“Estamos recomendando a las mujeres en edad fértil que tomen la precaución de planificar sus embarazos y que traten de evitarlos este año y el próximo”. Con estas palabras, el viceministro de Salud desató un vendabal de críticas y apoyos a la recomendación principal para prevenir uno de los peores efectos del Zika, el nacimiento de bebés con microcefalia.
Cuando la leí en los períodicos pensé en lo simplista de la propuesta. El estado depositando la responsabilidad de controlar las consecuencias de una epidemia en las mujeres que estamos en edad de embarazarnos. Releí las noticias y pensé que la “sugerencia”no solo era simplista, sino también “fresca” y con eco de doble moral.
Cualquiera que no esté demasiado enterado de cómo se vive en El Salvador podría pensar que en este país las mujeres somos ciudadanas en total control de nuestra sexualidad y de nuestro cuerpo reproductivo. Por eso todas podemos tomar las precauciones necesarias y “planificar nuestros embarazos”, como recomendó el viceministro. Pero la realidad es muy distinta.
El Salvador es un país en el que aún el 30% de las mujeres entre 15 y 44 años, casadas o acompañadas (a las solteras no les preguntan), no usan ningún método anticonceptivo. Una de las razones es el miedo a que sus parejas las tachen de infieles. El 70% alguna vez ha utilizado un metódo de control natal. De éstas, solo en el 5% de los casos es el hombre el que utiliza condón.
El Salvador es un país de mamás-niñas. El informe, Impacto del embarazo, la maternidad y la violencia sexual en las niñas y adolescentes, en el contexto educativo salvadoreño, 2014, reveló que al menos el 30% del total de embarazos son de niñas y adolescentes. El último censo de población (2007) mostró que en nuestro país existen 67 mil mujeres entre los 12 y 19 años que ya han conformado un hogar. De esas, 48 mil tienen al menos un hijo. En el 2013, 70 adolescentes dieron a luz cada día. La tasa más alta en Latinoamérica, de la cual más de la mitad son embarazos no deseados y producto de la violencia sexual, de acuerdo al informe del Banco Mundial.
El Salvador es un país de mujeres, niños y niñas violadas. Solo en los primeros seis meses de 2014 fueron víctimas de este delito 410 personas entre 10 y 19 años. Del registro del primer trimestre, 30 niñas y adolescentes resultaron embarazadas.
El Salvador es también un país de abortos clandestinos. El no reconocimiento de este derecho, orilla cada año a miles de mujeres a arriesgar su vida y su libertad al someterse a intervenciones ilegales. Las estimaciones del Ministerio de Salud muestran que entre 2005 y 2008 hubo al menos 19.290 abortos en el país.
En una sociedad como esta, en la que la forma de control de la natalidad más pregonada sigue siendo la abstinencia, en la que la política de salud sexual y reproductiva aún está encerrada en un fólder, en la que hay cero educación sexual en los curriculos escolares, en la que sin ninguna vergüenza algunas farmacias se niegan a vender anticonceptivos por razones religosas; las cifras son también indicadores aplastantes de lo lejos que aún estamos las mujeres de poder tener acceso al derecho de controlar nuestra sexualidad y nuestros cuerpos. ¿Cómo, entonces, pueden las mujeres no embarazarse? ¿Cómo pueden, entonces, evitar traer al mundo bebés enfermos?
En este contexto, señores del Ministerio de Salud, y pese a la buena intención que puedan haber tenido, la recomendación estatal es francamente ridícula.
*Laura Aguirre es estudiante de doctorado en sociología en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín. Su tesis, enmarcada dentro de perspectivas feministas críticas, está enfocada en las mujeres migrantes que trabajan en el comercio sexual de la frontera sur de México. Su trabajo también abarca la sexualidad, el cuerpo, la raza, la identidad y la desigualdad social.