Columnas / Política

Bukele quiere impresionar a la derecha de EUA, pero no todos los conservadores le creen

A Daniel Batlle, colaborador del centro de investigación conservador Instituto Hudson, no le sorprende la invitación a la CPAC, porque Bukele “ganó aplausos en CPAC por sus ataques a las élites globalistas”, pero -para Batlle- “en realidad Bukele es un oportunista.” “En el ámbito internacional, su gobierno (de Bukele) se ha unido al proyecto de la Franja y Ruta de Seda y está facilitando mayor proyección de China en Centroamérica”, explica Batlle.

Jueves, 29 de febrero de 2024
Ricardo Valencia

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En cinco años, el presidente Nayib Bukele pasó de criticar a la izquierda salvadoreña por no ser lo suficientemente de izquierda a ser uno de los ponentes en la conferencia de la extrema derecha, la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). En su presentación en Washington, el mandatario salvadoreño atacó al globalismo y llamó a los estadounidenses a votar correctamente en las elecciones presidenciales del país norteamericano de noviembre próximo. Minutos después, Bukele acusó al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de no trabajar con su gobierno y que prefería su relación con el expresidente y virtual candidato republicano, Donald Trump. 

Bukele es un camaleón ideológico que cambia de disfraz y amistades a conveniencia. Su actual presente es el de repetidor de teorías de conspiración ligadas a la derecha dura de Estados Unidos, muchas de estas teorías coinciden con la narrativa de la maquinaria de desinformación de Rusia. Sus cabilderos en Estados Unidos han intentado consolidar esta imagen por años. En 2019, Bukele se reúne con Trump tras dar un discurso contra China en el tanque de pensamiento conservador Fundación Heritage

La puesta en escena ha seguido los siguientes pasos: el senador Republicano, Marco Rubio, lo ha cataloga de aliado de Estados Unidos y Tucker Carlson, el periodista de extrema derecha que recientemente entrevistó al presidente ruso Vladimir Putin, lo entrevista. El último episodio de la saga del Bukele de extrema derecha es prohibir la ideología de genero-un argot para invisibilizar a las minorías sexuales y de genero- de los documentos oficiales, casi al mismo tiempo que el presidente de Argentina, Javier Milei, lo hace en Argentina.

Sin embargo, y a pesar de los millones que Bukele ha gastado para construir una imagen cercana a Trump, la relación de Bukele con el pensamiento conservador de Estados Unidos es complicada. A Daniel Batlle, colaborador del centro de investigación conservador Instituto Hudson, no le sorprende la invitación a la CPAC, porque Bukele “ganó aplausos en CPAC por sus ataques a las élites globalistas””, pero -para Batlle- “en realidad Bukele es un oportunista.” “En el ámbito internacional, su gobierno (de Bukele) se ha unido al proyecto de la Franja y Ruta de Seda y está facilitando mayor proyección de China en Centroamérica”, explica Batlle.

Batlle pone en la mira los reparos que poderosos lideres conservadores tienen sobre el gobierno de Bukele: su aparente cercanía con China. Mientras Rubio se ha convertido en el defensor de Bukele, otros prefieren callar. Los bemoles de la relación no se basan en la política de seguridad de Bukele y sus constantes violaciones derechos humanos, sino en su aparente relación colaboracionista con Beijing, el contrincante geopolítico más importante para Estados Unidos. 

Bukele ya ha jugado a dos bandas antes. Después de reunirse con Trump y acusar a Beijing en Washington, Bukele viajó a China a finales de 2019 de donde extrajo el dinero para construir una biblioteca pública que el mismo Bukele usó durante su campaña para la reelección inconstitucional. La actual biblioteca, en donde se erige una bandera china, se encuentra a pocos metros del Palacio Nacional, en el que Bukele dio un discurso que prometía un régimen de “partido único” en El Salvador.

La relación de Bukele con China ha cimentado la desconfianza de un grupo de republicanos en el Congreso. En febrero de 2022, Bukele se enfrentó al subjefe de comité de relaciones exteriores del Senado, el republicano Jim Risch tras que un grupo bipartidista del Senado aprobara una propuesta de ley para mitigar los riesgos de la adopción del Bitcoin en El Salvador. Junto a Risch, el senador republicano Bill Cassidy y el demócrata Bob Menéndez, aseguraban que la adopción del Bitcoin en El Salvador tiene “potencial de debilitar la política de sanciones de Estados Unidos, empoderando a actores malignos como China y organizaciones criminales organizadas.”. El jefe del comité de relaciones exteriores de la Cámara de Representante, el republicano, Michael McCaul aseguraba que en Centroamérica se veía un alejamiento de Estados Unidos para acercarse a China y que el único país leal a Estados Unidos era la Guatemala del presidente Alejandro Giammatei.

