Como todo artista, Eduardo Fuentes viste su mejor traje para la entrevista. A simple vista no parece ser cantante, productor, actor de teatro o de cine. Este salvadoreño fue el primero en ganar una copa de plata en el Primer Festival de la Canción Latina del Mundo. La fama, sin embargo, no lo llevó al superasociado camino de 'sexo, drogas y rock and roll', aunque cuando se trata de mujeres, admite que él es un romántico irremediable. Es su naturaleza. Y entonces cuenta sobre sus tres matrimonios y su decena de hijos.
A mí me sorprendió cuando consulté al sabio Google: cuando iba por 'Eduardo Fuen...' me salió en búsquedas predeterminadas “Eduardo Fuentes El Salvador”.
Sí, sí.
Entonces ahí empecé a ver “Vía Láctea”, “Compañía 10” y montón de asuntos de esos.
Realmente como carrera artística he tenido la inquietud de investigar el verdadero camino. En este caso de la música, yo comencé muy pequeño. Comencé cantando cuando tenía cuatro o cinco años, subido a la mesa del comedor de la casa de mis padres, allá en la colonia Los Alpes. Mi abuelita se interesó por mi voz e inmediatamente buscó a alguien que me mostrara cómo hacerlo mejor. Un profesor de canto, digámosle así. Y en la iglesia de Santa Anita había un estudiante de sacerdote, el padre Ignacio Henríquez, quien me tomó bajo su tutela. Eso me motivó y después cuando empecé a estudiar en el colegio hice también mis experimentos musicales. Ya estaba un poquito más grande. El transcurso de mi experiencia con la iglesia de Santa Anita debe de haber durado unos dos años. Les gustaba como cantaba y me dieron la oportunidad de cantar en las veladas.
Dice que su abuela lo apoyó primero. ¿Y su madre? ¿Usted viene de una familia de cuántos hermanos?
Vengo de una familia de una sola persona. Mi madre se casó con mi padre, me tuvieron a mí y mi papá se fue a Estados Unidos, estuvo en la guerra, y prácticamente yo me quedé solito. Mis hermanos nacieron 16 y 10 años después. Mi madre fue mi mejor apoyo, porque con ella comentaba mis actuaciones. Era mi gran crítica.
¿Cómo manejó ese 'éxito' a los cinco años? Porque después, cuando ya tiene 18 años, era fácil agarrar el camino modesto o agarrar el camino “Yeah! Yo soy heavy”...
Siempre he tratado de buscar el camino modesto. Le repito, yo sé que la voz, en mi caso, es un don de Dios y se puede ir de un momento para otro. Pero en aquella época, el interés también, en cierta medida, era porque, aparte de que me congraciaba con el público, me subían mis notas, je, je, je... Y eso me motivaba un poco más. Transcurrió el tiempo y vino la televisión a El Salvador en blanco y negro, el canal 6. Vi la televisión en las vitrinas y mi curiosidad me llevó a incursionar en la tele simplemente para averiguar qué era la televisión, cómo funcionaba por dentro y de qué manera hacían los programas. Llegó el momento de buscar el pretexto, a través de la misma televisión de aficionados al canto, al baile y a otras artes en un programa que se llamaba “Televariedades”. Llegué a hacer una audición en el primer programa de la televisión. Cuál no fue mi sorpresa que el pianista, don Hugo Parrales, me dijo: “Mirá, tú cantas, tienes una voz bonita pero todavía te falta experiencia. Sin embargo, te voy a dar la oportunidad. Tú vas a abrir el primer programa. ¿Qué vas a cantar?” Había una canción que se llamaba “Manidar” que estaba muy de moda en esa época. Con esa canción se inició mi carrera musical. Para mi buena suerte, no digo mala, no gané. Me ganaron unos bailarines.
Ja, ja, ja. ¿Cuántos años tenía en ese entonces?
16 o 17 años. Les contaba, me ganó una pareja de baile y no me duele decirlo. La verdad, la bailarina era pariente de uno de uno de los del jurado, je, je, je.
Ja, ja, ja...
