Por la puerta del café entra un hombre moreno, no muy alto y con algunas libras de más. De su cara caen gotas de sudor y su camiseta blanca, que tiene estampadas cuatro huellas de perro, muestra algunas manchas de tierra. De su cuello cuelga un silbato. Sonríe y anuncia: 'Disculpen, me voy a lavar las manos porque vengo de entrenar a un perrito'. Da media vuelta y se va al baño.
Cuando regresa, Mario cuenta cómo empezó a entrenar perros, animales que antes no le agradaban mucho. Su pasado incluía el diseño de muebles y el diseño de ropa interior de mujer, oficio que no es tan emocionante como suena. 'No era cuestión del otro mundo, jamás nunca vi una modelo que viera cómo quedaba el producto terminado', comenta, entre risas.
Haciendo lo que ama, Mario gana mejor que como diseñador web o diseñador de muebles. Entrena a perros de familias de la clase alta, que según él son quienes mejor tratan a los animales. Aunque deja claro que es más difícil entrenar al dueño que al perro. 'Si el perro muerde, el perro no tiene la culpa, es el dueño'.
A pesar de que gana más entenando, Mario confiesa que no es lo que más le gusta: prefiere dar terapias con perros a niños discapacitados. Por eso ingresó a la Fundación 4 Patas.
¿Cómo empezó con esto del entrenamiento?
Es una historia bastante larguita. Voy a tratar de resumirla. Mi profesión era diseñador de muebles. Trabajaba en una empresa haciendo eso. Pero cuando uno se casa, los hijos y todo eso, uno aspira a ganar un poco mejor y a tener una mejor calidad de vida. Me fui a trabajar diseñando páginas web. Estuve en ese rollo pero me enfermé y perdí mi trabajo… Siempre me ha gustado la música y he tocado en grupos folclóricos. No tenía trabajo y un amigo me dijo que estaba tocando en los Planes de Renderos.
Y se fue a sacar un par de dólares por allá arriba.
Sí, cabal. Me fui a tocar un par de veces. Un día necesitaba practicar una canción y quedé de reunirme en la escuela de Acansal, porque uno de ellos llevaba a su perro ahí. Yo odiaba los perros, les tenía fobia, no los quería.
¿En serio?
Sí, tengo una mordida de un pastor alemán. (Muestra una cicatriz en su brazo izquierdo). Y ese mismo día me mordió otro en el talón de Aquiles. Esto fue hace como 12 años. Entonces, yo odiaba a los perros. Ese día que llegué a la escuela, el instructor me dice: “Mirá, ¿te gustan los perros?”. Y yo: “No, no me gustan”. Le conté lo de las mordidas y me preguntó si había tenido perros de pequeño. Y sí tuve, pero a mi papá nunca le gustaron los perros. Tuvimos uno y mi papá lo dejó que saliera a la calle, donde lo mató un carro. Entonces, crecí con eso. Y después me muerden, como que se refuerza eso que te han inculcado. Para esto ya le había contado que me había quedado sin trabajo y él me preguntó que si no estaba interesado en aprender. Me dijo: “Intentalo, si no te gusta, por lo menos te quitás el miedo, la fobia a los perros”. Empecé a llegar a la escuela como un hobby. No tenía nada que hacer. En ese afán me eché cuatro años aprendiendo. Había encontrado un trabajo en una maquila, diseñando ropa interior de mujeres, algo que no tenía nada que ver con muebles ni con animales, pero bien o mal, necesitaba trabajar. Y, a las horas del almuerzo, me iba a entrenar perros. Me había empezado a gustar y me terminó fascinando.
¿Tenía su maestro?
Don Inoncencio Paiz, que para mí es el mejor entrenador que hay ahorita en el país. Es una persona súper humilde. Él fue el que me empezó a enseñar, me moldeó en lo que era entrenamiento. Somos muy buenos amigos ahora. Para ese tiempo ya tenía un dálmata, que fue mi escuela. Porque qué chiste tiene ser entrenador de perros y no tener uno para demostrar lo que sabes. Compré un dálmata, una perra, trabajé con ella, me gustó y decidí independizarme. Ahí fue que decidí hacer esto y dejar de lado todo lo que era las computadoras, los muebles, el diseño…
… Y la ropa interior femenina.
