CIUDAD DEL VATICANO. El italiano Giovanni Battista Montini, que fue la máxima autoridad de la Iglesia católica entre 1963 a 1978, autor de la controvertida encíclica Humanae Vitae, gobernó en medio de las grandes 'revoluciones' y transformaciones de los años 60.
El papa emérito Benedicto XVI, que renunció al trono de Pedro en 2013, asistió a la misa de su beatificación en la basílica de San Pedro en primera fila, al lado de numerosos cardenales y obispos de todo el mundo, en un gesto de unión y apoyo al papa argentino, en un momento delicado para el pontificado de Francisco.
La ceremonia de beatificación fue programada como clausura del primer sínodo de obispos convocado por el papa argentino, marcado por las fuertes divisiones entre conservadores y progresistas ante las reformas y cambios que Francisco propone.
Durante la homilía, Francisco calificó a Pablo VI como “valiente cristiano”, por predicar el diálogo con el mundo moderno y crear en 1965 los sínodos o asambleas de obispos para democratizar y modernizar a la Iglesia.
“La grandeza del beato Pablo VI resplandece en su humildad”, dijo el papa al elogiarlo como el “gran timonel” del Concilio Vaticano II, la persona que “en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y visión de futuro –quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro”, explicó.
Con palabras claras y directas, Francisco reivindicó ante la jerarquía de la Iglesia que asistía a la ceremonia que “Jesús no tiene miedo a las novedades, por eso continuamente nos sorprende llevándonos por caminos nuevos e imprevisibles. Nos renueva, nos hace siempre nuevos”.
El santo padre habló también de los cambios que está impulsando dentro de la Iglesia, al recordar que el sínodo de obispos que se clausura este domingo “ha sido una gran experiencia” porque “renueva sin cesar a la Iglesia, llamada a hacerse cargo de las heridas abiertas y devolver la esperanza a tantas personas que la han perdido”, subrayó.
Miles de italianos provenientes de Brescia, la ciudad de nacimiento de Montini, acudieron a la beatificación bajo un sol rutilante.
Durante la ceremonia fue colocada en el altar la reliquia del nuevo beato, la camiseta ensangrentada que llevaba puesta cuando fue víctima de un atentado protagonizado por un desequilibrado en Filipinas, en noviembre de 1970.
Una enorme pancarta, con la foto del nuevo beato con los brazos abiertos, lucía en la fachada de la basílica.
Pablo VI y Monseñor Romero
El Pablo VI tiene relación con El Salvador por la afinidad que surgió entre él y su discípulo Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, al que él nombró a inicios de 1977 arzobispo de San Salvador. Ambos se habían conocido cuando el salvadoreño estudiaba en Roma, en la década de los cuarenta, y se mantuvieron en contacto hasta la muerte del ya coronado papa.
La última vez que coincidieron fue el 21 de junio de 1978, apenas mes y medio antes de la muerte de Pablo VI. Monseñor Romero consignó en su diario con cariño aquel encuentro: “Dirigiéndose a mí en particular, el papa me estrechó la mano derecha y me la retuvo entre sus dos manos largo rato; yo también estreché con mis dos manos las manos del Papa. Y teniéndome así las manos, me habló largamente. Me sería difícil repetir al pie de la letra su largo mensaje porque, además de no ser esquemático, sino más bien cordial, amplio, generoso, la emoción del momento no es para recordar palabra por palabra; pero las ideas dominantes de esas palabras fueron estas: ‘Comprendo su difícil trabajo. Es un trabajo que puede ser no comprendido, necesita tener mucha paciencia y mucha fortaleza. Ya sé que no todos piensan como usted, es difícil en las circunstancias de su país tener esa unanimidad de pensamiento; sin embargo, proceda con ánimo, con paciencia, con fuerza, con esperanza’. Me prometió que rezaría mucho por mí y por mi diócesis. Y (me pidió) que hiciera todo esfuerzo por la unidad. Que si en algo podía él personalmente servir, que con gusto lo haría”.
En mayo de 1979, la siguiente ocasión en la que Monseñor Romero estuvo en Roma –la vez que tuvo una agria disputa con el papa Juan Pablo II–, visitó la basílica y se postró ante tumba de Pablo VI. “Me ha impresionado, más que todas las tumbas, la sencillez de la tumba del papa Pablo VI”, recogió en su diario personal.
En su última visita a la Santa Sede, Romero también quiso estar cerca del que en vida también fue su maestro. Así lo expresó: “Sentí especial emoción al orar junto a la tumba de Pablo VI, de quien estuve recordando tantas cosas de sus diálogos conmigo, en las visitas que tuve el honor y la dicha de ser admitido a su presencia privada”.
La casita construida junto al Hospital Divina Providencia en la que Monseñor Romero vivió sus últimos años es en la actualidad un pequeño museo que alberga muchas de las pocas pertenencias de su inquilino. Junto a la cama hay un archivero que cumple funciones de mesita de noche, y sobre el archivero, un pequeño retrato del papa Pablo VI. No deja de ser curioso verlo ahí porque cuando asesinaron a Monseñor Romero, el papa Juan Pablo II iba camino de cumplir año y medio de pontificado.
Pablo VI, un pontífice viajero
Pablo VI, el pontífice que decretó que el uso del preservativo y de la píldora anticonceptiva eran pecado, fue el primero en viajar a los cinco continentes. También fue el primero en visitar Tierra Santa y el primero en hablar en la sede de las Naciones Unidas.
‘Papa Montini’, como suele ser llamado en Italia, llega a la gloria de los altares tras la aprobación en mayo pasado de un milagro por medio de su intercesión, la curación excepcional de un feto que nació sin problemas en Estados Unidos.
Después de la canonización en abril de los papas Juan XXIII (1958-1963) y Juan Pablo II (1978-2005), Francisco proclama beato, primer paso para la canonización, a otro pontífice del siglo XX.
El diálogo con las otras religiones, la justicia social, el concepto del Norte desarrollado y Sur subdesarrollado, el acercamiento a los países comunistas del Este de Europa, el aprecio a los artistas y no creyentes, las audiencias de los miércoles o la reforma de la Curia han sido cambios que impulsó Pablo VI durante su papado.
El argentino Francisco se formó bajo el pontificado de Pablo VI, ya que tenía entre 26 y 41 años. Por lo tanto vivió de cerca esa etapa tempestuosa para la vida de la Iglesia, en particular en América Latina, por la influencia de la teología de la liberación, el marxismo y los curas guerrilleros.
Para los tradicionalistas recalcitrantes del movimiento lefebvriano, que abandonaron la Iglesia como protesta por el Concilio Vaticano II, Pablo VI introdujo el “liberalismo doctrinal” y cometió graves errores al impulsar el ecumenismo.
Del otro lado, los progresistas del movimiento ‘Somos Iglesia’ recuerdan que con la encíclica Humanae Vitae la Iglesia perdió toda credibilidad al entrometerse en la sexualidad.
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