Ha pasado la etapa de incertidumbre y zozobra. Durante el interregno político que se extiende de la noche del 9 de marzo -cuando el Tribunal Supremo Electoral (TSE) anunció que los resultados preliminares de la segunda ronda electoral presidencial favorecían al FMLN-, a la ceremonia de acreditación de Salvador Sánchez Cerén y Oscar Ortiz como presidente y vicepresidente electos de El Salvador, el país vivió una tensa atmósfera política.
Durante ese periodo, los candidatos a la presidencia de ARENA y su cúpula dirigente se negaron a aceptar el triunfo del FMLN. En un primer momento, incluso, entraron en un delirio regresivo: convocar al Ejército como árbitro de la situación electoral, atacando a fondo el pilar más importante del Acuerdo de paz de 1992, que puso fin a la guerra y a la intervención de la Fuerza Armada en asuntos políticos. Tan gran desatino suscitó el rechazo de la ciudadanía y de corrientes en el interior mismo del partido ARENA. El Ejército, por su parte, reafirmó su obediencia al poder civil, y organismos internacionales como la ONU y la OEA reconocieron la legalidad y transparencia de las actuaciones del TSE.
Ahora, pasada la crisis (que merece mucho estudio, porque reveló el talante político de la mayoría de los actores del país: gubernamentales y no gubernamentales, empresariales y periodísticos), aprovechando la atmósfera de serenidad que ha convocado el presidente electo, Sánchez Cerén, es conveniente retomar la reflexión sobre la ruta que seguirá el país bajo el nuevo Gobierno. Este artículo se enfoca en los planteamientos programáticos del FMLN sobre cultura que la fórmula presidencial electa llevará adelante cuando tome posesión en junio.
Sánchez Cerén y Ortiz han manifestado reiteradamente que su Gobierno se orientará y cumplirá con los compromisos contenidos en su programa “El Salvador adelante”, sobre el cual los medios de comunicación han proporcionado escasa información. El programa surgió de una amplia consulta territorial con distintos sectores económicos, sociales y culturales de la sociedad, por lo que recoge muchas aspiraciones de los salvadoreños. Esta iniciativa, sin duda, contribuyó al triunfo presidencial de la fórmula del FMLN en las dos rondas electorales sucesivas.
Como parte de su visión de país, el FMLN le otorgó mucha importancia a este plan. En él se traza el conjunto de contenidos y perfiles de las formas de hacer política que habilitan al liderazgo del nuevo Gobierno para establecer los diálogos y entendimientos con otras fuerzas, sin menoscabo de la identidad del FMLN, vinculada históricamente con los intereses populares.
En ese marco programático, un nutrido movimiento de creadores, académicos, pensadores, artistas y trabajadores de la cultura apoyaron la campaña del FMLN, recobrando el entusiasmo y la confianza afectados por las múltiples adversidades de los últimos años. En ese sentido, el cabal cumplimiento del Eje 9 del programa “Fuerza cultural: riqueza y futuro del país”, construido por el FMLN, reviste una gran importancia y conlleva un reconocimiento a los méritos del sector cultural. Como se constata, los desaires históricos recibidos por las comunidades culturales y artísticas en nuestro país, en vez de disuadirlas, las condujeron a arraigarse en distintos territorios y a florecer en la sociedad. Hoy el movimiento cultural es cada vez mayor, más creativo y más influyente en la vida social.
Esta fortaleza se demostró durante la campaña del FMLN. En ese momento, los actores culturales jugaron un importante rol para potenciar los valores creativos e imaginativos de la sociedad, y para generar simpatías electorales en nuevos sectores. Estas experiencias también revelaron la capacidad de la sociedad para inventar formas inéditas de hacer política, y apropiarse de un singular protagonismo para expresar la cultura democrática.
El Eje 9 y sus componentes
El Eje 9 del programa de Gobierno del FMLN incorpora compromisos fundamentales en materia de cultura: la creación del Ministerio de Cultura y el impulso y desarrollo de la Ley de Arte y Cultura. Inscritos en el ámbito de esas dos grandes construcciones institucionales, el Eje 9 comprende: la fundación del Instituto Superior de las Artes; el fortalecimiento de la educación artística y de los valores creativos en todos los niveles del sistema educativo; el programa de acreditación docente para artistas; la creación del Fondo Nacional Concursable para la Cultura y el Arte (FONCCA), que apoya las iniciativas culturales que nacen y se desarrollan en la sociedad; la incorporación de los trabajadores y trabajadoras del arte y la cultura al sistema de seguridad social, y el apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas culturales y artísticas (mipymes editoriales, artesanales, plásticas, musicales, escénicas, entre otras).
Estas propuestas, contempladas en el Programa de Gobierno del FMLN, no son, como se ha repetido, producto de la improvisación. Recogen los debates, conclusiones y acuerdos de la comunidad de artistas, creadores e intelectuales salvadoreños. Se encuentran resumidos en documentos como el “Plan de desarrollo cultural” de la Mesa del Diálogo Social Abierto (2007-2009); el documento del Foro de Intelectuales Salvadoreños, y ahora el proyecto de Ley de Arte y Cultura, que fue formulado y consultado ampliamente a lo largo de 2011 y 2012. El proyecto de ley fue presentado a la Asamblea Legislativa el 20 de noviembre de 2012 por la diputada Lorena Peña, en representación de la fracción legislativa del FMLN.
