Son las 8 de la mañana de este jueves en las afueras de la Universidad de El Salvador (UES). Una treintena de estudiantes universitarios aguardan ansiosos la llegada de los diputados de la Asamblea Legislativa, programada para las 9 a.m., para celebrar los 175 años de fundación de la Universidad. Los estudiantes no es que quieran festejar con los visitantes: tienen listas decenas de pancartas y consignas. Entre el grupo, alguien grita: “¡Aquí no queremos diputados!”.
La manifestación no tiene otro propósito que expresar el descontento y rechazo por la llegada de los diputados que, apenas una semana antes, pidieron más seguridad y el cierre de las instalaciones a los estudiantes durante su visita, por temor a sufrir alguna agresión. Las autoridades universitarias accedieron al pedido y por eso este jueves 25 de febrero los estudiantes solo pueden protestar afuera del campus.
Los universitarios están concentrados frente a uno de los portones de la facultad de Odontología y se acompañan también de una bolsa llena de cohetes. A las 8:40, quienes transitan sobre la Autopista Norte pueden escuchar los gritos y ver los carteles. Pasan los vehículos hasta que los manifestantes deciden caminar hacia el arriate central de la autopista y logran cerrar el paso a los vehículos. La vía está tomada y las consignas arrecian: '¡Fuera, diputados!, ¡fuera, diputados!'. Desde el grupo uno de ellos añade: '¡Hijos de puta, váyanse!'
Un hombre hombre moreno y bajo de estatura toma el megáfono. Agarra aire por la boca y pregunta gritando: “¡¿Para qué estudiamos, compañeros?!', y se queda esperando la respuesta inmediata. '¡Para no ser diputados!”, responden en coro sus acompañantes, mientras alzan el puño izquierdo al aire.
Uno de los manifestantes grita en medio de la calle lo que parece ser la justificación de la protesta: “Ellos (los diputados) vienen aquí como si fuera su casa. Hipócritas. A ellos nunca les ha interesado la educación. Aquí el color partidario es mentira. Si no, mirá al Frente.'
El Frente es el FMLN, el partido de izquierdas que históricamente ha tenido una amplia base de apoyo en la Universidad de El Salvador, tanto a nivel estudiantil como de trabajadores administrativos y de personal docente. Desde cuando en 1993 el FMLN se convirtió en partido político, pasó 16 años en la oposición hasta que logró la presidencia en 2009. Está por cumplir siete años en la Presidencia de la República, mantiene la presidencia de la Asamblea Legislativa desde hace cinco y gobierna 85 alcaldías de los 262 municipios del país. En la Asamblea Legislativa tiene 31 de 84 escaños.
El manifestante sigue con su señalamiento al partido con el que la comunidad universitaria ha solido identificarse. '¿Dónde está el pueblo cuando están comiendo bien? Si en verdad fueran de izquierda como ellos dicen, se quitarían el salario'. En El Salvador el salario mínimo es de 250 dólares al mes y un tercio de los hogares se encuentran bajo la línea de pobreza. En un mes un diputado gana un poco más de 4 mil dólares, mientras que la presidencia de la Asamblea, que ahora ocupa la diputada del FMLN Lorena Peña, tiene un salario mensual de 5 mil 781 dólares.
La Universidad de El Salvador fue considerada durante los años 70 y 80, como semillero intelectual y formador de cuadros para la oposición política del país. Hoy muchos de ellos forman parte de la clase gobernante salvadoreña, esa contra la cual protestan hoy los universitarios.
Los manifestantes con pasamontañas improvisadas encienden cohetes que lanzan uno tras otro por todos lados, con lo que llenan la Autopista Norte de humo y de papelitos que vuelan sobre ellos. De pronto, un muchacho de estatura media, con camisa roja que tiene estampada la imagen del poeta Roque Dalton y con la cara tapada con pasamontañas, toma turno con el megáfono y se dispone a leer un comunicado, con un tono de indignación: 'Consideramos que el abandono histórico que ha tenido la Universidad no rompe con la tradición de las dictaduras militares de nuestra Alma Mater, a costa del déficit presupuestario y la violación a nuestra autonomía. Contamos con el presupuesto más bajo de toda Centroamérica comparado con las universidades de la región...', denuncia.
