11 años han pasado desde aquella salida a hurtadillas de su casa en la colonia Milagro de la Paz, de San Miguel. Ahora, con fama ya hecha a escala internacional a fuerza de pedaleo, José Mario Castellón Leiva se apresta a viajar de nuevo a Estados Unidos. Pero este 15 de enero lo hará en avión para encontrarse con el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el martes 20, el día de la toma de posesión. Ha sido invitado a integrar el selecto grupo de personas que atestiguarán, in situ, la inauguración del nuevo gobierno.
En estos 11 años, este usuluteco criado en San Miguel ha hecho de su vida un viaje fantástico en el que una extraña mezcla de determinación, ingenuidad y lucidez le han permitido sortear las enormes desventajas que le ofreció la vida en El Salvador y hacer realidad cuanta meta se ha propuesto.
Aquella mañana de septiembre de 1997 se fue sin decirle nada a nadie y sin más plan que llegar a donde estaban sus hermanas. Llegar hasta donde sus hermanas, sin embargo, era nada más una parada en su ruta hasta su tierra prometida, Canadá, donde -según había oído- podía encontrar el paraíso para el desarrollo pleno de su pasión: el ciclismo.
Nació en Santiago de María, Usulután, y su sino parecían ser las tragedias. Un día, cuando tenía apenas tres meses de vida, un camión cargado de café se accidentó y murió el chofer. El chofer era su padre. “Entonces mi abuela corrió a mi mamá con todos nosotros, para que no fuéramos una carga”, relata, echando en cuenta a su hermano varón y a sus cuatro hermanas.
En 1975, a los 7 años, comenzó a trabajar, “para ayudar a la casa”. Se hizo carpintero. Menos de cinco años después, en los albores de la guerra civil, su hermano se convirtió en uno de aquellos niños-soldados que servían de carne de cañón. Entonces fue cuando se hablaron de hermano a hermano. El niño-soldado, que tenía 15 años, le dijo un par de cosas. Una, que quería que José Mario se hiciera futbolista. Soñaba con verlo en una cancha, en un estadio, admirado como aquel jugador del Águila que se llamaba Éver Hernández y que dos años después iba a alcanzar la gloria al meter el gol con el que El Salvador derrotó a México y que de paso significó el sello para el Mundial de España 82.
El niño-soldado le dijo eso. Y José Mario, que tenía 12 años, le dijo que no. Que él prefería soñar con otra cosa. Un día vieron pasar a un grupo de ciclistas y José Mario le dijo que él quería hacer eso. Lo suyo eran los pedales. El niño-soldado entendió que no podía imponerle nada a su hermano menor y entonces le prometió que cuando dejara la milicia iba a comprarle una bicicleta.
No pudo cumplir la promesa, porque al cabo de unos meses murió en combate en la zona de Chapeltique. La segunda cosa que le había dicho durante aquella plática tampoco iba a poder cumplirla, porque ya muerto no podría hacer nada para impedir que su hermanito ingresara a las filas de la guerrilla o al ejército. “Él quería que yo fuera deportista, no soldado”.
Transcurrió la guerra y con los años José Mario logró conseguir una bicicleta. Llegó incluso a competir con la cuarteta de Antel. Terminó la guerra y él y sus parientes sobrevivieron, pero en 1997, harto de sentirse en un callejón sin salida, en una pobreza asfixiante, decidió hacer algo extremo con lo que hasta entonces mejor sabía hacer: pedalear y pedalear y pedalear.
Así comenzó la fama de José Mario. Ahora acumula cuatro viajes épicos que juntos suman 50 mil kilómetros recorridos. Esta distancia equivale a darle una vuelta a la Tierra y todavía sobran 10 mil kilómetros.
Es jueves 8 de enero de 2009. José Mario viste un gastado jeans, camisa a cuadritos, manga larga y una gorra negra con el logotipo de la empresa Univisión y el rótulo “41 San Antonio”. Anda a pie, con un legajo de numerosos recortes de periódico y de fotografías bajo el brazo.
Uno de esos periódicos, “La Tribuna Hispana”, muestra en su portada la fotografía de José Mario y su bicicleta. “Mira, con este comparan la historia”, dice, entre dubitativo y orgulloso, al mostrar esa edición de octubre del año pasado. El título es “Mario Castellón, el Forrest Gump salvadoreño, llegó a Los Ángeles”.
Su pedaleo interminable le llevó con el tiempo a convertirse en un activista célebre en favor de una reforma migratoria que resuelva el problema de los millones de indocumentados en Estados Unidos. Él mismo cuenta un episodio de su recorrido del año pasado por 35 estados de los Estados Unidos. “Fue en Atlanta, yo iba con mi bandera de El Salvador en mi bicicleta y de repente salió un hombre que me gritó “¡Sos de El Salvador!” y yo le dije que sí, y me abrazó y lloró. Me dijo que tenía siete años de estar ahí, escondido, cultivando sandías, con una comunidad de negros, porque ahí no lo molestaban los de Migración, y que en todos esos siete años no había vuelto a ver a ningún salvadoreño...”
Muchos medios de comunicación en Estados Unidos y en el mundo repararon ya en él. Esa fama, sin embargo, no erosiona su sencillez. Reunidos a comer en un restaurante migueleño, pide dos pupusas y un poco de curtido. No quiere comer demasiado porque desea mantener su buena condición física. No tiene nutricionistas ni nunca los tuvo cuando corría para la cuarteta de Antel. Ni siquiera tuvo entrenador. “Solo salía a entrenar con los demás, estuve en las Vueltas Ciclistas y nunca tuve un entrenador que me diga, porque yo era de aquí (San Miguel) y los entrenadores estaban en San Salvador. Yo integraba la cuarteta de Antel, pero como yo vivía acá, solo a la hora de la competencia el entrenador me decía allá lo que iba a hacer ese día, pero de ahí, nada más”.
