Viernes, 4 de diciembre de 2009
Diego Murcia y Rodrigo Baires Quezada
¿Ya pensabas que se podía vivir de la literatura?
¿En ese momento? No, por supuesto que no. En ese momento suponía que terminaría siendo profesor de algo o qué sé yo. En ese momento trabajé de varias cosas: de modelador de yeso, entrenador de fútbol de niños –categoría alevín, niños de nueve o 10 años-, profesor particular de latín, heladero y hasta dar unos años clases de literatura hispanoamericana en la Universidad de Granada, hasta que tuve la muy buena idea de renunciar.
¿Renunciar?
Sí, porque tuve la muy buena idea de escribir una novela y sentí que era mi última oportunidad para arriesgarlo todo. Tenía 26 años, no tenía hijos, no comía demasiado y si no arriesgaba en ese momento no lo haría nunca. Dejé el trabajo y me dediqué a escribir esa novela haciendo toda clase de trabajos free lance, sobre todo en prensa escrita, hasta terminarla. Esta novela sí me dio dinero. Pero cuando la empecé, nada de nada. Así, la idea de poder vivir de la literatura me surgió muchísimo después de saber que esta era mi vocación. Fuera lo que fuera mi trabajo, iba a escribir. Y si podía vivir de eso, mucho mejor.
¿Vivir de la poesía, del relato corto o de la novela?
De lo que se pudiera. Roberto Bolaño mal vivió, como es ya célebre, de concursos de cuentos en España, que los hay muchos. Pero no participé en muchos concursos de cuentos, pero la idea era que si tenía una novela tratar de mandarla a un concurso. El dinero que he ganado de la literatura casi siempre ha sido por esa vía.
¿Y las regalías?
No, presentando a concurso las novelas que tuviera. Tengo libros de novelas, de aforismos, de todo… Y todos esos nunca han ganando dinero. Y las novelas que he escrito tampoco son para ganar dinero. La idea era escribir un libro sobreviviendo de lo que se pudiera, presentarlo a un concurso, y si ganaba, bien, si no, a seguir trabajando. Está perfectamente dispuesto a escribir y trabajar de otra cosa. Pero en los últimos años se me presentó la oportunidad de trabajar de free lance para periódicos. Y hace años que hago artículos, reseñas, reportajes, crónicas, prólogos, conferencias, plancho camisas, lo que sea. Y ahora, con el premio Alfaguara, pretendo hacer menos de esos trabajos y, teóricamente, estar más cerca de la tranquilidad para poder escribir, que es lo que menos he hecho en este año.
Me imagino que no tendrás tiempo para trabajar con una gira de 19 países.
Bueno, digamos que es un privilegio si sobrevives. Y está bien porque ves tus libros en esos países y eso es un gran milagro. La gira te desespera porque tienen que hablar tanto de lo que escribiste que no puedes escribir lo siguiente. Entonces, te sientes un impostor o un farsante porque no puedes estar durante seis meses fingiendo que eres un escritor mientras no escribes.
¿Qué preferís escribir: cuentos, poesías o novelas?
No prefiero ninguno. La idea es tenerlos presentes a todos mientras escribes. No creo en una página que pertenezca a un solo género. Creo que hay libros con géneros predominantes, no exclusivos. Un texto es más bien narrativo, más bien poético, más bien teatral, pero ninguna buena novela deja de contener poesía, capítulos concebidos como cuentos, diálogos que parecen teatrales y mensajes ensayísticos. Ningún poema deja de ser implícitamente narrativo, deja de tener una voz que es un personaje… No creo en la división entre géneros, a mí me gusta, más bien, la contaminación entre géneros. Nunca escribo en una página con la intención de excluir a todos los demás sino, más bien, teniéndolos presentes en mayor o menor medida. La escritura es una mesa con cuatro patas: novela, cuento, poesía y ensayo. Si retiro una de las patas, la mesa se cae.
¿Qué pasa con el periodismo, que para algunos escritores es difícil no traspasar la línea entre lo periodístico y la narrativa?
