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Así se hace justicia en Santa Ana

Hace poco más de un mes, el juez especializado de instrucción de Santa Ana, Tomás López Salinas, dejó libres a nueve personas acusadas de integrar una red de tratantes y dos de ellas acusadas además de violar a una niña. En síntesis, el razonamiento del juez fue que los acusados fueron víctimas de engaño por una menor de edad que deseaba prostituirse.

Domingo, 12 de diciembre de 2010
Carlos Martínez

La historia comenzó en octubre del año pasado, cuando la policía realizó un operativo preventivo en algunos prostíbulos de San Miguel, incluyendo uno llamado El Zafiro. La unidad contra la trata de personas -práctica que consiste en forzar a las víctimas a hacer trabajos que no desean hacer o a los que las llevan bajo engaños y después les impiden marcharse- había recibido algunos indicios de que el lugar empleaba a menores de edad y decidieron cerciorarse. El procedimiento fue el de rutina: ingresaron al lugar amparados en una orden judicial y solicitaron los documentos de identidad a todo el personal.

Dentro del prostíbulo les llamó la atención una chica. A los agentes les pareció demasiado obvio que se trataba de una niña muy niña, a pesar de que les estaba ofreciendo un Documento Único de Identidad según el cual era mayor de edad.

Cada vez que la PNC detiene a alguna persona, o visita una casa, o hace un retén de tránsito, alimenta una base de datos de duis, en el que queda constancia del nombre de cada persona. Cuando los policías pidieron a la base verificar el dui de la chica, resultó que el número era real, pero le pertenecía a un hombre. De alguna manera, ese tipo extravió su documento y fue a parar –falsificado- a las manos de una niña que aseguraba ser mujer en El Zafiro.

Una de dos: si la chica era menor de edad, era una víctima; si era mayor de edad, estaba cometiendo –al menos- el delito de uso de documentos falsos. La única manera de comprobarlo era a través del peritaje que realiza el Instituto de Medicina Legal de San Miguel. Pero el médico de turno se negó a atender a la policía.

No fue sino luego de un complicado procedimiento en el que tuvo que intervenir la Fiscalía, cuando el médico accedió a auscultar a la chica. Tiempo después, apareció con el resultado de su análisis: el cuerpo de esa persona le decía a ese experto que estaba ante una mujer mayor de edad. Era bien entrada la madrugada cuando la policía esposó a la chica y la subió a un vehículo policial, arrestada por usar documentos de identidad falsos.

El cuento de la niña

En una delegación policial de San Salvador, la chica de El Zafiro le confesó a un cabo que a pesar de tener un dui que la acreditaba como mayor de edad, y a pesar del dictamen de un médico, en realidad ella solo tenía 16 años. Al día siguiente, la policía constató esta versión por medio de su partida de nacimiento y pidió a la Fiscalía que cambiara el estatus de la menor para que pasara de presunta delincuente a víctima protegida. Resguardada por las autoridades, poco a poco la chica se fue animando a contar la siguiente historia...

Ella había cumplido 15 años y era hija de una familia muy pobre cuando conoció a una mujer en Soyapango que le ofreció trabajo como empleada doméstica. Siendo que el único sostén de la familia es un padre que vende refrescos en la calle, la idea de un empleo le pareció espléndida y aceptó. Trabajaría en un caluroso municipio de Sonsonate llamado Sonzacate.

Cuando llegó al lugar, se rompió la burbuja de expectativas que suele romperse en estos casos: el lugar no era una casa de familia, sino un sitio llamado Jet Set. Además, el empleo no tenía que ver con hacer ninguna labor doméstica, sino con “bailar”. Luego, sin embargo, se le aclaró que tampoco se le estaba llevando para que trabajara exclusivamente como bailarina. A los 15 años había llegado engañada a su primera oferta de empleo: prostituta. La adolescente aceptó.

El dueño del lugar y el administrador hicieron las gestiones para conseguirle un dui falso. Jorge, el dueño, instruyó a la niña para que solicitara dinero al cajero, llamado Carlos, a fin de tomarse unas fotografías. Al oír la demanda, Carlos entendió de qué se trataba el asunto y le dijo a la chica que si iba a fotografiarse es porque era menor de edad. Ella asintió.

