Centroamérica / Politics

La resistencia indígena pone sus dudas y esperanzas en las manos de Arévalo

En su primer discurso como presidente, Bernardo Arévalo prometió un “diálogo respetuoso y en condiciones de igualdad” con los pueblos maya, xinka y garífuna de Guatemala. Luego acudió al campamento que durante meses defendió frente al Ministerio Público su victoria. Allí le esperaban cientos de mujeres y hombres indígenas que, pese a su desconfianza hacia lo ladino y su historia de exclusión, han elegido creer en él.

Roman Gressier
Roman Gressier

Lunes, 15 de enero de 2024
Roman Gressier

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Es domingo 14 de enero y mientras el primer sol barre la oscuridad de la escalinata de entrada al Ministerio Público, doscientas personas en círculo miran al Este para agradecer en voz baja el nuevo día. En medio hay un cuenco de barro lleno de maderas de ocote y copal, rodeado de un amplio anillo de velas delgadas, flores, panes y gruesos cigarros de tabaco. Un grupo de guías espirituales mayas alimenta cada tanto las llamas de la ofrenda con aguardiente o más velas. Esporádicos fuegos artificiales lanzados al cielo sacuden a la multitud en trance.

A pocas horas de que Bernardo Arévalo tome posesión como presidente de Guatemala, al amanecer de una jornada que por meses de tensión política parecía que podría no llegar a celebrarse, el epicentro simbólico de la resistencia indígena contra el intento de golpe de estado liderado por la Fiscal General observa un ritual de cierre de ciclo. Mientras en octubre miles cortaban las calles de todo el país para defender la elección de Arévalo, acá se creó un plantón estruendoso, indignado, a veces festivo. Cuando los tranques cesaron, la acampada ante la sede del MP se quedó, latiendo.

—Esta ceremonia es para agradecer al Creador por estos 105 días de resistencia, y porque hemos dado fin a este primer paso hacia la democracia —comenta reverente, en voz pausada, Feliciana Herrera Ceto, Primera Alcaldesa Coordinadora del pueblo ixil de Nebaj, con los ojos en fogata.

Una veintena de autoridades ixiles llegaron a la capital el miércoles de madrugada. En los últimos días, y sobre todo en las últimas horas, miles de personas peregrinaron desde todos los rincones del país para celebrar y acuerpar el traspaso de mando. Durante la última noche se han unido representantes maya achí de Rabinal, Baja Verapaz. Una multitud de diversas etnias mayas —entre ellos q’eqchi’, kaqchikel, k’iche’— esperaba a los ixiles desde antes de las cinco frente al MP, mientras algunos aún dormían bajo una carpa o en la acera, casi siempre con una simple sábana como colchón. A esta hora, todos hacen largas filas para recibir desayuno o un atol caliente, preparado y servido por voluntarios.

Las lideresas Luz Emilia Ulario e Imelda Estacui, de la alcaldía indígena de Santa Lucia Utatlán, en su campamento frente al Ministerio Público, donde se mantuvieron desde inicios de octubre hasta la toma de posesión del presidente Bernardo Arévalo l anoche del 14 de enero. Foto de El Faro: Carlos Barrera
Las lideresas Luz Emilia Ulario e Imelda Estacui, de la alcaldía indígena de Santa Lucia Utatlán, en su campamento frente al Ministerio Público, donde se mantuvieron desde inicios de octubre hasta la toma de posesión del presidente Bernardo Arévalo l anoche del 14 de enero. Foto de El Faro: Carlos Barrera

Herrera, 33 años, lentes de marco negro, saco de cuadros negros y blancos, falda rojo intenso, el color que distingue a los ixiles de Nebaj de otros grupos presentes, lleva en la mano su vara de mando.

—Los pueblos estamos en contra de la corrupción, que ha causado muchas desigualdades, falta de desarrollo, pobreza, migración y otras problemáticas que hemos sufrido. Por eso hemos venido aquí —dice—. Y para limpiarnos también de las energías que se han cargado en este espacio.

Se refiere al intento de golpe, aparentemente derrotado a esta hora. En realidad, y ella lo sabe, el país quiere creer que la amenaza pasó, pero todavía contiene el aliento. Es un domingo incierto.