La pregunta es dónde está esa línea, dónde la podemos trazar. Quién es capaz de decir en una buena crónica dónde termina el periodismo y donde empieza la literatura. En una novela de contenido político, ¿dónde empieza lo periodístico y dónde termina lo narrativo? Me parece que la premisa es escribir bien. No todos los escritores y los periodistas escriben bien. Desde el respeto por el lenguaje, la exigencia en la prosa y la emoción poética ya se hable de una manzana o de una dictadura, hay una muy interesante influencia entre el periodismo y la narrativa. De hecho, muchos grandes escritores fueron periodistas: Truman Capote, Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez, hay muchos ejemplos clásicos al respecto. Creo que desde el siglo XIX la contaminación entre literatura y periodismo es imparable. Me hace gracia que digan que este es un fenómeno postmoderno. Los novelistas del XIX entregaban sus novelas en los diarios. Y los grandes periodistas de ese siglo eran todos narradores y eso se continúa en el siglo XXI.
Y vos, escribiendo para periódicos, ¿sos más escritor que periodista?
Soy un escritor que cada vez ha aprendido más de la escritura en prensa hasta sentir que soy un poco mejor escritor por escribir ahí. Y creo que puedo tratar de hacer algo raro o distinto en prensa porque soy escritor. Respeto el oficio de periodista pero creo en el intrusismo bien entendido, porque algunos de los mejores periodistas de la historia no eran periodistas de carrera. Al igual que los mejores escritores de la historia no tienen que haber estudiado filología, como yo estudié. García Lorca estudió derecho y Borges, nada. Igual que el oficio de periodista se puede aprender desde la literatura, ésta se puede aprender desde cualquier profesión.
¿Dices que hay que ser académico?
No, lo que hay que tener es práctica. Para tener una buena novela hay que haber escrito muchos borradores y muchas novelas; para tener un buen artículo hay que haber hecho 100 malos artículos antes, pero no el haber estudiado en la universidad. En la universidad nunca se aprende ningún oficio.
Pero se aprenden herramientas técnicas.
Sí, pero que no te sirven para una mierda a la hora de hacer un reportaje en una favela brasileña. Ahí tienes que aprender a preguntar de nuevo, a camuflarte, a observar, a desaparecer, a que no te maten… Aprender cuál es la parte oficial ya contada y cuál es el lugar donde hay que estar para contarla de diferente manera. Eso no te lo enseñan en la universidad; como no te enseñan en una facultad de letras a construir un personaje ni a corregir un texto, ni a contar un cuento… Eso se aprende escribiendo. Ahora, para no desesperarme, estoy escribiendo un libro que será la crónica de esta gira. Voy con unas libretitas escribiendo y cuando terminé la primera parte de la gira, pasé todo en limpio y me di cuenta de que era un libro. Se lo mostré a la editorial, les entusiasmó la idea y en esta segunda parte de la gira he continuado escribiendo. Será un libro que sale en mayo que se titulará “Cómo viajar sin ver”, donde cuento lo poco que te dejan ver en cada país cuando, en teoría, no tienes tiempo para ver nada.
¿Y de qué va?
De una comparativa de aviones, hoteles, aeropuertos, taxistas… Esta comparativa de estos espacios aparentemente globalizados y homogéneos es sorprendente porque se puede leer en ellos a los países. Por ejemplo, estamos en este hotel y enfrente está la embajada de los Estados Unidos, hay unas ruinas arqueológicas que a nadie le importó devastarlas para construir, hay un mal y una comunidad marginal. Si leemos la historia urbanística de este hotel puedo tratar de entender la ciudad sin salir del hotel. Bueno, he hecho preguntas, he buscado en internet y es una forma de viajar. O sea, me he dedicado al género de la crónica todo el año.
Este premio te cambió la vida drásticamente, tanto que creo que la gente te está viendo como una estrella del rock. ¿Te sentís cómodo con ello?