Un día, Jorge le pidió que se desnudara para él. Ella dijo que no y él le hizo entender que no había opciones: le arrancó la ropa y la violó. Carlos también se divertía con la nueva adquisición del Jet Set. Al menos seis veces la forzó a entrar con él a la oficina y estando ahí abusó de ella.

Pasado un tiempo, dejó el Jet Set y se trasladó al migueleño El Zafiro. Según la Fiscalía, entre el dueño de este lugar –llamado Geovanni- y Jorge, el propietario del Jet Set, existen vínculos que los definen como una red de tratantes. Al llegar a este lugar, ella presentó su dui a los propietarios y les aclaró que se trataba de un documento falso. Había transcurrido un año cuando ahí fue encontrada por la policía. Había cumplido ya 16 años de edad y uno de dedicarse a la prostitución.

La Fiscalía capturó a nueve personas, incluyendo a los propietarios, administradores, cajeros y a las “reclutadoras”. Los acusó del delito de trata de personas agravada, porque era el caso de una menor de edad. A Jorge y a Carlos los acusó además de violación agravada, por haber tenido relaciones sexuales con una menor. Las autoridades ahora se refieren a la adolescente con el seudónimo 'Clave Brenda”.

La parte acusadora creía tener todas las cartas de su lado por una razón: “Clave Brenda” es menor de edad y en El Salvador cualquiera que prostituya a una menor es un delincuente.

Toda la historia relatada anteriormente la contó “Brenda” al iniciar el proceso, bajo la protección de su estatus de víctima y de testigo protegido. Ahora, la chica se encuentra custodiada en un centro de recepción de víctimas de trata.

En el juicio, hace poco más de un mes, el juez valoró esa historia y otros elementos. Por ejemplo, dos sobres cerrados que se presentaron durante el proceso: uno de ellos, que conteía el informe del Hospital Nacional de Maternidad, en el que se daba cuenta del tratamiento que se le brindó por estar contagiada de una enfermedad “que al parecer fue transmitida sexualmente”. El otro sobre contenía el informe de un hospital siquiátrico, “debido a las secuelas del maltrato recibido y abusos de que fue víctima”.

La menor, a sus 16 años, tenía ya un expediente en el que se hablaba de maltrato y abusos recibidos en el Jet Set y en El Zafiro.

“No hay esclavitud”

30 marzo 2007 Los Nuevos Jueces y Magistrados son: Licda. Gloria de la Paz Lizama y Licda. Sandra Luz Chicas, Magistradas de Cámara Especializada de San Salvador, Licda. Ana Lucila Fuentes de Paz y Licda. Ana América Rodríguez Avelar, Juezas Especializadas de Instrucción, San Salvador; Lic. Godofredo Salazar y Lic. Rufino Paz Rivas, Jueces Especializados de Sentencia de San Salvador; Lic. Tomás Alberto López, Juez especializado de Instrucción y Lic. Carlos Rodolfo Linares Ascencio, juez especializado de Sentencia, ambos para la ciudad de Santa Ana, y Lic. Jorge González Guzmán, juez especializado de instrucción y Lic. Enrique Alberto Beltrán Beltrán, juez especializado de Sentencia, destacados en la Ciudad de San Miguel.
30 marzo 2007 Los Nuevos Jueces y Magistrados son: Licda. Gloria de la Paz Lizama y Licda. Sandra Luz Chicas, Magistradas de Cámara Especializada de San Salvador, Licda. Ana Lucila Fuentes de Paz y Licda. Ana América Rodríguez Avelar, Juezas Especializadas de Instrucción, San Salvador; Lic. Godofredo Salazar y Lic. Rufino Paz Rivas, Jueces Especializados de Sentencia de San Salvador; Lic. Tomás Alberto López, Juez especializado de Instrucción y Lic. Carlos Rodolfo Linares Ascencio, juez especializado de Sentencia, ambos para la ciudad de Santa Ana, y Lic. Jorge González Guzmán, juez especializado de instrucción y Lic. Enrique Alberto Beltrán Beltrán, juez especializado de Sentencia, destacados en la Ciudad de San Miguel.