Hoy José Mario hace maletas. Irá a Dallas donde se reunirá con el resto de la delegación que llevará Univisión a la toma de posesión. Ahorita está sin bicicleta. “Si la hubiera tenido, me hubiera ido a San Salvador en ella para la entrevista”, dice. Pero como no la tenía, El Faro se trasladó a San Miguel para conversar con él.
Este salvadoreño, hoy de 40 años, está casado -en segundas nupcias, después de un primer episodio que califica como “una tontera”- y tiene un niño. Ya no piensa hacer otro de estos monumentales recorridos continentales. Ahora, su siguiente paso -después de la toma de posesión de Obama- es ir a ver si aún tiene trabajo. Pidió cinco meses de permiso y se lo negaron. Pero dice que le llamaron para decirle que lo esperan el día 25. Y después de reincorporarse a su trabajo como carpintero, seguir trabajando en los tres libros que ha prometido a Univisión para contar su historia. Porque José Mario piensa que quienes lo acusaban de estar loco como para montarse en una bicicleta y salir a perseguir sus sueños tenían algo de razón. “Para hacer cosas grandes, hay que estar un poco loco”, admite.
¿Cómo se le ocurrió ir en bicicleta de aquí a Estados Unidos en el 97? La gente no piensa “me voy mojado a Estados Unidos y me voy en bicicleta”.
Yo pensé en la manera que era mi deporte y la resistencia que tenía y no tenía otra base para llegar, porque mis sueños eran siempre estar cerca del ciclismo. Mis hermanas ya habían emigrado a Estados Unidos y tenían como cinco meses de haberse ido y yo había quedado solo. Entonces yo busqué en la Federación apoyo, que me regalaran visa para llegar a Canadá, que era mi sueño, y me dijeron que no.
¿Por qué soñaba con ir a Canadá?
Porque me hablaban muchos ciclistas de que eran apoyados en el ciclismo en Canadá, pero hubo la necesidad de, por no tener papeles, llegar hasta Estados Unidos.
Usted viajó en el 97 sin papeles.
Con 20 dólares. Toda la gente se burlaba de mí, que estaba loco y que cómo iba a llegar, y me decían que no era lo mismo lo que yo hacía acá, correr competencias, que salir a largas distancias, pero yo decía que era mi talento y que lo iba a lograr.
¿En el 97 se fue con 20 dólares o el equivalente en colones?
No, con 20 dólares, porque eso es lo que habían mandado mis hermanas, mi mamá me lo dio, eso es lo que mi mamá tenía a la mano, si no me hubiera ido sin cinco.
¿Pero su mamá no sabía que usted se iba?
No, pero yo se lo había pedido porque lo necesitaba.
No se imaginó ella...
... No, si no no me los da.
Y cuando llegó allá le habló y le dijo: “Mamá, hoy sí ya te puedo decir dónde estoy”.
Mis hermanas le hablaron.
Debe haber llorado de la emoción, porque seguía vivo.
Ella se preocupó, porque yo lo que le dije es que me iba a San Salvador y que me iban a mandar a correr a otro lugar y que iba a estar una temporada fuera. Ella se hacía la idea de que estaba corriendo en otro lugar, pero después cuando le dice mi hermana: “él ya está acá”, se llevó la sorpresa. Mi hermana sí lo sabía, porque yo le llamé que iba para allá.
¿Y no lo trató de detener?
No, ya iba en camino, si le hubiera hablado antes sí me hubiera detenido. Pero ya iba en el camino cuando yo les dije que iba para allá. Les hablo en Guatemala por cobrar. Ja, ja, ja.
Ja, ja, ja, ja.
Que ya iba en camino...
… ¿Y qué le dijo ella?
No me estés hablando mucho, que de Guatemala me va a salir mucho, ja, ja, ja, ja. Me dijo que me regresara, yo le dije que tal vez, pero no me regresé.
De aquí hasta México uno podría decir “vaya, tal vez no sea tan complicado”, pero ¿y cómo pasar en bicicleta por los puntos usuales por donde van los migrantes: el desierto, por ejemplo? ¿Cuál era su plan?
Un plan que lo tomé de la noche a la mañana.
¿Era medio juego?
No, no era juego, mi sueño era ser un ciclista reconocido y dije que iba a llegar donde estaban mis hermanas, y era mi base llegar a ese país porque ellas me iban a apoyar, agarré mi bicicleta y mis 20 dólares y cuando empiezo a llegar ya a la frontera entre México y Guatemala me doy cuenta de que muchas personas en su bicicleta de turismo en la mañana pasan al otro lado en las bananeras a trabajar y sólo pagan dos quetzales. En la frontera de Tecún Umán hay unas bananeras del otro lado, y mucha gente va a trabajar ahí y pagan para cruzar y trabajar. Me estaba dando cuenta que esa era la manera de pasar y así logré infiltrarme en México y me di cuenta de que el disfraz que llevaba no les importaba.
¿Cuál disfraz?
El de ciclista. Como un ciclista.
¿Usted iba en licra y todo?
Claro, como un corredor, y solo un par de llantas de repuesto de doblar y cuatro neumáticos y cajas de parches, eso es lo único que recuerdo y un rollo de bolsas plásticas que es lo que ponía en el piso para dormir. Con eso empiezo a hacer ese recorrido, buscando naranjas en los lugares donde había, bananos, zapotes, papayas, todo eso pude encontrar en Veracruz. A mí cuando ya se me puso lo difícil es cuando pasé los lugares por el desierto.
A ver: dice que jalaba naranjas en Veracruz, pero de aquí a Veracruz es un largo camino…
… En todo mi recorrido estuve pedaleando un mes y dos semanas, en todo mi recorrido y los 20 dólares yo los usé en comprar pedazos de queso grande y eso es lo que guardaba en todo el camino. Esos pedazos de queso y buscaba kilos de tortilla para vivir, pero en el camino yo encontraba bananeras y plátanos y todo eso, y cuando llego ya a Matamoros, que era lo más difícil, encontré a un señor de un tráiler que me dio la idea de cómo llegar a Estados Unidos.