Me siento cómodo porque me parece una farsa que en ningún momento me la creo. A mí lo que me interesa es el libro. Para difundirlo hay que hacer una gira que efectivamente parece una gira de rock. Esta tiene, para mí, como único objetivo respetable que el libro llegue a lectores de países donde nunca han estado ni mis libros ni yo. Ese fin me parece legítimo y me parece el objetivo de todo escritor. Si para conseguir ese fin hay que hacer payasadas durante seis meses, se hacen. Pero una cosa es hacerla y otra es pensar que tu persona tiene algo que ver con eso.
¿Qué payasadas has hecho?
Digo, el estar hablando con ustedes…
¡Gracias! Ja, ja, ja.
Ja, ja, ja. No lo digo por ustedes, sino por el rol que estoy ejerciendo en este momento. Voy a dar 10 entrevistas seguidas en la Feria del Libro de Guadalajara, en México. ¿Tengo tanto para decir? No, pero como soy el premio Alfaguara, se supone que hay 10 medios de comunicación por día interesados en mis pensamientos que son más o menos igual de imbéciles que los de cualquiera. Uno trata de ejercer ese rol hiperpúblico mientras dura. Santiago Roncagliolo -Premio Alfaguara de Novela 2006 por “Abril rojo”- decía que somos míster Alfaguara. Entonces, durante un año ejerces de Míster Alfaguara, desfilas en traje de baño, te vistes de azafata… Y durante esos meses, uno hace la payasada, que no tiene nada que ver con la labor diaria del escritor que escribe en chancletas, y confío en que el libro se difunda. Y, de hecho, se difunde. Y después uno vuelve a la normalidad. ¿Me ha cambiado la vida? No, es un paréntesis hipermediático en mi trabajo diario. Es un privilegio pero es una impostura que tiene caducidad. En cuanto se anuncie el próximo premio Alfaguara, quedaré con las manos libres para volver a escribir. Mientras tanto, ironizo y me divierto. No te pienses que ustedes están aquí por mí, les interesa quien ganó y si fuera otro, estarían con ese otro.
¿Un premio te hace mejor escritor que otros?
Sabes perfectamente que no…
… Si yo le preguntara a Paulo Coelho…
… Primero, que Coelho nunca ganará el premio Alfaguara y cruzo los dedos para que sea así siempre. Tenemos la suerte de que Coelho no escribe en español, de modo que no puede concurrir al premio Alfaguara. Pero además, él no necesita ningún premio para vender millones. Hay dos posturas dogmáticas sobre los premios. Las dos me parecen que no explican nada. Una está en creer que un libro es bueno porque ha ganado un premio y cualquier lector de librería sabe que no es así. Hay un montón de libros premiados que son lamentables y otras veces son grandes libros. La otra postura es que si se gana un premio es lectura barata y vendida. Propongo un ejercicio: hay que leer el libro para distinguir entre uno radicalmente comercial y otro que trata de ser literario.
Decís que la misión más honesta de un escritor es aprender a escribir en cada libro. ¿Qué opinás de los autores de maquila, esos que tienen una maqueta ya determinada y que producen libros casi como si fuera una planta en serie y para colmo sale un best seller?
Para colmo, no. Están hechos para ser best sellers. No me parece mal pero no hay que confundirlos con literatura. Tienen que haber libros de esos. Es más, las librerías y las editoriales dependen de esos libros al igual que los cines dependen de las grandes películas taquilleras para sobrevivir. Y esas películas existen para que de vez en cuando veamos una buena película. Así, la industria editorial depende de los best sellers. Lo inquietante y malo es cuando un suplemento cultural de prestigio, cuando una institución académica, la crítica especializada y los lectores exigentes empiezan a prestarle su atención literaria a esos libros que tienen otra función. No se puede comparar a Dan Brown con Roberto Bolaño porque no cumplen funciones parecidas y sin embargo los dos venden bastante en este momento.
Vea el video: Con tinta de pelota
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¿Ya pensabas que se podía vivir de la literatura?
¿En ese momento? No, por supuesto que no. En ese momento suponía que terminaría siendo profesor de algo o qué sé yo. En ese momento trabajé de varias cosas: de modelador de yeso, entrenador de fútbol de niños –categoría alevín, niños de nueve o 10 años-, profesor particular de latín, heladero y hasta dar unos años clases de literatura hispanoamericana en la Universidad de Granada, hasta que tuve la muy buena idea de renunciar.
