¿Y cómo entonces llegó a la FAO?
Cuando regresé de Nicaragua, ya estaba Napoleón Duarte. Y un amigo mío era director de un proyecto de la FAO y me ofreció trabajo de caporal y yo, como quería trabajar en cualquier cosa, acepté. Tenía unos 24 años. Me voy de caporal a producir plantas forestales, a hacer obras de conservación de suelo. Estuve en Agua Caliente, Chalatenango, pegado a Nueva Concepción. Estando ahí mi amigo me dijo que contratarían técnicos para un proyecto agroforestal pero que iban a hacer un examen teórico y práctico. Quedé para Chalate, para proteger el área de recarga del río Tamulasco. Todos los programas se hicieron y fue en el 87 que el proyecto se amplió para Cabañas. “Te damos 100 colones más para tu comida”, me dijeron. Y entonces pensé que en toda mi vida, solo Cabañas no conocía, todos los demás departamentos, sí.
¿Haciendo qué?
Haciendo cosas, vagando. “Yo me voy”, dije. Así es como en 1987 llego a Cabañas. Ya en el 88 me incorporo a San Isidro, sin embargo, toda esa zona era conflictiva, pues había Defensa Civil, y yo traté de saberme manejar en medio. Cuando nos reuníamos yo veía que llegaban con fusiles: “Don Toño, ¿qué pasa?”, le preguntaba yo. “Mi coronel dice que tenemos que cuidar”. Entonces, una vez les dije que quería decirles una cosa: “¿Quién de ustedes va a recibir seguro de parte del ejército?, ¿Quién le va dar seguro para sus hijos? ¿Quién les dará seguridad cuando estén trabajando su milpa? Desde el momento en que la guerrilla los vea armados, pensará que son enemigos, lo mejor es que lo analicen”. Al tiempo, viene don Toño y me dijo que iba a hablar con los demás: “Yo les voy a decir que estas babosadas mejor las enterremos, y que no las agarremos”. Dicho y hecho.
¿Las enterraron?
Sí, las escondieron. Las Defensas Civiles estaban en la zona de Amatitán, en el cerro San Pedro. Estos lugares eran corredores de tránsito de los compañeros. Yo era parte logística, la gente me conocía y todo, pero ahí la Defensa Civil era dura, dura.
¿Qué se hizo toda esa gente?
La minería cambió todo rotundamente. Arena, incluso, se sintió amenazada al ver que toda esta gente que antes era afín a ellos había cambiado por la minería. Tenemos el caso de Félix, un señor de 88 años, que le peleaba si usted le hablaba en favor del FMLN, era radical, arenero cien por ciento. Ahora él dice: “No, si todo este tiempo me tenían engañado”. El Comité ha servido de escuela para toda esa gente, ellos pueden analizar y decir: “Miren, esto es bueno y esto es malo”. Por eso cuando platicaba con ellos me veían neutral. Don Félix andaba siempre con dos pistolas y yo le decía que cuando la guerrilla llegara ni se iba a acordar de que las tenía, y cabal, cuando llegaron los compas le quitaron todas las armas. Don Félix me dijo: “Cabal lo que vos me dijiste, quizá vos me lo mandaste”.
Ja, ja, ja.
Yo aprovechaba para hablarles de que cambiaran su forma de vida, de que cambiaran esos hábitos de andar armados, y así fue como retomaron la agricultura, por ejemplo. Me llegaron a conocer mucho. Eso de los defensas civiles era difícil. En mi cantón, mi suegro tuvo que irse porque los obligaban a ir a cuidar amenazándolos con que si no lo hacían los iban a matar. Hacían turnos en la noche, como soldados…
Y usted, por el lugar de donde venía, ¿no se sintió extraño en ese ambiente?
Solo le digo que en la primera reunión para informarles del proyecto, en la escuela del cantón, cuando llegaron iban poniendo las pistolas y los corvos en su escritorio… “Aquí la mara es cosa seria”, dije yo. Y me dice el comandante ahí: “¿Qué es lo que nos vas a decir, pues?” Y comencé a hablarles de la organización, de la importancia, pero él me preguntó que concretamente cuándo iba a llevar los palos para sembrar. Era gente organizada, se repartieron rápido las manzanas y empecé con ellos a trabajar.
