El Ágora /

'A las amenazas de que me van a matar ni caso les hago ya'

A uno de sus compañeros de lucha lo mataron cuando su hija cumplía años. Francisco Pineda, ganador del más prestigioso galardón mundial en materia ambiental, está convencido de que los homicidas con toda intención perpetraron el asesinato el día en que él quería compartir con su hija. Pineda atribuye el retiro de la minera Pacific Rim a la presión del Comité Ambiental de Cabañas que él fundó y cuenta que ahora él se embarca en otra empresa: concienciar a las comunidades sobre el riesgo para la salud de beber desmedidamente Coca Cola.

Jueves, 9 de junio de 2011
Gabriel Labrador y Frederick Meza / Fotografías: The World Environmental Goldman Prize

 

Francisco Pineda durante la conmemoración de un año de la muerte de tres ambientalistas en Cabañas. Foto El Faro
Francisco Pineda durante la conmemoración de un año de la muerte de tres ambientalistas en Cabañas. Foto El Faro
Y en general, ¿ha habido amenazas directas a usted?
Mire, de puteadas y amenazas de que me van a matar, a eso ni caso les hago ya...

En los pueblos todo se conoce. ¿Usted sabe quiénes lo amenazan?
Pues mire, una vez andaba yo con una gente, habíamos ido al Hoyo Chepe, je, je, je... ahí están unas cocinas que el alcalde José Ignacio Bautista mandó poner como un mercadito. Estábamos comiendo cuando unos trabajadores de la empresa llegaron y uno de ellos empezó a putearnos. Nosotros estábamos en una mesita: “Cabrón, que no se qué…” y yo les dije a los cipotes: “No les hagamos caso, nosotros comamos, si ya viene aquí, pues otro rollo, pero nosotros comamos…” Siempre lo que quieren es provocarnos, pero yo digo que no podemos caer en eso. Esa vez nos puteó y se fue. Una vez que yo venía de Sensunte en el vehículo con mi esposa, y en el portón de la empresa siempre hay un grupo de empleados jugando naipes y todo eso, entonces como ya conocen el carro, desde que yo venía empezaban a silbarme 'la vieja'. Y mi esposa me decía: “Usted no dice nada”. “¿Y para qué?”, le respondía yo.

Ella es más enojada, quizás.
Ella sí les sacaba el dedo.

Ja, ja, ja. En defensa del marido…
Y yo le decía que no lo hiciera. Una vez andaba comprando en el mercado mientras ella estaba tirándose el chambre de los tomates yo vi venir a uno de los trabajadores de la empresa y vi que venía algo tomado. Cuando ya iba cerca de mí dijo a querer pasarme llevando con el pecho, entonces, yo me aparté y tiré este pie atrás y se tropezó en el pie y empieza a putearme, y yo le dije: “Yo solo me aparté, vos me quisiste llevar, por eso me aparté”. Mi esposa me dice: “¡Vos que no decís nada!” Yo le digo que hay que evitar que pase a más.

Ja, ja, ja. Ella quería que se agarraran a tomatazos. Pero una vez pasaron de las meras amenazas, ¿verdad?
Es que mire, el intento de envenenamiento a mí me llama la atención. Llega un trabajador de la empresa y le dice a la señorita que trabaja donde mi suegra: “¿Querés ganarte 2 mil dólares? Envenená a Francisco.”

Pero ella lo confesó, ¿o qué?
Ella confesó. Llegó a la casa, y como mi suegra ya está de edad, la conoce bien. Pero vaya, mi suegra es de esa gente que con medio que usted camine raro ya le echa de ver que un problema tiene, entonces, ella echó de ver que la cipota no tenía una actitud normal ese día. Así, bien pensativa, aislada y todo eso. Entonces, viene ella y la abordó: “Mira, ¿y qué te pasa? ¿Te han regañado en tu casa?” “No”, le dijo, y se puso a llorar. “Es que llegó fulano y me ofreció 2 mil dólares para que asesinara a don Francisco. ¿Y yo cómo voy a hacer eso?” Yo me había ganado el cariño de la cipota porque pues sí, cuando uno visita frecuentemente a la gente termina por caerle bien. En realidad voy ahí a tomar café porque me atiende mejor la suegra que mi señora, je, je, je.

Je, je, je. Va a perder a su única defensora, Francisco.
Ja, ja, ja, es broma, pero sí hay confianza con mi suegra, y por esa confianza alguien vio fácil que podían envenenarme.

