Cuando la pelea inició, a las 8:30 de la noche, al agente Luis Jesús Rivera Salgado ya le habían dicho que no estaba peleando con un hombre sino que con una mujer. Sin embargo, esa noche, la escena que se desarrollaba frente a la subdelegación de la Policía Nacional Civil (PNC) de Ciudad Delgado era de dos hombres forcejeaban en el suelo porque uno de ellos estaba defendiendo a su mujer.
Habían pasado más de cuatro horas desde que Aldo Alexander Peña, un hombre transexual –una persona que nació como mujer pero que se siente y se identifica como hombre– se había quitado el uniforme de policía con el que se disfrazó durante la marcha por el Día del Orgullo Gay en El Salvador. Cuatro horas después Alex estaba forcejeando en el suelo con un policía de verdad ataviado con su correspondiente uniforme azul oscuro.
Antes de que la pelea iniciara, Rivera había sometido a Álex con una llave en el cuello, luego de que este fuera denunciado por un motorista de la ruta 4 frente al recinto policial. Cuando Sonia Haydeé Pérez se dio cuenta de lo que ocurría, ella le gritó al policía que no le pegara a su pareja, que le pidiera sus documentos, que reconociera su condición de mujer. Sonia temía que el policía dañara a Álex. En eso estaba cuando el policía le respondió con un golpe en la cara, lo que enfureció a Álex, que se liberó del agente Rivera Salgado y logró tumbarlo al suelo. La ofensiva duró poco. Varias rodadas por el piso después, Álex terminó sometido por Rivera Salgado. El agente controló la agresión, se sentó en el abdomen de Álex y con las manos apretó su cuello. Unos ocho policías más acudieron a apoyar a su colega. Álex recuerda que antes de desmayarse le propinaron una vapuleada. “Los demás compañeros de él me pegaban patadas en las costillas, en la cabeza, en todos lados. A Sonia se la llevaron casi arrastrando al interior de la delegación”, cuenta Álex, seis días después de la paliza, mientras muestra las marcas, los moretones y los raspones que tiene en el cuerpo.
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El día que la Policía golpeó a Álex hubo una fiesta de la comunidad de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGBTI) en San Salvador. Solo un día antes, la Corte Suprema de Estados Unidos había legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo en el país que más influencia tiene sobre El Salvador, lo que agregó un motivo más de celebración para los miembros de esta comunidad y sus simpatizantes. Por supuesto que Álex participó en la marcha, en la que se ondearon banderas arcoiris en el monumento al Salvador del Mundo. Álex participó no solo por pertenecer a este colectivo, sino porque él es directivo de Generación HT 503, una asociación de hombres transexuales salvadoreños. Para esta ocasión, Álex se disfrazó de policía. No le costó demasiado: usó el pantalón de su uniforme de trabajo y una chumpa, sin las escarapelas, de la institución para la que labora desde hace casi siete años: el Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM) de San Salvador, un cuerpo de seguridad acostumbrado a lidiar con protestas violentas de vendedores en el centro capitalino.
El activismo de Álex, que se quitó el uniforme antes de regresar de San Salvador hacia Ciudad Delgado, fue el principal factor que contribuyó a visibilizar su caso que habla de torturas en la PNC contra un miembro de la comunidad LGTBI de El Salvador en el Día del Orgullo Gay, una conmemoración internacional que reinvindica la defensa de los derechos de este colectivo. Del lado del Estado salvadoreño ha habido un esfuerzo por desvirtuar el caso: acusan a Álex de haber sido él el que agredió a un policía y de haber recibido una tunda por resistirse al arresto. Hasta cinco instituciones estatales se negaron, en principio, a brindar el nombre del principal policía involucrado, señalan que el policía que dio los golpes es una víctima. La primera golpiza, cree el mismo Álex, no se trató de una agresión por odio, como lo plantearon las organizaciones LGBTI; pero tampoco fue, como la Policía intenta explicar, que Álex se cayó a la acera. Todo comenzó en el microbús de la ruta 4 en el que Álex y Sonia viajaban hasta Ciudad Delgado, ciudad en la que residen.