Sobre la importancia que tiene la existencia de una Ley de cultura y de un Ministerio de Cultura para El Salvador, se puede consultar el documento “¿Por qué una ley de cultura?”, de fecha 20 de enero de 2012, elaborado por la Secretaría de Arte y Cultura del FMLN. El enfoque de este documento coincide con los conceptos que recientemente expresó el exministro de Cultura de Colombia, Juan Luis Mejía Arango en entrevista con Tomas Andreu de El Diario de Hoy. Mejía Arango -quien tuvo la responsabilidad de inaugurar la primera fase de ejecución de la ley colombiana- apuntó los grandes retos que implica un proceso de tal naturaleza. Los argumentos de los adversarios del proyecto en Colombia son semejantes a los que se han formulado en otras latitudes: el Estado no debe meterse en la cultura; la cultura debe regirse por las reglas del mercado; el Estado tiene otras prioridades, como la salud y la educación, y no las cuestiones decorativas.
Como señala el exministro colombiano, “son concepciones muy arcaicas”, al igual que las instituciones de mixtura como los ministerios de Cultura y Deportes, o de Cultura y Comunicaciones, que tuvieron su raigambre en la segunda mitad del siglo XX. Todas esas piezas de museo son valiosas como objetos de estudio de la historiografía cultural, porque dan cuenta de cómo concepciones antiguas y obsoletas de la cultura pueden institucionalizarse. Mejía Arango plantea con mucha lucidez: “Hay algo que debemos tener muy claro: ¿cuál es el concepto de cultura que manejamos? ¿Tenemos el concepto de cultura del siglo XVIII, XIX o del siglo XXI?”.
Un nuevo concepto de la cultura implica abandonar absolutamente la idea de que la cultura y el arte son instrumentos equiparables a la publicidad o la propaganda, o artículos secundarios o superfluos. La cultura es el campo de la vida social que aporta la dimensión de valores e imaginarios que dan sentido, significado y fuerza a todos los procesos y obras materiales y simbólicas. Por esa razón, la cultura tiene la dignidad de un derecho humano y la de pilar del desarrollo humano en tanto patrimonio de toda la población. Su producción de valores, plasmada en obras y procesos, influye en todas las esferas de una nación: económica, política, social, medioambiental y espiritual. No puede haber justicia social y responsabilidad social si no existen valores de respeto a la igualdad, la solidaridad, la dignidad humana y la diversidad; no hay gobernabilidad democrática duradera en ausencia de los valores de la cultura democrática; no hay sostenibilidad medioambiental si los procesos no se enraízan en el respeto a la naturaleza, que tan bien recoge la cosmovisión del “buen vivir”, que es una rica herencia de los pueblos originarios.
La cultura en el siglo XXI
El exministro Mejía Arango señala queahora la cultura se entiende como parte fundamental de los procesos de articulación y cohesión social. Ello no implica la desaparición de las discrepancias, los conflictos, la crítica y las posiciones divergentes que están asociados a la dinámica de una sociedad. No obstante, la cultura es un extraordinario puente para los acercamientos. Como potencia creadora de sentidos que los seres humanos compartimos, la cultura es un tejido social vivo de potencialidades y de disposiciones humanas que nos hermanan. La cultura encuentra su rumbo positivo cuando las sujetos sociales expresan con imaginación y libertad sus intrínsecos anhelos y aspiraciones. Y eso es vital para que la energía juvenil y social se oriente a la creatividad, y no a la violencia.
La expresión en plenitud de la creatividad de las fuerzas culturales aglutina a la sociedad, por encima de las diferencias: para salvar la naturaleza, para lograr la paz duradera, para asumir compromisos éticos -como el legado de Monseñor Romero-; para recrear e inventar dimensiones estéticas para todas las facetas de la vida; para impulsar el talento artístico que existe en los jóvenes, y para desarrollar la imaginación e inventiva, que son la base crucial de las ciencias y de las artes. “Si algo es el punto de contacto entre los ciudadanos es la cultura”, concluye con acierto el exministro colombiano de Cultura, Juan Luis Mejía Arango.
Con un espíritu similar, la Unesco señala que la cultura, como conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social, abarca no sólo las artes y las letras, sino también los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. Por ese motivo, la cultura se encuentra en el centro de los debates y políticas contemporáneas sobre la identidad, la cohesión social y el desarrollo de una economía fundada en el conocimiento y el saber.
En ese sentido, la decisión del presidente electo Salvador Sánchez Cerén y el vicepresidente electo Oscar Ortiz de dotar a la cultura de una institucionalidad de rango ministerial y de impulsar la Ley de cultura y arte, marca un extraordinario paso adelante. La creación del Ministerio de Cultura y la Ley de Arte y Cultura constituyen legados tangibles y simbólicos de una enorme significación nacional e internacional. Ellos colocan al Estado salvadoreño en la avanzada ruta que siguen los países en el siglo XXI, en que la cultura es reconocida como un derecho humano y como un pilar esencial del Desarrollo Humano.
Breni Cuenca fue la primera secretaria de Cultura de este gobierno. Ha sido asesora del proyecto de ley de cultura del FMLN.