Bajo “dolencia crónica”, el expresidente salvadoreño Mauricio Funes ha muerto en una dictadura. De célebre periodista televisivo, caracterizado por sus agudas e incómodas entrevistas a políticos, pasó a ser candidato presidencial de la exguerrilla y ganó las elecciones salvadoreñas bajo la bandera roja en 2009, rompiendo la hegemonía de la derecha en la posguerra del país. Tras cinco años de presidencia caracterizados por escándalos personales, saqueo de las finanzas públicas para un opulento estilo de vida y un pacto con las pandillas para reducir los homicidios, Funes huyó a la Nicaragua del dictador Daniel Ortega, que desde 2016 le otorgó asilo y desde 2019 la ciudadanía. Nunca reconoció sus delitos y siempre esgrimió que era solo un perseguido político, a pesar de que cuando huyó del país fue su mismo partido el que estaba en el Ejecutivo. Recibía pagos del Ministerio de Relaciones Exteriores de la tiranía nicaragüense y se dedicaba a dar sus aireadas opiniones políticas en las redes sociales. Convertido en tabú por el partido con el que llegó a la presidencia, con una imagen pública desastrosa en El Salvador, bajo abundante evidencia de haber saqueado las arcas del Estado para su interés personal y el de su familia, el político que inauguró el pluralismo ideológico en la presidencia salvadoreña, y que durante su discurso de toma de posesión dijo: “no tenemos derecho a equivocarnos”, ha muerto protegido por la dictadura de Daniel Ortega que aún enarbola los signos de una izquierda del siglo pasado y que ha encarcelado, asesinado, expulsado y desterrado a miles de sus ciudadanos.
Según una nota de prensa del Ministerio de Salud de Nicaragua, Carlos Mauricio Funes Cartagena murió a los 65 años de edad en un hospital público de Nicaragua por una “grave dolencia crónica” a las 9:35 de la noche de este 21 de enero de 2025, tras ser asistido por petición de sus familiares “con el sacramento de la extremaunción”, realizado por el padre Antonio Castro Granados. Fuentes cercanas al exmandatario confirmaron a El Faro que Funes sufrió un infarto y estuvo hospitalizado desde el 8 de enero. En Nicaragua le sobreviven sus hijos Carlos y Diego Funes, asilados junto al mandatario y adheridos a dos casos judiciales. Su expareja, Michelle Guzmán, madre del último de sus hijos, aún menor de edad, lo acompañó durante su hospitalización. En El Salvador deja a un hijo y una hija.
Un paso fugaz e histórico por la política
Funes llegó a la Presidencia luego de una prodigiosa y larga carrera de 21 años en el periodismo. Ganó el premio más antiguo del oficio, y uno de los más prestigiosos del mundo, el Maria Moors Cabot en 1994, entregado por la Universidad de Columbia; entrevistó mordazmente a todos los presidentes de la naciente democracia salvadoreña. Fue entrevistador de la televisión nacional en el Canal 12 de televisión y corresponsal de CNN. Cubrió la guerra salvadoreña para el estatal Canal 10 y la radio YSUCA, y durante sus años de televisión en Canal 12 entrevistó a figuras políticas como Lula Da Silva, César Gaviria, Hugo Chávez o Fidel Castro.
En 2004, en una entrevista a El Faro, Funes reveló su interés en lanzarse a la política para buscar la candidatura presidencial del principal partido de izquierda, el FMLN.
Su labor en Canal 12 terminó en febrero de 2005, cuando la dirección de Canal 12, en manos de la sociedad mexicana As Media, interrumpió la transmisión de su programa de entrevistas y opinión Al Día, cuando Funes denunciaba el despido de cinco de sus empleados. Luego fue despedido. Ya en 2003, cuando, en el mismo canal, Funes tenía el espacio Sin Censura, había sido sacado del aire debido a sus fuertes críticas a la administración conservadora del país tras los terremotos de 2001. Con el paso del tiempo se demostraría que el gobierno de derecha, encabezado por el entonces presidente Francisco Flores, desvió millones de dólares de la ayuda para los damnificados hacia las arcas del partido Arena. La prensa internacional condenó la censura contra Funes. Tras aquellos años turbulentos, Funes se lanzaría a construir su proyecto político.