Pero Matamoros ya queda bien al norte, ¿y todo ese trayecto? Sobre todo porque ahora México está difícil de pasar, hay secuestros… ¿usted pasó sin mayor problema?
Sí, tuve el problema de la policía que me pedía dinero, pero había una señora…. eso fue en un pueblo que se llama Tonalá, en Chiapas, en ese pueblo los policías que andan de civil me estaban pidiendo dinero y yo les dije que no andaba nada… ellos mi acento ya lo habían observado que era centroamericano y cuando ya me dijeron que querían dinero y que si no les daba me iban a deportar, unas señoras que estaban enfrente se metieron por mí a defenderme y me agarraron para que no me llevaran porque lo que querían ellos era robarme. Entonces las señoras esas me apoyaron y me dijeron que agarrara otra carretera, que no siguiera por la misma, porque me iban a estar esperando. Cuando yo pasaba por las garitas de migración, mi manera de pasar era que llegara un autobús a hacer revisión y entonces yo pasaba. Así era como yo iba pasando las garitas.
¿Cómo fue su ruta por México, desde Chiapas hasta Matamoros?
Toda la costa, pasando la misma ruta de Oaxaca y Tampico. Era toda la costa, donde me habían dicho que había menos revisión de migración. Esa es la misma ruta que ocupo para todos mis recorridos.
¿Sólo tuvo problemas con las autoridades en Tonalá?
Sí, con la policía de allá.
De ahí, ¿nada?
Nada.
Fue afortunado, con todo lo que le pasa a los salvadoreños que van hacia allá.
Sí.
Dice que el dinero se lo gastó comprando queso, pero me imagino que lo que más se necesita es agua en ese recorrido. ¿De dónde la sacaba?
En los ríos llenaba mis termos y pedía en las casas. Y eso me llevó a mí a ser lo que ahora soy. Porque en los desiertos de Texas sobreviví… donde me recogió una persona méxico-americana, moribundo y esa persona me llevó con mis hermanas.
¿Pero cómo se le ocurrió irse? ¿Un día amaneció y dijo “me voy”?
Sí. Como repito, la presión de ser deportista y miraba a estas personas con maletas de otros países que pasaban y me hacía la idea…
Antes de su viaje en el 97, ¿usted ya había ido a Estados Unidos?
No. Mis hermanas sí, ya habían estado adelante.
¿Y se fue sin decirle nada a nadie?
Mi mamá no lo sabía y tuve que esconder la bicicleta donde un amigo, para poderme ir, porque le iba a causar problemas. A mis hermanas no les dije, hasta en el camino.
¿Por qué?
Porque mi familia se iba a oponer. Y la gente que sabía decía que yo estaba loco.
¿Y sí estaba loco?
Pienso que para hacer cosas grandes hay que estar un poco loco. Y siempre cuando hago cosas importantes dicen que estoy loco, y cuando lo logro se sorprenden porque pensaban que no lo iba a lograr.
¿Pero usted tenía un plan o iba inventando en el camino?
Yo desde que inicié acá… a mi salida, yo no sabía leer ni escribir, pero tenía un mapa, que se lo había pedido a un señor que viajaba a Estados Unidos. Platicaba con muchas personas, incluso con él, porque él se dedicaba a traer carros y todo eso. Le preguntaba cuáles eran las rutas para llegar en bicicleta y él me las subrayó. Él me dijo por dónde iba a iniciar. Entonces, en el camino iba preguntando hacia dónde quedaba tal ciudad y tal ciudad, y de memoria me fui. Platicaba con camioneros y traileros, y les decía estoy y, a veces, hasta con lágrimas me decían que con gusto me daban raid pero que si los agarraban los metían a la cárcel. Pero me ayudaban. A veces me abastecían con algo de comer y me protegían en las gasolineras o donde me quedaba a dormir. Ellos estaban pendientes de que no me pasara nada.
¿Atravesó todos estos países sin saber leer?
Sí, la primera vez así fue.
Cuando uno tiene un mapa, uno normalmente sabe que tiene que llegar por este camino hasta donde dice “Tonalá”. ¡Pero usted no sabía que ahí decía Tonalá…!
Cómo no, porque el señor me subrayó las rutas y yo miraba las letras, las comparaba y preguntaba a la gente. En el camino tuve problemas por no saber leer y escribir, pero le preguntaba a la gente si era el lugar y les enseñaba el mapa. Ellos me decían, “va bien”. Y así iba haciendo mi camino.
¿Y no le preocupaba que el queso y las tortillas no le alcanzaran? ¿Había previsto eso?
No, no. El camino me lo iba dando todo. Lo que hice cuando no tuve dinero es que me aorillaba en las gasolineras, sacaba mi mapa y me hacía el tonto, como que estaba perdido. Entonces, los traileros se acercaban, me preguntaban si estaba perdido y luego, cuando agarraban plática, me decían: “¿Ya comiste?” “No”, les decía, y me invitaban. Ahí les contaba que era inmigrante y que iba de esa manera. Así fui haciendo mis últimos días.
¿Cuál era su plan para cruzar la frontera?
No tenía. Bueno, yo tenía el plan, como me había explicado mi hermana, de atravesar el río. Y por eso llevaba ese rollo de bolsas plásticas, porque ella así me dijo que había pasado su ropa, con esas bolsas infladas… Como un neumático, inflado. Entonces, ese rollo de bolsas las iba guardando para pasar, y así fue.
¿Por dónde pasó?