* * *

El sábado por la tarde, entre los peregrinos recién llegados en bus había cinco mujeres y dos niños de Champerico, en la costa de Retalhuleu, cerca de la frontera con México y separado de la capital por una media jornada en bus. Se veían agotadas, descansando descalzas sobre una acera, mientras un mar humano pasaba frente a ellas en una manifestación que no cesó hasta que anocheció. Estaban a la espera de que se instalara la carpa donde por fin dormirían. Tres de ellas sólo hablaban maya mam pero María, una mujer fornida de cara redonda, me explicó que habían salido de casa a medianoche y puesto un pie en la ciudad a las ocho de la mañana. Venían a marchar por el centro histórico y esperaban poder escuchar el discurso del nuevo presidente el domingo por la noche, en la Plaza de la Constitución.

—Nosotros a apoyar a Arévalo vinimos. Con esperanza. Puede hacer muchos cambios en nuestra comunidad: en trabajo, educación, salud, todo —me dice tímidamente.

Cada una pagó 75 quetzales (unos diez dólares) por el pasaje de ida y vuelta. Todo un sacrificio económico. Aunque no recordaba en qué fechas, María me dijo que habían hecho ya dos viajes previos a la capital desde octubre, para defender al presidente electo. A unos metros de distancia, un grupo llevaba en las manos un largo cartel rojo con enormes letras: “Comunidad mam Cajolá Champerico Retalhuleu, presente”.

Por la noche, un grupo de artistas y activistas instaló su propia carpa detrás del campamento, en una calle perpendicular, con fotografías que conmemoran los más de tres meses de plantón desde el inicio del paro nacional que las autoridades indígenas convocaron el 2 de octubre. En el centro colocaron floreros rodeados de piedras de obsidiana. David Pérez, uno de los curadores del espacio, dijo que las protestas fueron un hito histórico, político y social.

—Este movimiento va más allá de la democracia. El maya no quiere vivir en dictadura y por eso el levantamiento, que no es el único, ha habido varios, empezando después de la invasión colonial, defiende las culturas y las prácticas ancestrales.

Pérez vive en San Marcos La Laguna, un pueblo kaqchikel a la orilla del paradisíaco Lago Atitlán, en el que por años los comités indígenas han luchado por defender sus tierras comunales de la privatización y la especulación de foráneos.

—Esta es nada más una etapa. Defender la democracia es en esencia defender la vida maya. Va más allá de la solidaridad, porque se trata del ser maya, del ser comunidad —me dijo, en el pasaje principal entre las carpas, en tono de profesor.

Aun así, los dirigentes indígenas acampados frente al MP esta semana no ocultaban, junto a su optimismo hacia el proyecto del socialdemócrata Arévalo y su partido, el Movimiento Semilla, una creciente dosis de escepticismo. Muchos lo ven como un proyecto demasiado urbano, demasiado de clase media, demasiado ladino, alejado de las realidades rurales e indígenas.

—Esperamos que haya una democracia para todos, un desarrollo y beneficio para todo el país —se ilusionaba el miércoles René Chacón, dirigente maya poqomam y segundo alcalde de Santa Cruz Chinautla, un municipio a diez kilómetros al norte de la capital—. En Santa Cruz Chinautla hay una gran explotación de parte de areneras que vienen degradando nuestra tierra. Viendo estas cosas, nos unimos. Y aquí no está solo Chinautla, sino todos los pueblos... Pero hay que esperar. Incluso Giammattei dijo que no iba a ser corrupto. Y a la larga lo fue. No podemos confiar en nadie, solo esperar la voluntad de ellos.

* * *

Herrera, la alcaldesa de Nebaj, también hace énfasis en la expectativa de un diálogo real con el nuevo gobierno. Y sabe de lo que habla: ella fue miembro de algunas de las delegaciones indígenas que en octubre y noviembre se sentaron con el sector privado, con embajadas, incluso con el mismo presidente saliente, Alejandro Giammattei, para exponer sus demandas de respeto al voto popular, para reclamar espacios para sus pueblos, para exigir la renuncia de la Fiscal General Consuelo Porras, que no sucedió. Salió de esas reuniones con una sensación agridulce.

