Desde años atrás, en un intento por hacer historia comparada de las memorias nacionales de Nicaragua y Costa Rica producidas en relación con la guerra contra los filibusteros de William Walker, de 1855-1857, y con la voluntad de ir más allá de la llamada historia patria y de las historias nacionales, entré en contacto con las historias globales y las historias relacionales que han aparecido en el escenario de la historiografía internacional en las últimas tres o cuatro décadas. Estas corrientes o tendencias han alcanzado en el presente tanta visibilidad y relevancia que en opinión de distintos autores se puede afirmar que la historia y la ciencias sociales en su conjunto han experimentado lo que ha sido denominado un “giro global” en sus enfoques y agendas de investigación.
Propongo la hipótesis de que el carácter geoestratégico del istmo centroamericano, según la expresión del geógrafo Carlos Granados, ha fungido como condicionante estructural en los procesos de inserción de la región en las distintas etapas de la globalización. Por su sitio y situación, como argumenta Granados, es decir, por su condición de puente entre dos masas continentales y de istmo entre dos océanos, Centroamérica ha sido y es geoestratégica; fue puente biológico, migratorio y cultural en tiempos antiguos y lo es en el presente y ha sido istmo estratégico desde el siglo XVI.
Es en este sentido que la América Central, incluida Panamá ha vivido con intensidad variada los procesos de globalización de los últimos cinco siglos, unas veces en forma central y otras de manera marginal, pero siempre en el marco de su determinación de larga duración de ser una zona del planeta de importancia geoestratégica. Obviamente, el espacio centroamericano no es homogéneo tampoco en términos geoestratégicos y las áreas más globalizadas han sido aquellas con más posibilidades de cumplir una función transístmica.
Además, la inserción de la región en los procesos de globalización como economías agroexportadoras, a partir de la puesta en marcha de la división internacional del trabajo en el siglo XIX, ha estado condicionada por la ecología consecuencia de su condición geoestratégica, ya que, como también subraya el geógrafo Granados, Centroamérica ha fungido como una península subtropical de América del Norte.
Puente al norte
En la fase actual de la globalización, iniciada en 1990, la función de Centroamérica como puente intercontinental ha adquirido un gran relieve. Este fenómeno es realmente novedoso e inédito en toda la historia centroamericana desde los tiempos de la conquista; a tal punto que no fue captado en los trabajos ya citados de Granados y de otros autores, escritos en las décadas de 1980 y 1990. Para estos autores era evidente que la función de istmo históricamente había sido mucho más importante que la de puente. Pero en el presente, Centroamérica se ha convertido en un puente de personas y mercancías de interés clave para Estados Unidos y es posiblemente un trampolín estratégico para China.
La peculiaridad del lugar de Centroamérica en las diferentes etapas de la globalización es que su importancia geoestratégica contrasta con su condición marginal global. La región nunca ha podido sacar pleno provecho de su ventaja, en términos de sitio y situación, y, al contrario, esta ha sido, en cierto sentido, su condena. Resulta aún más determinante, que tras la independencia, el Reino de Guatemala, es decir, el espacio heredado de la época colonial, se fragmentó en un conjunto de microestados, cuyos problemas de viabilidad han sido persistentes desde entonces y hasta el presente. Los estados centroamericanos se caracterizan por un débil poder infraestructural y por esa razón a algunos de ellos se les ha calificado con los pesimistas adjetivos de “frágiles” o, incluso, de “fallidos”.
Los enfoques globales y relacionales nos permiten colocar la historia centroamericana en una nueva perspectiva, al reconocer que a pesar de su condición periférica y subordinada la dinámica interna del istmo ha estado siempre conectada a procesos globales o transnacionales, los cuales no solamente ha padecido, sino que también sobre los cuales alguna influencia ha tenido. En fin, igualmente, los enfoques globales y relacionales invitan a reconocer que a pesar de la existencia de estados nacionales en su seno, desde mediados del siglo XIX, la región centroamericana siempre ha sido un espacio definido de transferencias e interconexiones.
Si la condición global del istmo determinada por su naturaleza geoestratégica fue establecida por los primeros exploradores y conquistadores que buscaban febrilmente el Estrecho Dudoso, los discursos sobre esa globalidad, si se permite el término, fueron producidos simultáneamente por los primeros cronistas de Indias como, por ejemplo, González Fernández de Oviedo. Siglos después, en la época de la coyuntura de la independencia, la perspectiva global del istmo es discernible en el pensamiento de José Cecilio del Valle, quien con plena convicción y en tono profético vaticinaba que Centroamérica estaba llamada a ser el centro del mundo, el lugar por el cual circularía el comercio mundial y el sitio, que por sus condiciones ambientales, como se dice ahora, podría ofrecer al globo las más diversas producciones.