¿Renunciar?
Sí, porque tuve la muy buena idea de escribir una novela y sentí que era mi última oportunidad para arriesgarlo todo. Tenía 26 años, no tenía hijos, no comía demasiado y si no arriesgaba en ese momento no lo haría nunca. Dejé el trabajo y me dediqué a escribir esa novela haciendo toda clase de trabajos free lance, sobre todo en prensa escrita, hasta terminarla. Esta novela sí me dio dinero. Pero cuando la empecé, nada de nada. Así, la idea de poder vivir de la literatura me surgió muchísimo después de saber que esta era mi vocación. Fuera lo que fuera mi trabajo, iba a escribir. Y si podía vivir de eso, mucho mejor.
¿Vivir de la poesía, del relato corto o de la novela?
De lo que se pudiera. Roberto Bolaño mal vivió, como es ya célebre, de concursos de cuentos en España, que los hay muchos. Pero no participé en muchos concursos de cuentos, pero la idea era que si tenía una novela tratar de mandarla a un concurso. El dinero que he ganado de la literatura casi siempre ha sido por esa vía.
¿Y las regalías?
No, presentando a concurso las novelas que tuviera. Tengo libros de novelas, de aforismos, de todo… Y todos esos nunca han ganando dinero. Y las novelas que he escrito tampoco son para ganar dinero. La idea era escribir un libro sobreviviendo de lo que se pudiera, presentarlo a un concurso, y si ganaba, bien, si no, a seguir trabajando. Está perfectamente dispuesto a escribir y trabajar de otra cosa. Pero en los últimos años se me presentó la oportunidad de trabajar de free lance para periódicos. Y hace años que hago artículos, reseñas, reportajes, crónicas, prólogos, conferencias, plancho camisas, lo que sea. Y ahora, con el premio Alfaguara, pretendo hacer menos de esos trabajos y, teóricamente, estar más cerca de la tranquilidad para poder escribir, que es lo que menos he hecho en este año.
Me imagino que no tendrás tiempo para trabajar con una gira de 19 países.
Bueno, digamos que es un privilegio si sobrevives. Y está bien porque ves tus libros en esos países y eso es un gran milagro. La gira te desespera porque tienen que hablar tanto de lo que escribiste que no puedes escribir lo siguiente. Entonces, te sientes un impostor o un farsante porque no puedes estar durante seis meses fingiendo que eres un escritor mientras no escribes.
¿Qué preferís escribir: cuentos, poesías o novelas?
No prefiero ninguno. La idea es tenerlos presentes a todos mientras escribes. No creo en una página que pertenezca a un solo género. Creo que hay libros con géneros predominantes, no exclusivos. Un texto es más bien narrativo, más bien poético, más bien teatral, pero ninguna buena novela deja de contener poesía, capítulos concebidos como cuentos, diálogos que parecen teatrales y mensajes ensayísticos. Ningún poema deja de ser implícitamente narrativo, deja de tener una voz que es un personaje… No creo en la división entre géneros, a mí me gusta, más bien, la contaminación entre géneros. Nunca escribo en una página con la intención de excluir a todos los demás sino, más bien, teniéndolos presentes en mayor o menor medida. La escritura es una mesa con cuatro patas: novela, cuento, poesía y ensayo. Si retiro una de las patas, la mesa se cae.
¿Qué pasa con el periodismo, que para algunos escritores es difícil no traspasar la línea entre lo periodístico y la narrativa?