Por Matamoros y Brownsville. Cuando inflé todas estas bolsas negras de basura, armé como una tarima y la bicicleta, ahí con una cuerda, jalándola… Como me había explicado el trailero, cómo atravesar en ese lugar donde el agua no era tan honda. Él me hizo el mapa de dónde me tenía que esconder al otro lado y todo eso. Cuando llegué, me di cuenta que lo que me había dicho era la realidad: el río era muy grande pero no tan hondo. Entonces, donde él me había explicado, me escondí a buena mañana donde él me lo dijo. Ahí dejé que pasara la camioneta de migración, cuando hacen el cambio de personal, y él me dijo que la persiguiera a lo lejos, que ella me iba a sacar a la carretera. Ahí fue que inicié mi camino hasta llegar a Victoria, Texas. En Brownsville había un problema: la última garita que se pasa. Entonces, me di cuenta de que había mucho ciclismo ahí y que, todas las mañanas por todos lados, los americanos andaban entrenando. Me di cuenta de que me habían confundido y tenía que aprovechar esas mañanas para avanzar mucho.
¿Con quiénes?
Con los ciclistas que salen a entrenar.
Pero, antes de pasar a Estados Unidos, ya en Matamoros, supongo que ya iba muy cansado.
Sí.
¿Dónde dormía?
En gasolineras y debajo de puentes. Donde más dormí fue en las gasolineras, porque ahí es donde había menos problemas, donde menos molestaban las autoridades y los ladrones. Porque los traileros se quedaban ahí y me protegían buscándome lugares donde no me hicieran daño.
¿Llevaba en qué dormir?
Sólo bolsas plásticas. No podía llevar carga porque me imaginaba que si la llevaba se podrían dar cuenta que no iba legal.
¿Se encontró en el camino a otros inmigrantes?
Sí.
¿Y ellos se enteraron de que usted iba con el mismo propósito?
Sí.
¿Y no le decían que está loco?
Sí, que estaba loco. Pero hoy, en estos últimos recorridos, me doy cuenta de que ellos están haciendo lo mismo que yo hago: Se compran una bicicleta vieja en México y así cruzan todo.
Ja, ja, ja. ¿Cómo?
Hoy compran una bicicleta vieja en México y así se van hasta la frontera pasando el peligro de la migración. Todos lo están haciendo.
Sólo que no se visten como ciclistas
No, como trabajadores. Pero han descubierto que es un disfraz para avanzar mucho.
Supongo que pedaleaba de noche.
Sí… y parte de día. A veces, los traileros que miraba en el día me decían que a tantos kilómetros había una garita de migración o peligros, y todo eso. Entonces, les preguntaba a ellos a cuántos kilómetros había una gasolinera para pasar la noche y todo eso. Ellos me explicaban. Y así fui llegando. Y ahora, ya aprendí a leer y escribir un poco para poder leer los mapas y poder hacer lo que estoy haciendo.
Y habla inglés, por supuesto.
Un poco.
Cuéntenos cómo cruzó el río.
Las bolsas plásticas, como le estaba diciendo, las inflé. Hice con ellas una tarima, con el agua hasta acá (señala su pecho) y, con una cuerda, jalé la bicicleta... ¡te fuiste, man! Ya saliendo a la carretera, te fuiste. Nadie sospecha, es el mejor disfraz.
¿Y el río lo cruzó de noche?
No. En la madrugada. A las 4 de la madrugada tenía que estar al otro lado, porque a las 5 de la mañana hacían un cambio de migración. Entonces, ese carro era el que me iba a sacar a la carretera... una calle polvosa, a lo lejos iba persiguiendo al que me iba a sacar...
O sea, la patrulla antiinmigrantes fue su guía.
Sí. La luz, donde iba él, ahí iba, persiguiéndolo. Era la única manera en que me iba a guiar para sacarme a la carretera.
¿Atravesó el desierto así?
Sí. Parte del desierto... eh, hay bastantes desiertos llegando a Victoria, Texas, pero, gracias a Dios, hay también un parque de recreación de descanso. Yo pedía, a los que miraba que eran hispanos, agua y comida. Y llegué a Victoria deshidratado e inflamado de la garganta, cuando un mexico-americano fue el que me rescató y llamó a mi hermana y me llevó hasta ahí.
¿Cómo lo llevó?
Me ayudó porque estaba en una gasolinera y estaba frío y se dio cuenta que yo estaba con ropa de deportista y no podía estar así con ese frío. Cerca del día del pavo (Día de Acción de Gracias). En noviembre. Ya estaba cerca de esos días. Me encuentra él cerca de la gasolinera, sentado, y me dice de repente que si necesitaba ayuda y yo no pude hablar, estaba inflamado de la garganta. Cuando vio que no respondía en inglés, me habló en español. Ya le expliqué que me había ido en bicicleta, que por favor no me fuera a denunciar. Y me dijo que no lo haría, que si tenía a alguien a quién llamarle ahí. Fue entonces que le habló a mi hermana. Pero ella no se dio cuenta que yo estaba ahí hasta un mes y medio después de mi salida.
¿Y luego?
El señor este me llevó a Houston y le habló a mi hermana y de Dallas, mi hermana viajó a recogerme. Ese señor estuvo ahí toda la noche esperando que me recogieran, porque él me encontró como a las 7 de la noche en esa gasolinera. Y mi bicicleta quedó tirada en un bote de basura, porque mi hermana llevó un carro con muchos familiares y no cabía la bicicleta.
Ja, ja, ja. ¡Se echó a llorar!
Cuando la volteé a ver, me dio tristeza y mi hermana me dijo: yo te voy a comprar una mejor. Con mi primer sueldo me compré mi bicicleta. Y al hospital...
¿Y antes de que lo rescataran no habrá tenido algún encuentro con patrullas fronterizas, que al menos se le quedaran viendo raro?
Sí. Ellos estaban a la orilla de los rieles de trenes, parados, pero cuando me miraban no se daban a la idea por el uniforme y la velocidad que llevaba. ¡No podía ser un inmigrante! Muchos americanos cuando me miraban me hablaban en inglés y se daban cuenta del pedaleo que llevaba. En una ocasión me habló uno y no le contesté, pero él sí se dio cuenta de que era inmigrante, porque me vio sucio. No le contesté. Junto a él iban cuatro. El que iba atrás se quitó para que yo pasara en medio. Así pude recorrer bastante trayecto.
