Columnas / Política

La maquinaria anti Trump se enfrenta a Bukele en Estados Unidos

Los demócratas no tienen que ganar la presidencia en 2028 para ayudar a erosionar la imagen de Bukele aún más. De ganar una de las dos cámaras legislativas en las elecciones de medio término en 2026, los demócratas pueden iniciar delegaciones legislativas a El Salvador que tendrían el poder de investigar y generar reportes sobre los abusos de derechos humanos. Hasta el momento, los demócratas como Van Hollen han viajado a El Salvador a título personal y las delegaciones republicanas se han limitado a retratarse en las cárceles de Bukele con hombres tatuados a sus espaldas.
Brendan Smialowski
Brendan Smialowski

Jueves, 24 de abril de 2025
Ricardo J. Valencia

En Estados Unidos, el debate sobre la deportación injusta de Kilmar Abrego a El Salvador no es sobre el presidente Nayib Bukele, ni siquiera sobre el al Centro de Confinamiento del Terrorismo -CECOT. Es sobre el presidente Donald Trump y su ataque contra la democracia y el estado de derecho. Es,sobre todo, una protesta  en contra de la posibilidad que Trump envíe a El Salvador a ciudadanos americanos como prisioneros tal como lo planteó en persona el mandatario estadounidense al salvadoreño. En todo esto Bukele es percibido, por una parte de la población estadounidense, como un cómplice. De acuerdo a una reciente encuesta, una mayoría  de estadounidenses no cree o duda que Abrego sea pandillero, como las administraciones Trump y Bukele lo han acusado. Otro estudio sugiere que desde la emergencia de Abrego en el debate político estadounidense, la popularidad de la gestión de la migración por parte de Trump ha caído también.

El jueves 18 de abril de 2025, Bukele, sufrió una de sus derrotas internacionales y mediáticas más avergonzantes, aunque es posible que internamente (en El Salvador) haya celebrado con su coro de aplaudidores. Ese día, el senador demócrata estadounidense, Chris Van Hollen, llega a El Salvador para conocer el estado de salud de Abrego. En un primer momento, el gobierno de Bukele le negó la entrada a Van Hollen al CECOT- donde el gobierno de Estados Unidos aseguraba que estaba preso. 

Horas después, el gobierno salvadoreño cedió y Van Hollen se reunió con Abrego en un hotel capitalino. Para entonces, la visita de Van Hollen había iniciado un remolino que puso de cabeza la cobertura de medios tradicionales y de medios alineados a un movimiento crítico (o que se ha declarado en resistencia) a la administración Donald Trump. 

Para muchas personas que apenas habían escuchado de Bukele, el mandatario salvadoreño se convirtió de la noche a la mañana en sinónimo de tortura y abuso de poder. Abrego fue deportado de Estados Unidos de forma equivocada y la Corte Suprema de Justicia ha obligado al gobierno de EEUU a facilitar su regreso. De un momento a otro, el movimiento anti-Trump encontró con Van Hollen una causa que es popular entre la gran mayoría de los estadounidenses y que se alineaba con una base hambrienta de pelea.

Esa maquinaria a la que se enfrenta Bukele -como medio para luchar contra Trump- es poderosa y ya derrotó a Trump en 2020. Al regresar del viaje, Van Hollen tuvo una conferencia con decenas de periodistas estadounidenses en la que reveló que Bukele trató de manipular el encuentro con Abrego y que el gobierno de Estados Unidos ha pagado alrededor de 15 millones para mantener detenidos a Abrego y a centenares de migrantes venezolanos en El Salvador. El domingo 20 de abril, Van Hollen desfiló en los principales programas de entrevistas. En todos ellos, el mensaje fue sencillo: Van Hollen no defiende  a Abrego como persona, sino a su derecho de ser procesado de forma justa ante la justicia estadounidense.

Sin saberlo, Bukele activó un enemigo como nunca había visto. Este sistema mediático y político descansa sobre la simple idea de resistir a Trump como el destructor de la democracia estadounidense. Los datos electorales revelan la magnitud del movimiento anti-Trump en los Estados Unidos. Trump ganó la presidencia con un 1.5% de votos más que su contrincante, Kamala Harris (49.8% vs 48.5%). Es decir que 75 millones de estadounidenses votaron por Harris contra 77 millones por Trump. En la Casa de Representantes, la diferencia entre demócratas y republicanos es mínima: de tan solo 3 asientos de los 435 representantes. En el senado, la cámara alta, los demócratas tienen 47 de los 100 senadores. Los demócratas controlan 18 de las legislaturas estatales, los republicanos, 28 y cuatro tienen el control dividido. Los gobernadores demócratas gobiernan a más personas que los republicanos.

El movimiento anti-Trump descansa en una intensa presencia en la mayoria de medios tradicionales – desde el conservador Fox News - que apoya a rabiar a Trump- hasta el liberal MSNBC. Así lo hizo también el demócrata Maxwell Alejandro Frost, quien visitó El Salvador una semana después que Van Hollen junto a otros tres representantes. Líderes tradicionales desde la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton hasta  el progresista, Bernie Sanders se sumaron a la campaña encabezada por Van Hollen. Gracias a esa maquinaria, Bukele se ha convertido para muchos en un  dictador y el CECOT, en un gulag o campo de concentración.

