El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, no cesa la confrontación contra los diputados de oposición en la Asamblea Legislativa. 12 días después de haberse tomado el congreso con apoyo de militares y policías armados, ha pronunciado tres discursos en los que mantiene la amenaza contra el Órgano Legislativo. Bukele ha arengado contra los diputados de la Asamblea Legislativa frente a tropas policiales y militares, y ante representantes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El jueves 20 de febrero, en su más reciente aparición pública, ante los gobernadores del BID, en una reunión celebrada en San Salvador, Bukele dijo: “Si ustedes vivieran un día en El Salvador, créame que quemarían a todos los políticos juntos”.
En sus discursos, Bukele manda un mensaje de repudio hacia la clase política. Como lo hizo con los gobernadores del BID, también le ha hablado al oído a los cuerpos de seguridad para que culpen a los políticos por no aprobar financiamiento para equipamiento. Trae a colación las reuniones que miembros del FMLN y Arena tuvieron para conseguir votos de las pandillas durante las elecciones presidenciales de 2014.
De fondo, el argumento de Bukele contra los diputados de la Asamblea se mantiene intacto: para Bukele Arena y el FMLN han pactado con las pandillas y, en su lógica, a eso obedece que se nieguen a dar sus votos para aprobar la negociación de un préstamo de $109 millones para financiar las fase III del Plan Control Territorial.
El 11 de febrero, apenas dos días después de la toma de la Asamblea, Bukele dictó un discurso similar mientras celebraba la graduación simbólica de 270 nuevos agentes policiales. En esa ocasión, se hizo acompañar del ministro de Justicia y Seguridad Pública, Rogelio Rivas; del director de la Policía Nacional Civil, Mauricio Arriaza Chicas; y del director de la Academia Nacional de Seguridad Pública, Pablo Escobar.
Bukele se reservó el uso exclusivo de la palabra para continuar su choque mediático contra los diputados y los culpó de las carencias que la institución policial tiene. “Lamentablemente los políticos están más preocupados por proteger criminales, por financiar criminales, por proteger narcotraficantes, que por proteger a quienes los que nos protegen”, arengó el presidente frente a los nuevos policías. “Estoy yo frente a ustedes aquí para jurarles que voy a dar hasta mi vida por ustedes y primero Dios vamos a ganar la batalla contra la delincuencia”, agregó.
Otro baño de Ejército… y de Dios
Una semana después, la tarde del 18 de febrero, 1400 soldados armados se formaron frente al Palacio Nacional. El redoble de las botas de los soldados silenciaron la plaza Barrios. En cuestión de segundos se formaron frente a la tarima desde donde su comandante general, el presidente Nayib Bukele, les hablaría. Todos esos 1400 soldados estaban armados con fusiles de guerra, como preparados para ir a la guerra. En medio del acto, aviones A-37 sobrevolaron por encima del centro capitalino y, a media plaza, lanchas de la marina fueron varadas, como si se tratara de un desfile militar.
Bukele se dirigió al batallón de soldados que realizará tareas de seguridad pública en el marco del Plan Control Territorial. El propósito de su discurso fue alabar la labor que los soldados hacen en las tareas propias de la PNC y poner a las tropas en contra de la Asamblea Legislativa y los políticos
Los soldados eran jóvenes, seguramente menores de 25 años. Sus rostros estaban petrificados, sin expresión, pintados como si estuvieran listos para acudir a un operativo especial. Armados con fusiles M-16, escuchaban un discurso maquinado para conectar con ellos, para hablarle a sus oídos. “Quiero darles un saludo, no como comandante de las Fuerzas Armadas, sino como salvadoreño y les quiero agradecer porque ustedes han decidido servir y proteger a los salvadoreños de los enemigos internos y externos”, comenzó Bukele antes de arengar contra los diputados.
Acto seguido, el tono bonachón que tenía cambió a un ataque frontal e inquisitivo. Un ataque para generar una división entre los que Bukele considera los buenos y los malos del país.
