Opinión /

Desnaturalización (y desaparición) de CD


Miércoles, 1 de junio de 2011
Marlon Anzora*

El actual secretario general de Cambio Democrático (CD), Tomás Chévez, inició su carrera política como candidato presidencial del Partido Conciliación Nacional (PCN), el partido de derecha que manejó uno de los regímenes militares más sanguinarios del siglo XX en América Latina, que se mantiene reinante en la Corte Cuentas de la República desde antes de los 80´s, y el principal partido bisagra de ARENA durante sus veinte años de gobierno.

Mis opciones y raíces políticas fueron obviamente distintas a las de Chévez. Yo inicié en política antes que él, a pesar de ser más joven, y lo hice a través de una forma no tradicional de participación y organización política, como lo fue Iniciativa Ciudadana, precisamente para “vencer por los votos y no por las botas” a las fuerzas de derecha que aún seguían gobernando en contra de las grandes mayorías luego de los Acuerdos de Paz.

Después de bastante tiempo en Iniciativa Ciudadana, novedosa plataforma de participación política desde donde apoyé varias candidaturas ciudadanas en alianza con los partidos CDU y FMLN, como las de Héctor Silva, Héctor Dada, Ignacio Paniagua y otros, para diferentes cargos municipales, legislativos e incluso Presidenciales, tomé la decisión en 2008 de participar como candidato a diputado en alianza con Cambio Democrático, partido liderado para ese entonces por mi ex compañero en Iniciativa Ciudadana, Héctor Dada Hirezi.

Esa alianza firmada con Héctor Dada como Secretario General de Cambio Democrático ha sido una de las más sólidas y con mayor prestigio de las que pude haber participado y propiciado. Ciertamente en esa época el CD continuaba siendo un partido pequeño, pero nadie dudaba de su honestidad, intelectualidad y firmeza de principios; siendo catalogado por muchos como una especie de reserva moral en la política nacional.

Con ese CD me entregué a una campaña en la que no solo rechazamos la posible candidatura presidencial de Arturo Zablah en una coalición CD-FDR (que a la postre sería el candidato a Vicepresidente de ARENA) y las alianzas legislativas con un FDR que terminaría apoyando a ARENA en las presidenciales 2009, sino que también sobrevivimos a pesar de los fuertes intentos de hacernos desaparecer, nos sobrepusimos a la ausencia de recursos económicos, y, finalmente, prevalecimos con un Cambio Democrático que tenía como principal capital político su honestidad y firmeza de principios. Es decir, su buen nombre. Y con ese capital político firmamos el Protocolo de Entendimiento con el aún candidato presidencial Mauricio Funes.

Pero luego de la victoria de Mauricio Funes y la llegada de Cambio Democrático al Gobierno, surgieron los especialistas en puestos, cargos y clientela, muchos de los cuales nunca habían sido del CD, tampoco políticos progresistas y menos socialdemócratas, pero que comenzaron a ver con buenos ojos a ese CD exitoso que había pasado de ser el patito feo, a punto de desparecer, a un partido en el gobierno.

El CD se llenó de nuevas adquisiciones, entre ellas Tomás Chevez, el ex candidato presidencial del PCN y miembro del Consejo de Ancianos de la Iglesia ELIM, siendo la ligazón con dicha feligresía la que vendió y continúa ofreciendo como su principal capital político. Así es como en noviembre de 2009 la unión de fuerzas de Oscar Kattán, Juan Pablo Durán, Tomás Chévez y la familia Rodríguez-Acosta, como principales artífices, ganan la Secretaría General por apenas 8 votos, con una estrategia que tuvo como principal arma de convencimiento: el ofrecimiento indiscriminado de plazas en los puestos de gobierno que ostentaban los tres primeros (Director del ISSS, Presidente de la Lotería y presidente del Fondo Social para la Vivienda, respectivamente).

Allí inicia el declive del principal activo político del CD, en el momento que muchos de sus líderes se dedicaron a transar nuestros principios por puestos y cargos. Así comienza la desnaturalización del CD y su giro hacia la derecha, que finalmente se concreta con la llegada de Tomás Chévez como Secretario General, un neófito político de derecha que confunde la realidad de que las Iglesias son, han sido y seguirán siendo actores políticos de gran peso y credibilidad, con el principio ético y constitucional de que los líderes religiosos no deben hacer política partidaria. Los feligreses sí pueden y deben participar en política, pero los líderes religiosos no, a menos que renuncien a su liderazgo eclesiástico.

Un hombre que ha demostrado un pragmatismo estrafalario, al pendular sin miramiento alguno del PCN al CD, es decir de un partido definido estatutariamente como de derecha conservadora a otro que se define como de izquierda socialdemócrata. Para él eso no importa, lo importante es obtener el poder, no importan los principios e ideas políticas que haya que tranzar, pues en su cabeza eso sólo se trata de cambiar de color de camiseta y lo importante para él es obtener el poder, a cualquier precio.

Esa es la nueva cabeza de un CD que lastimosamente ha dilapidado su capital político en el último año y medio, dejando en la percepción de la ciudadanía que ese partido que antes era considerado una reserva moral, ahora es solamente un partido más, que además de pequeño tiene demasiado poder.

No es la primera vez que vemos en el país un cambio de postura político-ideológica en un partido, aunque sus estatutos los sigan definiendo igual. Lo podemos ver claro en el PDC, que dejó de ser una partido socialcristiano progresista con la llegada como Secretario General de Rodolfo Parker, quien hizo que se tornara en un partido de derecha, alineado bajo el ideario del centro humanista reformista de las nuevas democracias cristianas internacionales, que tienen como principales referentes en el mundo a José María Aznar, Ángela Merkel y Felipe Calderón, todos líderes de partidos de derecha.   

Lo más sano para este CD mutante es cambiar sus estatutos, ya que por coherencia y sinceridad para con ellos mismos, sus votantes, simpatizantes y la población en general, deberían cambiar su denominación estatuaria de un partido de izquierda socialdemócrata, y que pongan la denominación que quieran, la que sea más acorde a un partido que aglutina ex pecenistas, ex efemelenistas (ex efederristas) y una serie de ex´s, que están más ligados con la ex de expulsados.

A veces en orden a cambiar las cosas también hay que saber abdicar, para no prestarse al juego de siempre. Para no colaborar con todo eso de lo que ya estamos cansados y no queremos ser. Por eso he dicho adiós a Cambio Democrático: no porque ellos son malos y yo bueno, no. Sino simplemente porque ese partido, con esa dirección, ya no me representan. Y no me presentan porque son la negación profunda de mi naturaleza.

Por eso no necesito esperar las elecciones para que el CD desaparezca, pues independientemente de lo que suceda en 2012, cuando un ente individual o colectivo niega su naturaleza, deja de ser lo que fue para convertirse en algo distinto. Y ese partido dirigido por Tomás Chévez ya no me representa y menos aún lo represento yo.

*El autor fue Secretario Nacional de Juventud y miembro de la Comisión Política de Cambio Democrático. 

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