En este momento de su vida, Funes pagaba sus deudas bancarias para vehículos y vivienda como cualquier salvadoreño de clase media: en plazos largos y con orden de descuento directo al salario.
En 2007, finalmente materializó su aspiración política e inició su campaña presidencial como candidato de una coalición de partidos de izquierda encabezada por el FMLN.
Centró su campaña en promesas de combate a la corrupción enquistada tras 20 años de gobiernos de Arena y prometió una revolución ética.
Sostuvo un pulso de poder con la dirigencia histórica del partido, y creó a su alrededor una nueva cúpula de influencia sui géneris que se hacía llamar “Los Amigos de Mauricio”: el empresario y cafetalero Miguel Menéndez, mejor conocido como Mecafé; los hermanos Gerardo y Carlos Cáceres, empresario el primero y banquero el segundo, junto a su sobrino Francisco, también cafetalero; el economista Álex Segovia; el entonces coronel David Munguía Payés; y un político conservador de los años ochenta, Luis Lagos. Buena parte de ese grupo guarda prisión o acusada de delitos vinculados con desfalcos al Estado o pactos con pandillas durante la administración de Funes.
En 2009, con el 52 % de los votos, Funes se convirtió en el primer presidente de izquierda de la historia de El Salvador. Ganó unas reñidas elecciones ante el candidato de Arena, Rodrigo Ávila, un exdirector de la Policía Nacional Civil. En un país acostumbrado a la polarización política, las primeras palabras de Funes como presidente electo fueron de unidad nacional: habló de “un nuevo acuerdo de paz”, de la “reconciliación del país” y de dejar de lado “la confrontación y el revanchismo”. Los medios nacionales e internacionales registraron la efervescencia de parte de la sociedad aquella noche de marzo: hubo lágrimas de alegría de excombatientes, cantos y consignas históricas como “pueblo que lucha, triunfa”.
Su gobierno implementó programas sociales como la entrega de útiles y uniformes escolares a estudiantes del sistema público y la descentralización de servicios de salud. Un estudio de Fusades, un tanque de pensamiento de derecha, destaca que la reforma de salud cubrió el 62 % de los municipios y la construcción de cinco hospitales. Durante su gobierno se aprobó la Ley de Medicamentos que redujo los precios de las medicinas al establecer un precio máximo de venta. También se aprobó la Ley de Acceso a la Información Pública. Esa ley creó un Instituto de Acceso a Información que permitió el escrutinio de gobiernos de derecha pero también de la misma izquierda, a pesar de los intentos gubernamentales por ocultar, por ejemplo, sus gastos en publicidad. En 2012, Funes pidió perdón en nombre del Estado a las víctimas de la masacre de El Mozote, y su gobierno comenzó el cumplimiento de las medidas de reparación, a raíz de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por ese caso, emitida en octubre de ese año.
Pero aquella figura del presidente conciliador y abierto al diálogo duró poco tiempo. Rodeado de sus asesores de confianza, Funes heredó los vicios que prometió erradicar: sobresueldos, partidas secretas y operaciones políticas de agentes oscuros, como Herbert Saca, a quien socarronamente llegó a llamar “el amigo”.
Funes, el político, manchó su reputación a meses de iniciado su mandato, tras concentrar los contratos de publicidad de su Gobierno en la agencia de su asesor de campaña, Joao Santana.
Al llegar a la Presidencia, cambió drásticamente su estilo de vida: llegó a gastar en un mes en compras de tarjeta de crédito ($41,000), lo que antes ganaba en un año, sin contar cuantiosos gastos cuyos registros se conocieron al salir de la Presidencia. Se convirtió en coleccionista de vehículos, –se le encontraron 15; armas– registró 92 a su nombre–; y relojes de los que llegó a tener por docenas,de marcas de gama alta como Rolex, Patek Philippe y Cartier. Acumuló y derrochó millones de dólares de fondos públicos en viajes, compras y gastos de vida de sus parejas o amantes. En 2018, gracias a 1,810 documentos originales de la Partida de Gastos Reservados de la administración de Funes, este periódico pudo constatar el saqueo perpetrado por el expresidente: joyas, ropa, vacaciones en Disney World, miles de dólares en pagos de sus deudas personales, una fiesta infantil para su hijo o viajes en jets privados.