El agente Rivera Salgado pretendía revisar a Álex por la queja del motorista de ese microbús. Álex puteó a ese motorista. “¿Bueno y vos, ¿qué putas pensás, que no vas a parar a la gente?”, reclamó al conductor del microbús, unos minutos después de las 8 de la noche del sábado. Álex estaba enojado porque el motorista no hacía las paradas que los usuarios le solicitaban, y la de Sonia, su pareja, había quedado dos cuadras atrás. Cuando Sonia se bajó, el motorista y Álex discutieron: el motorista le pidió a Álex que se bajara y este se negó. El conductor, entonces, se regresó algunos metros hasta la subdelegación policial y avisó a los agentes sobre el incidente. Ahí, la PNC ordenó a todos los hombres del microbús que se bajaran. Sonia, que había seguido todo ese intercambio desde la acera, llegó cuando el policía pretendía revisar a Álex y lo tomó por el cuello, con una llave, para someterlo.
A Sonia la llevaron adentro de la subdelegación de Ciudad Delgado, mientras en la calle, unos ocho policías le daban una tunda a Álex que, de ese momento, solo recuerda que se le apagaron las luces. “Yo solo sentía que la lengua se me salía. Fue horrible, yo no podía gritarle, ya no podía hablar. Créemelo que fue tremendo. Sentí el miedo de la muerte. Fue lo último que recuerdo”.
La Policía tiene recuerdos distintos de lo que sucedió. El domingo 28 de junio, un día después de la golpiza, el jefe de la PNC en Ciudad Delgado, Hugo Salinas, dijo a El Faro que Álex y Sonia reaccionaron con una agresión en contra de los agentes, cuando los policías los revisaron, que solo tres policías intervinieron, e incluso que personas civiles que iban en el microbús ayudaron a los agentes a controlar a Álex.
“Obviamente, no le pegó en la cara. El policía no actuó así”, dijo Salinas, un día después de la paliza. Los ojos rojos de Álex, a una semana de su detención, cuentan otra historia. El jefe policial se refirió a una pirámide de fuerza para controlar a personas. “Tenemos como marco legal de actuación, diferentes niveles de fuerza. Cuando una persona se puede hacer que atienda con comandos verbales, no hay necesidad de otra cosa. Si se pone violenta y ha cometido un ilícito y el policía para someterlo usa la fuerza física de manera técnica que nos han enseñado. Pero si hay una persona que pone en peligro la vida de uno, se usa el arma de fuego”, comentó Salinas.
Álex también conoce esa pirámide de fuerza: instructores de la PNC se la enseñaron en una capacitación para el CAM. Álex ha alcanzado una expresión de género muy masculina debido al proceso de hormonización al que se somete. Mide aproximadamente 1.60 metros, no es delgado pero no llega a ser fornido. Exhibe un bigote ralo. Pero está claro en que no podría, aunque quisiera, ganar un pleito a más de una persona, como lo afirmó la Policía. De hecho, ni siquiera le ganó al agente Rivera Salgado, que lo dominó y lo inmovilizó con uso de la fuerza.
Cuando la noche del sábado 27 de junio Álex volvió en sí, estaba esposado, amarrado de los pies, en el suelo de la subdelegación policial de Ciudad Delgado.
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Cuando William Hernández llegó a la subdelegación habían pasado dos horas desde la golpiza que la Policía le propinó a Álex. Hernández, líder de la Asociación Entre Amigos, una de las caras más visibles del movimiento LGBTI en El Salvador, se enteró de la captura de Álex por medio de otro miembro de la comunidad que viajaba en el mismo microbús que Sonia y Álex. Hernández dice que él llegó entre las 10:30 y 11:00 de la noche del sábado 27 de junio, acompañado de una abogada, para que les permitieran ver a Álex, que había sido detenido –y está procesado penalmente– por agredir a un agente policial y por resistirse al arresto. La movilización de los activistas LGBTI incluyó avisar de la captura de Álex a la Inspectoría General de la PNC, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, la Secretaría de Inclusión Social y algunos jefes de la misma PNC. “Nosotros sí llamamos a medio mundo”, cuenta Hernández.
Hernández denunció también lo que, a su juicio, fue un intento de amedrentar a los activistas. Tres horas después de golpearlo, cerca de la medianoche, los policías sacaron a Álex de la subdelegación, para llevarlo a recibir atención médica. Un agente como de 1.65 metros, moreno, de rostro redondo, y bastante enojado, se puso un gorro navarone, se subió a la patrulla, sacó el arma y la cargó. Después de eso empezó a chasquearla, como que agarraba el gatillo y lo dejaba ir suave. Hernández se molestó y le dijo: “Sacá esa mierda”. El policía se bajó de la patrulla y se dispuso a encarar a Hernández, pero un miembro de la Inspectoría de la PNC evitó la confrontación, según Hernández. “La declaración del policía que se ha mostrado como víctima es que teníamos que estar agradecidos de que le había pasado eso (la golpiza a Álex), porque lo que se hacía ahora era pegarles un tiro y dejarlos en la cuneta”, dice Hernández.