Hicimos el programa ese durante unos seis meses u ocho meses. Ganó el primer lugar Doris Elizabeth, de todos muy conocida en esa época, René Velasco en segundo y su servidor en tercero, Eduardo Fuentes. Así comenzó mi carrera artística. Tuve la oportunidad, ya estando en un programa más serio, en el Café de Don Pedro, vino Sarita Montiel, quizás la artista en español más grande, y vino de gira por acá. Venía ella de filmar películas en Hollywood con Gary Cooper, con Mario Lanza. Es decir, era de altos vuelos. Y de aquí se iba a México a filmar con Pedro Infante. Entonces, para mí fue una sorpresa tremenda que me seleccionaran para estar en el espectáculo de ella.
¿Quién lo seleccionó?
Pues en el canal. Me imagino que fue don Boris Eserski, la recomendación, y las personas que habían contratado a Sarita Montiel en el teatro. En aquel tiempo era el teatro cine Caribe. Entonces, me llamaron para ponernos de acuerdo. Me ofrecieron una suma, para mí, exorbitante: cuatro sueldos de mi mamá, 400 colones. Yo me quedé fascinado y les dije “sí” inmediatamente. Así comenzó mi carrera artística. Creo que Sarita Montiel se convirtió prácticamente en mi madrina actoral.
Uno espera oír estas historias más underground. Usted se fue de un solo al súper hit, al éxito. ¿No pasó antes por el éxito underground? Ese de tener que andar cantando en barcitos, andar descalzo...
Exacto, eso en gran medida se debió a dos cosas. Cuando uno tiene la oportunidad y hay un don que en ese momento se adecue a la moda, se adecue al gusto del público y que, al mismo tiempo, vaya de acuerdo con las intenciones del que promociona un programa, de televisión en este caso... Yo calé en lo que ellos necesitaban. Necesitaban una voz popular pero con un valor ya más elevado vocalmente. En esa época, también, tuve la suerte infinita de que mi abuelo, don José Mario Durán, me pagó mis primeras clases de canto con una de las artistas más grandes que ha tenido Centroamérica, Rosita Rodríguez, salvadoreña que tuvo la oportunidad de desarrollar su carrera en Italia nada menos que con Beniamino Gigli, el segundo Caruso.
¿Con qué géneros comenzó?
Canciones mexicanas de María Grever, de Agustín Lara, música italiana, “O sole mío”, “Torna a Surriento”, esas canciones que siempre han estado de moda y siguen de moda.
Pero ahí ya estaba incursionando un poco en música clásica...
Exacto, las clases que yo recibí siempre fueron para cantar ópera, pero no me dediqué a la ópera por razones muy claras: nunca tuve la oportunidad de hacer un viaje a Italia, porque eso era muy caro, mi familia no me lo podía pagar. Sin embargo, los profesores que tuve, especialmente Rosita Rodríguez, que tenía un talante enorme, me dio lo que yo necesitaba para comenzar.
Ópera, canto lírico, ha dicho, con el tipo de técnicas que requiere, ¡y Vía Láctea...! O sea, Vía Láctea...
Je, je, je... bueno, es una buena pregunta. Yo viví en México muchos años y estudié en México también y me gradué como ingeniero en electrónica y electromecánica de IBM. En 1969 me invitaron, sin yo darme cuenta de dónde había salido el otro milagro, al Primer Festival de la Canción Latina en México, un festival extraordinario, 50 artistas de habla latina, incluyendo el italiano. Era un festival que duraba cinco días. Yo clasifiqué el segundo día del festival con una canción de César Donald, salvadoreña la canción. Y esa canción me permitió llegar al final del último día, y El Salvador obtuvo con esta canción una copa de plata, es decir, fue una cosa extraordinaria. Para mí este festival fue una sorpresa, yo no sabía nada. René Lacayo, un gran actor salvadoreño, me llegó a buscar un sábado a mi casa, que yo estaba limpiando mi carrito, me dijo_ “Eduardo, ¿qué tenés que hacer el lunes?”. “Pues trabajar”. “Pedí permiso, te vas a ir a México a un festival y vas a tener que estar ahí por lo menos seis o siete días”. “No me van a dar permiso”. “Mirá cómo hacés, porque es una gran oportunidad”. No sé cómo hice, pero el día lunes a las 7 de la mañana estaba pidiendo mi visa en la embajada de México. Las dos canciones con las que participé las aprendí en una tarde, para ensayar al día siguiente. Esa fue mi primera experiencia internacional grande, ahí había cantantes de la talla, por ejemplo, del Puma, José Luis Rodríguez, que comenzaba...
