Columnas / Política

El predicador de la plaza

Trabajamos “sin la esperanza de ser escuchados, con la certeza de ser perseguidos pero fieles al compromiso que asumimos hace mucho de dar testimonio en momentos difíciles”.
Víctor Peña
Víctor Peña

Martes, 12 de marzo de 2024
Nelson Rauda

Carlos Sánchez, arrestado durante el régimen de excepción y perfilado como colaborador del Barrio 18 por la Policía, es el nuevo alcalde de Cuscatlán Norte.

Según los resultados preliminares, Sánchez perdió en Suchitoto y Oratorio de Concepción, dos de los cinco distritos del nuevo municipio, pero también será alcalde de esos distritos gracias a la reorganización territorial que aprobó su partido apenas nueve meses antes de estas votaciones.

Publicamos la historia de Sánchez, sus antecedentes policiales y quienes lo apoyan dentro del partido, en dos artículos el 17 y el 25 de febrero. Nunca pensé que iba a tener un efecto en la elección. Solo quería que los electores de Cuscatlán supieran por quién estaban votando.

En la última semana de febrero, la abogada Thanya Pastor dijo en televisión que “el periodismo de investigación buscó influenciar en la intención del elector a dos días de la elección”. Se refería a publicaciones en las que tres medios revelaron como los diputados obtuvieron millones en préstamos de un banco estatal para casas, como el gobierno pactó con criminales para recapturar a un criminal que ellos mismos liberaron y cómo una institución del gobierno enterró investigaciones de corrupción.

La abogada dijo además que la petición de los partidos opositores de repetir las elecciones era para darle más tiempo a que esas publicaciones calaran e indignaran a los votantes.

Pero la abogada Pastor se equivoca. No solo porque no puede leer nuestras intenciones, ni porque los periodistas no somos oposición. Los periodistas -los de El Faro, al menos- no pretendemos tomarnos el poder ni llevar en andas a alguien para que ocupe la silla presidencial. Se equivoca también porque no somos tan ilusos para pensar que nuestro trabajo puede competir con la narrativa oficial.

Trabajamos “sin la esperanza de ser escuchados, con la certeza de ser perseguidos pero fieles al compromiso que asumimos hace mucho de dar testimonio en momentos difíciles”.

Esa frase la escribió Rodolfo Walsh para la dictadura argentina. Pero así estamos en Sívar, agarrando inspiración de cómo otros enfrentaron dictaduras.

Tenemos que hacerlo. Así sea solo para que quede el registro de que cuando este país decidió aventarse de cabeza hacia una dictadura, hubo quienes dijimos que no era tan buena idea.

El embelesamiento que la sociedad salvadoreña tiene con Bukele está directamente relacionado con el agradecimiento de no vivir más bajo la mano de hierro de las pandillas en las comunidades. Su inmunidad política se parece a la de Donald Trump, quien dijo que podría pararse en medio de la Quinta Avenida de Nueva York, dispararle a alguien, y no perder ningún voto.

El manto de Bukele alcanza para que la gente haya elegido a personas como Carlos Sánchez, señalados y arrestados como pandilleros, mencionado en una investigación de homicidio en 2016, solo porque estaba arropado con la N celeste del presidente.

Estamos conscientes de la realidad política. Sabemos que a mucha gente le cae mal lo que decimos y ya directamente les caemos mal nosotros. Y lo hacemos en campaña porque no hay mejor momento para perfilar a los aspirantes a cargo de elecciones populares. Igual no nos importa. Hemos decidido ser obstáculo al monólogo de los poderosos. 

Somos como esos molestos predicadores de las plazas, que empiezan a gritar cosas del libro de Apocalipsis o razones por las que la gente se va a condenar cuando la gente solo quiere estar en la plaza, dejar que los niños jueguen en la fuente, tomarse fotos con las letras de El Salvador en la Plaza Barrios o una selfie con la moderna biblioteca china de fondo. Y en medio uno gritando: El fin viene. La dictadura no será amable.

Pero disculpen ustedes. Si no lo hacemos, la conciencia no nos va a dejar dormir.

Mi nombre es Nelson Rauda. Y les deseo que Dios los bendiga.

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