Una vez terminado el proceso de instrucción, el juez Tomás López Salinas valoró lo siguiente: en primer lugar, declaró que no encuentra pruebas de la existencia de una red de trata: “A criterio del suscrito juez, no existió ninguna conexión entre ambos clubes nocturnos, pues (...) se tiene por establecido que la víctima llegó por su voluntad a ese lugar (El Zafiro)”, dice la sentencia que emitió en noviembre pasado.

El juez da por establecido en la sentencia que la niña fue engañada cuando se le ofreció trabajo en Sonzacate, porque lo que le habían prometido era emplearla en el cuidado de un niño, no dedicarse a la prostitución.

López Salinas asegura, además, que la menor tuvo claro el panorama cuando los dueños del Jet Set le explicaron con precisión qué querían de ella. Además que “Brenda” indujo a los dueños de El Zafiro a contratarla por medio de mentiras, mostrándoles un dui falso y teniendo una apariencia de mayor de edad. En términos jurídicos, explicó él en su veredicto, eso se llama hacer caer a alguien en un “error de tipo invencible”.

Según López Salinas, Brenda hizo padecer a los dueños del prostíbulo un error imposible de evitar. El juez asegura que la versión en la que ella les explicó que su dui era falso no es creíble porque –una vez establecido que ella se presentó por su propia voluntad- haber revelado la falsedad del dui “era contrario a sus intereses de supervivencia económica...” Por lo tanto, declaró que “no existe responsabilidad de parte de los propietarios o encargados de dicho establecimiento de recibir en ese club bar a la menor Brenda”.

Luego juzgó el delito de trata de personas agravada: a todas las personas relacionadas con El Zafiro las exoneró del delito por las razones ya mencionadas. En cambio, a las personas del Jet Set sonsonateco les aplicó la siguiente reflexión: que pese a que la niña fue llevada con engaños, luego se le explicó claramente la naturaleza del trabajo y no obstante ello “admitió quedarse, llevando a cabo actividades de tipo sexual para sostener a su familia”.

Por otro lado, argumenta el juez, ella nunca estuvo “maniatada ni forzada” a quedarse. Para probarlo, la defensa llevó ante el juez a dos ex compañeras de trabajo de Brenda, las cuales dieron fe de que nunca sospecharon de que ella era menor de edad, puesto que no lo parecía y ambas aseguraron que la veían salir los domingos –que eran los días libres- y volver el lunes voluntariamente y que, por lo tanto, ella estaba ahí por su propia voluntad.

El vigilante del prostíbulo también declaró que su jefe, Jorge, siempre pedía el dui a las personas que aspiraban a trabajar en su establecimiento y que en varias ocasiones llegó personal del Instituto Salvadoreño para la Niñez y la Adolescencia (ISNA), Migración y Policía a verificar el centro y que la supuesta víctima, en lugar de buscar en ellos protección, les mostraba el dui falso. Esto, según el juez, prueba que la menor de edad estaba ahí por su voluntad.

En cuanto a las acusaciones, López Salinas dice que no es posible probar la versión de Brenda de que fueron precisamente Jorge y su cajero quienes gestionaron su documento falso, pues para ello solo se cuenta con la versión de la propia víctima que a estas alturas estaba ya considerada como muy devaluada. El juez asegura que lo dicho por Brenda es muy dudoso: puesto que ya ha quedado establecido que engañó a los dueños de El Zafiro mostrando un dui falso y no bastándole con eso, también engañó a las autoridades con el mismo documento, ¿por qué habría de gozar su palabra de alguna credibilidad? En las palabras de López Salinas: “(ella) presentó el Documento Único de Identidad que portaba, a sabiendas de que el mismo era falso, haciendo incurrir en error a los encargados de recibirle en el centro nocturno (El Zafiro)'.

En definitiva: nadie sabía que era menor de edad y ella trabajaba de prostituta por su propia voluntad, engañando a sus empleadores con un dui falso: “Queda de manifiesto que dicha menor no era explotada por los dueños del night club, se dedicaba al comercio sexual y percibía una remuneración por los servicios que prestaba, lo cual se puede establecer mediante los controles de pago...”