“Son días difíciles en los que sabemos que la mayoría de políticos están protegiendo delincuentes. Días en los que sabemos que diputados y exministros financiaban a los criminales que ustedes van a tener que perseguir y capturar. Días en los que sabemos que los diputados se escandalizan cuando ven a un militar, pero no se escandaliza cuando entraron pandilleros a la Asamblea Legislativa a negociar la vida de los salvadoreños”, dijo el presidente a las tropas, evadiendo mencionar que el actual ministro de Gobernación, Mario Durán, y el director de Tejido Social, Carlos Marroquín, también pactaron con pandillas en su nombre cuando eran funcionarios de la Alcaldía de San Salvador.
Para cerrar, se entregó, junto con los soldados, a un plano religioso. “Dios nos dará la victoria sobre la delincuencia. Él nos dará la victoria sobre los que no quieren que le ganemos a la delincuencia”, les dijo el mandatario a los militares que lo despidieron con un grito de guerra.
Escudos frente a las críticas
Experto en simbolismos, Bukele ha buscado demostrar músculo en medio de las fuertes críticas nacionales e internacionales a su actuación del 9 de febrero. Y aunque la Sala de lo Constitucional ya le ha prevenido que el uso que realizó del Ejército y la Policía en la Asamblea fue ilegítimo (y ha prevenido al director de la Policía y al ministro de la Defensa para que no utilicen esos cuerpos en actos políticos), Bukele pareciera querer seguir enviando el mismo mensaje que pronunció el 9 de febrero: él controla a la Policía, él controla al Ejército.
Los baños de tropa en los que ahora se escuda Bukele los realizó en la plaza donde se siente más cómodo. El mandatario ha formado a policías y militares fuertemente armados y con sus rostros pintados, como dispuestos a ir a una guerra, en la plaza cívica Gerardo Barrios, remodelada tras su paso como alcalde de San Salvador. La plaza Barrios tiene un lugar especial en la historia y el imaginario de los salvadoreños. La que antes era símbolo de las luchas sociales, se ha convertido en uno de los púlpitos favoritos de Bukele. Desde su periodo como alcalde de la capital, pasando por su victoria presidencial y la toma de posesión, hasta llenarla de militares armados, esta plaza ha sido la trinchera desde la que Bukele más ha atacado a la política tradicional de El Salvador.
A pesar de que los medios de comunicación fueron convocados a ambos eventos, Bukele se retiró sin abrir espacio para preguntas de la prensa. Se ha parado cómodo desde su púlpito para pronunciar sus monólogos sin que nadie lo cuestione.
Su última arenga contra los políticos también ha causado revuelo por las fuertes palabras que pronunció contra sus adversarios. El 20 de febrero, en la reunión del BID, dio un discurso tejido con hipérboles y metáforas de reyes empalados y de políticos quemados.
La Asamblea Legislativa y los partidos políticos pasan por su peor momento ante los ojos de la opinión pública. Según la última encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA, estas instituciones y actores políticos son en los que menos confía la población salvadoreña y los peor evaluados.
Agarrando eso como base, Bukele construyó un discurso en el que los demoniza. “Ustedes se imagina qué harían en España si tuvieran la tasa de homicidios de El Salvador, hicieran una revolución, sacaran al rey y lo empalaran en la plaza pública”, dijo el mandatario y siguió: “Si ustedes vivieran un día en El Salvador, créame que quemarían a todos los políticos juntos”.
Los ataque de Bukele parecen tener un segundo propósito: una estrategia electoral. La noche del 18 de febrero, después de haber arengado contra los políticos frente a 1400 soldados, Bukele cargó de nuevo contra los diputados a través de un hilo de Twitter. “Los vamos a vencer en las urnas y estoy seguro que Dios se encargará del resto”, escribió.
*Foto de portada cortestía Casa Presidencial