La UES tiene un prespuesto de 80 millones de dólares anuales, es decir el 1.6 % del presupuesto general de la nación. Por sus cobros más bajos a ella pueden acudir las personas que por razones económicas no pueden ingresar a cualquier universidad privada del país. La Universidad tiene una población 55 mil estudiantes y más de mil trabajadores en las cuatro sedes. “¡Necesitamos que el papel de la Universidad de El Salvador se reconozca no con palabras sino con hechos!', demanda a gritos, y casi sin aire, el manifestante con pasamontañas.
Durante la dictadura militar, en la década de los 70 y hasta inicios de los 80, la Universidad fue saqueada, destruida e intervenida repetidas veces. Acciones que en varias ocasiones terminaron en la muerte y desaparición de muchos estudiantes universitarios opositores al régimen.
El 12 de julio de 1972 una intervención militar durante el gobierno del coronel Arturo Armando Molina destruyó buena parte del patrimonio de la UES. Tres años más tarde, el 25 de julio de 1975, el gobierno allanó la facultad multidisciplinaria de Occidente, en Santa Ana. Como respuesta, los estudiantes universitarios, con apoyo de alumnos de secundaria, marcharon el 30 de julio sobre la 25a. Avenida Norte, de San Salvador, hasta llegar cerca del Hospital Rosales, donde la manifestación fue reprimida. El saldo del operativo, según la Comisión de la Verdad, dejó siete estudiantes muertos, más de veinte heridos y un número indeterminado de desaparecidos.
Esta mañana de jueves, el tiempo pasa y los estudiantes siguen en los contornos de la Universidad, sin poder ingresar a ella. Son las 8:55 de la mañana y la sesión plenaria está a punto de arrancar en el edificio del Cine Teatro. En este momento el manifestante con la camisa de Roque Dalton sale de la concentración y muestra a la prensa y a sus compañeros un sobre blanco. Lo abre y lo explica: “Esta es la invitación para entrar a la U”. Ceremonioso, con su mano izquierda lo pone a la altura de su cintura mientras su mano derecha se dirige a uno los bosquillos del pantalón, de donde saca un encendedor. Lo enciende y lo lleva lentamente hacia el papel, el cual toma fuego y se consume mientras es lanzado al pavimento. “¡Esto es lo que pensamos de su invitación!”, grita, en tono furioso. Todos observan el sobre hasta que se transforma en cenizas.
Los estudiantes caminan rodeando el costado sur del campus y marchan hacia el poniente, donde está la entrada de la Facultad de Derecho. ¡Buuuum!, suena la explosión de un cohete.
Un estudiante de cabello largo y rizado, de estatura bajita, flaco y de tez blanca grita por todos lados dentro del grupo, se desplaza enérgicamente entre sus compañeros para animarlos y lograr el objetivo de ese día: incomodar a los políticos visitantes.
Son las 9 de la mañana y arranca la sesión plenaria que conduce Lorena Peña. La ceremonia transcurre en tranquilidad. Una semana antes, durante la sesión legislativa del 17 de febrero, los diputados del partido Arena expresaron temor por su seguridad ante la visita a la Universidad. Dijeron que necesitaban un depliegue de seguridad adicional, ya que temían alguna agresión de los estudiantes, debido a que los políticos de derecha nunca han tenido la simpatía de los estudiantes universitarios. Al contrario.
La sesión plenaria transcurre con un desfile de diputados que felicitan a la universidad. Caminan hacia el escenario del Cine Teatro los legisladores Arnoldo Marín, del PDC; Mario Ponce, del PCN; Guadalupe Vásquez, de Gana; Norma Guevara, del FMLN, y Alberto Romero, jefe de bancada de los diputados de Arena. Romero fue quien, una semana atrás, pidió seguridad adicional.
60 minutos de discursos entre los cinco diputados. Uno tras otro alaban el papel de UES y el protagonismo de sus estudiantes en el desarrollo del país. 'Esta universidad tiene muchas historias que contar, en estos 175 años de fundación de la UES es propicio hacer un alto y reflexionar sobre aquellos sucesos trágicos que han marcado la historia de la universidad. Casos como las intervenciones militares y el ahogamiento presupuestario son hechos que no deben repetirse', dijo Arnoldo Marín, del PDC. Fueron 60 minutos en que a los políticos parecía importarles la Universidad. 60 minutos de mensajes hacia una comunidad universitaria que en ese momento era ajena a los discursos, porque por petición de los diputados los estudiantes fueron privados de presenciar la sesión plenaria especialmente montada para ellos y su universidad.