—Creemos que existe la posibilidad de fortalecer la democracia y que se incluya a la población en general, sin distinción de pueblos, de quiénes somos —me dijo el sábado por la tarde—. Sin embargo, para nosotros hay cosas que no cambian: siempre es un gobierno ladino, blanco. Y lastimosamente en Guatemala no se entiende la complejidad de cómo vivimos los pueblos.

Durante más de cien días, familias completas convocadas por los 40 Cantones y la alcaldía de San Cristóbal en Totonicapán, el pueblo ixil de Nebaj, o el Parlamento Xinka, protestaron frente al Ministerio Público en defensa de la democracia guatemalteca. Foto de El Faro: Carlos Barrera
Durante más de cien días, familias completas convocadas por los 40 Cantones y la alcaldía de San Cristóbal en Totonicapán, el pueblo ixil de Nebaj, o el Parlamento Xinka, protestaron frente al Ministerio Público en defensa de la democracia guatemalteca. Foto de El Faro: Carlos Barrera

Los ixiles fueron víctimas del que es, probablemente, el episodio más oscuro de la guerra civil guatemalteca. En 1999 la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) los identificó como uno de los cinco pueblos maya víctimas de genocidio durante las campañas de tierra arrasada ejecutadas en los ochenta por el Ejercito como parte de la represión contrainsurgente. Nebaj fue el epicentro de miles de crímenes de guerra.

Hoy también luchan contra la instalación de hidroeléctricas en su territorio sin consulta previa. En 2015 la Corte de Constitucionalidad sentenció a su favor en los casos de las presas Vega 1 y Vega 2 de inversión española. Bajo una de las carpas, sentada con otros líderes, me dijo que el cumplimiento del fallo se ha estancado.

—En realidad nunca cumplieron con la consulta —comentó—. Esperamos que ahora se cumpla la sentencia. No nos oponemos al desarrollo, como dicen. Simplemente nos basamos en derechos constitucionales. Y esperamos que el nuevo gobierno encuentre el mecanismo para acercarse a los pueblos indígenas uno a uno, porque no hay uno que hable por todos.

También el sábado, casi a gritos para perforar el ruido de cientos de personas gritando lemas, de las trompetas de plástico, y de un cantante de trova que sonaba a través de los parlantes bajo una de las carpas del plantón, conversé con Domingo Xitumul, un escritor maya achí de Rabinal, otro de los pueblos en los que hubo genocidio, y con su compañero Andrés Pablo, un maestro maya q’anjob’al de San Juan Ixcoy, Huehuetenango.

—Esta es una época en la que los indígenas tenemos que salir a defender la poca democracia que tenemos —empezó Domingo—. Y se está defendiendo con todo. A partir de ahora, consideramos que va a haber cambios grandes en nuestro país. Nosotros como indígenas queremos hacer presencia en todo.

—Arévalo tiene un prestigio por el legado que su padre dejó cuando gobernó—agregó Andrés, que aunque a unos 60 años tiene en mente al padre de Bernardo, Juan José Arévalo Bermejo, considerado el primer presidente democrático de Guatemala y que gobernó de 1945 a 1951—. Pero en los principios del partido casi no aparece el maya. No es revolucionario; es reformista. Un poquito. Lo primero que le vamos a pedir es una constituyente. Va a haber un Estado-nación plurinacional…

—Igualitario. Eso es lo que queremos —interrumpe Domingo. Y retoma Andrés:

—Solo paz queremos. Una nación donde caben hombres, mujeres, mestizos, todos.

Rodrigo, un hombre q’eqchi’ de Cobán que ronda los cincuenta años con el que hablé minutos antes, y que llevaba en el campamento desde el miércoles por la mañana, compartía esa preocupación y ese reclamo.

—Arévalo no está convencido de la pluralidad. A pesar de que es antropólogo, sociólogo, no acepta la diversidad — opinó con una mirada sardónica—. Mire el nuevo gabinete: hubo presión del CACIF y del Ejército. Ellos son los poderes ocultos que imponen el gabinete.

De poco sirve que el mismo Arévalo dijera públicamente que ni la cooperación internacional ni el sector privado guatemalteco le “pidieron nombres”. La presencia en el gabinete que Arévalo presentó el lunes 8 de dos figuras vinculadas al CACIF, la influyente asociación empresarial conservadora, tiñó de polémica y suspicacias la semana previa a su juramentación, más todavía que la sorpresa de que incluyera en la lista a una sola ministra indígena, la abogada Miriam Catarina Roquel, al frente del Ministerio de Trabajo.