Mire, ¿y qué es lo que hacen los activistas?
Somos fundadores de la Mesa Nacional frente a la Minería, y con ella hemos venido impulsando una ley que prohíba la explotación minera metálica. La Mesa también está en contra del estudio que está proponiendo hoy en día el Ministerio de Economía porque es la manera que encontró para zafarse y decirnos que hay un estudio en marcha para ver si es viable o no a la minería. El problema es que ese estudio es una consulta a personas que no entienden de minería y no estamos representados, por ejemplo. Mire, algo curioso es que el gobierno nunca delega a un ambientalista para este tema sino que siempre envía economistas, ese es un problema.

¿Y cómo hacen ustedes para reclutar gente?
Bueno, dar información a las comunidades. Nosotros manejamos un sistema, tenemos un grupo de jóvenes que están estudiando o haciendo trabajo social, son hijos, líderes jóvenes de diferentes comunidades, y la idea es que ellos vayan a las comunidades a informar lo que está pasando. Fomentamos que no se usen pesticidas y que se use más la semilla criolla. Reforestamos con especies nativas y construimos obras de conservación de suelo. Andamos informando sobre la minería, y también hablamos sobre la separación de la basura, sobre todo con los niños y niñas, porque eso es fundamental y lo más importante es que sepa cómo no producir basura. También les enseñamos a saber manejar el agua. En las escuelas a veces sacamos los periódicos y analizamos cada una de las noticias que salen para que el joven pueda ir entendiendo y para dónde va el país.

Su trabajo y ese contacto con la gente ha de ser atractivo para cualquier partido político.
Bueno, sí, me han dicho, pero es lo que menos quiero. Incluso, en 2003, fui en las planillas del concejo del FMLN, en San Isidro. Pero ahora pienso que un ambientalista puede ser político pero no partidario porque entonces pierde su credibilidad, y la otra cosa es que el medio ambiente no tiene color.

¿Por qué no funda un partido que se llame partido verde, pues?
Bueno, hay que pensarlo, je, je, je, je. Pienso que un partido no da la alternativa para hacer el cambio social, yo siento que es el pueblo el que puede hacer el cambio y un pueblo concienciado, informado. Además, que ningún partido podría entenderse con los ambientalistas porque en un partido se delimita todo en base a los estatutos y eso no permite ver más allá del partido.

(Llega el mesero. Mientras los periodistas preguntan por un capuchino moca, Francisco pide agua embotellada. Tardamos en caer en cuenta de que tal vez es una de las tantas medidas de seguridad que como persona amenazada de muerte debe tener. Por un momento se nos olvida que a la persona que tenemos enfrente la han tratado de envenenar.)

Me imagino que habrá gente que siendo usted ambientalista no lo ve como un buen referente.
Bueno, hay de todo, porque incluso cuando estaba allá en Washington, la señorita que me andaba ayudando, que era traductora, me dice: “Francisco, aquí está un correo, leelo”. Y decían que no estaban de acuerdo con el premio que me habían otorgado, y muchas cosas, pero esa era una sola persona. Ahora ves a mucha gente saludándome y felicitándome.

¿Quién era el del correo?
Mejor me reservo el nombre. Él tiene el derecho de decirlo, de hacerlo, de sentir lo que quería. Incluso los de la empresa Pacific Rim también tienen derecho a decir que yo he trabajado con ellos y que yo me he robado información.

¿Usted trabajó con ellos?
Así dicen ellos. Y yo digo que nunca he trabajado con la empresa pero también digo que no sería raro que uno de los trabajadores de ellos recapacite y que se haga del Comité Ambiental.

Me imagino que ellos también han de estar interesados en que usted entre.
Ja, ja, ja… Si en un momento me dijeron que si quería trabajar con ellos y que me hiciera de la unidad ambiental de ellos. Me ofrecían un salario de 2 mil dólares, vehículo y todo pero que trabajara con ellos. Y yo les dije: “Miren, en realidad tengo necesidad de dinero, pero yo no puedo, la minería nos va a afectar a todos, a mis hijos y a cuantos más”. Imagínese, ya un salario de 2 mil dólares.

Hubiera pedido más.
Ja, ja. Hubiéramos pedido unos 5 mil, vaya... ¡Nooo! Ya en serio, la vida vale mucho más que eso. Y eso que alguien me dijo que por qué no hacíamos una mesa y llegábamos a un acuerdo con la empresa. Y en realidad se hizo un ejercicio con la Procuraduría de los Derechos Humanos, el problema es que ellos quieren el oro y nosotros queremos seguir viviendo ahí y que no nos contaminen el agua. Y a ley, no hay una forma en la que puedan sacar el oro sin que contaminen el agua y sin que nos afecten. Entonces la vida no puede negociarse.

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