Columnas / POLÍTICA

Mi corrupto y el tuyo

Vamos a dejar claro esto de una vez: poner el pecho para defender un corrupto solo porque es de mi partido es meterse un gol en propia meta con un balón pinchado. Muchos fanáticos partidarios de este país –que de meme en meme ya lleva tres de los últimos cinco expresidentes acusados de jugar Monopoly con nuestro dinero– se la pasan debatiendo lo inverosímil: mi corrupto, o mi acusado de corrupción, es mejor que el tuyo. No, el mío. Que no, que el mío. Que no. Joder.


Jueves, 23 de agosto de 2018
Willian Carballo

Vamos a dejar claro esto de una vez: poner el pecho para defender un corrupto solo porque es de mi partido es meterse un gol en propia meta con un balón pinchado.

Muchos fanáticos partidarios de este país –que de meme en meme ya lleva tres de los últimos cinco expresidentes acusados de jugar Monopoly con nuestro dinero– se la pasan debatiendo lo inverosímil: mi corrupto, o mi acusado de corrupción, es mejor que el tuyo. No, el mío. Que no, que el mío. Que no. Joder.

Unos, los más sinvergüenzas (y por eso los más peligrosos) minimizan al malhechor que se educó en casa. A su corrupto suelen verlo como un corruptito, así, de serie de Disney Channel, casi con ternura. Si el pobre hombre solo es –aclaran, por poner un ejemplo– un tipo bien chévere que compartía sus reflexiones. Nomás un hombre que chineaba tiernitos, cantaba goles a capela y arqueaba las cejas con estilo. Un ser muy humano que, encima, se preocupaba por el fétido aliento de supuestos periodistas cuyo nombre no quieren mentar y por eso les regalaba dulcitos. Un corruptito, así, chiquito; pero sincero. Confeso, pues.

Otros, no satisfechos aún, optan por saltar sobre el cuello del acusado del otro lado de la acera para demostrar que es supuestamente más corrupto que el propio que tienen en casa. Ávidos de carne, van y clavan sus colmillos de trol sobre él y empiezan a justificar que este habría robado más, que es más pícaro y que además anda huyendo. “Fue descarado”, patalean. Luego atacan su manía por los bustos –dorados y de silicona–, por los suaves calzados italianos y por sus botellas de whisky fino. “Dejá de tuitear y vení”, le increpan iracundos.

Luego, los aludidos –que además se ofenden– responden que no, que el que debe hacerse cargo es el otro, el “corruptito”. ¿Corruptito? Lo será quien se roba unos jocotes, argumentan. El tuyo, el de tu partido, es un señor con mayúsculas. Entonces le recuerdan la mansión con más extensiones telefónicas que un motel, la tripa chuca de cuentas bancarias con la que ordeñó millones y el emporio radial que supo erigir más rápido de lo que uno se tarda en deletrear A B C.

Acto seguido pasan a defender al suyo, al acusado que juega de local en su partido, pero vive fuera. Lo primero que hacen es minimizar sus errores y tapar con eufemismos sus presuntas canalladas, como quien quiere cubrir un bache con cascajo. Después lo beatifican: sabe entrevistar, salía en la tele, admira a Monseñor Romero. Así lo pretenden vender como un tipo bondadoso cuyo pecado fue compartir millas aéreas con su esposa, y con la ex, y con la ex. Un hombre moderno que saca la basura en bolsas plásticas. Y eso, mire usted, nunca puede estar tan mal, justifican.

Y ya por último entran en escena los defensores de un tercer político. Los centinelas de quien hasta hoy se pinta limpio como un cielo celeste y despejado y que solo se ríe viendo a los otros dos arañarse; pero olvida que, si bien a él no le han probado nada, su nuevo partido no es precisamente un jugo de naranja en la mañana sino, más bien, un derrame de acidez en el estómago. Un partido de viejas mañas.

Y así se nos va el día. Mi corrupto es menos corrupto; el tuyo, más canalla. Que sí. Que no. Que Arena, que el Frente, que Gana. Tricolor, rojo, naranja, azul, verde, amarillo. Discusiones sin sentido, como si no supiéramos que al final de este arcoíris nos vamos a encontrar con la misma olla. Como que ignoráramos que en lugar de oro en su interior hallaremos entre la basura los restos de una pelota pinchada. Como si disfrutáramos meternos autogoles con ella.

* Willian Carballo (@WillianConN) es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.

Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.
Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.

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