O sea, le ayudaron...
... Sí, a halarme junto con ellos, hasta que se dieron vuelta y se regresaron. Yo seguí.
¿Si no hubiera ido con los ciclistas, usted cree que lo hubieran detenido?
Sí. Lógico y hoy veo lo mismo, está funcionando eso, porque yo he viajado así y funciona. No te paran.
¿Cómo que “he viajado así”?
Yo ya voy viajando cuatro veces en bicicleta a Estados Unidos.
Pero, ¿desde aquí?
Sí.
¿¡Desde aquí!?
Sí. Y esta es la más larga, la última que he hecho.
¿Desde Nicaragua?
Sí. Dos desde Nicaragua y dos desde El Salvador.
¿Cuántos kilómetros ha recorrido?
En este último, el más grande, 16 mil millas. Yo de ahí tengo un record de 28 días desde Nicaragua hasta Dallas, Fort Worth, y el otro desde Nicaragua hasta Toronto, Canadá, y bajé hasta Dallas.
Estamos hablando, por lo menos, de 25 mil kilómetros.
Sí.
Bueno, pero en ese su primer viaje, llegó con su hermana a Dallas.
Sí.
¿Y de ahí?
Al hospital.
¿Qué tenía?
De las amígdalas, que no comía y estaba deshidratado. Cuando me revisa el doctor y me pregunta qué es lo que me había pasado y por qué estaba así, cuando le expliqué, llamaron a un periódico y yo tuve miedo que me fueran a deportar por conocer mi nombre, pero me arriesgué y lo hice.
¿Y quién llamó al periódico?
El doctor. Me dijo que si quería publicar mi historia de lo que había hecho y yo le dije que sí. Como no sabía eso que te podían deportar si lo sabían, yo le dije que sí. Ya cuando estaba ahí, fue que me dijeron. Entonces, así lo hicieron.
Y cuando salió del hospital, ¿se fue a vivir con su hermana y empezó a trabajar de qué?
Lo mismo, una fábrica de gabinetes, de carpintería, lo que hacía acá. Ellos me consiguieron ahí y con el primer sueldo, compré mi primera bicicleta y busqué a personas que entrenaban para ser mis amigos. Y cuando empiezo a conocer, miraba a un americano que pasaba todas las tardes a entrenar y lo seguí un día y él lo miraba yo bien orgulloso, sólo se me quedaba viendo y lo seguía y por largas distancias y sólo se me quedaba viendo. Al fin de tantas, me dijo que si yo participaba en ciclismo... pero yo no le contestaba. Ya después, él le dijo a su esposa, que era mexicana, y esa señora me habló y me preguntó si era ciclista y quería ver si yo podía ir con él y que entrenaran juntos. Me dijo que él no me hablaba porque sabía que yo no sabía inglés. Empezamos a entrenar juntos y me presentó a todos sus amigos con los que él corría y me llevaron a la primera competencia en Dallas. Cuando yo voy allá...
¿Pero ellos sabían que usted era ilegal?
Sí. Yo ya le había explicado a él cómo había llegado. Y él se interesó en que yo siguiera corriendo, porque yo le decía que ese era mi sueño, seguir corriendo. Entonces, me llevó a Houston a correr. Estando ahí, veo a una persona que la conocí en El Salvador y ella era ciudadana. Y nos damos el teléfono y ella me dice: “Mirá, casate conmigo, yo te puedo ayudar con los papeles. Y hago la tontera de casarme sin saber....”
… ¡Ja, ja, ja! ¡La tontera de casarse!
Sí. Resulta que cuando nos casamos ella ya estaba casada con uno de la India por dinero. Y cuando meto los papeles a inmigración, sale eso. Me mandan a llamar antes del tiempo. Y me dicen que ella no podía arreglar para mis papeles, porque hizo fraude el año anterior. Se casó el año pasado con alguien de la India y no vale lo tuyo. Ya para entonces había ganado mis primeras dos competencias.
¿Eso cuando fue? ¿98?
En el 98. Y lo que había ganado lo había donado a fundaciones de lucha contra el cáncer de niños. Cuando me llama migración, me preguntan cómo había entrado al país y les expliqué. Entonces se me queda viendo, riéndose. Me dice: “Hasta ahora me doy cuenta de un disfraz así. ¿A qué vienes a este país?” Pues a trabajar, y quiero ser ciclista, le dije yo. “¿Y corrés aquí?”, me dijo. Sí, le dije, hace poco acabo de ganar dos competencias. Dos pruebas, en el periódico apareció. Ahí fue que vio el récord, y vio que yo había donado el dinero para los niños de cáncer. “Te admiro, no te voy a quitar tu proceso, dile a esa mujer que se divorcie y pida un perdón, no te voy a detener, pero tú no vas a pagar por ella, por lo que estás haciendo, no te detengás en lo que estás haciendo”. Entonces gracias a la persona con la que me había casado supuestamente iban a salir los papeles en dos años, pero a mí me salieron en un año.
Le dieron residencia.
Sí. Cuando me hacen residente, yo le dije “me voy a divorciar”.
¿Ella no es la mamá de sus hijos?
No, de ahí me vine a El Salvador, es la que conocí de pequeño acá, y ya empezamos la relación cuando regresé.
¿Y cómo regresó? ¿En avión?
En avión, pero me regresé con mi bicicleta, para demostrar, porque decían que no creían. Aquí no lo creían, la primera vez. Regreso en 2004 para demostrar lo que había ganado en competencias por Estados Unidos, que había sido reconocido por Lance Armstrong, por cartas y fotografías autografiadas, porque gané una prueba que la hacen en honor a él, porque él tiene fundaciones de cáncer de niños. Cartas felicitándome, porque la fundación es de él, y lo que yo gano yo lo doy para los niños. Por correo, y fotos. Me da la gracias, me felicita, eso me fue ayudando en muchas cosas.
Y en 2004 sale de regreso, ya como residente. ¿De qué trabaja para entonces?