Entre quienes llevaban meses protestando y en las bases del partido Semilla, que hizo del lema “un futuro sin CACIF” una de sus promesas de campaña, dolió que una exdirigente de la Cámara de Construcción, Jazmín de la Vega, fuera a estar al frente del Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda; o que Anayté Guardado, exdirectora de la Asociación de Generadoras de Energía Renovable, fuera Ministra de Energía y Minas, responsable de autorizar proyectos extractivos e hidroeléctricos.

Guardado renunció este jueves, solo tres días después del anuncio, arrastrada por la oleada de críticas, pero la primera impresión parecía ya estar cimentada.

—¿Votó usted por Arévalo? —le pregunté a Rodrigo.

—Sí, claro. No queremos la ultraderecha. Estamos hartos —contestó enfáticamente, sin que necesitara nombrar a Zury Ríos, hija del responsable del genocidio ixil, el general Efraín Ríos Montt, y que era la candidata favorita hasta pocos días antes de que Arévalo diera la sorpresa en las elecciones—. Estamos de acuerdo en que mejoren la educación, la salud, la seguridad... Hay que revisar muchas leyes.

—¿Y cuál debería ser la prioridad del nuevo gobierno?

—La división de poderes y un presupuesto equitativo. Sin eso, no se puede hacer nada.

Entre los protestantes tampoco pasaba por alto la escasa representación indígena. El nuevo presidente reconoció de inmediato la falta de inclusión del plantel, y prometió incorporar a más personas mayas, xinkas y garífunas en sus viceministerios y secretarías, pero el miércoles por la mañana, cuando llegaron las autoridades ixiles de Nebaj al plantón frente al MP, llamaron a una conferencia de prensa junto al resto de autoridades indígenas presentes:

—Lamentamos que personajes que han sido ejecutivos, directores, asesores o consultores de instituciones del Estado o no gubernamentales en gobiernos pasados, que han participado en la negación, irrespeto y violación de nuestros derechos específicos como pueblo ixil (...) hayan sido elegidos por el binomio presidencial —dijo una vocera ixil—. Si bien estamos en resistencia para defender la democracia, no significa un salvoconducto para cualquier decisión.

El Primer Alcalde de Nebaj, Diego Santiago Ceto, intensificó la queja: “Hay un proceso de judicialización contra nosotros, porque hemos dado la cara para defender esta poca democrática que queda y el orden constitucional”, dijo. Y cerró con un reclamo que sonaba a advertencia:

—Eso es lo que nos trajo acá. Es gracias a la lucha de los pueblos que Bernardo Arévalo va a tomar posesión.

* * *

Nadie en Guatemala lo pone en duda. En el momento más crítico de los ataques legales del MP contra los resultados electorales y el partido Semilla, en octubre pasado, fueron las manifestaciones multitudinarias y cortes de carreteras convocados por los 48 Cantones de Totonicapán, la alcaldía de Sololá, el Parlamento Xinka y otras autoridades indígenas los únicos que lograron golpear la mesa y enviar a las élites políticas y económicas del país —a los golpistas en sus filas, y a los muchos indecisos que esperaban ver la caída de la balanza para elegir bando— que la victoria electoral de Arévalo tenía quien la defendiera.

La calle frente a la sede del MP se convirtió desde ese momento en un recordatorio de que esa llama, que en caso de golpe de estado podía incendiar el país, seguía encendida. Lo que empezó el 2 de octubre como un campamento y punto de manifestaciones sobre la acera y dos carriles de asfalto, luego echó raíces y terminó cortando el paso por entero con carpas dormitorio, varios comedores que cocinan los tres tiempos y una espacio reservado a los discursos, los eventos, la música cuando tocó hacer fiesta.

