Columnas / Memoria

Reflexiones históricas sobre Guantánamo y El Salvador

Carlos Meléndez trató de encontrar una fórmula para satisfacer los deseos del Secretario de Estado, William Jennings Bryan, pero no se atrevió a vender la soberanía del país. El mandatario sabía que la oposición popular era demasiado poderosa. Él había accedido a la presidencia después del asesinato de Manuel Enrique Araujo y acababa de obtener el puesto por derecho propio después de unas elecciones poco limpias. Una vez más, la oposición popular impidió que el gran poder del norte obtuviera jurisdicción en tierras salvadoreñas.

Domingo, 13 de abril de 2025
Héctor Lindo

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De acuerdo con un reportaje reciente en el periódico estadounidense Politico, la visita a la Casa Blanca de Nayib Bukele puede incluir la discusión de un plan para que El Salvador ceda parte de su territorio a Estados Unidos. Esto permitiría al gobierno de Trump enviar a prisioneros a nuestro país sin que el traslado constituya deportación. Es la misma figura que permite el uso de las cárceles en la bahía cubana de Guantánamo, territorio que se encuentra en arrendamiento perpetuo. 

Esta acción sería una repetición del repertorio de acciones intervencionistas que comenzaron los dos presidentes que Donald Trump mencionó como modelos de comportamiento en su segundo discurso inaugural. William McKinley y Theodore Roosevelt, los héroes de Trump, estuvieron detrás de la ocupación de Cuba y la construcción del Canal de Panamá. La intervención cubana culminó con la Enmienda Platt, que permitió la injerencia estadounidense en la política interna de la isla por tres décadas, y con un acuerdo en 1903 para arrendar Guantánamo sin límite de tiempo. Ese mismo año, Roosevelt facilitó la independencia de Panamá para llevar a cabo la construcción del paso interoceánico y estableció jurisdicción del poder imperial en la Zona del Canal. 

A pesar de una revolución, los cubanos no han podido recuperar Guantánamo. Los panameños recobraron su territorio después de casi un siglo y Trump quiere quitárselos nuevamente.

Exactamente una década después de la Enmienda Platt, el presidente Woodrow Wilson y su Secretario de Estado, William Jennings Bryan, propusieron un plan para imponer una enmienda similar a todos los países de Centroamérica. Este plan tenía como objetivo establecer una jurisdicción estadounidense que permitiría la instalación de una base naval en el Golfo de Fonseca. Esto ocurrió durante las negociaciones de lo que llegó a ser el Tratado Chamorro-Bryan entre Estados Unidos y Nicaragua. La oposición en El Salvador fue masiva.

En julio de 1913 el Diario del Salvador publicó la sensacional noticia: “Wilson y Bryan proyectan establecer un protectorado en toda Centroamérica” y amplió diciendo que el presidente aprobaba el proyecto “para proteger el Canal de Panamá”. El periódico comentaba que se trataba de “una grosera bofetada de un país fuerte contra países débiles”. El día siguiente el presidente salvadoreño Carlos Meléndez dio declaraciones al New York Times diciendo que la opinión nacional rechazaría tratados “que de cualquier modo menoscaben nuestra soberanía”. Además, el mandatario sabía que la Constitución vigente era muy clara al respecto al decir que “ninguno de los poderes constituidos” podía celebrar o aprobar tratados que de alguna manera afectaran “la integridad del territorio o la soberanía nacional”.

Los acontecimientos de los días sucesivos dieron la razón a Meléndez, al pueblo salvadoreño le repugnaba e indignaba la idea de que un poder extranjero quisiera atentar contra “la integridad del territorio o la soberanía nacional”. Miles de personas acudieron a la casa del ministro de relaciones exteriores en una manifestación que el representante de Estados Unidos calificó de “formidable pero ordenada” para exigir una respuesta enérgica de repudio a los deseos de las autoridades en Washington. La primera semana de agosto hubo mítines similares en todo el país. La población tecleña estaba indignada y fundó un “Comité para la Defensa Nacional”. El corresponsal del Diario del Salvador en Opico informó sobre el desagrado de la comunidad opicana. Una de las preocupaciones de la gente era la posibilidad de una base naval en el Golfo de Fonseca. La situación se puso tan tensa que el representante de Estados Unidos pidió a su gobierno que enviara un barco de guerra, el U.S.S. Denver, a un puerto salvadoreño para demostrar el poderío de su país.

En esa época el Senado en Washington era capaz de hacer valer su función constitucional de contrapeso a las acciones presidenciales y rechazó la propuesta del Secretario de Estado incluyendo la idea del protectorado centroamericano. Pero fue una victoria parcial, Bryan reanudó las negociaciones para el tratado con Nicaragua a finales de 1913 y principios de 1914 y volvió a insistir en la idea del protectorado.

La oposición popular resurgió. Las manifestaciones en El Salvador, Honduras y Costa Rica en contra de los planes de Wilson fueron imponentes. En última instancia, el Tratado Bryan-Chamorro firmado el 5 de agosto de 1914 no fue seguido por tratados que impusieran protectorados en otros países de Centroamérica. 

¿Cuál fue la razón de este cambio de dirección? La etapa final de las negociaciones del tratado coincidió con el inicio de la Primera Guerra Mundial, y el presidente Wilson temía que la insistencia en establecer protectorados aumentara la inestabilidad en la zona cercana al canal, considerando las circunstancias la conflagración Europea que afectaba los intereses de su país. Así lo expresó en una carta que se conserva en los archivos: '¿Es cierto que los vecinos de Nicaragua se han mostrado muy disgustados con estas propuestas y que han realizado protestas coordinadas en oposición a ellas?', escribió. Las manifestaciones populares combinadas con la complejidad de la situación política mundial llevaron al abandono del proyecto de convertir a los países centroamericanos en protectorados.

Después de este traspiés el Secretario de Estado trató de negociar un tratado con El Salvador para obtener una base en el Golfo de Fonseca. Un telegrama secreto que envió al representante estadounidense le decía estar dispuesto “a comprar una base naval a El Salvador”, aunque fuera sólo para evitar que otro país aprovechara las ventajas estratégicas del sitio. Un documento de la Secretaría de Marina decía que una base era importante porque Estados Unidos necesitaba “un lugar en el Golfo de Fonseca, donde los buques puedan aprovisionarse de combustible en aguas tranquilas bajo la jurisdicción de los Estados Unidos”.

Carlos Meléndez trató de encontrar una fórmula para satisfacer los deseos de Bryan, pero no se atrevió a vender la soberanía del país. El mandatario sabía que la oposición popular era demasiado poderosa. Él había accedido a la presidencia después del asesinato de Manuel Enrique Araujo y acababa de obtener el puesto por derecho propio después de unas elecciones poco limpias. Una vez más, la oposición popular impidió que el gran poder del norte obtuviera jurisdicción en tierras salvadoreñas.

No es sabio estudiar la historia con la expectativa de que se repita de manera mecánica. Sin embargo, el conocimiento del pasado puede ayudarnos a identificar rutas peligrosas y posibles alternativas. En este caso, la historia nos permite reconocer un peligro claro: cuando un país tan poderoso como Estados Unidos obtiene jurisdicción sobre un territorio, es muy difícil que lo ceda. Otra lección es que los movimientos de oposición que reflejan el sentimiento de las grandes mayorías pueden cambiar el curso de la historia.


*Nota: Este artículo se basa en una investigación publicada en 2019 con el título El alborotador de Centroamérica  El Journal of Latin American Studies publicó un artículo relacionado en inglés en 2020.

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