La pregunta es dónde está esa línea, dónde la podemos trazar. Quién es capaz de decir en una buena crónica dónde termina el periodismo y donde empieza la literatura. En una novela de contenido político, ¿dónde empieza lo periodístico y dónde termina lo narrativo? Me parece que la premisa es escribir bien. No todos los escritores y los periodistas escriben bien. Desde el respeto por el lenguaje, la exigencia en la prosa y la emoción poética ya se hable de una manzana o de una dictadura, hay una muy interesante influencia entre el periodismo y la narrativa. De hecho, muchos grandes escritores fueron periodistas: Truman Capote, Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez, hay muchos ejemplos clásicos al respecto. Creo que desde el siglo XIX la contaminación entre literatura y periodismo es imparable. Me hace gracia que digan que este es un fenómeno postmoderno. Los novelistas del XIX entregaban sus novelas en los diarios. Y los grandes periodistas de ese siglo eran todos narradores y eso se continúa en el siglo XXI.
Y vos, escribiendo para periódicos, ¿sos más escritor que periodista?
Soy un escritor que cada vez ha aprendido más de la escritura en prensa hasta sentir que soy un poco mejor escritor por escribir ahí. Y creo que puedo tratar de hacer algo raro o distinto en prensa porque soy escritor. Respeto el oficio de periodista pero creo en el intrusismo bien entendido, porque algunos de los mejores periodistas de la historia no eran periodistas de carrera. Al igual que los mejores escritores de la historia no tienen que haber estudiado filología, como yo estudié. García Lorca estudió derecho y Borges, nada. Igual que el oficio de periodista se puede aprender desde la literatura, ésta se puede aprender desde cualquier profesión.
¿Dices que hay que ser académico?
No, lo que hay que tener es práctica. Para tener una buena novela hay que haber escrito muchos borradores y muchas novelas; para tener un buen artículo hay que haber hecho 100 malos artículos antes, pero no el haber estudiado en la universidad. En la universidad nunca se aprende ningún oficio.
Pero se aprenden herramientas técnicas.
Sí, pero que no te sirven para una mierda a la hora de hacer un reportaje en una favela brasileña. Ahí tienes que aprender a preguntar de nuevo, a camuflarte, a observar, a desaparecer, a que no te maten… Aprender cuál es la parte oficial ya contada y cuál es el lugar donde hay que estar para contarla de diferente manera. Eso no te lo enseñan en la universidad; como no te enseñan en una facultad de letras a construir un personaje ni a corregir un texto, ni a contar un cuento… Eso se aprende escribiendo. Ahora, para no desesperarme, estoy escribiendo un libro que será la crónica de esta gira. Voy con unas libretitas escribiendo y cuando terminé la primera parte de la gira, pasé todo en limpio y me di cuenta de que era un libro. Se lo mostré a la editorial, les entusiasmó la idea y en esta segunda parte de la gira he continuado escribiendo. Será un libro que sale en mayo que se titulará “Cómo viajar sin ver”, donde cuento lo poco que te dejan ver en cada país cuando, en teoría, no tienes tiempo para ver nada.
¿Y de qué va?
De una comparativa de aviones, hoteles, aeropuertos, taxistas… Esta comparativa de estos espacios aparentemente globalizados y homogéneos es sorprendente porque se puede leer en ellos a los países. Por ejemplo, estamos en este hotel y enfrente está la embajada de los Estados Unidos, hay unas ruinas arqueológicas que a nadie le importó devastarlas para construir, hay un mal y una comunidad marginal. Si leemos la historia urbanística de este hotel puedo tratar de entender la ciudad sin salir del hotel. Bueno, he hecho preguntas, he buscado en internet y es una forma de viajar. O sea, me he dedicado al género de la crónica todo el año.
Este premio te cambió la vida drásticamente, tanto que creo que la gente te está viendo como una estrella del rock. ¿Te sentís cómodo con ello?
Me siento cómodo porque me parece una farsa que en ningún momento me la creo. A mí lo que me interesa es el libro. Para difundirlo hay que hacer una gira que efectivamente parece una gira de rock. Esta tiene, para mí, como único objetivo respetable que el libro llegue a lectores de países donde nunca han estado ni mis libros ni yo. Ese fin me parece legítimo y me parece el objetivo de todo escritor. Si para conseguir ese fin hay que hacer payasadas durante seis meses, se hacen. Pero una cosa es hacerla y otra es pensar que tu persona tiene algo que ver con eso.