¿Y él ganó?
No: ganó Lucecita Benítez, de Puerto Rico.
¿Y usted en qué posición quedó?
Había tres primeros puestos y copas de plata. Yo obtuve una copa de plata.
Le dijeron que tenía que pedir permiso en el trabajo. ¿Cuál fue su primer trabajo?
Mi primer trabajo fue de locutor en un carroparlante, tenía yo 11 años. Mi madre en un bus escuchó que alguien decía que andaban buscando una buena voz y me dijo: “Acá tengo la dirección, la apunté, andá a ver si quieren que cantés algo”. Ella no sabía nada de lo que se trataba la cuestión. Llegué donde un señor, don Federico se llamaba, y me entrevistó, en el centro. Y me dice: “Bueno, ¿y tú por qué vienes? Yo necesito una voz de hombre, no de cipote”. Entonces yo le dije: “Bueno, ¿y usted qué necesita?”. “Es para que leas esto y lo vayas leyendo con un micrófono en un carro que va a andar anunciando por todas las calles a mediodía”. 'Bueno', le dije, “permítame que lo lea, a ver si le gusta”. Yo siempre fui bueno para la lectura, incluso me gané un primer premio nacional de lectura cuando estaba cipote, y eso le impresionó al señor. Y me dijo: “Mira, tu voz no es gruesa, pero se entiende muy bien. Vamos a probarte”. Así fue mi primer trabajo.
¿Y qué era lo que tenía que leer?
Eran anuncios de Alka Seltzer, anuncios de Pílsener, para un concurso en el que se iban a dar premios. Esas cosas que se inventan en publicidad y que llamó mucho la atención.
Sí.
¡Vamos a brindar! (dice Óscar, imitando la voz de un niño)
No, es que mi voz ya no era tan atiplada, yo ya tenía algo muy parecido a lo que tengo todavía: voz de tenor. Y la empecé a desarrollar porque estaba cantando, así es que después de eso yo gané mucha experiencia que me ha servido en mi carrera también, porque la dicción es principalísima en el canto. Luego de eso sí tuve otros trabajos, casi terminando el bachillerato, en la Kodak, a mí siempre me gustó la fotografía, es mi otra profesión, y de repente alguien de la familia también me dijo que había una oportunidad. Yo quería estudiar publicidad, pero había una oportunidad de una beca para México. Eso me gustó, fui a tomar la oportunidad en IBM, en ese tiempo la fábrica más grande de computadoras profesionales en el mundo. Y luego vino la oportunidad de la cantada con el festival, y ahí se acabó todo lo demás. Me dediqué a cantar, me contrataron en Los Violines, de Miami, y para mi sorpresa me dieron dos semanas y me quedé dos años. Después me cambié a México porque las oportunidades en Estados Unidos eran muy difíciles para un latino.
¿Y en ese grupo cantaba como solista?
Sí, siempre fui solista, que es una de las razones por las que no tuve que caminar mucho en bares y toda la cuestión. Entonces en México hice una carrera, viajé por toda América, y lógico, aprendí mucho con la gente con la que yo trabajaba; en Los Violines tuve la oportunidad de conocer a muchos de los grandes cantantes de Cuba que habían emigrado por la revolución. Y eso enseña muchísimo, que esa es otra de las grandes ventajas que yo he tenido. Me rodeo siempre de gente muy famosa y de gran calidad, y fajarse con ellos requiere mucho esfuerzo, pero se aprende. Eso me ha permitido llegar a lugares en los que yo ni imaginé que iba a estar.
