Él es Miguel Ángel Deras Martínez. Ya sin esposas, sin cadenas, sin uniforme blanco de presidiario, sin olor a prisión. Miguel recuperó su libertad la noche del viernes 15 de julio, después de que el Estado salvadoreño lo mantuviera encarcelado durante 59 días, en condiciones de hacinamiento extremas, en la celda 1-B de las bartolinas de la subdelegación policial de Las Arboledas, en Lourdes, Colón. Una mediocre investigación de la Fiscalía General de la República y de la Policía Nacional Civil provocó que a Miguel lo confundieran con un pandillero de la 18-Revolucionarios apodado Slipy de la Santa María, y que el fiscal del caso pidiera para él más de 300 años por 11 homicidios y por considerarlo terrorista. Una investigación de la Sala Negra de El Faro publicada el 25 de mayo evidenció el error que se estaba cometiendo, pero el Estado dejó pasar siete semanas antes de admitir que tenían encerrado al joven equivocado. Por temor a represalias de pandilleros, de ciudadanos incrédulos o de policías descontrolados –a Miguel lo involucraron en el espinoso caso ‘Masacre de Opico’–, estos primeros días de libertad los está viviendo escondido en un municipio del interior del país.