Columnas / POLÍTICA

La República: entre la agonía y la sospecha


Jueves, 23 de agosto de 2018
Óscar Picardo Joao

Políticos, empresarios, columnistas, periodistas, académicos ¿quién más falta? La República está enferma, agoniza, tiene cáncer, y su metástasis de corrupción avanza a pasos estrepitosos. Cada día aparece una nueva noticia, otro listado de nombres, más datos y atajos sobre formas y estilos de robar. Y este es el primer caso: faltan más.

El poder y el dinero destrozan nuestra paupérrima ética. Sobresueldos, coimas, prestanombres, beneficiarios, negocios fantasmas, están a la orden del día asolapando la corrupción. Vivimos una de las peores crisis y pronto tocaremos fondo (y ojalá resurjamos). Todo esto, a las puertas de un importante proceso electoral presidencial, que por cierto, viene con tristes antecedentes.

Mientras la corrupción campea en la República, la pobreza, la migración y las pandillas siguen incólumes e intactas. Avanza la crisis fiscal y el gobierno se sigue engrosando. Se cierran las oportunidades migratorias con Donald Trump, y pronto mermarán las remesas. Es la tormenta perfecta y, de paso, estamos al filo del próximo episodio telúrico (cada 20 años, más o menos, hay terremotos).

¿Qué más nos puede pasar? Poco y nada. Aún disfrutamos ese clima tropical envidiable. Siguen llegando los surfistas de todo el mundo y quedan cuotas de afabilidad por doquier. Por si fuera poco, el 14 de octubre declararán santo a monseñor Óscar Romero. No hay crisis que pueda con las ganas de vivir de un salvadoreño, como diría el poeta: “deberían dar premios de resistencia por ser salvadoreño”.

Parafraseando a Platón, la república no es —en primer término— la construcción ideal de una sociedad perfecta de personas perfectas; pero sabemos que ante la enfermedad de la corrupción la educación es la principal medicina. Esta generación de políticos, gobernantes, funcionarios, académicos y profesionales que están en el pasillo de los acusados ha fracasado. Su educación ética no soportó la tiranía del poder y del dinero y la generación de relevo, posiblemente, sea peor.

Ingresamos así a una República de la “sospecha”: ¿a quién le cree usted? Comenzamos a vivir con esa duda metódica, cuasi cartesiana. Descartamos cualquier supuesto, no creemos en nada ni en nadie y buscamos verdades seguras, tangibles y fácticas, que casi no existen.

Nuestro sistema necesita a la clase política —es como un mal necesario— para dirigir la cosa pública, el gobierno y para construir al Estado. Pero no nos fiamos. Tenemos que ir a votar, aunque sabemos que después del voto habrá truco. Después de la campaña animosa ningún político volverá a los cantones y comunidades a verificar si sus políticas y programas están impactando en la vida de los ciudadanos. Esto ya es viejo y conocido.

La “sospecha” es mala amiga de la democracia. Es madre de la duda y de la mentira. Sospechar es no creer, perder la fe, dudar. Todo se reduce al debilitamiento de la institucionalidad y al surgimiento de lo anárquico.

Reconstruir la República—erradicando la agonía y la sospecha— exige un comportamiento ético ejemplificante; no sólo del líder o candidato, sino de la gente que lo rodea y esto es difícil. Por esta razón le pedimos a Carlos y a Aída, a Hugo y a Karina, a Nayib y a Félix, y a Josué y a Roberto, que examinen muy bien con quiénes se rodean, quiénes son sus asesores y sus propuestas de gabinete. No quisiéramos ver a los mismos que salen en los listados que circulan en las redes sociales; por favor, duden y sospechen también.

Seguramente la República no tendrá el mandatario que se merece o necesita, ya que no hemos trabajado suficientemente en educación. Con escolaridad baja y acceso limitado a cultura no estaremos lejos de otro corrupto. Es triste, pero real. Quizás esta sea la principal razón política para mantener el sistema educativo en estado calamitoso. No nos extrañemos si en el próximo caso de corrupción, en el posible robo de otros $300 millones, la gente se canse y salga a la calle a protestar legítimamente por las infamias que han vivido. No es poca cosa lo que se ha robado a costa de los asalariados que pagamos los impuestos.

Ya casi poco importa si gobierna la aristocracia, la oligarquía, la timocracia, la democracia o la tiranía; menos importa si es de derecha o izquierda. Lo que necesitamos es una cuota de decencia y de ética. Tomen nota candidatos y hagan historia. Intenten dejar esa huella casi desconocida de personas que pasaron por el país haciendo el bien. ¡Hace falta!

*Óscar Picardo Joao ([email protected]es investigador y especialista en política educativa. Licenciado en Filosofía, con maestrías en Teología y Educación y Doctorado en Didáctica y Organización Escolar; en la actualidad dirige el Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia.

*Óscar Picardo Joao ( opicardo@asu.edu ) es investigador y especialista en política educativa. Licenciado en Filosofía, con maestrías en Teología y Educación y Doctorado en Didáctica y Organización Escolar. Dirige el Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia. Foto El Faro: Víctor Peña
*Óscar Picardo Joao ( [email protected] ) es investigador y especialista en política educativa. Licenciado en Filosofía, con maestrías en Teología y Educación y Doctorado en Didáctica y Organización Escolar. Dirige el Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia. Foto El Faro: Víctor Peña

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