¿Con artistas conocidos?
Bueno, en la época esa de los grandes iconos, como Pedro Vargas, Libertad Lamarque, Juan Arbizú, con todos ellos yo canté en televisión, canté en el Teatro Blanquita, canté en bares, night clubs, etcétera.
Todo eso en México...
En México y muchos otros países donde siempre alterné con cantantes de gran talante, gente muy famosa, todos excelentes personas.
¿Tuvo la oportunidad de grabar un disco?
Sí, yo empecé a grabar cuando estaba todavía aquí en televisión, hice mi primer disco con la Orquesta Internacional Polillo.
Eso cuando estaba en El Salvador todavía.
Sí, mi primer disco lo hice aquí, dirigido por Paquito Palaviccini, gracias a una oportunidad que me dio doña María de Boet, dueña de Kismet, que tenía su fábrica de discos. Ahí comenzó mi carrera, que grabé una canción que se llama “Óyeme, ámame”. Y la otra era “Basta ya”.
¿Solo esas dos canciones grabó?
No, grabé muchas más. Después me contrató la RCV, que era Dicesa la representante.
Voy a insistir: anduvo por todas partes, ya tenía su carrera hecha, y nos es que desprecie a Vía Láctea, pues fue uno de los grandes grupos, pero uno no espera que después de andar en grandes giras...
Yo había regresado de México, tenía prácticamente 15 años de carrera artística y la experiencia de escenarios grandes, televisión Mexicana, en Estados Unidos, vine acá en el año 1979, y en esa época, Vía Láctea era lo que estaba de moda...
Los nombres de ese tiempo de los grupos son de ese estilo, Los Supersónicos...
Toda esa gente tenía un poder enorme ante el público, Willie Maldonado me escuchó, él me conocía por que yo grabé discos antes de salir para México, grabé discos con Willie, no se llamaba todavía Estudios Doble V, él trabajaba para Kismet a veces y por eso mis primeros discos que grabé con Willie eran para Kismet, para Dicesa, él era prácticamente quien manejaba esas cosas. Entonces, con Vía Láctea hice un concierto, me fue a ver un público regular, ahí estaban ciertas personas de radio, con Willi Maldonado, César Temes, era entonces el productor, me contrató. César Temes me conocía, pero vino otro milagro, nunca me habían escuchado desde que yo me fui en los años 70s, no me habían vuelto a escuchar en El Salvador, claro, yo venía prácticamente con 10 años de experiencia, en muchos países yo había aprendido, cuando me escucharon de nuevo, pensaron que yo no era salvadoreño, desafortunadamente tenemos ese defecto aquí.
Lo que es bueno no puede haber sido hecho aquí, je, je...
Je, je, je. Inmediatamente me llamaron, después de los conciertos, me dijeron: 'Eduardo, vamos a grabar un disco'. Willie se entusiasmó -él me conocía-. 'Perfecto', me dijo. 'Te propongo esto', dijo, 'vamos a grabar un disco en vivo, nunca se ha hecho'. Me dijo que es de lo más difícil que hay, pero a mí no me preocupaba, tenía un poquito de experiencia. Hicimos entonces el canje, digámosle así, con Vía Láctea, grupazo, de los mejores músicos que había El Salvador, dos de ellos guatemaltecos, y Eduardo Fuentes. Hubo una simbiosis muy linda, aparte de que me llevé muy bien con todos los músicos.
¿Y usted es compositor también?
Sí. Un poquito. Pues hay una canción mía en este disco.
¿Este disco?
Sí. Cuando viene Willie Maldonado y vamos a grabar, se dio cuenta de que iba sobre ruedas, grandes músicos entusiasmados, y muchos arreglos eran míos. Todo estaba listo, se grabó dos veces, los primeros dos días. Y cuando fueron a observar las grabaciones, no funcionaban las cintas... entonces solo quedó una cinta, y eso quedó para grabación.
¿Y con instrumentos no tuvo experiencia?