Siempre en carpintería. Yo hablo a mi trabajo para decir que quería hacer eso, y no me lo negaron. Porque a ellos les favorecía, porque les estaba dando mucha publicidad. No me patrocinaban, siempre me daban otra vez el trabajo porque los medios hablaban dónde trabajaba. Ajá. Por eso no me han cortado.
¿Sigue ahí?
Todavía, siempre me corren, pero me mandan a llamar.
Ja, ja, ja.
El dueño, me corren los manager, pero cuando se da cuenta el dueño...
Preguntan: ¿por donde viene? Viene por Matamoros.
Y me vuelven a decir que tengo trabajo. Ahorita me suspendieron, porque mucho tiempo me dijeron. Les dije que iba a estar como siete meses afuera. Entonces el manager me dijo que no me esperaba, pero ya le mandaron a decir a mi hermana... que tengo trabajo.
Y en este último recorrido del año pasado, ¿por qué se fue a iniciarlo en Nicaragua?
Porque hay un récord que quería establecer, hacerlo dos veces.
¿Récord de qué?
Guinness, entrar a récords mundiales. De Nicaragua, nadie tiene eso, yo he revisado los libros y hablaba con los que sabían. Me decían, si arrancás de Nicaragua y lo hacés dos veces, hay un récord. Podés entrar, entonces yo lo hice dos veces.
¿De Nicaragua a Houston?
De Managua, pasando por Chinandega, hasta Canadá.
¿Y ya le inscribieron su récord?
Ya está listo, hay personas de Univisión que se han conectado con estas personas y estas personas ya están dispuestas a que le ponga todas las pruebas, con fotografías y todo, y hablar de todo lo que he hecho. Según estas personas estoy en los récords mundiales. Mire, la gente todavía no cree lo que hago, entonces hablé con un entrenador y le digo: “Mirá, yo quiero dejar los récords mundiales”. “Te he estado observando”, me dice, “desde hace muchos años. Tienes un talento, sos el ciclista que dura más tiempo en las competencias, sin ayuda y sin nada. Tú eres una persona que puede pasar mucho tiempo pedaleando una bicicleta”. Entonces me preparé para pasar 27 horas sin bajarme de la bicicleta, vine al INDES, lo propuse, de correr de la frontera de Las Chinamas hasta El Amatillo, sin bajarme. Me dijeron que estaba loco.
¿Hay récord de eso?
No. Yo solo pedía un vehículo y los jueces. Pero no me iba a bajar de ninguna manera, de frontera a frontera, pasar el país sin bajarme. Dijeron que no podían. De ahí les dije: fácil, lo voy a hacer en el estadio, 27 horas sin bajarme, pero no me apoyaron.
¿Para qué quiere estar en el libro de Guinness?
En el tiempo podés hacer libros, ahí está tu futuro hecho, ya si tienes un récord mundial, entonces el libro se vende.
¿Abre oportunidades?
Sí... vine acá preparado para 27 horas, pero no me apoyaron, en ese estadio Charlaix hice 19 horas 3 minutos, más de 500 kilómetros sin poner un pie en el piso, y se llenó todo el estadio. Pero en realidad todo el estadio estaba lleno para ver en qué momento fracasaba, en qué momento iba a poner yo el pie de lo que yo hablaba. Después, al final, la gente estaba llorando, que decían que era increíble que todo lo que decía era cierto. 20 mil dólares estaban ofreciendo por esa bicicleta
¡20 mil! ¿Y cuánto le costó?
A mí me costó como mil 200.
¿Y sigue con esa bicicleta?
La tengo guardada. Y hoy la otra, la que ha hecho el recorrido ahora, también la compañía, la que ha recorrido más, también la están pidiendo. Pero esa la piden para un museo, en Washington D. C., y ahí quedó.
¿Cómo que quedó?
Cuando paso por Washington, se dan cuenta. Toman una fotografía y la tiene en blanco y negro, grande también, con toda mi historia.
¿¡En serio!?
Sí, en Washington D.C.
¿Cómo se llama el museo?
Coppi. Es el nombre de un ciclista italiano.
¿Fausto Coppi?
Sí, así se llama el museo. A pues, allí estoy.
Usted se fue sin saber leer y ahora su ilusión es hacer un libro.
Sí.
Todo lo que usted está contando habla de una historia realmente exitosa. ¿Por qué hay que salir de El Salvador para hacer esas cosas?
Yo vi que aquí no había esperanza, y a la vez no hay esperanza. Porque, como digo, he tenido en este año (en 2008) 32 reconocimientos y hoy, hace poco, tuve uno de 26 años de carrera.
¿En Estados Unidos?
Aquí en El Salvador tuve el primer reconocimiento, de 26 años de carrera de ciclista.
¿De la Federación de Ciclismo?
Del alcalde de acá de San Miguel. Y en Estados Unidos esos 32 reconocimientos, con placas y todo. Se te hace la idea de que aquí nunca te van a volver a ver.
¿Por qué?
Porque aquí, para llegar a triunfar, debes tener dinero y tener algo político para poder triunfar. A los entrenadores les daban la gente con la que iban a preparar, para llevarlos. Y aunque supieran que esas personas no iban a hacer lo que nosotros los pobres hacíamos, porque había un grupo de ciclistas pobres que, a la hora de la hora, éramos los que sacábamos la cara. Yo bien hubiera venido a correr una vuelta a El Salvador, en los años anteriores, porque estaba con la capacidad. Si estaba ganando competencias en Texas, donde está el mejor ciclismo del mundo... Me decía mi entrenador allá en Texas: “El motivo por el que no te llaman en tu país es porque en ti no invierten ni un cinco y tú vas a ir a hacer la averías, y ellos están invirtiendo bastante. Entonces, ellos van a quedar mal”.
¿Y allá quién lo apoya?