Si la Inspectoría verificó la denuncia de maltrato contra Álex fue, en buena medida, por la intercesión de Cruz Torres, el director de diversidad sexual de la Secretaría de Inclusión Social. Según la jefa de Quejas y Denuncias de la Inspectoría –que pide el anonimato para resguardar su seguridad dado que vive en una zona con presencia de pandillas–, Torres llamó a la Inspectoría poco antes de las 11 de la noche del sábado 27 de junio, para notificar que Álex y Sonia estaban detenidos en la casa número 100 del barrio Las Victorias, sobre la avenida Juan Bertis, de Ciudad Delgado.
La secretaria de Inclusión Social, Vanda Pignato, confirmó la participación de esa entidad para investigar la denuncia de las organizaciones. “Sobre el caso de Álex dimos un acompañamiento desde el inicio hasta su salida del hospital. Claro que sí, lo único es que nosotros tratamos de no exponer a la víctima o hacer publicidad de lo que hacemos, porque algunas víctimas, principalmente de la comunidad LGBTI, cuando se les expone son más víctimas de violencia”, dijo Pignato. La Secretaría de Inclusión Social, una oficina que nació en el primer gobierno del FMLN, ha optado por un bajo perfil mediático respecto a este caso: no emitió un pronunciamiento –aunque la Presidencia de la República sí lo hizo– y su oficina de prensa nunca atendió la petición de El Faro para entrevistar a Torres.
Según la oficial de la Inspectoría, Torres quería que Álex recibiera atención médica y además expresó su preocupación por las amenazas de que dijeron ser objeto los militantes LGBTI afuera de la delegación. La Inspectoría General de la PNC cambió drásticamente su versión sobre lo que había pasado de un día para otro. El 28 de junio, un día después de la golpiza, Katya Molina, la delegada regional metropolitana de la Inspectoría, dijo vía telefónica a El Faro que el agente del CAM 'solo tiene raspones, según los agentes que realizaron el procedimiento”. Al día siguiente, la Inspectoría abrió de oficio el expediente 159-2015, a las 7:40 de la mañana. Inició una investigación sin recibir denuncia previa. La Inspectoría certificó que hubo abuso de fuerza policial contra Álex. “No está en cuestionamiento que una persona fue detenida y maltratada, el problema es individualizar quiénes lo hicieron”, dijo a El Faro la jefa de Quejas y Denuncias de la Inspectoría, el pasado 2 de julio.
El procurador de Derechos Humanos, David Morales, cree que la PNC es tolerante a los abusos contra los detenidos, según una entrevista con este periódico el pasado 7 de julio. “Hay tolerancia de las jefaturas sobre abusos dentro de las sedes policiales, deben impulsarse controles internos. Hay un nivel de denuncias importantes de malos tratos y abusos por parte de la policía que registramos diariamente”, dijo Morales. Esa actitud general tiende a agravarse cuando los detenidos son miembros de la comunidad LGBTI, de acuerdo con una encuesta publicada en julio de 2014 por el Espacio Mujeres Lesbianas Salvadoreñas por la Diversidad (Esmules) y el Fondo Holandés de Derechos Humanos.
“Es importante observar que parte de los ítems con mayor tendencia negativa se relacionan directamente con el accionar cotidiano de la policía, sugiriendo una base fuerte para la presencia de actos de violencia por parte de agentes contra personas LGBTI”, dice el estudio realizado en la segunda mitad del año pasado, y para el que fueron entrevistados 413 funcionarios y funcionarias de la policía en todo el país. Para llegar a esa conclusión, los investigadores se basaron en algunos de los hallazgos de la encuesta: el 72.6 % de policías que contestaron el cuestionaro cree que la atracción sexual hacia las personas del mismo sexo es una enfermedad mental. El 80 % de policías cree que en cualquier sitio público el dueño tiene derecho a pedirle a una persona LGBTI que se retire debido a su orientación sexual. El 56.5 % piensa que las personas de esta comunidad nunca deberían ser policías. No obstante, solo aproximadamente un 9 % dijo conocer a algún compañero que hubiera golpeado o que hubiera usado excesivamente la fuerza para detener a una persona gay, lesbiana, bisexual o trans, aunque lo normal sería que nadie conociera a agentes que golpeen a personas por su identidad sexual.
