Opinión / Política

Un diálogo bajo el velo de la ignorancia


Miércoles, 27 de enero de 2016
Félix Ulloa

Gobierno y sector privado han reactivado últimamente el tema del diálogo. Tanto el Presidente de la República como el Director Ejecutivo de la ANEP, han hecho llamados mutuos para retomar dicho mecanismo, como instrumento ideal para la solución de los grandes conflictos que enfrenta nuestra nación.

Entonces, si ambas partes coinciden en la necesidad dialogar, ¿por qué no se inicia un serio proceso de diálogo? La primera respuesta que nos imaginamos es que el juego 'suma cero' sigue siendo el gran obstáculo para dar el primer paso. En esta práctica lúdica, todo lo que una parte gana es lo que la otra pierde y viceversa. Por tanto, nadie quiere entrar en una dinámica en la que cualquier concesión, aunque sea en beneficio del bien común, sea percibida como una derrota.

Otra explicación es que ambos actores estén concibiendo el diálogo como un evento y no como la sucesión de acuerdos en todos los niveles de la vida pública; es decir, como un proceso continuo y permanente, al que nos obliga la realidad cotidiana. Esta visión estática y rígida del diálogo, puede hacer perder el valor intrínseco y la importancia que tienen los espacios institucionales donde se generan constantes acuerdos y negociaciones. La Asamblea Legislativa es uno de ellos; es la instancia natural para dialogar, negociar y alcanzar los acuerdos más importantes, que impactan positiva o negativamente en la sociedad. Igual podríamos decir de otras altas instituciones como la Corte Suprema de Justicia, donde el diálogo se desarrolla de manera distinta, pero que no por ello deja de ser fuente de formulación de políticas públicas.

Menos dinámicas negociadoras encontramos en el Ejecutivo, pues por antonomasia su función es ejecutar, administrar, implementar aquellas medidas de gobierno ofrecidas en las campañas y aprobadas por el electorado que da la victoria al partido ganador. Sin embargo, un déficit de cumplimiento, un desempeño mediocre, o la ausencia de un liderazgo a la altura de las demandas de la sociedad, habilita a quienes fueron opositores (también a quienes dieron su apoyo) a reclamar a los que ejercen responsabilidades de gobierno, a exigir en primer instancia las explicaciones correspondientes, en base al principio de rendición de cuentas; y, luego, si no se llenan las expectativas, demandar los cambios necesarios.

Bajo esas premisas observamos un país que constantemente dialoga, con mesas formales como las que convoca el gobierno para tratar temas de seguridad, económico-sociales, educativos, etc., pero cuyos resultados no se traducen en políticas de estado. Hay otros diálogos rotos o improductivos como el que mantenían los partidos políticos (Interpartidaria) con el acompañamiento de organismos internacionales. Algo está fallando entonces, algo no permite avanzar por el camino correcto y no es por falta de titularidad de los actores, ni por la vigencia de los temas sobre la mesa, o porque los tiempos no son los oportunos. Sin duda creemos que se debe a la falta del Velo de la ignorancia.

Si cada quien se sienta con la expectativa de sacar ventajas propias a costa del otro, definitivamente no habrán progresos; cuando una parte invita a la otra a sentarse a negociar pero le anticipa que no va a cambiar su plan original, el mensaje que se envía es desalentador y sin motivación. Y si la otra parte condiciona su participación a que le garanticen aceptación de sus propuestas, tampoco está generando condiciones para un diálogo abierto, honesto y respetuoso. El lenguaje que se emplea es fundamental, el uso de insultos, agresiones verbales o escritas, amenazas y sobre todo anticipadas descalificaciones. Todo lo anterior no conduce a nada.

Con el Velo de la ignorancia, Rawls nos orienta a trabajar de manera tal que Debemos de una u otra manera anular los efectos de aquellas contingencias que enfrentan a los hombres entre sí y les hacen caer en la tentación de utilizar las circunstancias sociales y naturales en su ventaja personal”. [1] .

Por ello, es un imperativo insoslayable, establecer dentro del proceso de diálogo que objetivamente se desarrolla, una agenda -común y prioritaria- de temas que habrá que sustraer de la cotidianeidad de los hechos y colocarla en una instancia particular que permita arribar a acuerdos y consensos urgentes para encontrar el rumbo hacia el desarrollo y la armonía social. Entre estos sin duda están los temas económicos y sociales (política fiscal, pensiones, deuda externa, programas sociales); los de carácter político institucional (modernización del estado, ciudadanización y democratización del sistema electoral y de partidos políticos, reforma constitucional integral); la migración y lucha contra la corrupción e impunidad (con perspectiva regional). Si estos tres temas se abordan con visión de nación, teniendo como horizonte el bien común de los salvadoreños, estoy seguro que podremos corregir el rumbo y avanzar por el camino correcto. [2]

Desde luego que un esfuerzo de esa naturaleza requiere además de la voluntad y actitud para su abordaje, de algunas herramientas que faciliten la labor. Para eso no hay que inventar la rueda; existen suficientes experiencias tanto dentro como fuera del país, que se pueden aprovechar. Sin embargo, mencionamos un referente de reciente factura con el cuño de Naciones Unidas, el Manual sobre el diálogo democrático -elaborado por Bettye Pruitt y Philip Thomas-, en el cual se parte desde la base de una cultura democrática y la necesidad de una gobernabilidad efectiva, hasta la obtención de resultados tangibles, pasando desde luego por etapas como conceptualización, contextos, diseños, objetivos, estrategias, cronogramas, etc.

El diálogo es lo que distingue a los seres humanos racionales del resto de especies. La capacidad de comunicarse, debatir, tolerar, aceptar, consensuar es lo que ha hecho avanzar a las sociedades humanas, naciones, comunidades e individuos, desde la antigüedad (Diálogos de Platón) hasta nuestros días (Foros multilaterales, bilaterales, mesas específicas). Por tanto, esperamos que este 2016, El Salvador enfrente su futuro con serios procesos de dialogo que, iluminados por la sabiduría, inspirados en la dignidad y arropados por el Velo de la Ignorancia, nos den los frutos que con tanta necesidad ansía y merece nuestro pueblo.



[1] “Nous devons, d´un façon ou d´une autre invalider les effets des contingences particuliers que opposent les hommes les uns aux autres et leur inspirent la tentation d´utiliser les circonstances sociales et naturelles á leur avantage personnel”. Théorie de la Justice. 24. Le voile d´ignorance. Edition de Seuil 1997.

[2] No incluimos el tema de seguridad porque se encuentra en una etapa en la que lo que se requiere es capacidad ejecutiva, como lo afirmara el secretario de Comunicaciones, Eugenio Chicas. Sin duda, el combate a la inseguridad es un tema en el que el Gobierno ha diseñado su propio camino y recorrido sin consultarlo con sus interlocutores. Entrar a ese diálogo, quizá,  nos conduciría a aquello que David Escobar Galindo llamó una 'inoperancia sin salida'.

*Félix Ulloa es doctor en derecho. Exmagistrado del Tribunal Supremo Electoral, fue miembro de la Comisión Política del desaparecido Movimiento Nacional Revolucionario. Actualmente es presidente del Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador (IEJES) y profesor del doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador. 

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