Mientras Rubio en forma personal ha dicho que las sanciones de la administración Biden contra funcionarios de Bukele representa un ataque a un aliado, el 20 de febrero de 2024, Risch y otros seis senadores republicanos -incluyendo a Rubio- no mencionan a El Salvador como las naciones socias de Estados Unidos que son atacadas innecesariamente por la actual presidencia de Biden. Los senadores critican las sanciones de Estados Unidos contra Giammatei a quien describen como “aliado de seguridad” de Estados Unidos”, que “fortalecía su relación con Taiwan y rechazaba los lazos con Beijing”. De El Salvador, no hay ninguna palabra.

Al parecer, sectores conservadores entienden la relación entre China y Bukele como más allá de lo diplomático, sino de intereses familiares. La relación con Beijing es liderada por su hermano Karim. Fuentes cercanas a la relación entre El Salvador y China me han revelado que Karim fue el principal encargado de negociar la visita de Bukele a Beijing a pesar de la supuesta negativa de la canciller, Alexandra Hill, quien no viajó con Bukele a China. Aparece en fotos oficiales y según medios como la BBC, de Londres, ha tenido un papel activo en las relaciones del Ejecutivo salvadoreño y el chino.  Hill ha sido visto por el Departamento de Estado de Estados Unidos como una de las pocas interlocutoras confiables en la administración Bukele. El libro chino con El Salvador parece seguir el mismo guion que con la dictadura nicaragüense de Daniel Ortega y Rosario Murillo. En Nicaragua, el hijo de la pareja, Laureano, es el principal operador con China.

Para Daniel Di Martino, un economista venezolano que fue ponente en la CPAC de 2020, Bukele ha sido “exitoso” en el tema de seguridad, razón por la que mimetiza el lenguaje de la derecha estadounidense para promoverse en las redes sociales. Sin embargo, para Di Martino, colaborador de medios de comunicación conservadores, Bukele no debería ser bien visto por los Estados Unidos “porque está violando la constitución.” Para Di Martino, Bukele no apoya un postulado central del credo conservador: el imperio de la ley y la separación de poderes. 

Bukele con su discurso de extrema derecha busca darle carne fresca a un grupo ultraconservador en su lucha contra las “élites globalistas.” Pero Bukele no coincide en la receta económica del conservadurismo. El líder salvadoreño construye un aparato de estado que acumula poder y que usa los dineros públicos como parte de sus finanzas familiares. Contrario a los libertarios como Milei que buscan achicar el estado, Bukele lo copta y lo ensombrece con la creación de una constructora pública y la manipulación de las pensiones.  Esto lo acerca más a la forma en que el presidente venezolano Hugo Chávez manejó las finanzas públicas: de forma discrecional y sin transparencia.

A pesar de su acalorado discurso en la CPAC, Bukele no pudo reunirse en persona con Trump ni tomarse foto, como le hubiera gustado. Sí lo hizo Milei, quien se abrazó fuertemente con el ex mandatario estadounidense, quien de paso sí  mencionó al argentino.

 ¿La desconfianza de un sector conservador hacia Bukele impactaría la política exterior de una nueva administración Trump? Lo dudo. Una nueva administración de Trump pondría al presidente salvadoreño en un dilema: se decide entre el dinero fácil de Beijing que le sirve para sus campañas electorales o se compromete con un Washington de Trump que no tiene pensado en financiar a un Bukele que reina una comarca pobre, sin grandes recursos naturales y sin mayor importancia geopolítica. Bukele ya ha cambiado tantas veces su ideología, su discurso y su imagen que cualquier cosa es posible. De ahí, que conservadores como Batlle, Di Martino, Risch, Cassidy y McCaul desconfían del nuevo disfraz del presidente. El mismo Rubio le ha pedido que corte relaciones con China, pero Bukele quiere su estadio de fútbol pagado por Beijing que seguramente será parte de su eterna campaña para aplacar su ego.  Rubio le promete posibles inversiones estadounidenses, China dinero fresco.




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