Gaza, PALESTINA. Elias Mona pasará la Navidad por primera vez solo. Sus cinco hijos se fueron de este pequeño territorio enclavado entre Israel, Egipto y el Mediterráneo y devastado por tres guerras en los últimos siete años. Se fueron a Europa.
“Al comienzo, se iban para estudiar, pero nunca han vuelto debido a que aquí no hay trabajo”, lamenta este gazatí ante una inmensa cruz de madera erigida frente a la iglesia de rito latino de la ciudad de Gaza.
En la cuna del cristianismo, los cristianos de los territorios ocupados no son más que 52,000, poco más del 1 % de los palestinos. Menos de 3,000 viven en la franja de Gaza, donde hace una década había 7,000. La vida es cada día más difícil en este pequeño territorio controlado por los islamistas de Hamas, enemistados con la Autoridad Palestina de Mahmud Abas.
El desempleo afecta a dos de cada tres jóvenes y la economía se encuentra al borde del abismo. Según un sondeo reciente, un gazatí de cada dos quiere exiliarse, algo muy difícil por el bloqueo impuesto por Israel y Egipto.
Las dificultades sociales y económicas no explican por sí solas el éxodo de los cristianos, afirma Saad, de 50 años. “Si nuestros jóvenes se van a Estados Unidos y a Europa es porque no ven aquí ninguna oportunidad: la vida es asfixiante y el extremismo crece”, expone.
El exilio a otro país árabe ni siquiera se lo plantean, por los “crímenes del Estado Islámico”, el grupo yihadista autor de múltiples atrocidades, sobre todo contra los cristianos en Siria, Irak o Libia.
“Vivir como los demás”
El patriarca latino de Jerusalén, Fuad Twal, mencionó este sufrimiento durante una misa en la iglesia de la Santa Familia de Gaza. “Este año fue negativo en numerosos aspectos: hubo violencia, exilio, hambre y dolor. Depositamos nuestras esperanzas en el año que viene, para que aporte más justicia, igualdad, unidad y misericordia”, declaró la principal autoridad católica romana en Tierra Santa.
En su homilía, llamó a “pensar en los que sufren, en los desplazados, en aquellos a los que destruyeron sus casas, que perdieron sus tierras”. Gaza todavía sufre los efectos de la ofensiva israelí de 2014 y la reconstrucción acaba tan sólo de comenzar.
Es difícil estar de fiesta en estas condiciones, reconoce George Antun, un cristiano gazatí: “Celebramos el nacimiento de Cristo pero al mismo tiempo sufrimos por lo que pasa aquí, en Palestina”. Por eso, añade, “rezamos al rey de la paz, nuestro señor Jesucristo, para que traiga paz, para que Palestina sea liberada y podamos vivir como los demás pueblos, es nuestro derecho”.
Belén, la ciudad en la que nació Cristo según la tradición bíblica, se encuentra a menos de un centenar de kilómetros. Pero pocos gazatíes podrán viajar a la Cisjordania ocupada para celebrar la Navidad. Para hacerlo necesitan un salvoconducto, que Israel expide con cuentagotas y sólo por unos días.
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