¿Y nunca se enteraron de su preferencia por el otro bando?
Fue hasta que llegaron los acuerdos de paz. Yo puse la bandera del Frente, y esa gente se puso pero encachimbada… “¡¿Por qué no te matamos antes?!”, me dijo un señor que se llamaba Alejandro. Ja, ja, ja. Es que yo todo el tiempo fui de izquierda, todo el tiempo mantuve la filosofía de que era necesario un cambio, lo único que yo era de bajo perfil por las zonas donde andaba.
¿O sea que usted para la guerra era como un antena del Frente?
Siempre tuve contactos con algunos… es que es bien complicado.
¿Ser informante?
No, otra cosa. Vaya, en el bachillerato hubo unos que salieron a la Escuela Militar y otros que teníamos filosofía de izquierda. Incluso en el bachillerato uno tenía que saber cómo manejarse porque la Policía mandaba gente infiltrada, aparentemente eran estudiantes, pero lo que hacían era echarse el rollo. Entre esos estaban unos de Ataco que les decíamos Los Dormidos quienes terminaron en la Escuela Militar. Cuando yo llegué a Cabañas, yo iba una vez en una moto amarilla cuando oí que me gritaron: “¡Baby Cricket!”
¿Ese era su apodo?
¡Así era! Y yo reconocí al otro que era de Los Dormidos. Ya nos saludamos y lo vi uniformado, era teniente el baboso. Él me empezó a contar que se había juntado con otro compañero de apellido Zelayandía, familiar del hoy ministro de Gobernación, cuando estaba en la escuela y que andaba en la guerrilla, en el MERS. “¡Puta, vieras qué yuca sentarse a platicar, cómo es la vida, toparnos con gente de izquierda…”, me dijo este Dormido…
Y no sabía que usted era…
No, él sabía, él tenía idea pero no estaba seguro. Me dijo también: “Es yuca, porque puede haber momentos en los que incluso nos vamos a encontrar y nos podemos matar”.
Ja, ja, ja.
Pues a este Dormido le dije que andaba buscando un cuarto, porque para entonces dormía en la oficina del CENTA en Guacotecti, y que ya no quería dormir ahí. El Dormido llamó a un soldado y le dio la misión de que me buscara un cuarto a mí. Al día siguiente ya me estaban hablando de que tenía el cuarto listo. Así que dentro de esto siempre había gente conocida que sabía que estaba en el bando contrario. A él lo cambiaron y se lo llevaron de Cabañas.
Pero díganos, ¿usted era el contacto con organizaciones clandestinas?
Tal vez no así directamente, sino que cuando sentía que podía ayudar con información, lo hacía, no era así cuadrado.
¿Quién lo contactaba más seguido a usted?
Je, je, je. Bueno, incluso a veces me preguntan que por qué llegó Schafick Hándal a mi casa.
¿El papá?
Cuando él fue candidato a la presidencia fue al cantón, ahí hicimos el almuerzo en mi casa. Durante la contienda, decidió Schafik ir a mi casa como parte de su visita a Cabañas.
¿Ustedes se conocían?
Cuando me preguntan por qué llegó a mi casa, yo respondo que sólo él sabe por qué. Es que hay cosas que quedan, como el respeto por mi papá, creo que más que todo fue por mi papá, no por mí.
Ahh, es que la UNTS tenía gente del PC salvadoreño, ¿verdad?
Ajá, entonces, cuando Schafik se mete de candidato a presidente empezamos a hablar de nuestros árboles genealógicos, y él ubicó a Francisco, mi papá. y ahí empezó todo, tanto que un día dijo que iba a ir a comer a mi casa. Fue una gran bulla en el cantón. ¿Cuándo un candidato a presidente había ido a un comer a un cantón? Le habrán dicho también que yo estuve siempre ayudando de alguna manera…
Mire, usted recientemente recibió el premio Goldman Prize, que es como el Nobel en el área ambiental. ¿Es el único reconocimiento que ha recibido?
