Río de Janeiro (AP) — Un camión lleno de desperdicios sube por una montaña de basura y espanta a los buitres. Al dejar caer su carga, hombres y mujeres empiezan a recoger latas, botellas de plástico, papel --todo lo que puedan vender-- y ahuyentan a los buitres, que regresan en busca de comida.
Este vertedero, uno de los más grandes del mundo, opera las 24 horas del día, los siete días de la semana, y recibe más de 9 mil toneladas diarias de desechos de Río de Janeiro y otras cuatro ciudades. El reciclaje de materiales está en pañales en Brasil y lo poco que se hace en ese campo ocurre aquí, donde unos 5 mil 'catadores' escarban entre las pilas de desperdicios.
Los trabajadores del Vertedero Municipal Jardim Gramacho se han hecho famosos por una colaboración con el artista local Vik Muniz, quien empleó los materiales que recogen para hacer retratos de ellos. Un documental sobre esa experiencia fue postulado a un Oscar.
Los catadores planean ver la ceremonia de los Oscar el 27 de febrero desde una barriada de casuchas de madera, estaño y cartón en la que viven, a corta distancia del vertedero.
'No puedo decir que esto sea un sueño hecho realidad, porque ¿quién se hubiera imaginado esto?', comentó Luciana dos Santos, ex recolectora de desperdicios que hoy es la directora de finanzas de la asociación de trabajadora de Gramacho.
Si bien están viviendo diez minutos de fama, los trabajadores sufren pensando que se va a hacer realidad algo que temen desde hace tiempo: el vertedero será cerrado.
Tres días después de la ceremonia de los Oscar comenzará a funcionar un vertedero nuevo, mucho más moderno, que cumple con los requisitos de protección al medio ambiente y en el que no serán admitidos catadores. En diciembre cerrará Gramacho, que será transformado en una instalación de biogas.
El dinero que ganaron por colaborar con Muniz ayudó a muchos catadores a crear cooperativas de reciclaje administradas por los trabajadores. Para muchos otros, cuyo trabajo consistía en escarbar entre la basura, el cierre será traumático.
Las cosas comenzaron a cambiar para los catadores cuando Muniz, quien vive en el barrio neoyorquino de Brooklyn, visitó el vertedero en el 2007, buscando sitios para aprovechar en su próximo proyecto. Muniz, quien pertenece a una familia brasileña de extracción humilde, es conocido por incorporar a su trabajo materiales de todo tipo, desde polvo hasta diamantes. A menudo esos elementos conllevan un mensaje, como cuando hace retratos de hijos de cortadores de caña de azúcar con la misma azúcar.
El documental, producto de un encuentro casual de Muniz con la cineasta inglesa Lucy Walker, sigue la colaboración del artista con los recicladores durante tres años.
Muniz tomó fotos de los trabajadores en poses típicas de su oficio y reprodujo, por ejemplo, 'La muerte de Marat' de Jacques-Louis David y 'La planchadora' de Pablo Picasso. La imagen cubrió el piso de un amplio estudio y se empleó basura para darle los últimos toques. El resultado final --una imagen tan grande que tiene que ser vista desde arriba-- fue entonces fotografiado.
El documental muestra cómo los catadores empiezan a verse a sí mismos de otra manera a medida que ayudan a hacer sus propios retratos.
Suelem Pereira Dias, quien comenzó a trabajar en el vertedero a los siete años y tenía dos hijos al cumplir 18, no había visto fotos suyas previamente, según Muniz.
Cuando ella y los demás vieron sus rostros en imágenes enormes, lloraron de la emoción. A partir de esta experiencia, muchos catadores empezaron a contemplar la posibilidad de una vida alejada del hedor del vertedero.
'Fue algo muy fuerte, emotivo', dijo Muniz. 'El hecho de que hubiesen trabajado en ello y de que la imagen hubiese sido hecha con lo que ellos recogen todos los días fue lo más importante para mí'.