Domingo Xitumul (izquierda) y Andrés Pablo se sumaron a una manifestación de cientos de personas frente a la sede del Ministerio Público este sábado 13 de enero para conmemorar más de cien días de resistencia indígena en defensa de los resultados electorales y una transición pacífica. Foto de El Faro: Roman Gressier
Domingo Xitumul (izquierda) y Andrés Pablo se sumaron a una manifestación de cientos de personas frente a la sede del Ministerio Público este sábado 13 de enero para conmemorar más de cien días de resistencia indígena en defensa de los resultados electorales y una transición pacífica. Foto de El Faro: Roman Gressier

Ahí se dieron el abrazo navideño los principales organizadores de las manifestaciones el 24 de diciembre. En la acera frente al edificio, sobre una cama de pétalos de flores, el miércoles aún había una posada navideña de madera con una ofrenda de ornamentos para el árbol, dos velas ennegrecidas y dos cuencos para quemar incienso. “Esta es nuestra casa por 24 horas. Por favor pongan su basura en los depósitos”, recordó uno de los dirigentes ixiles al acabar la conferencia de prensa. Aunque miles de personas habían pasado por este lugar en turnos las últimas semanas, aquel día no había rastro de desechos. Para ser un campamento improvisado en medio de la calle, la protesta del barrio de Gerona brillaba.

Lo que en los últimos días perdió lustre fue la esperanza de algunos. “Los seres humanos debemos evitar el apego, porque nos termina dañando”, me dijo Josefa, una mujer de 65 años cubierta con una gorra de béisbol verde en la que se leía en letras moradas “Semilla”. Tenía ojos expresivos, tristes. Llegó a sentarse conmigo y se lanzó de inmediato a contar su historia, como si le ahogara: 

—Acompañamos a Arévalo en la marcha de los pueblos ancestrales y ahora nos hace esto —opinó del nuevo gabinete. Las lágrimas empezaron a invadir las esquinas de sus ojos—. Los dueños de la eterna primavera estamos arrinconados.

Josefa es de Quetzaltenango aunque vivió 22 años en Totonicapán. Me contó que cuando tenía 20 años el Ejército Guerrillero de los Pobres trató de reclutarla. “Deje de ser comodona en su casa y venga a luchar”, dijo que le dijeron. 

—Yo les dije: ‘No, no voy a ir a la montaña. La derecha y la izquierda son lo mismo. Los ladinos solo tratan de usar al pueblo indígena como escalón para llegar al poder. 

Jubilada tras años trabajando para el Estado, piensa que poco ha cambiado desde entonces. “Yo nunca fui a la montaña, pero aquí sí llegué a dormir”, se enorgullecía el miércoles mientras señalaba con un dedo la acera frente a una casa cercana. “Pero me voy a ir y ya no volver acá, porque no nos toman en cuenta”.

Las autoridades indígenas han dicho que su protesta entra este lunes 15 de enero en una nueva etapa tras más de cien días de acampada y manifestaciones. La mayoría aún no sabe en qué consistirá esa nueva etapa. 

—La resistencia, específicamente acá, se levanta hoy por la noche —afirma Feliciana Herrera ante la fogata, en la mañana del domingo—. Estamos levantando ya los toldos, para que la municipalidad pueda venir a limpiar el espacio. Así como estaba cuando llegamos, así también lo vamos a dejar.

* * *

En su primer discurso tras su juramentación, pasada la una de la mañana del lunes 15, Arévalo ha hecho mención explícita de los “pueblos originarios”, prometiendo “un diálogo respetuoso y en condiciones de igualdad, con una mayoría que hasta ahora ha sido sistemáticamente ignorada”.

“Nos esforzaremos por hacerlos partícipes y beneficiarios de un desarrollo que durante siglos les ha sido negado”, ha dicho.

A las dos de la madrugada, tras despedirse de los invitados internacionales en el Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias y antes de reunirse con la multitud que le aguarda en la Plaza de la Constitución, se ha acercado junto a la vicepresidenta Karin Herrera al plantón frente al MP, donde los reciben cientos de personas extasiadas y siete de los líderes indígenas que encabezaron lo que, desde medianoche, ya llaman “la resistencia de 106 días”.

Las carpas ya están desmontadas. No hay más cocinas. Mañana volverán a sus territorios pero muchos han esperado aquí por días este encuentro con su presidente.

