'Berta no murió, se multiplicó', 'Berta vive, la lucha sigue, sigue', gritaron unos cien indígenas mayas procedentes de Guatemala y de nueve zonas étnicas hondureñas, incluyendo negros garífunas que hicieron retumbar los tambores durante los ritos en un homenaje que coincidió con el 23 aniversario del Consejo Cívico de Organizaciones Populares Indígenas de Honduras (Copinh), que Cáceres dirigía.
Los indígenas bajaron a pie por un camino pedregoso desde lo alto de una loma, donde dejaron sus vehículos, hasta el río Gualcarque, a unos 200 km al noroeste de Tegucigalpa, y a la orilla, bajo unos árboles, llevaron a cabo sus ritos.
Los negros cantaron y bailaron al son de los tambores y maracas en medio del intenso olor a incienso y los mayas llevaron a cabo un ritual con fuego de velas colocadas sobre un círculo formado con maíz y otros granos.
La ceremonia finalizó cuando los manifestantes lanzaron flores al río.
Cáceres, de 44 años, quien se desempeñaba como coordinadora general del Copinh, fue asesinada a tiros el pasado 3 de marzo por desconocidos que entraron a su casa en la ciudad de La Esperanza, oeste.
Sus familiares y los grupos indígenas culpan del crimen a la empresa Desarrollos Eléctricos Sociedad Anónima (DESA) y a autoridades hondureñas, confabuladas en los planes de construir una represa hidroeléctrica en el río Gualcarque.
Al otro lado del río se ve la tierra removida por tractores entre pinares, donde, según dijo a la AFP el coordinador interino de Copinh, Tomás Gómez, DESA comenzó a construir un canal por donde pretende desviar el Gualcarque hasta una sala de máquinas de las turbinas para generar unos 21 megavatios/hora de electricidad.
Añadió que el canal parte desde lo alto donde DESA pretende construir la cortina de la represa, que inundaría una decena de comunidades lencas, opuestas al proyecto.
'Ella (Berta) vive en cada uno de nosotros, sigamos luchando contra esa represa asesina y criminal, contra las otras represas que vienen y que se acomodan en el pueblo lenca y en Honduras, las mineras asesinas envenenadoras del agua y del ambiente, las privatizadoras del agua y el oxígeno', afirmó en un discurso Laura, de 23 años, hija de la ambientalista.
La otra hija de Cáceres, Berta, de 24, expresó que 'la justicia no acaba con que agarren a los perpetradores de su asesinato, la lucha por la justicia que nos enseñó mi mami fue una lucha profunda, en el sentido que va a haber justicia cuando esas represas no estén aquí, cuando el pueblo lenca sea respetado'.
'Detrás de su asesinato hay personas muy poderosas metidas, gente rica; yo no creo, la verdad, que vayan a estar presas', subrayó.
Tomás Gómez advirtió a su vez que después del asesinato de Cáceres se ha reagrupado el movimiento social e indígena hondureño en una lucha que 'genera esperanzas' para 'enfrentar al gran monstruo, el de las privatizaciones y concesionamientos, la políticas de asesinatos y de terror del neoliberalismo'.
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