Opinión / Migración

Costa Rica y las fronteras cerradas del SICA


Lunes, 21 de diciembre de 2015
Pedro Caldentey del Pozo

La cumbre de Presidentes del SICA del pasado 18 de diciembre acabó en sobresalto con la imprevista retirada de Costa Rica de la reunión y su anuncio de suspender su participación en los órganos políticos del SICA hasta que la crisis de los migrantes cubanos se resuelva.

Costa Rica no abandona el SICA sino que suspende parcialmente su participación. No hay paralelismo con la ruptura del statu quo de 1969, posterior al enfrentamiento entre Honduras y El Salvador que cuestionó la continuidad de los acuerdos regionales. O con la hibernación de los acuerdos en los ochenta. No obstante, aunque no es ruptura, sí es un hecho grave. Un episodio que evidencia las tensiones entre varios de los países miembros y la falta de pulso político del propio sistema como mecanismo de diálogo político y de integración regional. Es también un hecho que refleja el deterioro de los liderazgos políticos en Centroamérica a escala nacional y regional.

La rueda de prensa del Presidente Solís a su vuelta a Costa Rica es clave para entender la posición costarricense. Solís hizo un visible esfuerzo para restar acritud a la decisión y delimitar su frustración ante dos problemas. Primero, ante la incapacidad del SICA para crear un ambiente propicio que ayudase a solucionar la crisis. Segundo, ante la posición de Nicaragua, Guatemala y Belice, los tres países que señaló como culpables de no facilitar soluciones al problema. Fue también muy explícito agradeciendo los esfuerzos mediadores de El Salvador como Presidencia pro témpore del Sistema y algo genérico sobre la posición de Honduras, probablemente para dejar abiertas sus posibilidades de mediación en este semestre de 2016 en que le tocará ejercer la presidencia del SICA. Costa Rica, precisaron Presidente y Canciller, no se retirará de los órganos técnicos del Sistema y seguirá ejerciendo sus derechos y deberes en los ámbitos técnicos de la integración. El país no juega, por tanto, con la hipótesis de abandonar el SICA.

Las interpretaciones que se hacen sobre este episodio de crisis oscilan entre el corto plazo de la situación creada por los migrantes cubanos en Costa Rica y la búsqueda de señales profundas de desintegración del SICA.

Lo cierto es que la falta de acuerdos específicos en la Cumbre, y la negativa a incorporar palabras amables en la declaración presidencial, son un desplante a Costa Rica y a las gestiones y conversaciones mantenidas por el gobierno costarricense antes del encuentro. Es muy probable que haya también en la decisión de Costa Rica una intención de devolver el desplante como gesto destinado al consumo interno.

El asunto de los migrantes cubanos es un problema endemoniado. No es nuevo porque se afirma que el tránsito tolerado de cubanos hacia Estados Unidos vía Ecuador y Centroamérica era regular desde hace meses. El problema estalla cuando Nicaragua decide interrumpir ese tránsito por alguna de estas dos razones o una combinación de ellas: evitar un fenómeno que contribuye al descrédito del gobierno cubano o mantener viva la tensión sobre las disputas fronterizas con Costa Rica.

Todas las soluciones a este asunto son complejas y de sustento legal irregular. Es difícil pensar que Estados Unidos o Cuba puedan tomar decisiones drásticas para resolverlas. ¿Se imaginan el lío en que se metería Obama mandando un avión a Costa Rica en medio de una precampaña electoral con sonrojantes debates sobre la migración? El ruido que se ha creado hace ahora poco factible la única solución posible, que es seguir siendo flexible con ese tránsito irregular y frenar el asunto en origen para evitar incentivos a nuevos migrantes. En un curioso e insospechado paralelismo, también la Unión Europea cierra el año muy tocada por las migraciones y la resistencia de los países a aceptar soluciones compartidas. Más allá de los acuerdos con terceros (Turquía) y de reparto de responsabilidades y compromisos financieros, ¿creen ustedes que no hay acuerdos informales sobre cómo enfrentar el problema antes de que se haga crónico?

El caso de los migrantes cubanos es un problema regional y latinoamericano, no sólo costarricense. Suficiente tiene Centroamérica con sus migraciones para hacerse cargo de otras. Por eso es natural que Belice y Guatemala no se quieran arriesgar a que el problema se desplace a sus fronteras. Pero deportar es un verbo que Centroamérica no puede conjugar en voz activa. La complicidad con México es esencial para trasladar el problema a la frontera estadounidense y dejar que Cuba y Estados Unidos la resuelvan silenciosamente. A lo mejor este es un buen momento para qué México se muestre como buen amigo de Centroamérica y ofrezca su mejor cara como potencia regional.

Costa Rica ha expresado con rotundidad su protesta y habría que haber participado en la reunión previa a la Cumbre para saber si hay o no sobreactuación en su anuncio. De las palabras del Presidente Solís no se puede deducir que la salida de Costa Rica del SICA sea un escenario que esté sobre la mesa. A diferencia de lo que se suele afirmar, el que un país como Costa Rica niegue su participación en determinados decisiones o ámbitos del SICA no indica desafección sino claridad en lo que espera y no espera, desea y no desea, de la integración.

¿Compromete este problema el futuro de la integración centroamericana? Es la pregunta que inmediatamente plantea la legión de escépticos de la integración en Centroamérica. La respuesta es que no necesariamente, a no ser que el caso de los migrantes se envenene más allá de lo razonable. Pero es evidente que este episodio no contribuye a reforzar la confianza de gobiernos y ciudadanos en el SICA en un momento en que el proceso busca nuevas orientaciones tras una década de crecimiento como escenario de políticas y consensos. Sólo cabe esperar ahora que los líderes de la región estén a la altura y puedan resolver con rapidez y cierta discreción este incómodo asunto.

 

* Pedro Caldentey del Pozo es economista, y profesor e investigador en la Fundación ETEA, con sede en Córdoba, España. Fue, entre 2007 y 2012, Asesor Principal del Fondo España-SICA en la Secretaría General del Sistema de la Integración Centroamericana.

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