Francisco Pineda vive en San Isidro, Cabañas, y es el segundo salvadoreño que gana el Goldman Environmental Prize, el máximo reconocimiento en materia ambiental a nivel mundial que incluye una bonificación económica y un respaldo global a su labor como ambientalista. El primer salvadoreño que ganó este premio fue Ricardo Navarro, fundador del Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA). Lo ganó en 1995.
Este año, la Fundación Goldman escogió a Pineda como el ambientalista del año 2011, en representación de la región Centro y Suramérica. Otros cinco ecologistas del mundo recibieron el mismo galardón. Nacido en Ahuachapán, Pineda se inspiró en la figura de su padre, fundador de la otrora combativa e izquierdista Unión Nacional de los Trabajadores Salvadoreños (UNTS), que murió asesinado cuando Francisco tenía 14 años. “Yo veía que a mi casa llegaban hombres en motocicleta a reunirse con mi papá y yo dije que quería ser como ellos cuando fuera grande”, recuerda Pineda. Hoy en día, este hombre de barbas y cabellos canos maneja un pick up doble cabina con el cual recorre los caminos de Cabañas para informar a la población sobre los riesgos de la minería metálica. Lo acompañan a todos lados dos escoltas, dadas las amenazas que ha recibido con frecuencia. Otros tres ambientalistas de Cabañas, compañeros de lucha de Pineda, han sido asesinados en los últimos dos años.
La lucha de Francisco comenzó cuando él era muy joven. Pero entonces era una lucha estrictamente política, pues fue parte del Movimiento Estudiantil Revolucionario de Secundaria (MERS), una de las organizaciones que eventualmente integraron todo el aparataje del FMLN. Fue un colaborador de la guerrilla y antes de que terminara la guerra fue a parar a Cabañas. Hace siete años, en su cantón se secó el río que mojaba las tierras y Pineda decidió buscar explicaciones. Fue entonces cuando supo de la compañía minera Pacific Rim. Entonces se convirtió en ambientalista y ahora considera que su esfuerzo y el del Comité Ambiental de Cabañas lograron el retiro de la empresa. Y a pesar de los asesinatos no aclarados de tres de sus colegas, dice que no cejará en su lucha. “Con los compañeros del comité pactamos que quien quedara de pie seguiría luchando”, dice.
Siete años más tarde, la Fundación Goldman le entregó el que posiblemente sea el más prestigioso galardón a nivel mundial en materia ambiental. 'Cuando me dijeron que lo había ganado di la gracias y lloré', recuerda. Pineda –44 años y agricultor de profesión— dice que su mayor satisfacción llegará cuando se apruebe una ley que prohíba la minería metálica. Eso es lo que busca la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica que él fundó junto a otra docena de líderes ambientalistas del país. Como resultado del premio, Pineda conoció al presidente Barack Obama y a decenas de senadores estadounidenses a quienes ya puso al tanto del peligro de la minería en El Salvador. “Eso de la minería verde o sostenible es un cuento, no existe. La gente puede vivir sin oro pero sin agua, jamás”.
Mire, ¿y cómo surge una organización de lucha antiminería? ¿Es por generación espontánea?
Nació allá por 2002, 2003, con un grupo de personas preocupadas por un basurero a cielo abierto que querían impulsar la alcaldía y la minería.
¿Y cómo comienza todo? ¿Se despiertan todos con la misma idea una mañana o hay alguien que tuvo que andar lavándole el coco a los demás?
Ja, ja, ja. Bueno, todo comenzó cuando se secó el río San Francisco, allá por 2004. Ese río jamás se había secado, solo en época seca disminuía su caudal. Así que la gente se asustó, pegó el grito y me fue a decir, yo no les creía, así que decidimos ir ver qué pasaba río arriba.
Armó una expedición, pues.
Nos fuimos por el río, subiendo y subiendo y nos topamos con unas máquinas perforadoras que lo habían secado, eran máquinas que estaban conectadas al río por una cañería, lo que hacen es utilizar el agua para encontrar oro. Eran máquinas de la Pacific Rim. Esas mismas máquinas perforaron el terreno de mi suegro, y secaron el nacimiento de agua a los cuatro días. En esos días, el ganado lo estábamos pasando a otro lado y el único animal que tomó de esa agua murió como dos horas después, el resto siguió vivo.
¿Y nadie se había fijado en esas máquinas que vieron durante el recorrido?
No, estaban bien retiradas y en una zona sola. Cuando llegamos donde el alcalde nos dijo que él no tenía nada que hacer y eso sí que me causó molestia.
Le dijo un par de cositas al alcalde.
Es que es bien duro porque con él hasta habíamos jugado juntos, éramos amigos, íbamos a platicar, o incluso una vez yo me había tenido que quedar en su casa una noche. Él era muy diferente. Ya grandes trabajamos juntos en el Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (CENTA). “Mirá”, le dije, “yo prometí que te iba a felicitar cuando hicieras las cosas bien pero que también te iba a criticar cuando hicieras las cosas mal”. Y ese era el primer gran error de él. De ahí fuimos a la Fiscalía, y yo me encapriché y fui comunidad por comunidad con ese tema. Como yo conocía a los líderes y estos me conocían, la gente se incorporó rápido. Hicimos la primera caminata desde una escuela que se llama San Francisco El Dorado hacia la alcaldía, donde le entregamos documentación de que estábamos en contra de la minería y que él por tanto debía estar en contra también. Con el transcurso del tiempo nos dimos cuenta de que nos debíamos dar a conocer por un nombre, y así le pusimos Comité Ambiental de Cabañas.
