Opinión / Impunidad

En respuesta a una publicación de El Faro del 26 de abril de 2015


Martes, 5 de mayo de 2015
Sigifredo Ochoa Pérez

Señores
Periódico Digital ElFaro.net
Presentes.

Estimados Señores: en ese medio de comunicación, el día 26 de abril del presente año, se publicó el siguiente artículo: “Investigación señala responsabilidad de coronel Ochoa Pérez en masacre en Cabañas”. El artículo está suscrito por el señor Daniel Valencia Caravantes; quien por medio de una llamada telefónica me informó de dicha publicación. Luego de leer el contenido de dicho artículo, creo necesario hacer un pequeño análisis sobre el mismo.

En primer lugar, cualquier lector esperaría, después de tan rimbombante titular, encontrar en lo reportado lugares específicos dónde ocurrieron los hechos; número, por lo menos aproximado, de los supuestos fallecidos en lo que se da en llamar masacre; después de 34 años de investigación deberían tenerse los nombres de las víctimas para poder comprobar su supuesta muerte; sería muy valioso describir la metodología por medio de la cual se pudo identificar a los miembros de la Unidad que el día 11 de noviembre produjo “la guinda”, y quién dio la orden de dicho operativo. Importante sería también informar sobre entrevistas al Fiscal General de la República, en las cuales se le requiera el por qué no ha presentado el requerimiento pertinente, además de ahondar sobre diligencias realizadas y qué resultado han arrojado las mismas, etc, etc…

En segundo lugar es oportuno decir que si la investigación no habla sobre datos elementales como los mencionados anteriormente, el contenido de las dos líneas incriminatorias es totalmente falso y solo se persigue atraer la atención del lector sobre una crónica en la que se narran supuestos hechos, casi en forma dramatúrgica, mismos que están muy alejados del concepto de masacre según se define en los tratados internacionales sobre la materia. Esta es la principal razón por la que me veo motivado a escribir estas líneas, que deberán ser públicas por ese medio digital, reservándome el derecho de ejercer las acciones legales pertinentes por sentirme agraviado al detectar gran afán difamatorio, no solo contra mi persona sino contra todos los honorables y valientes soldados y oficiales que integraron el Destacamento Militar Número Dos (DM 2) del departamento de Cabañas, y en general contra toda la institución armada a la que orgullosamente pertenezco como militar en condición de retiro.

En tercer lugar, es importante mencionar que no se puede ocultar el odio, rencor y hasta una incontrolable sed de venganza de ciertos grupos nacionales y extranjeros, y con el fin de paliar los efectos que produjo la guerra impuesta contra el Estado se firmaron los acuerdo de paz, por medio de los cuales se terminó con la muerte de miles y miles de salvadoreños entre combatientes de ambos bandos y civiles inocentes e indefensos. Cualquier investigador de la realidad nacional, y sobre todo de los hechos acontecidos en esos años fratricidas, debe informar que dicha guerra no la inició la Fuerza Armada de El Salvador. Fue una guerra impuesta por corrientes ideológicas trasnochadas, que sucumbieron por sí solas al no poder concretar la realización del paraíso prometido a la clase obrera y trabajadora del campo y la ciudad.

Señores investigadores: en su afán de aclarar los hechos busquen ser objetivos y al documentar la historia informen también desde el lado donde se defendía el Estado de Derecho, contemplado en la Constitución de la República, ya que murieron muchos y resulta hasta indignante que los hijos de vecina se atrevan a sesgar acusaciones solo porque “alguien se lo contó”, olvidando adrede hechos tales como asesinatos y secuestros de civiles, destrucción de bienes del Estado, propiedad de todo un pueblo. Tampoco se puede o se deben ocultar las masacres sucedidas en guarniciones militares como la Cuarta Brigada de Infantería de El Paraíso, Chalatenango; la Fuerza Naval de La Unión; la del cuartel central de la Policía Nacional y qué decir de la de Quebrada Seca en San Vicente, por mencionar algunas.

Por último, debo decir que me resulta inaceptable que de repente, sin ningún fundamento probatorio serio y responsable, se incluya mi nombre en un titular que a todas luces atenta contra principios jurídicos, éticos y morales, prevalecientes en nuestro marco jurídico, lo cual me permitiré analizar y elevar, de ser necesario, a las instancias correspondientes para que se deduzcan responsabilidades.

Para matar a un individuo también la tinta y la saliva sirven y si por la gran misericordia de Dios las balas de los sediciosos no me quitaron la vida, menos lo harán las difamaciones vertidas en el artículo en comentario. Como ciudadano y militar, toda mi vida he procurado servir a la patria honrosamente, y a estas alturas no puedo permitir que nadie nacional o extranjero mancille el nombre que heredé de mis antepasados y heredo a mis descendientes.

Como orgulloso veterano de guerra sé percibir el hedor que despide el sudor de los cobardes, cuyo papel de ave de rapiña dista mucho del papel de redentores que buscan asumir; por tal razón elevo un basta ya a la agresión contra la Fuerza Armada de El Salvador. Basta ya de agredir a los mártires y lesionados de la guerra, en la que participé como profesional de las armas y en estricto cumplimiento de las leyes de la República, a la que juré defender.

Este es un enérgico basta ya a los que se dan a la tarea de hacer de nuestra gloriosa historia, como Fuerza Armada, una grotesca película cuyo guion es elaborado antojadizamente.

Hermanos de uniforme: les hago un llamado a todos, desde los soldados hasta los señores generales: no permitamos que el vaho de nadie desprestigie a los que tuvimos el valor de ofrendarlo todo por la patria, mientras que estos supuestos investigadores se arroguen funciones de juzgadores de corte imperial.

Hermanos militares en condición de servicio o en condición de retiro: quiero que recuerden la frase escrita a la entrada del Destacamento Militar Número Dos, Sensuntepeque, Cabañas: “En tiempos de paz, todos se olvidan de Dios y vilipendian al soldado, pero en tiempos de guerra o de zozobra todos le imploran a Dios y se protegen en el soldado”.

Vivan los héroes y mártires de la Fuerza Armada.

Coronel Sigifredo Ochoa Pérez.

 

*Transcripción del artículo original, entregado en soporte físico a este periódico el lunes 4 de mayo de 2015.

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