quizá más ha ocupado la palabra “fraude”, este viernes casi se contradice.
“Según los datos oficiales…”, dijo Velado, que rápido se percató de que estaba avalando el resultado que da el triunfo al FMLN. Así que se corrigió: “según los datos oficiales, que están en tela de juicio, alcanzamos casi los 1.5 millones de votos en estas elecciones”, dijo.
“De cada 10 votos nuevos obtenidos en estos comicios, 7.1 fueron para Arena y sus candidatos. Ese es un logro espectacular”, dijo, y luego dio paso al hombre encapuchado, la razón que estaba detrás de las pancartas que cargaban buena parte de los simpatizantes. En las pancartas se leía una nueva leyenda, diferente a la de “voto por voto”. Decía: “fraude: sacaron reos a votar”.
En lo que parecía ser la secuela del primer capítulo de la campaña presidencial de Arena sobre las pandillas, Arena cerró su tercera protesta en las calles con un vídeo en el que un supuesto custodio daba declaraciones en las que denunciaba que 178 reos de Apanteos habrían votado en esta elección. Las reacciones del público no se hicieron esperar. Una joven de unos 20 años escuchaba en primera fila las declaraciones del hombre encapuchado mientras asustada, no por el encapuchado sino que por lo que decía el encapuchado, exclamaba que eso no podía ser así. Según Velado, el hombre encapuchado se presentó este día a la Fiscalía, ya sin su máscara, para dar su testimonio. Cuando el encapuchado terminó de contar su historia a los manifestantes, la tercera protesta de Arena acabó. Ya era de noche, y algunas personas todavía cargaban unas velitas que habían sido repartidas por Julia Regina de Cardenal, de la Fundación Sí a la Vida.