¿Y por qué la gente lo buscó a usted?
Es que yo había llegado a Cabañas en el 87 con un proyecto de la Food and Agriculture Organization (FAO) con el que capacitábamos sobre la protección y la recuperación de los recursos hídricos. Así conocí todo Cabañas, y así me comenzaron a conocer todas las comunidades, yo comencé muchos programas forestales, de conservación de suelos. Muchos árboles o bosquecitos que hay ahora en Cabañas yo los sembré.
¿Con cuánta gente comenzó el Comité Ambiental de Cabañas?
Éramos como 15, entre ellos maestros jubilados, estudiantes de la universidad nacional. También llegamos a un acuerdo de que nadie sería el presidente, ni tendríamos estructura porque sabíamos que los que apoyan la minería comenzarían a buscar al líder para comprarlo o matarlo. Y cabal, así fue, pero solo nos daba risa. Nosotros pensábamos que Arena, que desde el gobierno había dado el permiso de exploración, estaba protegiendo al alcalde para permitir la minería o que incluso lo estaría obligando para que la permitiera. Pero cuando vieron que el Comité incluso les bajó las máquinas de El Limón supieron que la resistencia había crecido.
Bajarlas, ¿literalmente? ¿A pedradas o cómo?
La gente lo que hizo fue reunirse y subió a donde estaban las máquinas ahí en El Limón. Le dijeron a los maquinistas: “Ya nos aburrieron, ya les dijimos que no queremos la minería, no queremos causar ningún problema, apaguen las máquinas”. Esa vez fuimos como 1,500 personas. Claro, en ese momento no había ni seguridad porque la empresa creía que podía hacer lo que quería. Nosotros queríamos que la empresa mandara recoger los tractores. Ellos dijeron que no, y ahí fue cuando les dijimos que o las bajaban o las quemábamos. Ellos decían que solo eran trabajadores, y nosotros les decíamos que no les haríamos nada a ellos pero que esas máquinas no podían seguir. Se llamó a los Derechos Humanos, y como a las 10 de la noche llegó un vehículo grande a recoger las máquinas, y las bajaron bien enojados.
Yo he contado como 15 nacimientos de agua desaparecidos. De esos, han recuperado uno.
¿Qué más ha cambiado en el lugar donde usted vive?
Quienes nacieron o quienes viven en la zona sabemos los cambios bruscos que hubo en la forma de vida. Tenemos bien marcado que en 2004 la tranquilidad entre los cantones y las familias se rompió porque Pacific Rim comenzó a comprar voluntades a través de instituciones del Estado, las unidades de salud, por ejemplo, o a través de las alcaldías con las que empezaron a visitar las comunidades para ofrecer proyectos.
¿Pero cómo? ¿Ponen banderitas y con eso ya dicen que Pacific Rim compra voluntades?
Ahí la gente anda con su camisa de Pacific Rim, y después de construir paredes los pinta “Construido por Pacific Rim”. Si usted va por la carretera de Sensuntepeque, en el kilómetro 78, va a ver un rótulo donde dice “Cancha de Pacific Rim”. También dan juguetes para los niños, celebran los cumpleaños a líderes, perforan pozos, y todo eso hace que mucha gente considere intocable a la empresa. Se aprovechan de que Cabañas sea uno de los tres departamentos más pobres del país y entonces el problema de Pacific Rim se vuelve como una piñata en donde la gente va encima de los dulces pero unos salen matados y otros golpeados. Hasta los familiares se pelean, pues. La gente tampoco puede ir a jugar fútbol ya como sucede en Trinidad, con el caserío El Limón. Otro ejemplo es El Llano de la Hacienda, donde yo vivo. Un familiar de mi esposa con quien nos llevábamos muy bien recibió como regalo agua potable para su terreno y ganado y desde ahí se volvió una persona recalcitrante con nosotros. Antes llegaba a la casa, platicábamos, comíamos juntos, llegaba en Navidad.
Usted dice que Arena estaba protegiendo al alcalde de San Isidro para permitir la explotación minera, pero fue el presidente Antonio Saca quien precisamente canceló el permiso de explotación.
Pero estuvo cinco años en el gobierno y nunca dijo nada. Lo vino a manifestar ya en el calor de las elecciones, por eso decimos que el político partidario ve el problema como oportunidad para acarrear votos, no como un problema real. Y aunque hubiera estado convencido de que la minería contamina y de que iba a ser un desastre para nuestro país, eso nos da la razón a los que luchamos en contra de la minería metálica. Pero no fue solo Saca quien tuvo esa posición dentro de Arena porque incluso el ex ministro Hugo Barrera cuando estaba en Medio Ambiente fue claro y dijo que los daños que iba a causar la minería eran irreversibles y que como ministerio no estaban preparados para controlar esos proyectos. Lo que falta en las comunidades es que sepan elegir a sus líderes, que no regalen su voto por una cachucha o por lo que anden regalando. Lo que tienen que saber es si el candidato tiene un plan de desarrollo no para cinco años sino para 20 o 30 años para proteger a las generaciones futuras.
No se habla con el alcalde entonces…
No tanto así, yo lo saludo. Para decirle, hay veces que nos encontramos pero él se pone bien nervioso. Es que hemos tenido discusiones bastante buenas en un foro ahí en el municipio de San Isidro pero en realidad él no pudo defender su teoría.