El premio Goldman es bonito, grande a nivel mundial, pero quizás las satisfacciones más grande que estoy esperando es que no haya explotación minera en El Salvador. Esa es la satisfacción más grande, incluso yo no sabía que existía ese premio, no es que yo luché para eso.
¿Cómo lo contactaron?
Como a las 5 de la tarde de un día de noviembre me llamaron a mi teléfono. “¿Con Francisco Pineda?” “Él habla”. “Le hablamos de la Fundación Goldman Prize”. “Ajá, ¿y qué?”…
Ja, ja, ja.
Ja, ja, ja. Me dijo también: “Es que ahorita el jurado lo ha nominado el ambientalista año 2011 a nivel mundial”. Yo le pregunté si estaban bromeando y me dijo que no, que era serio. La persona que me llamó se llamaba Melina. Ella me pasó con un jurado que era costarricense, y él me comentó que estaba alegre de que un centroamericano había quedado y empezó a felicitarme. Hasta entonces pensé que el asunto era serio.
Ja, ja, ja.
Le di las gracias y me puse a llorar.
¿Usted es llorón?
Síííí... lloré. Así le digo, porque fue una sorpresa y yo estaba viviendo una presión dura porque en el Comité no manejamos fondos, o sea, todo mundo trabaja como voluntario, a veces no tenemos ni para comer, a veces no tenemos para combustible y hacemos la cabuda para salir. El premio me sorprendía demasiado. Desde que nos constituimos como asociación porque en la organización a que pertenecíamos nos costaba acceder a los fondos.
¿Y quién lo postuló para el premio?
Lo que me dijeron es que tenían ocho meses de estarme investigando.
Ya no solo Pacific Rim, ja, ja, ja...
No sé quién envió mi currículo ni la política que siguieron, solo sé que a uno lo investigan, también ven los medios en los que uno ha participado, preguntándole a gente: hasta ahora me doy cuenta de que al padre Neftalí Rogel (de la Diócesis de San Vicente) le preguntaron sobre mí. También le llamaron a Oxfam América y así a varios. Por ejemplo el padre Neftalí habló media hora con ellos, explicándoles cómo era la lucha del Comité, quién coordinaba, cuál era el papel mío, cómo era mi perfil dentro del Comité, cómo era mi personalidad. Si cuando yo llegué, ya sabían todo de mí. Llegaron más de 200 currículos de Sur y Centroamérica.
Dora o Ramiro murieron mucho antes de tiempo. ¿Pudieron haber ganado también este premio?
Yo siento que todos ellos eran muy importantes y podía haber sido que ganaran, porque uno de los perfiles que buscan es que uno sea líder comunitario y ellos lo eran. Cuando estoy hablando de ellos solo me acuerdo de la primera vez que llegué a su casa, de que comenzamos a platicar, todo el proceso que vivimos y luego hoy saber que no están… para mí, eso es duro. Me da coraje, me molesta... me pone melancólico también pensar que el día que mataron a Ramiro era el cumpleaños de mi hija…
(Por primera vez, Francisco se rompe, baja la mirada, observa a la mesa y tamborilea con sus dedos sobre la mesa. Sus ojos brillan con la humedad que asoma.)
… y tener que irme y que mi hija me preguntara si no me iba a quedar. Yo digo, bueno, ¿por qué escogieron ese día del cumpleaños de mi hija para matarlo?
Bueno, pero el daño más grande en todo caso no fue para usted.
Lo que quiero decir es que de uno saben todo…
¿Y Pacific Rim ya sabe que usted ganó el premio?
Bueno, cuando me entrevistó Jorge Ramos de Univisión, él ya tenía una carta que le había enviado Pacific Rim y entonces el periodista me dijo que le habían enviado una nota que decía que todo lo que estaba pasando en los cantones y en El Salvador era por mí y que ellos no tenían ninguna responsabilidad.