Al cuarto año de su Presidencia, El Faro reveló una cadena de favores que benefició con un Spa de casi un millón de dólares a su última pareja, Ada Michelle Guzmán, y con la que tuvo uno de los seis hijos.
De aquel Funes que sacudió el país con sus entrevistas televisivas o que ilusionó a millones de salvadoreños, no quedó ni el respeto por la prensa independiente. Funes atacaba e insultaba constantemente a los periodistas que desvelaban su corrupción. Lo hacía desde sus redes sociales y, cuando aún era presidente, desde su programa semanal de radio.
Se fugó a Nicaragua en agosto de 2016, cuando en El Salvador iniciaron al menos dos de los procesos judiciales en su contra: uno por enriquecimiento ilícito y otro por lavado de dinero en un caso de 350 millones de dólares provenientes de la partida secreta que administró su gobierno. También se le condenó en ausencia por dos delitos: defraudación del fisco (seis años de prisión) y asociaciones ilícitas (14 años de prisión), en un caso que se conoció públicamente como la tregua con las pandillas. Esto último implicó el traslado de más de una treintena de líderes de todas las pandillas desde el penal de máxima seguridad hasta penales comunes, para facilitarles el control de sus estructuras y reducir los homicidios. En 2009, Funes tomó las riendas de un país que, tras el fracasado plan Súper Mano Dura del expresidente Antonio Saca, era el más violento del mundo, con 72 homicidios por cada 100,000 habitantes. El exministro de Seguridad, David Munguía Payés -ahora en prisión-, coordinó ese plan y admitió que tenía la venia de Funes. Otorgaron beneficios carcelarios a los líderes criminales, que iban desde celulares hasta fiestas con mujeres y alcohol. Funes negó la participación de su gobierno en la tregua cada vez que pudo, pero la evidencia era aplastante. La tregua devino en su versión más vulgar cuando los partidos políticos empezaron a ofrecer a los pandilleros dinero a cambio de influir en las elecciones, y el proceso languideció desde 2013, bajo la candidatura presidencial del entonces vicepresidente Salvador Sánchez Cerén.
En Nicaragua, Funes vivió una vida como funcionario de segundo rango. Al terminar su carrera, recibía un salario de la Cancillería nicaragüense de 90,080.46 córdobas mensuales (unos 2,739 dólares al cambio oficial), según una planilla de esa institución revelada por Confidencial el lunes 13 de mayo de 2019.
El exmandatario afirmaba que vivía de su trabajo consultor y asesor para la dictadura de Ortega. “No me escondo en Nicaragua. Llevo una vida pública como la de cualquier otro que trabaja legal y abiertamente en una institución del Estado. Tampoco soy prófugo, ya que no estoy evadiendo la justicia a pesar de que se trata de una justicia selectiva y fraudulenta”, dijo en una entrevista que dio el 29 de octubre de 2024. Se lo dijo a Raúl Palacios, un creador de contenido que lo entrevistaba frecuentemente en los últimos años, y quién asegura que Michelle Guzmán, expareja del salvadoreño, le comentó que Funes fue ingresado en coma aproximadamente el 8 de enero.
Sin ninguna influencia en la política salvadoreña, a sus 65 años, murió el expresidente que marcó el hito más importante de la política en la posguerra salvadoreña: la transición entre derecha e izquierda. Su fracasada gestión aún alcanzó para un raquítico triunfo electoral en 2014 de quien fue su vicepresidente, el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén, también gracias a la estrategia de Funes, que se alió con parte de la derecha más corrupta del país, representada por el partido Gana, y logró restar fuerza a Arena.
La izquierda gobernó hasta 2019, cuando a fuerza de fracasos se rompió el ciclo de los partidos de la posguerra y el país quedó en manos de Nayib Bukele y su proyecto autoritario.