Diario del Salvador
Viernes 12 de enero de 1912
Una capitana del ejército salvadoreño
_____
Peleó valientemente en 1894
_____
Ha muerto y se le han hecho honores militares
_____
Santa Ana, enero 10. –En una cama del Hospital ha exhalado su último suspiro la señora Isabel Carranza Monterrosa, quien en la revolución de 1894, que Santa Ana sostuvo hasta derrocar la tiranía de los Ezeta, peleó como el hombre más aguerrido en las diferentes acciones de armas que entonces se libraron, alcanzando el grado de capitana del ejército de la República. Era la señora Carranza M., oriunda de esta ciudad y sus padres fueron Antonio Carranza y Francisca Monterrosa y ha muerto a la edad de 45 años. Su cadáver permaneció en la loza del Hospital hasta que un carro fúnebre llevando un ataúd fue a recogerlo, pasando incontinenti una compañía del Ejército de esta plaza con banda de guerra y al mando del teniente Salvador [ilegible] para hacerle los honores y acompañarla a su última morada. Después que el Padre Vicente Elías Argumedo rezó en el portón del Hospital ante el cadáver las oraciones de los difuntos, la comitiva se puso en marcha con dirección al cementerio de Santa Isabel. El señor Ministro de la Guerra al tener conocimiento de la defunción de la señora Carranza M. [ilegible] las órdenes del caso para el enterramiento [ilegible].
* * *
Es cierto que tenemos varios ejemplos históricos y mitológicos, procedentes de todas partes del globo, de mujeres que vestidas como hombres participaron en combate. Y no sólo heroínas idealizadas como la china Hua Mulan o la francesa Juana de Arco, o incluso la menos famosa aunque condecorada soldado rusa Nadezhda Durova, que peleó en las guerras napoleónicas. También en los Estados Unidos hay casos de mujeres como Margaret Corbin (Molly Pitcher), que operó un cañón en la Guerra de Independencia de este país y a quien la legislatura concedió una pensión. En América Latina, encontramos ejemplos como la teniente coronel Juana Azurduy, en Argentina, y Manuela Sáenz, quien luchó junto a Simón Bolívar.
Pero, ¿quién es la señora Isabel Carranza Monterrosa? ¿Es representativa de un sector de mujeres del fin del siglo XIX? Quizá algunos lectores puedan pensar que el ejemplo de Carranza se parece al papel marcial de las mujeres en la guerra civil. ¿Es semejante a Ana María Gómez (FPL), a Nidia Díaz (PRTC) y a Ana Guadalupe Martínez (ERP)? Claramente, no. El fin de siglo salvadoreño fue una época muy diferente a la década de los 80, cuando el FMLN tuvo un 40% de membresía femenina y las mujeres ocuparon el 20 % de los puestos de liderazgo. Estos tremendos cambios en la participación femenina en la guerrilla tienen sus orígenes en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado. Al principio de ese siglo la sociedad esperaba que las mujeres cumplieran los roles tradicionales de hijas, esposas y madres. El sufragio femenino fue reconocido por la Constitución en 1938, pero hasta doce años después no se convirtió en realidad legislativa.
Esto no debe impedirnos entender el hecho de que, aunque con limitaciones, la participación política de algunas mujeres durante la primera mitad del siglo XX fue notable, particularmente en las zonas urbanas. Por ejemplo, en 1952 un representante de la embajada de los Estados Unidos documentó la tradición del “galanteo de las mujeres (vendedoras) del mercado” por parte de los candidatos en las elecciones locales. En 1944 las vendedoras del mercado se habían manifestado en apoyo en apoyo del Dr. Arturo Romero. En los primeros años del martinato (el régimen de Maximiliano Hernández Martínez), durante los debates sobre la nacionalización del Mercado Central los periódicos hablaron con frecuencia del apoyo y defensa de las mujeres del mercado y de los ataques contra los vendedores extranjeros.
Sin embargo, tampoco debemos olvidar que, aunque estas comerciantes fueron figuras visibles en campañas políticas del siglo XX, el ejemplo más famoso tuvo como resultado una represión estatal. En 1921, la policía y los militares reprimieron violentamente a mujeres que se manifestaban en oposición a la dinastía Quiñónez-Meléndez. En 1922, otros manifestantes (a favor de Tomas Molina) también fueron ametrallados por la policía y el ejército.
A modo de análisis final, incluso en zonas urbanas las mujeres gozaban de pocos derechos y poca protección legal. Con frecuencia fueron víctimas de violencia doméstica y sexual. Tampoco tenían representación en el sistema político. En este contexto, ¿cómo entendemos el ejemplo de esta mujer, que no solamente sirvió en el ejército, sino que ascendió a capitán, y que fue además reconocida y celebrada con honores militares y enterrada con una ceremonia militar? Sí, 1894 fue un momento excepcional, especialmente en Santa Ana, principal bastión de los 44. En ese tiempo de guerra y de consolidación del Estado, cabe preguntarse: ¿Hay más ejemplos decimonónicos de mujeres en el ejército salvadoreño, oficial o extraoficialmente? También vemos que el periodista se refirió a ella como señora, no capitana Carranza Monterrosa. Hay más preguntas que respuestas.
Y no sólo sobre esta mujer. Aún sabemos muy poco sobre la historia de las mujeres en El Salvador. Del mismo modo, producimos incluso menos publicaciones del punto de vista analítico de género que de mujeres históricas. Al igual que en los ejemplos de la participación femenina en las campañas electorales y del papel político de las mujeres vendedoras del mercado, no debemos confundir estos sucesos y a estas mujeres excepcionales con el poder femenino en general, ni negar las estructuras sociales profundamente patriarcales de El Salvador no sólo en 1894, sino también en las décadas y siglos siguientes.
*Aldo V. García Guevara es Associate Professor en el Departamento de Historia y Ciencias Políticas de Worcester State University. Editor a cargo de esta entrega: Erik Ching.