Allá no hay necesidad de que te apoyen. Cuando un club se da cuenta de que tú estás en competencias, activo, ellos te mandan cupones para que uno vaya a tiendas. Hay compañías que te dan bicicletas y todo eso. Yo he deseado no tener patrocinadores en toda la historia, porque yo quiero hacer una historia solito para que el día que piensen comprar la historia, nadie esté atrás de eso. Eso es lo que estoy haciendo.
¿Ya se le acercaron?
Sí: Univisión.
¿Univisión?
Sí, quiere el libro de la historia.
La historia de un hombre que ha recorrido Estados Unidos dos veces, una con su campaña en favor de una reforma migratoria.
Una he recorrido por eso, la última, por los migrantes.
¿En todos los estados?
35. Estados Unidos lo he recorrido dos veces, pero la primera hice pocos estados: hice 19.
Ja, ja, ja. ¡Sólo 19!
Sí, la primera vez que le di la vuelta a Estados Unidos no fue completa la vuelta. Esta vez sí fue completa. Incluso me cruzaba algunos estados, sólo porque a veces me decían “ahí hay canales de Univisión que te quieren y hay mucha gente hispana que te quiere…”, yo me movía para ese estado.
¿Pero cómo se metió a esto de la campaña de la inmigración?
Nace porque en mi trabajo agarran a una persona, inmigrante. Él llorando me dice… “Se van a quedar mi hijos solos, me los van a quitar”. Entonces me dolió un poco pero no le puse tanta atención.
¿De dónde era él?
Mexicano. A él fue casualidad que lo agarraron. Pero cuando llego a mi casa, prendo la tele y veo que a una fábrica se la habían llevado casi toda, veo a unos niños llorando. Ellos sólo hablan de deportación y no hablan del dolor de dejar de ver a nuestro papás, entonces allí salió la idea y yo digo que si en toda la vida me han conocido los medios, puedo hacer algo. Estos hacen marchas y hacen esto, yo lo puedo hacer y todos los días, yo me voy a ir en bicicleta a hacer este recorrido. En ese momento hablé para mi trabajo y le digo al manager: “Yo necesito…”
¡Cinco meses!
Cinco meses para el recorrido. “Esa cantidad que me estás pidiendo no. ¿Y qué es lo que vas a hacer?” Y le expliqué. “No”, me dijo, “no te podemos esperar”. “Bueno, renuncio”, le dije, y de allí le digo a mi esposa que voy a sacar todos los ahorros porque yo me voy a patrocinar todo el recorrido. “Está bien”, me dijo.
¿Su esposa le dijo está bien?
Sí.
¿Y dónde hacen esas mujeres?
A saber, aquí está y es la que me está apoyando. Entonces me dijo está bien, le expliqué todo lo que estaba pasando y me vine.
¿Y cómo pensaba darle impulso a su mensaje contra las medidas hacia los inmigrantes?
Digamos en los medios. Canales de televisión, Univisión y Telemundo y ya había hablado con ellos y me dijeron que sí, que estaban disponibles y a ellos como que les echás leña, entonces empezaron.
¿Cuándo fue eso?
En mayo del año pasado empecé mi recorrido. Entonces empiezo a buscar vuelos de aviones.
¿Vuelos de avión para qué?
Para regresar a El Salvador porque desde aquí iba a empezar la campaña. Entonces me dijeron que no había vuelos para esos días y yo dije: “No, si pasan los días lo voy a pensar, me voy a desanimar”, entonces me fui para los autobuses y me dijeron que esa tarde salía uno. Agarré mi bicicleta y mi maleta y lo hice, me vine en autobús. Ya el 31 de mayo salí de aquí de la radio Carnaval, ya conectada con Univisión Radio en Estados Unidos, cuando yo estaba saliendo lo estaban pasando que ya iba en camino y todo eso y de allí cuando llegué a Guatemala ya estaba Univisión y ya empezó todo.
En unas fotos aparece con uniforme que dice “Por una reforma migratoria”.
Yo también lo hice.
¿De la noche a la mañana también?
No ese ya lo había planteado cuando llegué a Dallas. Cuando salí de aquí, salí con un cartel y mi maleta. Por la lluvia, yo salí cuando estaba el peor invierno, estaba lloviendo huracán, tras huracán hasta Tampico. Entonces, cuando llegué a Estados Unidos ya estaba la camisa con todo eso, me la puse y seguí.
¿Vio conocidos en el camino?
Antiinmigrantes. Me topaba con ellos y me insultaban.
¿Dónde? ¿En Estados Unidos?
Sí, en Chicago, en Texas...
Que se enteraban lo que usted andaba haciendo.
Me decían que si tenía papeles por qué me importaban los demás. Que cuidara mis papeles.
¿Blancos?
La mayoría son hispanos, los antiinmigrantes son hispanos.
¿Por qué?
Yo no me explico por qué, pero la mayoría de antiinmigrantes son hispanos y los de migración que agarran más personas son hispanos, más que los americanos.
¿Y cree que logró algo con todo ese recorrido?
Sí, porque de la reforma migratoria nadie hablaba y ahora todo el mundo lo hace.
Entonces empezó la campaña aquí y subió hasta Dallas y después hizo otro recorrido
Sí, de allí de Dallas voy para Miami, salgo por las Carolinas, de las Carolinas a Washington, de Washington a Nueva York, de Nueva York para Ohio, de Ohio subo hasta el sur de Chicago...
¿Pero hoy sí tenía pisto para andar turisteando?
No, pero hoy viene la respuesta de Univisión ahora por las bicicletas, por lo que he hecho me están ofreciendo 20 mil dólares por una, por la otra, no tanto. Univisión quiere que hagamos tres libros y me estaban planteando que por cada libro, solo por entregar la historia me van a dar 50 centavos de dólar y por muy mala que esté la venta, 140 mil libros se venden acá y son tres libros entonces hay un contrato con ellos, hay un contrato de marcas de deportes para una compañía, entonces hay muchas cosas.
¿Va a hacer comerciales?