Ja, ja, ja, cabal.
¿Se gana bien entrenando perros?
Sí, sí, se gana bien.
¿Y como diseñador de ropa interior femenina?
No. Me quedo con los perros. No te estresas, no te exigen un tiempo de entrega, no tenés a alguien encima que te está diciendo “lo estás haciendo mal”. El perro es tu espejo. Si el perro no te atiende lo que estás haciendo, es como si te dijera: “Esto no funciona conmigo, cambia tu estrategia”. Hay muchos métodos que podés ocupar.
Cuando entrena al perro, ¿entrena al perro y al dueño?
Sí, pero empiezo con el perro. Es más fácil. Y después con el dueño. Lo que pasa es que muchas veces… Nosotros tenemos un concepto, y digo nosotros porque todos los entrenadores manejamos lo mismo: “No hay malos perros, hay malos dueños”.
¿Todo es culpa del dueño?
Siempre, siempre es el dueño. Vos podés tener un pitbull amarrado y encerrado en tu casa. El día que se escapa a la calle, lo primero que hará es morder a una persona. ¿Es culpa del perro? No. La realidad es que el perro no tiene la culpa, es el dueño.
¿No que el dueño es el ser inteligente?
En teoría.
Ja, ja, ja.
Ja, ja, ja. El ser humano es caprichoso y dice: “Yo quiero un perro. Y lo quiero de esta raza porque es la que me gusta”. Y no investigan la raza, el carácter y los padres; simplemente se dejan ir por lo bonito. Y esto pasa hasta en el matrimonio, donde muchas veces nos dejamos porque “aquella me gusta” pero cuando ya estamos casados y conviviendo es otro pisto. ¡Es igual! Todos los perros tienen una función específica para los seres humanos. Hay perros que traen para estar en terapia, otros para ser perros de búsqueda y rescate, otros pueden traer para encontrar explosivos o narcóticos, y otros para ser obedientes o estar en una competencia, porque les gusta la bulla.
¿Cómo se selecciona un cachorro?
Primero, tenés que saber para qué lo querés. ¿Lo querés para que cuide, para que sea un perro de asistencia, para que haga compañía, para que sea un perro de terapia, un perro de pastoreo o es un perro de doble propósito? Todo esto. Primero, te dejás ir por la raza, la tendencia de la raza. Entonces, si querés un perro familiar, uno que esté en la casa.
De estos que se echan cuando uno llega a la casa.
Sí, cabal. Esos que son bien cariñosos. Entonces, la gente dice que buscará un golden retriever, un doberman, un labrador o un rotweiler, porque es el perro que le gusta. O sea, elegir varias razas que te gusten. Tenés que elegir por lo menos cuatro razas para poder escoger.
¿Y tiene que ver con el espacio que tiene? Pregunto esto porque, por ejemplo, un dálmata necesita mucho espacio y si vive en un apartamentito, no funcionará.
Eso es relativo, porque si te gusta hacer ejercicio y salís a correr con el perro todos los días, podés vivir con el perro en un cuarto de cinco metro cuadrados. El perro estará feliz porque botará su energía todos los días. Ahora, el espacio que necesita un rotweiler no es el mismo que necesita un schnauzer enano.
Claro, el rotweiler necesitará más espacio.
No, necesita un espacio bastante pequeño. Y el schnauzer necesita un espacio enorme.
¿Está bromeando?
No, ¿por qué?
Vamos a ver: el rotweiler es grande.
Sí, pero se está guiando por el tamaño y no por el carácter.
¿Un rotweiler necesita poco espacio?
Va´, mirá a un rotweiler adulto. Es un perro tranquilo. Nunca lo vas a ver como un doberman, que toda la vida está viendo qué pasa a su alrededor. El rotweiler siempre esta echadote. En cambio, un schnauzer es un perro que oye a una hormiga, ladra y empieza a correr. Es un perro que con poco se despierta y tiene las baterías cargadas a full siempre. El rotweiler, no. Por eso no sirve para cuidar un lugar grande. El ladrón se le va, no lo va a alcanzar.