El secretario de Comunicaciones de la Presidencia, Eugenio Chicas, prometió que habría una profunda investigación para establecer responsabilidades en la Policía por la agresión a Álex. El primer gobierno izquierdista de este país reconoció a la comunidad LGBTI al crear una dirección de Diversidad Sexual, en el año 2010, y al abrir por primera vez las puertas del Ministerio de Gobernación para la legalización, sin ninguna traba, de las organizaciones LGBTI. Cinco años más tarde, una segunda administración de izquierda se ve en el espejo y lo que tiene enfrente es a una de sus instituciones, la PNC, en la que sus funcionarios todavía hoy se resisten al cambio de paradigamas respecto a estos grupos.
La oficina de prensa de la PNC dijo que no tenía el nombre de Rivera Salgado, el principal involucrado, y que debía pedirse a la Inspectoría de Seguridad que, a su vez, no contestó las solicitudes de este periódico para conocer a los agentes individualizados en la investigación. El jefe policial de Ciudad Delgado dijo que los agentes no quieren ser entrevistados hasta que el caso pase a vista pública. Ni la Fiscalía ni los tribunales mencionaron, en sus comunicados sobre el caso, la identidad de los agentes policiales involucrados en la paliza a Álex. El caso penal en que Álex Peña es procesado por lesionar a un policía tiene la referencia 203-2015 en el Juzgado de Instrucción de Ciudad Delgado. La Fiscalía tiene hasta el 14 de agosto de este año para presentar su dictamen de acusación contra Álex.
Al día siguiente de la captura de Álex, el alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, exigió por Twitter que se liberara al empleado. Cuando El Faro buscó una ampliación de Bukele, su oficina de prensa informó que no habría más respuestas y declaraciones. Se preguntó entonces si la síndica Xochilt Marchelli, que participó en la marcha del Orgullo Gay del pasado 27 de junio, podría hablar y el equipo de prensa dijo que no. El fiscal general, Luis Martínez, contestó el tuit de Bukele diciendo que la Fiscalía ya indagaba el caso. Dos días después de la agresión, el 29 de junio, Martínez dijo a La Prensa Gráfica que él tenía que ser más prudente con el caso. Y un día después, los fiscales presentaron el requerimiento fiscal contra Álex. El director del CAM, Peter Dumas, dijo a El Faro el 2 de julio que haría arreglos para una entrevista con el jefe inmediato y los compañeros de trabajo de Álex. El 3 de julio dijo que había consultado con los comandantes y que estos le expresaron que “no quieren meterse en eso porque son un cuerpo de seguridad”. Este periódico buscó -sin éxito- un posicionamiento de la Secretaria de Inclusión Social sobre la agresión a Álex desde el 28 de junio hasta el 8 de julio. Pignato contestó, finalmente, en un foro sobre la aplicación del delito de feminicidio. “Nosotros acompañamos, asesoramos y estamos dando toda la asesoría a las víctimas, no solo con el caso del funcionario del CAM, sino otros casos de violencia que han pasado, como asesinatos. Acompañamos el proceso, pero no nos corresponde la parte penal”, dijo.
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La noche en la que fue capturado, Álex despertó esposado, adentro de la subdelegación de la PNC en Ciudad Delgado. De inmediato supo que lo peor no había pasado. Cuando despertó, unos policías le seguían pegando. “Yo amarrado ya y ellos todavía golpeándome de una manera salvaje. Yo todo aturdido, escuchaba que ella (Sonia) gritaba. El policía a mí me dijo: ‘como decís que sos hombre, te estamos tratando como hombre’. Pero, ¿y a ella por qué entonces? Le puedo creer que conmigo se fue chuco (se confundió) y me verguió como haya querido. Pero, ¿por qué con ella siendo una mujer? El sentimiento que vive en mí es un odio enorme y miedo. Mis compañeros me dicen que eso lo convierta en fuerzas”, dice Álex.
Sonia lo escuchaba, mientras recibía una tunda propia. Patadas. Cinchazos. Empujones contra la pared. Una mujer le pegó cuando estaba en el suelo. Ella estaba esposada, en un cuarto de la subdelegación, mientras oía los golpes sobre Álex. De alguna manera, ambos atestiguaron de oídas lo que cada uno sufrió en la subdelegación de Ciudad Delgado. “Mira por tu amiguito lo que estás pasando”, le decían a Sonia. Ninguno recuerda la hora, pero después de las segundas palizas los sentaron juntos, adentro de la subdelegación. Ambos recuerdan que una policía morena y de baja estatura le mostró compasión a Álex.