En su argumentación, el juez establece que la menor de edad, sacada de su casa con engaños, terminó victimizando a quienes la llevaron al Jet Set y luego a los dueños de El Zafiro. Y, de paso, a las autoridades, a las que engañaba mostrándoles un documento falso.

Por lo tanto, dice el juez, se sobresee a los imputados del delito de trata agravada, que podría acarrear una pena mínima de más de seis años y medio de cárcel, según el Código Penal. A dos de ellos, a Jorge y a Carlos, por ser demasiado evidente que se lucraban con el trabajo de Brenda y que –al menos en un principio- la engañaron para que trabajara de prostituta, se les conmuta el delito al de “inducción o favorecimiento de actos sexuales o eróticos”, que se paga con menos rigor y podría significar tres años de prisión. Pero, además, como el juez es especializado y ese es un delito común, se declara incompetente para juzgarlos. Además, los acusados son empresarios, tienen mucho arraigo y es difícil creer que escaparán, por lo cual los deja en libertad mientras otro tribunal los juzga.

Finalmente, valoró las acusaciones sobre violación agravada que pesan también sobre Jorge y Carlos, resolviendo que no hay cómo probar ese delito. El acta del juicio tiene varios párrafos de disertación sobre los distintos tipos de himen y varias reflexiones sobre el informe de los expertos de Medicina Legal que hicieron constar en un acta que Brenda era virgen: “El reconocimiento de genitales en dicha menor refleja himen coroliforme, íntegro, amplio, permite con facilidad la entrada de dos dedos examinadores...” O sea, que aunque según el juez se ha establecido que la menor de edad Brenda trabajaba como prostituta por su propia voluntad y que al parecer padecía una enfermedad venérea, es virgen. Como este entuerto es muy complejo, el juez determinó que no había prueba científica que avalara la versión de la supuesta víctima; así que como prueba solo quedaba la palabra de la misma Brenda.

'(Ella) no hizo del conocimiento de las autoridades policiales que era abusada sexualmente sino hasta que fue detenida por portar un documento único de identidad falsificado y aunado a ello, cuando emigró del centro nocturno Jet Set, buscó otro centro nocturno ubicado en San Miguel, llamado El Zafiro, (donde) para trabajar engañó a los propietarios del citado club nocturno, por lo que a criterio de este juzgado, la credibilidad de la misma se encuentra sumamente cuestionada. No se encuentra mérito para dar credibilidad a esta persona'. Asunto zanjado.

El juez suma una reflexión a su valoración sobre esta última acusación, en la que justifica que los adultos pudieran tener relaciones sexuales con la víctima: “Las actividades que realizaba la víctima y por las cuales recibía una remuneración económica, no eran ajenas al contacto sexual. Realizaba contacto sexual con diferentes personas por un precio, es decir, que estaba expuesta a ser requerida a tener relaciones sexuales con quien pagara dicho precio, y podía ser requerida en sus servicios aun por las personas que administran el negocio”.

Una vez terminado el juicio, las partes recibieron páginas en blanco y se les pidió que las firmaran, como si esas páginas sin una letra encima fuera el acta del juicio, asegura la Fiscalía. La defensa la firmó y la Fiscalía no.

Los acusadores se quejaron de la actuación del juez ante David Morales, secretario del Comité Nacional Contra la Trata de Personas y la Fiscalía acudió a la Cámara de la Segunda Sección de Occidente para que esta revocara la sentencia del juez... y lo consiguió. La Cámara anuló todo lo actuado por López Salinas. Sin embargo, los procedimientos judiciales toman su tiempo y aún no se han girado las órdenes de captura contra ninguno de los imputados. Todos gozan actualmente de libertad.

En entrevista telefónica con El Faro, el juez justificó cada una de sus decisiones y las sostuvo. Dijo que acepta la decisión de la Cámara, y acusó a la Fiscalía y Policía de levantar cargos a diestra y siniestra contra todo mundo y de utilizar a los medios de comunicación y a instancias del Ejecutivo para desprestigiar a los jueces que no fallan a su favor. También los acusó de tapar su propia incompetencia con estos señalamientos. '¿Al árbitro de un partido de fútbol cuándo ha visto usted que el público le aplauda? Ja, ja, ja...'

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