Lo único que aprendí a tocar fue una sabina, mi mamá no me podía comprar una guitarra, mucho menos piano. Me prestaron una vez un bandoleón, lo tuve un tiempo y aprendí a tocar bastante...
¿Todo este tiempo estuvo en la filosofía de la música?
¿En qué sentido?
'Sexo, drogas y rock and roll'...
No, absolutamente no. Fui un... (recibe una llamada en su celular)... -Óscar Panameño, el Torogoz, él era-. La cosa es que estábamos en Vía Láctea y fue un boom tremendo en El Salvador, primero porque nunca se había hecho un disco así, segundo porque toda la música perfecta para vender el disco, solamente éxitos, música que era nueva y pegó, tuvo de especial que pegó mucho en la radio, funcionó el disco. La canción que más gustó, fue “Como yo te amo”, la pusieron por radio, funcionó el disco.
¿Y usted nunca fue de 'Sexo, drogas y rock and roll'?
No. Les voy a contar con toda franqueza: en mi hogar me educaron muy bien. Respeto a mi mismo, y la idea auténtica y clara de que uno se debe a Dios.
¿Pero nunca se vio tentado por...?
Jamás, no me gustó. Nunca aprendí a fumar, probé uno que otro cigarro a instancias de mis amigos, pero nunca me gustó, sí tuve a la vista marihuana, cocaína, LSD, que algunos de los compañeros artistas usaban en esa época. No les voy a citar nombres porque no es conveniente, gente muy famosa que realmente me invitaban a su casa y lo primero que hacían era “vaya, aquí está”. Jamás lo probé y respetaron mi posición. Nadie nunca me ha obligado a hacer cosas que no quiera. Sí anduve en medio de todo eso, pero jamás lo probé.
Mujeres.
La mujer es la cosa más bella que hay en el mundo.
Ja, ja, ja, ja...
Indudablemente los artistas estamos rodeados de público: hombres y mujeres, lógicamente para un tenor se vuelve fácil hacer amistad con una persona o con muchas personas y yo soy romántico por naturaleza.
Ajá...
¿Qué podría decirles? Jamás me he extralimitado en nada. Tal vez por lo romántico sí me he enamorado varias veces y hay amores que uno siente que son importantes. Soy casado tres veces, tengo 10 hijos. Naturalmente, con toda la responsabilidad del mundo. Todos son mis hijos y llevan mi apellido, son mi familia. Pero sí las tentaciones vienen de cualquier lado y no se necesita ser artista.
¿Y en qué tiempo fue que se enamoró? ¿Antes de irse a México y ya en México…?
Me enamoré de mi primera esposa, que fue mi segunda novia. A la primera le prohibieron que me viera porque yo era cantante, je, je, je, y no convenía. Pero me casé con mi segunda novia, Carmen. Tuve tres hijas con ella. No creo que nos quede tiempo para hablar de todos los demás, porque tengo corto el tiempo.
Ja, ja, ja. ¿Y de sus hijos quién sacó su talento?
Realmente las tres primeras son muy buenas cantantes. Patricia, una gran compositora, ella compone música cristiana. Vive en Canadá, y Carmen y Beatriz, también cantantes, con su mamá hicieron un cuarteto: Las Fuentes, que es muy conocido y recordado. Mis tres varones: Eduardo, Alberto y Argemis, los tres han cantado. Alberto compone también, Eduardo canta y toca la guitarra, igual que Alberto. Argemis tiene un su disco ahí con el coro de
¿Y usted los induce a o así han salido?
Solitos. Yo descubro tiempo después lo que están haciendo y nunca me pidieron permiso.
O sea que tenía gen pegador, porque le salieron cantantes todos.
Exactamente. Saben que yo los voy a apoyar y saben que les puedo ayudar y que van a encontrar material para aprender en la casa y están escuchando buena música. La radio, desafortunadamente ha perdido lo que tuvo en los años cuando yo comencé a cantar: no tiene un aliciente para que alguien que tiene espíritu de cantante aprenda a hacerlo bien, porque la música moderna es más ritmo que melodía. No hay ni comparación. Hay grandes cantantes ahora, pero aquí no se ponen de moda porque las radios no los ponen, excepto
¿Quién es su cantante o compositor favorito?