La formación de estados y la invención de naciones estableció una nueva mirada sobre la región, con la cual se elaboraron historias patrias, nacionalmente recortadas y mutiladas, desde finales del siglo XIX. La perspectiva prevaleció a pesar, de que los primeros historiadores modernos del istmo como Alejandro Marure, quien escribía en 1837 que la región era uno “uno de los territorios más centrales del mundo conocido” y Lorenzo Montúfar, febril unionista de la segunda mitad del siglo XIX, tenían una perspectiva global. El fracaso de la República Federal Centroamericana y de los subsiguientes intentos unionistas, confirmaron la percepción de los estados del istmo como unidades autocontenidas. Sin embargo, las circulaciones, transferencias, conexiones y entrecruces dentro del espacio centroamericano persistieron y han persistido hasta el presente.
En síntesis, a pesar de la invención del Estrecho Dudoso en el siglo XVI y de la creación del nombre “Centroamérica” en el marco del congreso constituyente de la República Federal Centroamericana en 1823, desde fines del siglo XIX y hasta el presente en la historia y las ciencias sociales centroamericanas ha prevalecido el llamado nacionalismo metodológico, el cual presupone que los estados nacionales son unidades de análisis autoreferidas y autocontenidas, inteligibles por sí mismas, para las cuales no es necesario considerar ni sus conexiones y entrecruces en sus ámbitos regionales, ni sus interacciones globales.
Entre corrientes
Con el fin de repensar la historia de Centroamérica, considero que sería muy útil tomarse un momento para conocer las distintas corrientes de las historias globales y relacionales con el fin de evaluar lo que ellas aportan o no aportan y dilucidar sus especificidades. En el presente se habla, según la terminología en inglés, de Big History, World History, Global History, Transnational History, Atlantic History , World-System Analysis etc., denominaciones que remiten a un espacio sea extraplanetario, planetario o infraplanetario y que pretenden abarcar desde millones de años hasta solo algunos siglos. También se habla ya no de universos o de macroescalas, sino de interacciones o conexiones concretas con nociones tales como historia de transferencias historias conectadas, historias entrecruzadas e historia de circulaciones.
Distingo dentro de esta serie de enfoques dos grandes grupos: en primer lugar, las historias globales, centradas en un espacio transcontinental o transoceánico, las cuales definen un universo o un ecúmene en el seno del cual pretenden identificar interconexiones y patrones de interdependencia, es decir, postulan y delimitan un ámbito de conectividad, ya sea el universo, el planeta en su conjunto, o una de sus partes, por ejemplo, la economía-mundo, el mundo atlántico o el mundo mediterráneo.
En segundo lugar, tenemos las historias relacionales o relacionadas, las cuales rastrean en el tiempo, también a lo largo de un gran espacio, determinadas interacciones, pero que no definen a priori un mundo o un universo que funcione en una macroescala. Al respecto, reitero que el reconocimiento de ese nuevo paisaje en la historiografía internacional es condición necesaria para determinar lo que más podría convenir a la historiografía centroamericana, aunque en mi opinión las distintas corrientes son bastante menos diferenciadas de lo que pretenden ser.
Por mi parte, desde hace ya una década, la perspectiva de las historias conectadas y entrecruzadas me ha permitido formular nuevas preguntas y proponer algunos esbozos de respuestas en relación con un proceso histórico de gran impacto en la historia del istmo, la invasión de William Walker. Así, he podido comprender que el fenómeno del filibusterismo de los tiempos del Destino Manifiesto adquiere un sentido y un significado distintos si lo inscribimos en el proceso global e interconectado de formación de los estados en el Nuevo Mundo, en particular en América del Norte, América Central y el Caribe, proceso acompañado de la formación de rivalidades imperiales, como sabemos. De igual modo, entiendo que la invención de las naciones en América Central y la construcción de sus memorias nacionales ha ocurrido mediante un cotejo y un juego de espejos entre los países del istmo y entre estos y Estados Unidos, en el marco del proceso global de difusión de la nación, como modelo para armar, transferible de un lugar a otro del planeta.
*Víctor Hugo Acuña Ortega es Profesor Emérito de la Universidad de Costa Rica e investigador asociado del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana de Managua. Esta entrega es síntesis del artículo “Centroamérica en las globalizaciones (siglos XVI-XXI)”, Anuario de Estudios Centroamericanos (Universidad de Costa Rica). 41, 2015: 13-27.