“Ella me llevó agua en un huacal. Tomé como si nunca hubiera tomado agua y no se me quitaba la sed”, dice Álex. Media hora más tarde, llegaron los miembros de las organizaciones LGTBI que clamaban por su liberación. Sebastián Cerritos, de HT 503, llegó y tomó algunas fotografías que nadie más pudo ver. Dice que un policía le agarró el celular y le borró las imágenes. “Nos dijeron que ese era un procedimiento normal que se hacía, por el tipo de delincuencia que había en el país”, contó Cerritos a El Faro, un día después de la captura de Álex. Otra foto que tomaron los activistas se difundió por Twitter y fue retomada por varios periódicos digitales. Álex aparece esposado, con la cara llena de moretes, un ojo cerrado, ensangrentado, a causa de los golpes.
Para la medianoche del sábado 27, antes de llevarlo desde la subdelegación de Ciudad Delgado hacia el hospital general del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, un agente sugirió a Álex una versión de lo ocurrido. “El ojo te lo cerraste en la acera, en la acera te golpeaste”, recordó Álex que le dijo un policía. Esa misma versión, la que cuenta que Álex se golpeó al caer en una acera, fue la que ocupó la Inspectoría el domingo 28 de junio, un día después de la paliza. Álex cuenta que el camino hacia el hospital fue tortuoso. “Ya ves, por ese vergo de culeros con el que te llevás, hoy estás así”, le dijeron cuando iba en el pickup. Iba esposado. Rebotaba. A Sonia también la trasladaron para que recibiera atención médica. La llevaron al Hospital Rosales, en San Salvador. A Álex, en el hospital, lo tuvieron poco tiempo. Él se reencontró con Sonia, el lunes 29, en la subdelegación de la PNC en Cuscatancingo.
En esa otra subdelegación, erigida contiguo a una iglesia católica, el Estado no sabía qué hacer con Alex. No puso a Álex ni en las bartolinas de mujeres ni en las de hombres. Lo sentaron en una silla, en medio. Álex recuerda que un policía le preguntó a la comandante de guardia por qué no lo habían ubicado en una de las dos bartolinas. “Porque no se puede poner ni con las mujeres ni con los hombres, porque puede venir el alcalde”, respondió, en tono de broma, la comandante.
Sonia también atestiguó esta conversación desde el interior de la bartolina de mujeres. “Él iba bien mal, se estaba casi desmayando. Lo dejaron sentado, esposado enfrente de donde mí”, recuerda Sonia. Cuando estaba esposado en la bartolina de Cuscatancingo a Sonia le decían que porque andaba con “gente así, que nosotros somos prácticamente personas que la Biblia dice que no es así, que mujer y hombre dice la Biblia. Todas esas cosas las estuve escuchando porque no me quedaba de otra”. Álex vivió la ironía de recibir consejos morales de parte de una autoridad que, según la PDDH, irrespetó su integridad humana. En la subdelegación de Ciudad Delgado, la Policía torturó a Álex y a Sonia física y sicológicamente. En la subdelegación de Cuscatancingo, las condiciones mejoraron: solo los maltrataron sicológicamente.
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La primera vez que entrevisté a Álex, después de la golpiza, él tenía en su mesa un plato hondo relleno de plátano licuado con leche, y un vaso de kolashanpan. Él solo puede ingerir líquidos. Le duele incluso bostezar. El ISSS le prescribió una incapacidad de 15 días. El diagnóstico es un politraumatismo, es decir, muchas lesiones en diferentes partes del cuerpo, producidas de manera simultánea, usualmente por una golpiza o un accidente de tránsito. Un examen de un hospital privado reveló que Álex también tiene un edema cerebral leve en áreas parietales, algo que ocurre cuando el cerebro se hincha posterior a un trauma o golpe, por ejemplo, las patadas que describe haber recibido en la cabeza. Las consecuencias de un edema podrían ser incluso permanentes, como dificultades para articular palabras, o para concentrarse, aunque ninguno de los diagnósticos parece indicar eso. De momento.