La maquinaria  anti Trump ha dejado atrás la lentitud informativa de la presidencia de Joe Biden.  La “resistencia” ha energizado a medios digitales como MeidasTouch Network, que se ha convertido en el podcast político mas poderoso de los EEUU destronando al pro Trump podcaster, Joe Rogan. MeidasTouch Network- que asegura haber sido visto al menos 6 mil millones de veces- llamó a el CECOT como “campos de tortura.” Ese movimiento cuenta entre sus víctimas a Elon Musk, presidente de la compañía de vehículos eléctricos Tesla y funcionario de Trump. Desde que Musk está en el gobierno, Tesla ha perdido el 70% de sus ganancias. En ese contexto, Van Hollen pide a los turistas estadounidenses no viajar a El Salvador y preferir otros destinos como Costa Rica y el gobernador del estado Illinois y multimillonario, JB Pritzker, ha iniciado un boicot contra productos y compañías salvadoreñas entre otras medidas.

La élite demócrata en relación con El Salvador ha ido de una fuerte crítica contra Bukele al inicio de la presidencia de Biden pasando por una convivencia incómoda al final de la era Biden para redescubrir a Bukele como cómplice de Trump. Conversé con el ex asistente especial para el ex secretario de Estado Anthony Blinken, Antonio De Loera, quien me explicó cuál era el cálculo de la administración Biden para la tregua diplomática con Bukele. “Durante la administración anterior, decidimos no crear conflicto con Bukele. A lo mejor no nos gustaba todo lo que hacía pero la perspectiva era que necesitábamos su cooperación para reducir la migración y también entendíamos la desesperación causada por la inseguridad (en El Salvador),” señala el ex funcionario del Departamento de Estado.

De Loera también asegura que en la actualidad, Bukele, por su complicidad con Trump, “se ha convertido irrefutablemente en un problema ante los ojos de muchos demócratas” y que el salvadoreño puede alienar a la mitad de la población de Estados Unidos. 

Los demócratas no tienen que ganar la presidencia en 2028 para ayudar a erosionar la imagen de Bukele aún más. De ganar una de las dos cámaras legislativas en las elecciones de medio término en 2026, los demócratas pueden iniciar delegaciones legislativas a El Salvador que tendrían el poder de investigar y generar reportes sobre los abusos de derechos humanos. Hasta el momento, los demócratas como Van Hollen han viajado a El Salvador a título personal y las delegaciones republicanas se han limitado a retratarse en las cárceles de Bukele con hombres tatuados a sus espaldas. 

Sin embargo, potenciales delegaciones enviadas durante una legislatura demócrata del Congreso pueden generar no solo un fuerte impacto político, sino modelar la cobertura mediática y la opinión pública sobre El Salvador. En los ochentas, las delegaciones bipartidistas a El Salvador revelaron las extensas  violaciones de derechos humanos que los gobiernos salvadoreños trataron de ocultar. Eso ayudó a movilizar a millones de personas contra la ayuda militar a El Salvador y  obligar al congreso a condicionar la cooperación al país centroamericano. 

Bukele busca detener el impacto contra su imagen con  tuits crueles, con la invitación personal a la representante republicana, Ana Paulina Luna a El Salvador y con ofrecer un intercambio de prisioneros políticos con Venezuela. La  administración Trump ha atacado a Abrego sin defender a Bukele. El salvadoreño tiene muy poco valor electoral en la actualidad y solo le funciona a Trump como sitio donde enviar a las personas que considera indeseables.

Aparentemente, Bukele piensa que puede escapar de este laberinto utilizando los mismos trucos que usaba cuando El Salvador no era un tema de política doméstica en Estados Unidos . En realidad, poco depende de él y de sus pocos aliados demócratas como los congresistas Vicente González y Lou Correa. El movimiento anti-Trump cambiará de tema cuando el  tema de Abrego y otros inmigrantes a las cárceles de El Salvador ya no le sirva o le parezca contraproductivo. Hasta el momento, la lucha es popular entre las bases anti Trump. Esto coincide con el declive de la popularidad de Trump y con el hecho que la economía estadounidense se acerca peligrosamente a una recesión, tras una guerra comercial contra el mundo.

Al intentar negociar un intercambio de prisioneros políticos con Maduro, Bukele parece interesado en apagar el fuego que se ha extendido entre muchos estadounidenses. Si Bukele quiere reparar el daño, tiene que devolver a Abrego a Estados Unidos y liberar a los centenares de venezolanos secuestrados en sus cárceles. Algo menos de eso, solo reforzará la narrativa que la maquinaria contra Trump ha comunicado a sus bases. Y es que en esa narrativa, el salvadoreño solo es un cómplice que ayuda a Trump a destruir la democracia estadounidense y convertir a Estados Unidos en un país como El Salvador: pobre, peligroso y sin democracia. 









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