A las 10:30 de la mañana Lorena Peña da por finalizada la sesión y los diputados salen por las puertas que están a un costado del auditorio. Por una de ellas sale la diputada de Arena Carmen Elena Calderón de Escalón, quien con el ceño fruncido y exaltada grita que en el momento que ingresó al campus un grupo de manifestantes empujaron su camioneta de un lado a otro, colocando sobre el parabrisas carteles que decían “juicio a los destinatarios”, en referencia a la investigación por corrupción sobre el expresidente Francisco Flores -fallecido el 30 de enero- por el desvío de millonarios donativos de Taiwán.
Calderón, molesta, explica al diputado Rodrigo Ávila por qué había llegado tarde a la sesión plenaria. “¡Sí, por eso vine tarde! ¡Los manifestantes no me dejaban pasar!... y me ponían los rótulos encima del pick up. Yo llamaba a los policías pero ellos se fueron. ¡Me dejaron!', se queja con el exdirector de la Policía.
Minutos después, un pequeño grupo de estudiantes logra colarse por uno de los portones de la universidad y emboscan al diputado Ávila, cuando este camina hacia la salida. Le bloquean el paso y ponen frente a él un cartel de cartulina rosada que dice “Diputados: los corruptos están en la Asamblea Legislativa” y otro amarillo que dice “Diputados: ¿Cuál es el miedo?”.
Ávila, rodeado de estudiantes que gritan en demanda de una mayor asignación presupuestaria para la Universidad, les habla. “Yo he venido. Yo quiero que platiquemos, nos podemos poner de acuerdo', les exhorta en forma tranquila. Los desarma. Muchos callan y le escuchan. Varios bajan la cabeza y ni siquiera se atreven a interrumpirlo, mientras Ávila sigue hablando. Al cabo de unos minutos termina con la promesa de una reunión futura para discutir el presupuesto de la Universidad. Se retira caminando tranquilo.
Luego aparece la diputada Ana Vilma de Escobar, también de Arena, quien en noviembre de 2013 fue señalada por el presidente de la Corte de Cuentas, Rosalío Tóchez, por presuntas anomalías equivalentes a 17 millones de dólares durante su administración como directora del ISSS en el gobierno de Francisco Flores. Se detiene frente a los estudiantes y lee en voz alta uno de los carteles que le han puesto enfrente: 'Diputados: ¿Cuál es el miedo?'
Escobar se da media vuelta y mira a los estudiantes a su alrededor. Mirada firme y seria para retarlos: '¡¿Cuál miedo?!', exclama. 'Yo no tengo miedo. Aquí estamos'. Luego, con tono de autoridad, les dice: 'Bajen ese cartel'. Y los manifestantes, como si fueran tropa atendiendo las órdenes de su capitán, lo bajan rápidamente. Alguien se percata de lo que está sucediendo y, en voz bajita, les pide que desobedezcan: '¡No´mbre, no lo bajen!' Y los estudiantes lo vuelven a subir. Ella mira de reojo y sigue hablando a su autidotorio. Les habla de las pensiones, del problema que enfrenta la educación, les repite que la educación es la solución y no menciona el tema del presupuesto que los estudiantes le plantean.
Entre el público que escucha a Ana Vilma de Escobar está aquel muchacho de cabello largo y rizado, quien en la calle se movía de un lado a otro con mucha energía. Ahora está en silencio, con la cabeza agachada.
Alejada del grupo está Fátima Hernández, representante del sector estudiantil en la Asamblea General Universitaria. Fátima observa cómo sus compañeros han sido dominados por los diputados. Molesta, insiste en que no está de acuerdo con la manera en que los diputados llegaron, porque según ella menosprecian a la Universidad 'por su carácter histórico'. Además, 'es repugnante que los diputados del partido Arena hayan pedido seguridad para este evento y que no quisieran estar acá si no tenían más seguridad'. Su rechazo llega tarde. Porque entre el grupo desaparecieron hace ratos los gritos “¡Fuera diputados!', '¡Hijos de puta, váyanse!' para convertirse, ahora, en unos apacibles “Gracias, diputada”, “Gracias, diputado', acompañando con asentimientos de cabeza las palabras de los visitantes areneros.