Además de ser postulada al Oscar, la cinta ganó el premio del Festival de Cine de Sundance al Mejor Documental del Nuevo Mundo y casi dos docenas de reconocimientos internacionales.
Con la venta de los retratos, Muniz recaudó 300 mil dólares para la asociación y los recicladores que trabajaron con él. Ese dinero costeó los gastos de una oficina y una sala para separar materiales y dar clases de administración. Pronto esos trabajadores tendrán sus propias cooperativas de reciclaje y se preparan para trabajar en un nuevo sistema, en el cual los materiales serán separados en las casas de la gente y serán enviados a plantas de reciclaje, en las que no habrá catadores.
Nadie cuestiona que su trabajo actual es peligroso e insalubre, ni siquiera ellos.
No ganan demasiado: 10 centavos de dólar por kilo de cartón y 14 centavos por kilo de vidrio. Pero sobreviven, trabajando largas horas y recolectando cientos de kilos de desperdicios. En muchos casos, es el único trabajo que han hecho en su vida.
Gramacho funciona en la Bahía de Guanabara desde 1978. Los niños aprendieron a separar materiales de sus padres y son capaces de distinguir entre 14 tipos de plástico reciclable. Los identifican al tacto y por su sonido porque trabajan de noche, que es cuando llegan la mayoría de los camiones.
Sueleide Portela da Silva, de 21 años, comenzó a trabajar junto a su madre, quien estuvo 25 años en Gramacho, hasta que perdió la vista al caerle encima desperdicios de un camión.
A los 14 años, Silva tuvo su primer bebé. A los 15, embarazada de nuevo, empezó a trabajar en el vertedero, junto con tres de sus hermanas. Ninguna de ellas pasó del cuarto grado en la escuela.
'La gente estaba asustada' por el cierre del vertedero, señaló. 'La mayoría no puede leer bien y en cualquier trabajo te piden que hayas terminado por lo menos la secundaria'.
Silva recoge hasta 310 kilos (680 libras) de papel todos los días. Se especializa en papel impreso. Gana 13 centavos por kilo si está limpio, 11 si está sucio. Pero es una carga más liviana. En un buen día, hace 40 dólares.
Cuando cierre el vertedero, los 5 mil trabajadores de Gramacho podrán cobrar un seguro de desempleo y recibir capacitación para trabajar en otras plantas de reciclaje.
El sitio seguirá generando dinero a algunos trabajadores.
La municipalidad de Río instaló 230 pozos para recolectar el dióxido de carbono y los gases metano que emanan de los desperdicios al pudrirse. Se calcula que se reunirán 1.9 millones de toneladas de dióxido de carbono anualmente --el equivalente a los gases que emiten 1,4 millones de automóviles que funcionan con gasolina--, por lo que será la instalación de captura de gases de invernadero más grande de Brasil y una de las más grandes del mundo.
Se espera que la venta de gas para producción de electricidad y los créditos de carbono generen unos 244 millones de dólares en 15 años. Los trabajadores recibirán un 18% de esa suma, según el administrador de Gramacho Lucio Vianna Alves.
El dinero irá a un fondo administrado por el alcalde de Duque de Caxias, el pueblo donde se encuentra el vertedero, en sociedad con la asociación de catadores.
A pesar de los beneficios prometidos, muchos catadores sufren pensando en el día en que cerrará Gramacho y dudan que vayan a ver el dinero del fondo.
Otros, en cambio, están listos para lo que venga.
'Los catadores sabemos que esto se acaba', dijo Nilson Jose dos Santos, cuyo padre trabajó en Gramacho 28 de sus 44 años.
'La ciudad está iniciando el proceso de reciclaje en las mismas viviendas y no habrá trabajo para los catadores', manifestó Santos. 'Llegó la hora del cambio y nosotros tenemos que ser parte de ese cambio'.