Mire, este es el máximo premio en materia ambiental.
Cuando me lo dijeron me alegré mucho, y cuando me dijeron que había un reconocimiento económico también me alegré pero ya después cuando me senté a analizar me preocupé, y siento preocupación todavía porque el dinero puede acarrear problemas si uno no lo sabe manejar. Es bonito, y hay muchas necesidades… pero cuando veo las necesidades en los cantones eso no es nada, y a ley es un reconocimiento a mi persona pero eso lo quiero compartir con algunos proyectos para que queden plasmados en las comunidades.
¿En qué proyectos ha pensado?
Les decía yo a los compañeros que vamos a comprar una incubadora para producir aves, para estarle repartiendo a algunas comunidades. También la tela para que ellos vayan produciendo sus propios animalitos y así fomentar la seguridad alimentaria. Parte servirá para sembrar frutales y que no tengan que comprar naranjas ni vayan a comprar los limones, sino sembrarlos y tener así unas especies menores. También estoy pensando entrar con 20 familias en cada comunidad para que esta gente reciba cada 15 días capacitación sobre los daños que por ejemplo provoca la Coca Cola, también sobre cómo evitar la basura, todo eso.
Se va a echar encima a otra transnacional, pues.
Bueno, la cosa es informar, je, je, je. Que la gente decida si se la toma o no, pero la gente en nuestras comunidades no conoce y que toma gaseosa en la mañana, al mediodía y en la cena.
A veces puede que no haya agua pero sí Coca Cola.
Sí, falta concienciación. Lo otro es entrar en el municipio para dialogar con el alcalde, ojalá hoy esté más flexible.
Ahora ya tendría para comprarle la voluntad a él, ja, ja, ja...
Ja, ja, ja. No, yo creo que está acostumbrado a que la empresa le ofrecezca más, ja, ja, ja... No, pero quiero entrar en la parte que se le haga tratamiento a las aguas negras, que ya no sigan cayendo al río, ya estoy sacando información sobre cuántas toneladas métricas diarias le caen al río, cuál es el crecimiento poblacional. Yo quisiera que el alcalde se abriera y reconociera que juntos se puede gestionar un proyecto.
¿Con lo del premio ha cambiado la perspectiva de alguna gente que estaba en su contra o que tenía rencillas en su contra o sigue igual todo?
Fíjate que por mi forma de ser, hay veces que mi esposa se molesta porque a trabajadores de la empresa, si van tarde, los subo al carro y les doy ride.
¿Y ellos no dicen nada?
Ellos se suben. Yo soy de ese criterio. Siempre he dicho que no soy enemigo de ningún trabajador, si yo estoy en contra de la contaminación, no del trabajador ni nada de eso.
Usted acaba de conocer al presidente Obama, a unos senadores estadounidenses y a otros políticos importantes a raíz de este premio. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
Híjole, congresistas fueron varios. Hubo un almuerzo donde estuvimos platicando. Hubo otros que me recibieron en su cubículo. Esto es a través del premio y de las organizaciones amigas que informan cuando yo he andado por allá y que solicitan los espacios y que organizan toda una agenda con funcionarios del Estado. En Washington hay muchas organizaciones que han venido apoyando la resistencia a la minería. De los homenajeados fui el que menos descancé porque todos los días tenía tres, cuatro reuniones. Las organizaciones querían que alguien de aquí fuera a decirles las preocupaciones a los senadores.
Mire, pero toda esa gente queda allá y es usted quien sigue enfrentando el día a día.
Es cierto que uno se viene y ellos quedan allá, pero la intención de uno es que sepan qué es lo que estamos pensando y qué es lo que sentimos. En determinado momento, no podrán decir que no lo supieron. Yo manifiesto siempre el temor de que estos proyectos puedan causar un levantamiento campesino y que eso no beneficia ni a El Salvador ni a Estados Unidos.
Y si hubiera un levantamiento, ¿qué postura tendría usted?
Defender la vida. Eso yo seguiría en pie. Estaría adelante. No puedo negar que no participaría.