Sí. Incluso la historia la comparaban con película, cuando iba en la calle todo el mundo sabía, se orillaba a abrazarme, a llorar, a tomar fotografías, encontré inmigrantes llorando que se salían de las caravanas a esperarme y eso llamó la atención. De allí todos los políticos, incluso migración en El Paso, Texas, me estaban abasteciendo de comida y cuidándome, porque les dio miedo que yo estuviera hablando en mal de ellos, entonces buscaron la manera de llevarla en paz.
¿Cómo hizo en junio del año pasado para atravesar México? ¿No tuvo problemas ni con policías ni asaltantes?
No. En Guatemala sí dos policías me pedían dinero, pero cuando dije a abrir la mochila y vieron el montón de periódicos, y me dicen: “¿Y ese quién es?” “Yo”. Y el otro le hace señas de que no, como quien dice este nos puede denunciar. Y yo les digo que no, que estoy haciendo una cosa por los inmigrantes, voy a estar en Univisión, y ya dijeron ellos que no, que se vaya.
¿O sea que hoy todos los policías le tienen miedo a usted?
No lo sé. Tal vez porque saben que los podés denunciar, tenés las facilidades.
¿Y cómo acabó invitado a la toma de posesión de Obama?
Yo estuve en un programa de Univisión Radio, Piolín por la mañana, entonces a estas personas las entrevistaban ahí y a estas personas les decían que el día en que ellos ganaran, iban a estar ahí. Entonces a mí, cuando me estaban entrevistando, estaba hablando este señor Piolín eso, y estaban diciendo que quien debería estar en la Casa Blanca era yo por lo que estaba haciendo, y no ellos como invitados. Y en ese momento hablaron de Washington, D.C., diciendo que yo tenía que estar ahí, y entonces ellos lo confirmaron.
¿Y va a ir?
Voy a ir.
¿Pero no le han dado invitación física?
No.
¿Y sin eso cómo va a entrar?
Porque yo donde me voy a reunir es en Univisión Radio, en Dallas, y de ahí vamos a salir todos juntos.
¿Y van a la Casa Blanca?
Sí, porque ellos reunieron millones de firmas para llevarlas y de ahí han empezado.
¿Y ya practicó qué le va a decir a Obama?
No. No sé si voy a hablar, pero...
... Pero como todo se le ocurre de la noche a la mañana a usted...
Ja, ja, ja...
… ¿Y le gusta Obama?
A veces pienso que si va a hacer algo por la gente, está bien, pero a veces se olvidan ya cuando están... porque así era el que está actual (Bush), y un muro puso en lugar de ayudar.
Si hubiera podido votar, ¿por quién hubiera preferido hacerlo: por John McCain o por Obama?
Por Obama, porque yo estuve en Washington hablando con los dos grupos, y decía McCain que lo primero que iban a hacer era reforzar la vigilancia en la frontera, después de eso iban a irse a las fábricas a revisar que tuvieran documentos las personas y después iba a dar los papeles, pero lo que iba a hacer era ir a una fábrica a hacer redadas y deportarlos, ¿y entonces a quiénes les iba a dar papeles? El otro, no, habló claro que iba a dar papeles.
Y después del recorrido por la reforma, ¿qué sigue?
Ya ahorita solo hacer mis libros. A eso es que me voy a dedicar.
¿Cuándo tiene usted previsto volver a Dallas a ver si tiene trabajo todavía?
A mí me esperan para el 25 de enero.
Y aquí no va a votar, pues.
No, ya me voy luego.
¿Y ahora cuál es su sueño?
Escribir los libros y todo eso.
¿Eso no significa que abandonará la bicicleta?
No.
Pero tampoco…
… Tampoco voy a competir… Ya sólo por estar físicamente bien.
¿Y hoy qué le dice su mamá?
A veces, ella me dice que he conseguido los sueños, porque mis hermanas se fueron antes que yo y no han podido arreglar papeles y yo estoy logrando tantas cosas... Hoy lo que me dice mi mamá es: “Imaginate, aquel niño que me decía que quería ser ciclista y hoy va a estar con un presidente.”
Y no con un presidente, ¡con el presidente!
Y me dice, ver a mi hijo que le dieron las llaves de la ciudad, las fotografías...
… ¿Cuál cree que es el mensaje que deberían oír los políticos de Estados Unidos que se oponen a la reforma migratoria?
A veces son políticas, pero se quiera o no se quiera, ellos necesitan a la gente inmigrante porque eso es lo que ha llevado a un país más a crisis, porque las fábricas están cerrando porque les han mandado cartas de que si tienen inmigrantes los van a multar, entonces despiden a todos los inmigrantes, y cuando no pueden sacar toda la producción, cierran. Entonces, si un inmigrante estaba pensando en comprar la troca del año, ya no la compra, está pensando en ahorrar ese dinero y mandarlo a México por si lo deportan, entonces se cierra la economía; no piensan en comprar casa porque los van a deportar, toda la economía se va cerrando poco a poco, y se quiera o no se quiera mandar un mensaje pues, los inmigrantes no son cargas, son personas que quieren trabajar. Un muro no detiene a nadie, porque yo he estado pasando por la frontera y un muro no detiene a la gente, he visto cantidades que están con escaleras hechizas estar subiendo los muros, no los detienen, con cuerdas y todo, eso no va a detener con un muro, a nadie.
Y a los políticos de aquí, de donde siguen yéndose miles, ¿qué les dice?
A los políticos de acá, pues ahorita estoy viendo tantos postes pintados, cada día estoy viendo que pinta uno al día siguiente otro y se pelean por estar pintando un poste, pero no se pelean por hacer algo por la gente que se está muriendo de hambre, ver un país tan millonario como Estados Unidos y ver que no pasa eso, no pintan postes, y un país pobre como El Salvador, invierten millones en la basura, eso para mí no es de bien. Decirles que se fijen más en la gente pobre si quieren que sigan confiando porque va a haber un momento en que la gente no va a confiar en nadie, va a ser un shock para muchos políticos porque nadie va a confiar en ellos.