Mire: compositores son muchos realmente, porque cada uno tiene su estilo. Me encanta Horacio Uribe, me ha dado de comer muchos años con sus canciones igual que Agustín Lara. Las canciones que ellos tienen llegan al alma porque su poema, la poesía que contiene es clara, es limpia y bella.
Yo quisiera hablar de otro de sus talentos. Primero anunciaba Pilsener en un carrito y ahora toma las fotos de la bebida.
Correcto.
Canta, toma fotos, ha tenido reconocimientos en ambas facetas. ¿Cómo es eso?
Cuando tenía unos nueve años había una cámara escondida en un baúl de la casa. Me la encontré. Mi mamá me compró una película para que la probara. Una camarita chiquita, 127 de rollo. Me gustaron las fotos que salieron de ahí. Y ahí comenzó la fotografía. Tomé fotos todo el tiempo, aprendí a revelar. Yo hacía todo. Y cuando estaba en Estados Unidos, estudié fotografía de una manera más seria. Y cuando regresé a El Salvador sabía que como artista no iba a pegar, en el sentido económico. Empecé a buscar un trabajo, hablé con don Rubén Russell. Ya lo conocía, había grabado muchos jingles con él. Llegué a pedirle trabajo para ejecutivo de cuenta, según yo. Pero me dijo: 'Eduardo, de eso sí no tengo. ¿Pero qué otra cosa puedes hacer? Te enseñaré la agencia'. Y me encontré con un foro enorme en la agencia. Y me sorprendió. 'Tenemos esto aquí, pero el fotógrafo se nos fue hace poco'. Y le dije: 'Yo tomo fotos'. '¿Qué sabes, si eres cantante?' 'Tomo fotos'. Hicimos una prueba y ahí me quedé. Ahí empezó mi carrera profesional como fotógrafo. Llevo tomando fotos unos 32, 33 años.
¿Cuántos años tiene?
71. Pero no lo diga a nadie, je, je, je.
¿Cuándo decidió poner su estudio propio?
Cuando empecé a morirme de hambre.
¡Eso no es cierto!
Sí, no es cierto, je, je, je. Lo que sucedió es que yo trabajé en Sigma, Asa Posters, ya había grabado mis discos. Habían pegado. Me estaba moviendo muy bien artísticamente. Estaba cobrando sumas que aquí nadie había cobrado, porque yo era el mismo productor de los espectáculos. Estaba ganando bien. De repente, la cosa comenzó a mermar por la guerra. Teníamos que hacer los espectáculos al mediodía. Me quedé sin trabajo por problemas en la fábrica donde estaba trabajando en ese momento. Entonces me encontré con Isaac Starkman, un gran amigo mío. Y se le ocurrió a él proponerme poner un estudio de fotografía. Pusimos un estudio, no les voy a mentir, en esa época tenía más de 600 colones en el banco. Estaba esperando uno paguitos que no me habían hecho, y entonces estaba en las lonas. Ahí nació la empresa.
¿Y sigue con su socio?
No. Él fue más artista que yo. Porque se decidió más al arte que a la fotografía, y estuvimos de socios cuatro, cinco meses. Se sintió liberado. Pero seguimos siendo grandes amigos.
¿Cuáles son las mejores marcas que usted ha manejado? Que usted diga 'para mi agencia de fotografía esta ha sido la mejor marca'.
En gran medida La Constancia nos dio muchísimas satisfacciones. Quizá la foto más famosa que yo hice para La Constancia sigue siendo la foto de una modelo costarricense que se tendió en mi estudio con una botellita en la mano y un bikini y le tomamos una foto, que paraba los carros ahí en el hermano lejano. Tuvieron que quitar la valla porque hubo accidentes por estar viendo la valla. Esa fotografía hizo destrozos. Quizá es la foto más famosa que yo hice para La Constancia.
