<p>Según el censo escolar de 2014, ese año había 3,976 centros educativos públicos en la zona rural de El Salvador. Este fotorreportaje expone el caso de cinco niños que tienen que hacer extensos recorridos para llegar a sus escuelas, en rutas que cruzan quebradas, zonas asediadas por pandillas o que obligan a embarcarse para atravesar el río Lempa. Algunos de ellos hacen este esfuerzo solo para terminar en aulas donde estudiantes de tres grados distintos reciben clases juntos. En 2015, El Salvador destina a Educación un presupuesto equivalente a un 3.5 % del PIB, aún lejos del 6 % con que el presidente Salvador Sánchez Cerén ha prometido terminar su gobierno en 2019.</p>

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&lt;p&gt;Todos los días, Hilda Figueroa, de 7 años, que vive en el cantón Agua Fría, de Chalatenango, se levanta antes del amanecer para prepararse y salir a la escuela, a dos horas y media de camino. ‘’Me gusta peinarme y hacerme una cola porque con el monte del camino a veces se me traba si ando el cabello suelto, aunque a veces me la quito para que se me seque el pelo porque llego toda sudada al aula’’, dice.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Hilda es la más pequeña de siete hermanos, y en su recorrido a la escuela debe atravesar un río y andar caminos llenos de rocas y lodo.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Darling, de 12 años de edad, reside en el caserío El Tamarindo, en Nueva Concepción, Chalatenango, y tras cruzar el río Lempa llega a la casa de su tía, en donde le regalan agua para lavarse los pies y cambiarse el calzado.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Tatiana, de 14 años de edad, se limpia los pies y luego se pone sus calcetas y zapatos para ir a la escuela, una vez que ya ha atravesado el río Lempa. Del caserío El Tamarino, en Nueva Concepción, solo ella, Nelson y Darling van a estudiar al centro educativo Cantón San Antonio Grande, en El Paisnal. Los otros menores dejaron de hacerlo por temor a las pandillas del otro lado del río.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Darling, Tatiana y Nelson se dirigen hacia el río Lempa porque su ruta a la escuela los obliga a ir del departamento de Chalatenango al de San Salvador. Ellos van del sur del municipio de Nueva Concepción y atraviesan el río porque reciben clases en el centro educativo 'Cantón San Antonio Grande', que está situado en el norte del municipio de El Paisnal. 'Lo único que no me gusta de ir a la escuela es tener que cambiarme los zapatos cuando llegamos, porque es más tiempo todavía. Y el gran sol que nos pega al mediodía cuando vamos de camino para allá. Cuando crece la caña no se puede ver nadita nadita. Mi mamá dice que es peligroso por los muchachos, usted sabe… pero no quiero dejar de ir a estudiar por eso', dice Darling.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Óscar, de 6 años de edad, del cantón Agua Caliente, en Chalatenango, tiene que caminar dos horas para poder llegar a su centro educativo. Tiene que cruzar una quebrada y un río, y en época de lluvias intensas el río solo puede atravesarlo a caballo y con la ayuda de su padre. 'En este río, cuando está crecido y ya voy a la casa de regreso, me quito la ropa y me meto. Bien fresquita el agua, con el calor se siente bien.'&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Hilda Figueroa, la niña de 7 años que debe levantarse antes del amanecer, en su camino a la escuela de dos horas y media atraviesa un arroyo que cuando llueve se vuelve muy caudaloso. Por eso la familia le puso este tronco, que le sirve de puente. 'Esta es mi parte favorita, pero mi mamá dice que es peligroso, que tenga cuidado con no deslizarme, porque ya me he caído. Una vez llegué a la escuela con toditos los calcetines mojados y lodosos, pero los lavé rápido y los puse a secar, por eso ahora me ponen otro par de calcetines, por cualquier cosa, jaja', dice Hilda.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Familiares de uno de los niños que atraviesan el río Lempa para ir a la escuela hablan con vecinos de la zona mientras se bañan y lavan ropa.