Islamabad, PAKISTÁN. Al Qaeda (“la base”, en árabe) se creó en 1988 en la localidad paquistaní de Peshawar, fronteriza con Afganistán, en un momento en que las tropas soviéticas comenzaban a retirarse de Afganistán y los combatientes llegados de todo el mundo para apoyar a la rebelión afgana querían hacer una “guerra santa” internacional.
La “base” islamista se expandió después por Oriente Medio y África y perpetró atentados en Europa y América del Norte. Ayman al Zawahiri, uno de sus fundadores junto con Osama bin Laden, tomó las riendas de la organización tras la muerte de este último, en 2011.
En los últimos años, Al Qaeda se ha implicado menos en atentados en Pakistán y Afganistán y más en financiar y propagar sus ideas. Además “la marcha de combatientes de Al Qaeda hacia Libia y otros países árabes debilitó el movimiento”, considera Amir Rana, experto paquistaní en el movimiento yihadista.
No obstante, todavía puede contar con sus “hermanos pequeños” locales, como el Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP).
Muchos observadores consideran que Al Zawahiri y otros líderes de la red se esconden en Pakistán, donde según Washington están protegidos por el TTP.
Los expertos dan diferentes estimaciones sobre la importancia del grupo en el vecino Afganistán y consideran que su papel se juega entre bambalinas, a falta de combatientes en el terreno. La presencia de combatientes internacionales junto a los insurgentes talibanes allí “es realmente mínima”, considera Graham Smith, analista del International Crisis Group (ICG) en Kabul.
¿Renovación yihadista?
Los yihadistas del Estado Islámico, surgido de la rama iraquí de Al Qaeda pero que cortó sus lazos con la “casa matriz” el pasado febrero, antes de declarar un califato islámico en las zonas que controla en Irak y Siria, han dejado a Al Qaeda en un segundo plano.
Los ultrarradicales del Estado Islámico también han empezado a hacerse notar en los bastiones históricos de Bin Laden, difundiendo octavillas por Afganistán y el noroeste de Pakistán.
La semana pasada, Al Zawahiri anunció la creación de una rama de Al Qaeda en el sur de Asia (India, Bangladesh y Birmania), región hasta ahora sorda a la llamada de la yihad mundial.
Amir Rana ve en ella una voluntad de Al Qaeda de renovar su “marca” y de volver a dominar sobre el Estado Islámico, pero también “muestra su desesperación, pues pierden el control de sus movimientos afiliados”.
El jefe de la nueva rama, el paquistaní Asim Umar, tendrá que redoblar sus esfuerzos para abrir un “nuevo frente” hacia India.
Y el desafío es aún mayor a la vista de que, ante la cercana retirada de las tropas de la OTAN de Afganistán, los talibanes del Punyab paquistaní afirmaron este fin de semana que quieren concentrar sus ataques en suelo afgano.
Esta aparente competición entre Al Qaeda y el Estado Islámico podría contribuir a “rejuvenecer” la yihad mundial. Los cambios de dinámica “permiten reclutar a nuevos combatientes, nuevos afiliados, y así dar una nueva vida” a los grupos yihadistas, apunta Rana.
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