¿Qué piensa usted en su rama de trabajo de, por ejemplo, algunos avances tecnológicos que van surgiendo? Su principal herramienta es la voz, pero ahorita se me ocurre el B-Coder, gracias al cual usted puede estar hablando y alguien con una tecla le da las notas apropiadas para que quede grabado como una canción.
¡Me encanta, me encanta! Porque son avances de la ciencia y en la práctica ayudan mucho. Pero el arte debe ser natural. No se puede crear una voz electrónicamente, se crea una imitación, pero al mismo tiempo se desvirtúa la creación auténtica. Aparte, el arte en la voz se nace con él y se desarrolla y es único. No hay una voz igual a la de Plácido Domingo, no hay una voz igual a la de Bocelli, no hay una voz igual a la de Mario Lanza, incluso, creo yo, que no hay una voz igual a la de Eduardo Fuentes.
¿Qué le hace falta hacer a usted, el artista, para lo que resta de su vida? ¿Y qué le hace falta a usted, la persona, cumplir, alcanzar?
Bueno, tiempo, tiempo, porque...
¿Y las metas?
Realmente, las metas se logran e inmediatamente aparecen otras. Por ejemplo, yo tenía facilidad para ser actor, pero nunca la desarrollé. Fue cuando Eugenio Acosta me propuso montar una zarzuela aquí en El Salvador que vi la cosa más seria. No es lo mismo cantar que cantar y actuar. Es sumamente difícil. Esa era una meta que yo la tenía escondida y que de repente aflora y lo logro. Entonces esa es una de mis metas ya cumplidas, pero de ahí nacen otras que es lo que viene después. ¿Cuál es el reto? ¿Cuáles son las obras que podemos montar aquí? Posteriormente, en la fotografía seguir en el mercado, que es sumamente difícil de lograr, que mis hijos tengan un negocio como el que yo tengo.
Y como persona, ¿qué le hace falta alcanzar?
Algo que todos los artistas deseamos: que no se olviden de mí, esa es mi mayor meta. Porque he tratado de dar lo mejor de mí y porque siempre he buscado que todos mis compañeros artistas de El Salvador logren ser respetados, logren ser reconocidos, no 'apoyados', odio esa palabra. “El artista salvadoreño necesita ser apoyado”, odio esa frase. No, nosotros no somos cojos, no somos personas que andamos en sillas de ruedas, necesitamos como profesionales un reconocimiento a nuestro trabajo profesional, como lo tiene un médico, un abogado o cualquier profesional. ¿Qué más quiere el ser humano que ese reconocimiento? El pisto ahí no vale nada, esa es mi meta más grande.
Yo tengo una petición: quiero oírlo cantar. Yo nunca lo he escuchado cantar. ¿Y sigue alcanzando las mismas escalas que antes?
Esa es una de las cuestiones que la técnica le permite alcanzar al artista. Indudablemente por la edad también se pierde la posibilidad de alcanzar las mismas escalas. Pero cuando hay buena salud, no hay problema. En mi caso yo no he tenido que cambiar los tonos de mis canciones, y el timbre de la voz no cambia con los años si la voz está sana. Una persona de 26 años y una de 75 años se oyen igual por teléfono. ¿Pero por qué a veces se escucha diferente la de 75 años que la de 24 años? Por las facultades perdidas, faltan dientes, hay cansancio o porque la dicción baja por descuido o por haraganería. Especialmente los salvadoreños somos muy haraganes para hablar, no nos gusta gesticular, y la buena dicción necesita mover un poquito los músculos de acá.
¿Y nos va a dar una probadita?
¡Ja, ja, ja, ja, ja! No es el lugar apropiado para estar pegando gritos.
¡Usted pegue los gritos, no importa!
Ja, ja, ja... hay una canción... muy linda... es un poema realmente y un buen amigo mío -con mi apellido, por cierto, mexicano, compositor, Rubén Fuentes- le puso música. Los versos son de Renato Leduc y dice más o menos así: 'Sabia virtud de conocer el tiempo...' (Eduardo Fuentes comienza a cantar, a capella y a todo pulmón):