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Nelson, Darling y Tatiana recorren un tramo del río Lempa para llegar a la escuela Cantón San Antonio Grande. Los acompaña el padre de una de ellas. La persona que antes los transportaba para atravesar el río dejó de hacerlo debido a que fue amenazada por las pandillas del cantón San Antonio Grande. El uso de la lancha es de 25 centavos de dólar por viaje.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Para llegar al centro educativo en el cantón San Antonio Grande, en el municipio de El Paisnal, Darling, Tatiana y Nelson deben abordar una lancha que los lleve de la ribera en Chalatenango a la orilla en San Salvador. Luego tienen que caminar otro tramo para llegar a la escuela. En El Salvador, según los datos del Ministerio de Educación, 3,300 escuelas públicas no poseen las condiciones adecuadas para la enseñanza y el fácil acceso, y solo el 53 % están construidas en terrenos propiedad del Ministerio. El río Lempa separa no solo a los niños de su centro de estudios, sino que también marca la frontera entre pandillas rivales, lo que genera en los padres de familia la percepción de que hay una amenaza latente contra sus hijos. Fotografía de la galería 'Los caminos a las escuelas rurales'. http://bit.ly/1Otutm8&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Óscar está cursando primer grado y aprende a leer en la escuela del cantón Agua Fría, de Chalatenango, donde comparte aula con estudiantes de segundo y tercer grado. 'A mí me encanta leer, ya estoy aprendiendo a hacerlo más rápido, pero me cuesta. Mis compañeros ya pueden más que yo... es que ya me aburrí del libro que tengo y quisiera otro. Mis papás me han dicho que si paso el grado me regalarán uno nuevo’’.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Alumnos del centro escolar Cantón San Antonio Grande, en El Paisnal. Esta aula reúne a estudiantes de sexto y séptimo grado, aunque en algunas escuelas se reúne en un mismo salón a tres grados distintos. Foto de archivo | El Faro &lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Esta es la escuela Cantón San Antonio Grande, que tiene tres aulas y una cancha de tierra. El viceministro de Educación, Francisco Castaneda, dice que estas escuelas pequeñas del área rural reciben anualmente entre mil y 3 mil dólares para papelería, refrigerios y pago de ordenanza. El desembolso de tales fondos, añade, se hacía hasta septiembre, pero en 2015 se logró adelantarlo a junio. Debido a este retraso los maestros a menudo se ven obligados a costear de su bolsillo algunos de esos gastos. Las dificultades se acrecientan para los estudiantes porque en las zonas rurales hay muy pocos establecimientos que vendan papelería.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Hilda, la niña de 7 años, tarda dos horas y media en llegar a su escuela, y su madre la acompaña cuando puede hacer tiempo. 'El camino para ir a estudiar es bastante largo, a veces hasta me he caído y golpeado fuerte. Pero es entretenido venir viendo todos los árboles. Me gusta cuando me encuentro con las hojas dormilonas que les dicen. ¡Me encantan!'&lt;/p&gt;

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&lt;p style='text-align: left;'&gt;El recorrido hacia la escuela lo sufren los zapatos de Hilda, quien se ve en la necesidad de renovarlos hasta dos veces al año, algo que golpea el presupuesto familiar.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;‘’Cuando sea grande quisiera ser doctora', dice Hilda. 'Me gusta todo lo de curar a las personas, pero para eso tengo que hacer siempre todas mis tareas y no faltar nunca a la escuela’’, añade, desde la mesa en su casa donde hace sus tareas escolares.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Hilda lava su uniforme diariamente luego de hacer sus tareas de la escuela. Al fondo, Toñita, su hermana mayor, realiza sus propios deberes de escuela.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Hilda también ayuda en los quehaceres de la casa, donde se encarga de ordenar el dormitorio de toda la familia y recoger los juguetes de su hermano menor.&lt;/p&gt;

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&lt;p&gt;Luego de cumplir con todas sus responsabilidades, Hilda se recrea junto a sus hermanos con uno de sus pasatiempos favoritos: saltar la cuerda.&lt;/p&gt;

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