El área alrededor del pequeño escenario que espera a Arévalo hierve, y los organizadores ruegan al menos cinco veces por altoparlantes a todo volumen que se abra espacio para el equipo de seguridad del presidente. Agentes de policía sacan del lugar a dos borrachos que se quejan tambaleándose. Desde el micrófono se pide una rápida limpieza de la basura que pueda haber en la calle y se anuncia que sólo los siete líderes en funciones, más Arévalo, claro, tomarán la palabra.

—Sé que todos quieren formar parte de este momento histórico —dice un animador.

—¡Ya tenemos, ya tenemos, ya tenemos presidente! Ciento seis días en el plantón, ¡pero tenemos presidente! —canta un guitarrista con bigote boscoso y gris mientras el gentío lo corea.

El lugar está repleto de rostros arrugados por la edad y ojos despiertos. Una larga fila de hombres con varas de mando alzadas forma un pasaje para que Arévalo camine despacio hasta el escenario. Cuando por fin aparece ante la multitud, sonriendo con una mano en un saludo permanente, el gentío se llena de celulares que graban y de gritos de “¡Sí, se pudo!”.

Las autoridades ixiles de Nebaj, en Quiché, y otros dirigentes mayas organizados en resistencia abrieron la jornada de inauguración de Bernardo Arévalo en Ciudad de Guatemala, el 14 de enero de 2024, con una ceremonia de agradecimiento a las cinco de la mañana. Foto de El Faro: Roman Gressier
Las autoridades ixiles de Nebaj, en Quiché, y otros dirigentes mayas organizados en resistencia abrieron la jornada de inauguración de Bernardo Arévalo en Ciudad de Guatemala, el 14 de enero de 2024, con una ceremonia de agradecimiento a las cinco de la mañana. Foto de El Faro: Roman Gressier

Con una voz más atronadora de lo habitual, como contagiado de la euforia del lugar, Arévalo hablará dentro de unos minutos y dirá, con la mirada encendida:

—¡Hoy tienen un gobierno democrático que ustedes, los pueblos originarios que están reunidos acá desde hace ciento seis días, han sabido rescatar! —clamará el presidente—. Los pueblos originarios han liderado la resistencia contra quienes intentaban burlar la voluntad popular. Fueron quienes inspiraron a toda la ciudadanía a resistirse a esos criminales que intentaban mantenerse en el poder para seguir robando el dinero del pueblo y evitar que llegue el desarrollo a la población.

Bajará la voz y continuará, más íntimo. Tras la explosión de gritos que rodeará la palabra “corruptos” se hará un inusual silencio, cada ojo puesto en Arévalo.

—Fíjense bien: nuestro primer acto como autoridades electas ha sido venir a decirles a ustedes, al liderazgo ancestral, ¡muchas gracias! —dirá—. Los libros de historia van a ver hacia atrás y ver el momento en el que juntos y unidos, inspirados por el liderazgo de los pueblos ancestrales, ¡el pueblo de Guatemala logró rescatar la primavera!

Pero antes, el primero en hablar es Manuel Lacán, vicepresidente de la junta directiva de los 48 Cantones de Totonicapán, que toma la palabra con voz resoluta:

—Aprovecho esta ocasión a nombre de todos los pueblos, pero especialmente de 48 Cantones, para pedirle, señor presidente de la República de Guatemala, exigirle, que en la calidad de su gestión los beneficios lleguen a nuestros pueblos, que seamos tomados en cuenta, que se nos dé el valor que merecemos —dice mirando a los ojos a Arévalo y Herrera—. Estamos en contra de la corrupción, y también en contra de la exclusión.

La gente irrumpe en gritos y aplausos. Arévalo y Herrera parecen conmovidos. En las primeras filas flotan banderas de Guatemala.

—Le solicitamos con todo respeto que usted no se olvide de nosotros —sigue Lacán—, de los pueblos que lucharon en defensa de la democracia, con esa esperanza en su Gobierno, para que usted vaya a marcar la historia y haga un cambio. El día de hoy queremos otorgarle, en manera representativa, una chumpa de 48 Cantones. Y a la señora vicepresidenta un rebozo, para que tengan el recuerdo de quiénes lucharon por ustedes.

Feliciana Herrera habla después. Viste unos largos aretes ornamentados y el listón ixil trenzado en la cabeza. Toma el micrófono, mira al presidente Bernardo Arévalo y tras meses de lucha popular, le dice:

—Entregamos en sus manos defender esta democracia.

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