¿Qué payasadas has hecho?
Digo, el estar hablando con ustedes…
¡Gracias! Ja, ja, ja.
Ja, ja, ja. No lo digo por ustedes, sino por el rol que estoy ejerciendo en este momento. Voy a dar 10 entrevistas seguidas en la Feria del Libro de Guadalajara, en México. ¿Tengo tanto para decir? No, pero como soy el premio Alfaguara, se supone que hay 10 medios de comunicación por día interesados en mis pensamientos que son más o menos igual de imbéciles que los de cualquiera. Uno trata de ejercer ese rol hiperpúblico mientras dura. Santiago Roncagliolo -Premio Alfaguara de Novela 2006 por “Abril rojo”- decía que somos míster Alfaguara. Entonces, durante un año ejerces de Míster Alfaguara, desfilas en traje de baño, te vistes de azafata… Y durante esos meses, uno hace la payasada, que no tiene nada que ver con la labor diaria del escritor que escribe en chancletas, y confío en que el libro se difunda. Y, de hecho, se difunde. Y después uno vuelve a la normalidad. ¿Me ha cambiado la vida? No, es un paréntesis hipermediático en mi trabajo diario. Es un privilegio pero es una impostura que tiene caducidad. En cuanto se anuncie el próximo premio Alfaguara, quedaré con las manos libres para volver a escribir. Mientras tanto, ironizo y me divierto. No te pienses que ustedes están aquí por mí, les interesa quien ganó y si fuera otro, estarían con ese otro.
¿Un premio te hace mejor escritor que otros?
Sabes perfectamente que no…
… Si yo le preguntara a Paulo Coelho…
… Primero, que Coelho nunca ganará el premio Alfaguara y cruzo los dedos para que sea así siempre. Tenemos la suerte de que Coelho no escribe en español, de modo que no puede concurrir al premio Alfaguara. Pero además, él no necesita ningún premio para vender millones. Hay dos posturas dogmáticas sobre los premios. Las dos me parecen que no explican nada. Una está en creer que un libro es bueno porque ha ganado un premio y cualquier lector de librería sabe que no es así. Hay un montón de libros premiados que son lamentables y otras veces son grandes libros. La otra postura es que si se gana un premio es lectura barata y vendida. Propongo un ejercicio: hay que leer el libro para distinguir entre uno radicalmente comercial y otro que trata de ser literario.
Decís que la misión más honesta de un escritor es aprender a escribir en cada libro. ¿Qué opinás de los autores de maquila, esos que tienen una maqueta ya determinada y que producen libros casi como si fuera una planta en serie y para colmo sale un best seller?
Para colmo, no. Están hechos para ser best sellers. No me parece mal pero no hay que confundirlos con literatura. Tienen que haber libros de esos. Es más, las librerías y las editoriales dependen de esos libros al igual que los cines dependen de las grandes películas taquilleras para sobrevivir. Y esas películas existen para que de vez en cuando veamos una buena película. Así, la industria editorial depende de los best sellers. Lo inquietante y malo es cuando un suplemento cultural de prestigio, cuando una institución académica, la crítica especializada y los lectores exigentes empiezan a prestarle su atención literaria a esos libros que tienen otra función. No se puede comparar a Dan Brown con Roberto Bolaño porque no cumplen funciones parecidas y sin embargo los dos venden bastante en este momento.
Vea el video: Con tinta de pelota
","text_sign":"Diego Murcia y Rodrigo Baires Quezada","text_born":"2009/12/04","text_when":"Viernes, 4 de diciembre de 2009","text_info":"En buen salvadoreño, Neuman es de los que no prestan la guitarra y esa su última noche en San Salvador hubiera seguido hablando si no fuera porque su agenda estaba llena. Durante casi dos horas, el premio Alfaguara Novela 2009 habló de por qué escribe, de su infancia, de lo que ya escribió, de sus miedos, de cómo se puede hacer todo para poder sobrevivir y seguir escribiendo… y de por qué agradece que Paulo Coelho venda tanto, si eso le permite a él hacer lo que le gusta.
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