Debido a sus moretes y a las lesiones, Álex no parecía apto para salir del hospital. Por eso la secretaria de Inclusión Social pidió al director del ISSS una explicación de por qué dieron de alta a Álex. “Yo platiqué con los médicos y médicas que estaban ahí, y estamos conscientes de su situación. Le dieron toda la atención necesaria. Al día siguiente, fue dado de alta y llevado a la delegación. A mí no me pareció que tenían que darle el alta, mas yo no soy una experta en el área médica. Mandé una carta al director del Seguro Social pidiendo un informe sobre por qué fue dado de alta. No me han contestado todavía”, afirmó Pignato. Sandra Rivera, la procuradora adjunta por los derechos civiles y políticos, adscrita a la Procuraduría por la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), dijo a El Faro que Álex también tenía una fractura en la órbita del ojo izquierdo, sin embargo, exámenes posteriores descartaron esa versión.
Aunque los policías de la subdelegación de Ciudad Delgado le dijeron a Álex que lo habían golpeado como hombre, el Estado procesa a Álex victimario como mujer, según comunicados que enviaron tanto la Fiscalía General de la República como el Centro Judicial Isidro Menéndez (CJIM), el 2 de julio, después de la audiencia inicial en contra de Álex, dado que los documentos de identidad de Álex recuerdan que nació mujer.
Los comunicados de Fiscalía y tribunales aportaron, cinco días después de los hechos, versiones que hasta ese momento no eran conocidas. La Fiscalía afirmó en su comunicado que “el policía le pidió a las imputadas se bajaran del microbús para indagar sobre las supuestas amenazas que habían realizado al conductor, cuando una de ellas comienza a propinarle una serie de golpes en la cara. El agente cae en la acera, perdiendo el conocimiento”. Durante los cinco días previos, nadie, ni el propio jefe policial de Ciudad Delgado, Hugo Salinas, mencionó que hubiera amenazas sobre el conductor del microbús, que un policía hubiera perdido el conocimiento, producto de golpes en la cara. Además, según la versión de Sonia, ella no se bajó del microbús junto con Álex: ya se había bajado, pues la negativa del motorista a parar fue lo que detonó la denuncia contra Alex, la llave con la cual estaba siendo sometido, la petición de Sonia para que lo soltaron, el golpe contra Sonia, el origen del pleito entre un policía hombre y un hombre transexual.
Una nota del mismo 2 de julio del CJIM amplió en las supuestas amenazas que Álex profirió al motorista del microbús y a los policías. “El conductor manifestó que Peña lo amenazaba de muerte si no le paraba donde le ordenaba. Detalla el requerimiento fiscal, que el agente policial víctima pidió a la ahora indiciada que bajara del microbús y al hacerlo se dirigió con voz fuerte y prepotente diciendo que el microbusero era abusivo”, dice el reporte. Esa fue la primera vez que se habló de que Álex amenazó de muerte al conductor de la unidad por no detenerse. “El agente le repitió en tres ocasiones que subiera a la acera, pero esta le contestó que estaba acostumbrada a matar policías y que él no la mandaba, comportándose de forma agresiva”, reza el informe del CJIM. Los testigos consultados por el Faro negaron que Álex se expresara de esa manera. El jefe policial Salinas tampoco dijo que Álex hubiera amenazado así a sus agentes, aunque el 29 de junio -dos días después de la paliza- Salinas dijo a El Faro que “quizá no hubiera llegado ni a detención si ellos se hubieran calmado, pero al contrario se volvieron más violentos”.
El informe de los tribunales retoma una versión que la Policía sí mencionó desde el inicio: que “las imputadas golpearon al agente originándose una trifulca en la cual intervinieron pasajeros para auxiliar a los agentes policiales, pero al final lograron ser neutralizadas”. Álex, que mide aproximadamente 1.60 metros, se ríe de esa versión. “Ni que yo fuera superhéroe para darle verga a todos los policías y al microbús. Aunque yo le hubiera dicho lo que le hubiera dicho, su deber era neutralizarme no creo que entre todos no me hubieran podido doblar, enchucharme y ya, no esta brutalidad que hicieron conmigo”, dice.
Al cierre de esta nota, Álex sigue procesado por agresiones a la autoridad y por resistirse a un arresto. La documentación del caso que él denuncia, con su versión de los hechos, según la cual él es la víctima, no ha salido de sede fiscal, por tanto, aun no se ha convertido en un proceso penal en contra del grupo de agentes de la PNC. La Fiscalía entrevistó a Álex el pasado viernes 3 de julio, pero esa entrevista a la fecha no se ha convertido en una investigación, en un requerimiento que termine en instancias judiciales.